“En muchos sectores de la Juventud Peronista estaba la idea de ir a Malvinas a reivindicar la soberanía”

Nota publicada en Big Bang News el 28/9/2016. El comando Cóndor. Crédito: Héctor Ricardo García/Diario Crónica.

El fallecimiento de Andrés Castillo, histórico dirigente de la Bancaria y uno de los más cercanos a Sergio Palazzo durante la últimos años, sobreviviente de la ESMA, hace que vuelva sobre este artículo que salió en ocasión del 50 aniversario del desembarco y la “invasión peronista” en Malvinas. No le gustaba hablar de sí mismo, tampoco ponerse en el centro de la historia, pero logré hacerle una entrevista larga por teléfono para que me contara sobre el Operativo Cóndor.

No hay ninguna película y no existe ningún libro que se concentre específicamente en contar el hecho. Pero la historia lo merecería. Hace exactamente medio siglo, 18 militantes del peronismo y el nacionalismo decidieron lanzar un operativo inédito que tomaría el nombre de Cóndor con un objetivo tan ambicioso e inalcanzable que todavía no fue cumplido: recuperar las Islas Malvinas. 

La práctica era por entonces casi desconocida pero después sería imitada en hechos resonantes de la historia argentina y de la historia mundial: desviar un avión aerocomercial con sus pasajeros y su tripulación incluida. Sus integrantes eran 17 hombres y una mujer: Dardo Cabo, Alejandro Giovenco, María Cristina Verrier, Andrés Castillo, Ricardo Ahe, Norberto Karasiewicz, Aldo Omar Ramírez, Juan Carlos Bovo, Pedro Tursi, Ramón Sánchez, Juan Carlos Rodríguez,  Luis Caprara, Edelmiro Jesús Ramón Navarro, Fernando José Aguirre, Fernando Lisardo, Pedro Bernardini, Edgardo Salcedo, y Víctor Chazarreta. Con ellos viajó también un hombre que marcaría la historia del periodismo argentino: Héctor Ricardo García, el histórico dueño del diario Crónica. 

La intención era dar un golpe que tuviera repercusión internacional, el operativo tenía mucho tiempo de preparación y había estado planificado con la visita del Principe Felipe de Edimburgo, esposo de la reina de Inglaterra, que ese día jugaría al Polo Palermo con el dictador Juan Carlos Onganía. El canciller era entonces Nicanor Costa Méndez, el mismo que después ocuparía el mismo cargo durante la guerra de Malvinas de 1982, a las ordenes de otro dictador, Leopoldo Galtieri.

“Se eligió ese día para darle repercusión al reclamo por la soberanía por Malvinas”, cuenta hoy Andrés Castillo, uno de los 9 sobrevivientes de aquella historia. El protagonista tiene ahora 73 años y tenía entonces apenas 23. Pero se acuerda de todo, como si los hechos que reconstruye hubieran sucedido ayer.

El avión, que hoy no existe más, era muy grande para esa época. Era un Douglas DC4 de Aerolíneas Argentinas. Partió a la 0.30 del día 28 como el vuelo 648 Buenos Aires-Río Gallegos. Iban 48 pasajeros. A la mayoría de los que iban a viajar en ese avión, Castillo los conocía de la Juventud Peronista. Era amigo del líder de la incursión, Dardo Cabo, hijo de Armando Cabo, quien era un legendario sindicalista de la UOM que había sido director de La Prensa, cuando Juan Domingo Perón lo expropió y se lo cedió a la CGT.

Andrés Castillo en Malvinas, junto a Dardo Cabo, el jefe del Operativo Cóndor.

“Yo vivía en el barrio Perón en Saavedra, y Dardo vivía en Saavedra, donde el padre puso una lechería cuando salió de preso, después del golpe de 1955”, dice Castillo. La madre de Dardo Cabo había muerto durante los bombardeos en la Plaza de Mayo de 1955.

El testimonio textual

“Yo me entero porque estoy con un amigo, un compañero que está muerto, Rudy Sagendorf, y Dardo nos encuentra en un café de la calle Corrientes –no me acuerdo si era en el Politeama- y nos cuenta que quiere hacer un viaje a Malvinas, sin decirnos cómo ni cuándo. Y yo realmente mucha bola no le di porque pensé que era una de las tantas cosas que uno escuchaba entonces. En muchos sectores de la Juventud Peronista estaba la idea de ir a Malvinas a reivindicar la soberanía”.

“Yo soy bancario y en aquella época trabajaba en la Caja Nacional de Ahorro y Seguro, frente a la Plaza de los Dos Congresos, en el edificio grande que ahora es del Senado. Un día este amigo –que está muerto- me llama por teléfono a mi oficina y me dice: ¿Te acordás el viaje que el flaco iba a hacer al sur? Bueno, se va hoy a la noche. Y yo le dije: lo quiero ver, no sé cómo ubicarlo”

“En ese momento no existía ni Internet ni los teléfonos celulares. Los teléfonos eran esos negros espantosos, que había muy pocos. Traté de ubicarlo por todos lados, preguntando a muchas gente hasta que un compañero me dice: Yo lo voy a ver hoy a la noche. Venite que yo lo tengo que ver”

“El traía un paquete. Eran las banderas que había donado Héctor Ricardo García, el director de Crónica y de la revista Así. Viajamos a Munro en el colectivo que había entonces en la ciudad de Buenos Aires que no tenía. Le decían el azul. Fuimos a la UOM. Cuando entro, en el salón del fondo veo a varios compañeros que yo conozco, que estaban probandóse la ropa. Era unos borceguíes, una gorra, todos iguales. Pregunto por Dardo y me dicen que está en el café de la esquina, estaba comiendo un sándwich. Voy y le digo: Me enteré que viajas. Me contesta: Si, viajo hoy. ¿Querés venir? Y le digo que sí”.  

Dardo Cabo y Cristina Verrier, periodista de “Siete Días”, la única mujer en viajar. 

Y así, con mi uniforme de bancario, que era un traje príncipe de gales y mocasines, me sumé a la expedición. Cuando llegamos me re cagué de frío, no tenía ropa adecuada, ni siquiera medias.

Me contó lo que se iba a hacer, cómo se iba a hacer, que se iba a desviar un avión.

El operativo cóndor

El avión fue tomado por Dardo y Giovenco en la puerta de adelante, Tursi y Rodríguez en la parte de atrás. No nos pidieron documentos. No había detectores de metal, las armas iban envueltas, la puerta de la cabina se abría de afuera con la manija, no tuvimos ninguna dificultad.

Era el primer avión que se desviaba en el mundo. No estaba ni siquiera previsto en la legislación penal el delito de tomar o desviar un avión.

En suelo malvinense.

Cristina Verrier había tomado el avión hacia el Sur y desde ahí otro vuelo hacia Malvinas, así que conocía. Ella era periodista de Siete Días, que era una revista muy conocida en aquella época y ese fue el trabajo de inteligencia que hizo.

En el avión viajaba de causalidad el gobernador de Tierra del Fuego, contralmirante José María Guzmán, que debía volar al territorio del que era gobernador, Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur.

Dardo y Giovenco iban adelante. Dardo hablaba con el comandante, que se llamaba Ernesto Fernández García. No le entiende, no le cree.

“Yo estoy sentado atrás, en uno de los asientos, el avión venía con la mitad de los pasajeros. Por los altoparlantes el comandante anuncia que, debido al mal tiempo, el avión no va a ir a Río Gallegos sino que vuelve a Bahía Blanca. Lo dice el comandante ante el pedido de Dardo para que tranquilice a la gente”.

Empiezan los problemas

“No encontrábamos Malvinas, no teníamos cartas de aeronavegación. Las cartas que llevaba Cabo eran de navegación, suponiendo que era lo mismo y son dos cosas muy distintas. Hasta el día de hoy desconozco cuál es la diferencia”.

“No había nafta para volver. El ayudante del comandante le decía el tiempo que faltaba para avanzar y volver a un punto seguro, que era Gallegos o Comodoro”

“El avión tenía resto para ir y volver pero quedaban cinco minutos de combustible. La adrenalina que nos corría por encimar era tremenda, había que tomar una decisión. Era el amanecer pero estaba muy cerrado por las nubes, es una zona donde hay muchas nubes muy negras, tormentas, lluvia. De pronto se ve en un haz de luz y vemos tierra, no sabíamos en que isla estábamos, vimos una huella, tampoco sabíamos a dónde nos llevaba. Y esa huella nos llevó a lo que nosotros después bautizamos como Puerto Rivero, capital de las Malvinas. Empezamos a carretear para aterrizar cerca de la casa del gobernador, que no estaba porque había viajado a Inglaterra, estaba el vicegobernador. Pero el viento lo impedía, así que tuvimos que dar un par de vueltas y entrar en forma totalmente distinta”.

“El aterrizaje fue perfecto. Dardo me manda a mí a la cola del avión, yo aterrizo parado, fui el primero en saltar, bajé agarrado a una soga como veía que se hacía en las películas y tuve que soltar la soga porque me lastimé la mano. Yo no tenía ninguna instrucción militar. Caí sobre la tierra y sentí una gran emoción, que me dura, cada vez que cuento esto, que lo he contado muchas veces. Fue muy emocionante pisar Malvinas”.

“Nosotros hicimos siete prisioneros, entre los que estaba el jefe de Policía y había un belga. Vinieron como mediadores un sacerdote anglicano y un sacerdote holandés. Las mujeres y los niños fueron ubicados en casas de pobladores”.  

“Bajamos, izamos una bandera, desplegamos otra en un alambrado, cantamos el himno y realmente nos sentimos muy orgullosos de haber reivindicado la soberanía argentina en las Malvinas”.

“Mientras nosotros estábamos en Malvinas, yo estaba con la radio de comunicación con Aeroparque y me enteró que Onganía jugaba al golf en Palermo con el Príncipe de Edimburgo”.

“Al día siguiente se firmó un acuerdo con el vicegobernador, que los ingleses después buscaron y no pudieron encontrar. Lo tenía Dardo y Dardo se lo lleva a Perón. Ahí se dice que nadie se rinde, que no nos entregamos sino que en territorio argentino dejamos las armas en custodia al comandante del avión y que vamos a un lugar neutral, a la iglesia católica de ese sacerdotes holandés”.

“Yo estuve nueve meses preso en la cárcel de Ushuaia, me casé en la cárcel y fui castigado y me mandaron a Río Grande. Dardo estuvo cerca de tres años detenido en Ushuaia. Cuando salió de la prisión, fue a ver a Perón a España y le llevó las banderas. Después lo mataron en la cárcel de La Plata en un supuesto intento de fuga en 1977 durante la última dictadura”.

Héctor Ricardo García

“Dardo lo va a ver con Américo Rial, que era un compañero nuestro que trabajaba en Crónica. Tenía el diario de mayor circulación de la Argentina. García le dice que va a mandar un fotógrafo. Pero no manda un fotógrafo sino que aparece él”.

“Dardo le recrimina porque no mando el fotógrafo: ¿Y el fotógrafo? Por qué no llega? Y entonces García saca su credencial de fotógrafo, porque era periodista y fotógrafo, y le dice: Soy yo el fotógrafo”.

“A pesar de que han pasado muchos gobiernos y dictaduras, él siempre reivindicó el hecho este de Malvinas y siempre en su periódico llamó a los ingleses “piratas” sin importarle quién gobernaba. Nosotros no estábamos en la historia argentina, la que nos pone es Cristina Kirchner. Éramos todos peronistas”.

Héctor Ricardo García a su regreso con la tapa del diario y la exclusiva de la Operación Cóndor. Crédito: Héctor Ricardo García/Diario Crónica.

Los sobrevivientes

Los dieciocho jóvenes de entre 18 y 32 años fueron considerados héroes por la CGT y por gran parte del peronismo, fueron llevados al penal de Ushuaia y luego juzgados en Tierra del Fuego. Como ese había sido el primer secuestro aéreo y en el país no había jurisprudencia al respecto, las figuras con que se los condenó fueron privación ilegítima de la libertad, portación de arma de guerra, asociación ilícita, piratería y robo en descampado.

Hoy quedan nueve de los 18. La dictadura mató a cuatro, otros murieron con el paso del tiempo. Cristina Verrier, tercera al mando, luego de Dardo Cabo y de Giovenco, luego de años de silencio, reapareció en 2012 cuando entregó a la Presidenta de la Nación las siete banderas que flamearon en Malvinas los días 28 y 29 de setiembre de 1966.

“Las siete banderas se las quedan Dardo y después de su muerte se las queda Cristina Verrier. Ella se las lleva a Cristina Kirchner. Hoy están en el Mausoleo de Néstor Kirchner, en el Parlamento, en la Casa de Gobierno, en Itatí, en Luján, en el Museo Malvinas y en la ESMA”.

Castillo estuvo secuestrado dos años en la ESMA, fue desaparecido entre el 77 y el 79, aunque vivió muchísimas cosas en los últimos 50 años. Sin embargo, nada se compara con el Operativo Cóndor.

“Es el recuerdo más grande que tengo, cuando pisé las Malvinas por primera vez. De mis compañeros, de los muertos, Un recuerdo imborrable que se lo cuento a mis hijos, a mis amigos, a mis nietos, cada vez que me invitan a dar una charla con jóvenes en los colegios, lo siento como si estuviera ocurriendo en este momento”, dice.

Integrantes del comando junto al periodista, con su cámara colgada, tras el aterrizaje. Crédito: Héctor Ricardo García/Diario Crónica.

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