“El periodista tiene una extraña fascinación por sentirse eje temático”

Foto: Sergio Scagnetti

Fue durante mi último paso por la editorial Perfil, hace ya 10 años, cuando logré conocer a Jorge Asís. Yo era subeditor de política de la revista Noticias y él era el best seller dilecto del furioso antikirchnerismo. Lo entrevisté en su departamento, tiempo después de la derrota de Kirchner ante el fugaz De Narváez y de esa charla, que se perdió en los archivos, me quedó grabada una frase: “El tipo está en la lona pero mientras va cayendo, mira a su alrededor y dice: con estos giles, me quedó con todo“. Más adelante, pude hacerle esta otra entrevista y publicarla en la revista Crisis, para una platea diametralmente opuesta, de la que él estaba lejos por convicción. Titulada “La paradoja del indeseable”, salió en el número 4, en abril/mayo del año 2011, como parte de un dossier al que se llamó “Salir del medio”. Nunca digitalizada, la rescato ahora —una vida después— para que sea parte de este Flashback, en el Día del Periodista. 

Iniciarse como estafador precoz, salir vivo de Clarín, aferrarse al menemismo, maldecir la industria literaria, transcurrir al margen del reconocimiento, reinventarse a partir de Internet, descifrar al peronismo, burlarse del periodismo, impugnar al progresismo desde una lucidez reaccionaria. De todo eso ha sido capaz Oberdán Rocamora.

Jorge Asís se resiste a morir. La combinación exitosa de su tenacidad y su gimnasia del reviente lo mantiene de pie, vital en su prédica destituyente, al margen de casi todo, disparando textos radioactivos desde un departamento pequeño y anclado en el tiempo en las inmediaciones del Patio Bullrich. Asís sostiene que le aburre hablar del periodismo y considera que las tesis que anuncian su fin constituyen una idiotez que no merece su tiempo. Y sin embargo, su caso es paradigmático. Su pasado y su presente dibujan una constante: la del escritor y periodista que logra existir y propagar sus ideas más allá de los medios industriales. La del provocador que, con la forma en que hace lo suyo, pone en evidencia la crisis terminal del periodismo manufacturero.

“El periodista tiene una extraña fascinación por sentirse eje temático de algo y en realidad no interesa, aburre. Es un periodismo de la nomenclatura: tipos que sacan libros, se elogian, se celebran, se entrevistan entre ellos y se victimizan. En la Argentina siempre existe una enorme solidaridad inicial con el vencedor. Y los periodistas son casi siempre de decepción fácil, ante el primer traspié o un poco de crítica cuando te ven débil, ya saltan. Siempre se nota que hay un posicionamiento para aquello que viene. Hubo maestros en esto como Bernardo Neustadt. Y hoy hay muchos tipos que lo detestan pero en realidad son epígonos de él”.

Por eso decís que a vos Internet te salvó la vida…

Claro, yo tengo una relación muy difícil con los medios y existo gracias a Internet que me salvó la vida profesional. Empecé con el portal casi te diría circunstancialmente, haciendo notas, unas cartas al tío Plinio, que mandaba a 20 o 30 amigos y me sorprendía cómo se reenviaban. Para colmo fue 2004, un momento en que nadie osaba criticar a Kirchner. Hoy sale un texto mío y llega a 22 o 23 mil inscriptos. El circuito que me había marginado dejó de interesarme en cuanto yo generé mi propio polo expresivo. Y los participantes de ese circuito ahora no tienen otra alternativa que leerme. En Twitter tengo 10.500 seguidores, de los cuáles un 40 o 45 por ciento son periodistas. Pero yo no escribo un tuit para decir “comiendo un pancho” o “comiendo un asado con los amigos”. Lo utilizo como mecanismo informativo. A veces tiene el sentido de un envío del portal. Me sirve para promover mis artículos con una cierta antelación y para instalar lo que me interesa. Es un medio de expresión. Y no necesito del papel para nada.

foto: Sebastián Vricella

En realidad, a los 64 años, Asís ya se reinventó varias veces y vivió una cuantas vidas, todas contradictorias entre sí. ¿A qué se dedicaba en sus inicios? “A estafar gente”, le dice a Hernán Mario Cueva en Crisis, agosto de 1976. Sobre el filo de la dictadura, fue periodista estrella de Clarín —además de activista gremial— y se despidió con un libro que lo llevó a la desembocadura del ostracismo. “Si yo le hubiera pegado un tiro a Magnetto en 1984, seguramente hoy caminaría por Buenos Aires sin ningún inconveniente. Pero la novela paga más que el crimen. Lo de Clarín es un espanto porque, en su situación, que tenga a un tipo declarado enemigo todavía después de 27 años por una novela es insólito. Pero a mí no me hacen falta”. Asís se refiere, claro, a Diario de la Argentina, donde contaba por dentro y con seudónimos identificables cómo era el gran diario en los años de la dictadura; un documento hoy prácticamente inhallable.

¿No te sorprende que el kirchnerismo no haya exhumado ese libro?

El kirchnerismo es muy elemental y muy precario desde el punto de vista intelectual. Tienen esa petulancia de hablar como si hubieran hecho una revolución que es una maravilla. Si yo, por ejemplo, hubiera aprovechado esta pelea, que en realidad es un divorcio entre Clarín y el gobierno, para arreglar con el gobierno… Pero eso es no conocerme. Yo creo que lo mejor que le puede pasar a la Argentina es que los dos pierdan, que se extingan.

“¡Fijate lo que es la literatura de ficción! ¿O vos te creés que es casualidad que cualquier periodista, cualquier locutor, hoy publica un libro?”

Sobre la coherencia

Un intelectual opositor —de derecha, que habitó el fuego del menemismo, pero se formó en el Partido Comunista— que no puede ser ni siquiera nombrado por el holding que, desde 2008, vive al kirchnerismo como una pesadilla. Un maldito que tiene en su poder la historia de Clarín por dentro y que el oficialismo, fundamentalista del archivo, no puede capturar. “Si hoy Cristina llama a Clarín para negociar, llega Magnetto con toda su familia. Clarín nunca estuvo preparado para esta pelea, para este nivel de combate. Pero no hay que olvidar que la hegemonía que logra Kirchner la obtiene gracias a los medios de comunicación que no informaron; al colaboracionismo de Clarín”. Dice Josefina Ludmer en su libro Aquí América Latina: “Asís era el escritor maldito de la temporada Buenos Aires año 2000. El maldito, me dice Christian Ferrer mientas tomábamos un café, habla en voz alta y dice verdades feas. No cualquiera es un maldito; se necesita decir algo en voz alta. Es la sociedad la que instala al maldito como tal. Asís parece ser uno de los personajes más coherentes de las últimas décadas, a la vez cultor de un realismo político de baja estofa y de un cinismo juguetón televisivo”. Oberdán Rocamora —ese fue su primer seudónimo— juega en varias canchas a la vez. Su nombre connota sentidos disímiles en el periodismo, en la política y en la literatura. Incluso Horacio González se ocupó, hace no tanto, con especial interés de su obra. Mientras la militancia progresista lo reduce a un intelectual conservador que vomita provocaciones mientras camina hacia su tumba, nuevas camadas de jóvenes escritores vuelven a hallar algo en él y lo reivindican. Pero salvo a sus amigos, a nadie le cae simpático.

¿A qué te referís cuando hablás de la mafia de Puán?

¡A los que destruyeron la literatura argentina! ¡Fijate cómo escriben! ¡Fijate lo que es la literatura de ficción! ¿O vos te creés que es casualidad que cualquier periodista, cualquier locutor, hoy publica un libro? No es que la ficción está en crisis en todo el mundo. ¡Es mentira! En Inglaterra y en Francia está bien, en España está pasablemente bien. Acá vos vendés 500 ejemplares de un librito de ficción y el editor se pone contento. Han hecho desastres entre directores de colecciones, críticos egresados de ese lugar que también publican libros, y que elogian a los directores de colecciones y de suplementos culturales. Yo soy un escritor a la antigua: cuento historias y voy por el mercado. Para mí, no es ningún gran lujo que me lean 200 tipos ultrasofisticados. Escribo todavía para influir en la cabeza del que me lee, encantarlo, meterle mis obsesiones. Desde Voltaire hasta Dostoievski, Tolstoi, Steinbeck, Balzac, era más o menos lo querían hace con su literatura. No se trata de mostrar lo bien que escribo y qué importante que es.

¿Cuando arranca ese proceso para vos?

Eso arranca en los ochenta, cuando empieza a elogiarse la carencia de historia, cuando ni siquiera entienden a Ferdinand de Saussure y a los estructuralistas y empiezan por el encanto del texto por el texto mismo. ¡Infinitas pelotudeces que terminaron con la literatura! Yo te puedo mencionar 10, 15, 20 escritores que salen en los suplementos literarios y que la gente no sabe quiénes son, que no leyeron ni un libro, ni van a leer, y eso es casi un mérito para ellos. La literatura que yo siento es una literatura donde pasan cosas, que es lo que hace -al margen- que yo tenga muchos problemas. Yo con mi Twitter, mi portal y mis libros, no necesito de nadie. Ni el menor reconocimiento. Estoy en el momento quizás más peligroso de mi vida literaria porque nada me importa y digo lo que me parece.

Postrimerías

Asís acaba de publicar El kirchnerismo póstumo, el último tomo sobre esa “complejidad político cultural” que, según entiende, puso en marcha la figura excluyente de la política en la década que se fue.

¿En qué consiste esa complejidad?

Yo vivo de Kirchner hace ocho años. Para ocuparme de él tuve que tratar de entenderlo. Y digo que lo hice con suerte relativa, porque siempre te empomaba. Lo complejo en Kirchner es que busca los votos en José C. Paz y las razones en los intelectuales de izquierda. La fibra electoral la obtiene de un lugar antagónico al de los que ponen la letra. Por eso, los kirchneristas tienen momentos en que se sienten eufóricos, positivos, magnánimos, casi inmortales, en que los avergüenza el peronismo tradicional. Y momentos de derrota,

“Si yo le hubiera pegado un tiro a Magnetto en 1984, seguramente hoy caminaría por Buenos Aires sin ningún inconveniente. Pero la novela paga más que el crimen.”

Asís es un sobreviviente. No lo dice, pero él mismo —sin demasiada compañía— encarna una suerte de menemismo póstumo y, a la vez, irreductible. El que sigue tributando al último intento cultural que la derecha llevó adelante con éxito y que se sigue asumiendo aún hoy, contra la traición de su mentor. Por eso se ríe de su pasado remoto en el PC, pero se toma con bastante más seriedad aquel experimento, como si fuera un sustrato con la consistencia social suficiente como para alumbrar un nuevo artefacto de poder, por supuesto ligado al peronismo. Sus incursiones en la política después del ocaso de Menem fueron intrascendentes. “Yo tengo más peso desde mi portal que desde una banca”, se resigna. Es en ese territorio donde despliega una ironía que, en sus mejores pasajes, alumbra una suerte de Barcelona de la reacción, una artillería plena de lucidez que afirma que todo es una farsa pero que —al igual que esa izquierda que él retrató de manera implacable y certera— no tiene horizonte. A falta de algo nuevo, Macri y Duhalde son las figuras que le despiertan cierta ilusión de un futuro que, por lo demás, le cuesta mucho precisar. Las razones de esa imposibilidad hay que buscarlas, según dice, en una especie de tiranía simbólica de corte progresista que está vigente.

Foto: A24

¿Por qué decís que la cultura progresista impregna la política?

Porque lo que hoy hace Cristina es frepasismo tardío. Es heredera de lo que construyeron Alfonsín, Chacho y Fernández Meijide a fines de los noventa. Es un progresismo que domina culturalmente la Argentina desde hace 15 o 17 años. Tienen mucho que ver algunos medios de comunicación que son fundamentales, como fue fundamental el manejo de la televisión pública para la recuperación de Kirchner después del 2009. Ese frepasismo verdaderamente refleja al argentino medio, de capa media, con sus reivindicaciones pero no tanto, que se recicla. Yo lo explico de una manera más repugnante. Ese progresismo que en los finales de los noventa utiliza a la UCR para llegar y sepultarla, persiste y se incorpora en esa cosa extraña nueva que empieza con Duhalde y se profundiza con Kirchner, legitimado en un antinoventismo. Los que más influyen en Cristina hoy no tienen que ver con el peronismo. Y el peronismo, que es la ideología de poder, que hizo posible la existencia del kirchnerismo, hoy está como “naranjo en flor”: al fin se quedó sin pensamiento, ni estrategia, ni identidad.

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