“Nos quedó esa mentalidad de vivir de rentas y se creó esa clase media que no labura ni por orden del juez y se queja de todo”

Entrevista publicada el 25/07/2008 para Diario Crítica de la Argentina. Foto: AFP

A José “Pepe” Mujica lo entrevisté en dos tiempos y dos escenarios, los dos fugaces. Fue en pleno conflicto por la resolución 125, cuando vino para participar de una jornada en el Congreso y un amigo me contactó con él. Empezamos charlando en el living de una casa de Palermo entre llamados telefónicos que venían de Uruguay y conspiraban contra el entendimiento. Terminamos un rato después, en la caja de un furgón viejo que atravesaba la Ciudad y nos llevaba a los saltos. Él ya era grande y, sin embargo, estaba punto de llegar a lo más alto. Se cuidaba de no pelearse con nadie y de no opinar más de la cuenta, pero demostraba que sabía de lo que hablaba. El mundo agropecuario, la soja, la rotación de cultivos, los propietarios de la tierra, el país rentívoro, de la nostalgia y el tango, la política, el Mercosur; de todo podía opinar con conocimiento de causa. Salió en un diario de papel que duró poco y no dejó rastros escritos de su existencia. Por eso, la rescato ahora que el viejo dijo basta y abandonó la política. 

Su leyenda hace tiempo trascendió hacia la Argentina. Histórico dirigente tupamaro, ex ministro de Agricultura de Tabaré Vázquez y actual senador, es el político más popular del Uruguay, con un 59% de imagen positiva. En esta entrevista habla de algo que conoce mucho: campo, retenciones, ganancias extraordinarias. Y con la soja, que grupos argentinos siembran en su país, no se anda con chiquitas: “Es abusiva e invasora”. “No hay quien la pare.”

“A veces la vida, te juega esas pasadas. Y te encontrás tarde con una chica a la que nunca te animaste a decirle nada o no pudiste conquistar cuando quisiste”, dice el senador uruguayo José “Pepe” Mujica, con su conocido estilo llano, entrador, tirando a campero. A los 73 años, el hombre, con un 59% de imagen positiva, es el político más popular de su país y tiene la oportunidad de ser presidente del Uruguay. Pero el histórico dirigente tupamaro, ex ministro de Agricultura y Ganadería con Tabaré, da a entender que su tiempo ya pasó. Aun cuando el sector mayoritario del Frente Amplio –el Movimiento de Participación Popular– no piense lo mismo.

Mujica, que estuvo preso durante 13 años bajo la última dictadura uruguaya, llegó a Buenos Aires por invitación de Enrique Iglesias, un compatriota suyo que fue presidente del BID y ahora preside la Sociedad Internacional del Desarrollo. Esta noche a las 20 dará una charla en el auditorio de la Facultad de Derecho. Dice que, si puede, se va a encontrar con Néstor Kirchner; pero niega que le traiga reclamos en torno de las retenciones por el gas argentino que paga el Uruguay. “Esas son cosas que agregaron”, aclara. “Vengo para hablar de la integración y de los problemas que tenemos en el Mercosur porque o nos juntamos o nos van a hacer trizas. Los latinoamericanos, todos juntos, debemos ser el 5 o el 6% de la economía mundial. Separados, somos una hoja al viento en el concierto mundial. Incluso Brasil y Argentina aislados no pesan. Tienen una flor de responsabilidad, porque liderar significa tener en cuenta las asimetrías, las diferencias y los defectos”.

Mujica siente que estos días de agitación política en el país no son los mejores para su visita: “Dada la convulsión que ha habido acá en los últimos tiempos es el momento menos oportuno para venir porque inevitablemente tienden a mezclarnos. Es lo que menos queremos. Hemos tratado de mantener la mayor distancia. Quisieron usar al Uruguay como modelo de comparaciones que son inconcebibles. Comparar un paisito pequeñito de tres millones de habitantes con los desafíos que tiene un país como Argentina. Nosotros no tenemos petróleo y no tenemos gas. Todo lo que sacamos de vender la carne nos lo gastamos en la cuenta petrolera”.

“No sé cómo pueden comparar a un paisano que vive con cincuenta ovejas a un hombre que planta 15 mil hectáreas de soja”

¿Entonces no va a opinar sobre lo que sucede en Argentina?

No, porque sería de muy mal vecino. Yo he visto mucha grosería de carácter intelectual. No entiendo ese término que usan ustedes: “El campo”. No sé cómo pueden comparar a un paisano que vive con cincuenta ovejas a un hombre que planta 15 mil hectáreas de soja. No me cabe en la cabeza que se pueda poner todo en la misma bolsa.

El conflicto se disparó por una resolución que impuso las retenciones móviles para la soja…

En las sociedades hay intereses. Cuando usted le mete la mano en el bolsillo a alguien, ése patea. Y no hay que asustarse. Todos somos así, los obreros, los patrones, todos. Algunos tienen más y otros menos. Ahora gobernar es cortar el tocino: si usted corta más fino para un lado, tiene bronca para el otro.

Dicen que usted plantea un impuesto a la soja en Uruguay…

Debe haber habido una confusión. Nosotros vamos a poner severas multas, eso es casi seguro. Tenemos que obligar a una rotación agrícola y si nos vienen a plantar soja dos, tres años seguidos en la misma tierra, les vamos a arrancar las muelas. ¿Por qué? Porque tenemos que preservar el suelo. Y tenemos una ley de suelos que tiene como veinte años, que nunca se aplicó, que ahora va a regir. Nunca le encajamos una multa a nadie. En las condiciones del Uruguay, de penillanura, de mucha ondulación, la soja es un cultivo que no deja rastrojo orgánico, queda como un polvillo. Es peligrosamente erosiva si se insiste. Queremos que se alterne con otro cultivo, como el sorgo, por ejemplo. No abandonar el sistema que nos dio resultado en el Uruguay. Tres o cuatro años de agricultura y dos o tres años de pradera y ganado. Buscar cuidar el suelo y mantenerlo sustentable.

Pero eso implica resignar una parte de la ganancia para el que elige sembrar soja…

Y sí. Van a tener que resignar. Pero nosotros tenemos que preservar el recurso del suelo, que es lo único que tenemos. En el largo plazo, es el valor de una nación. Si no, ¿qué les vamos a dejar a las generaciones que vienen? Nosotros hicimos una reforma tributaria, estamos bajando el IVA, pero si ganás mucho te vamos a aumentar los impuestos a la renta. Está franjeado. Un senador gana 90 mil pesos (casi cien mil uruguayos) y se le descuentan como 40 mil. Quiere decir que un señor sojero al que le vaya bien va a tener que pagar su platita.

¿Y la ley de sociedades anónimas de la tierra?

Ésa la impulsamos nosotros cuando yo era ministro. Estamos blanqueando la propiedad de la tierra obligando a que las sociedades anónimas que existen se hagan nominativas. Queremos conocerles la identidad a los tipos. Tuvimos casos de plata que no se sabía de dónde venía ni de quién era, que se asentaba en tierra. El Estado tendrá más presencia y capacidad de control desde el punto de vista ecológico y de medio ambiente. Ésa es la primera ley porque Uruguay es un país históricamente rentívoro.

¿Qué quiere decir con “rentívoro”?

Siempre fuimos un país con una ganadería que daba para tirar manteca al techo. Trabajaban el pasto, el sol y las vacas. Muy poco hacía el hombre. Eso sirvió para mantener al pueblo hasta 1940 o 1950. El excedente agropecuario sirvió para fomentar una industria liviana hasta que se agotó. Creció la población y ahí nos quedamos. Parecido a lo que les pasó a ustedes. Ahora, somos el país del tango, de la nostalgia; nos quedó esa mentalidad de vivir de rentas. El concepto de renta es distinto al concepto de ganancia. El de ganancia supone ahorrar, invertir, trabajar y volver a hacer lo mismo; el de renta es me la gasto toda porque mañana tengo más renta y le doy pelota a todo lo superfluo, el viaje a Miami. Así se crea esa clase media que no labura ni por orden del juez, pero se queja de todo y gastamos más de lo que podemos. Cambiar la mentalidad de una sociedad es mucho más difícil. Reconocer el problema no es resolverlo pero tampoco hay que callárselo.

¿Y qué pasó con la ley de promoción a la forestación?

La fuimos modificando. Cuando llegamos al gobierno, se podía plantar eucaliptus. Pero hicimos una recalificación del suelo y los eucaliptus tienen que ir en tierras que no sirven para otra cosa. Tenemos unas 500 mil hectáreas de eucaliptus y unas 250 mil de pinos. Pero ahora estamos procurando aplicar esta filosofía: reconciliar el árbol con la vaca y con la oveja, es decir, más bien caminar hacia lo que se llama silvopastoreo. Para eso, hemos dado facilidades para que un tipo no tenga que vender la tierra, pueda plantar un poquito de eucaliptus, pero siga manteniendo el ganado.

¿Para subsidiar el tambo, por ejemplo?

–Claro, para que no pongan todos los huevos en la misma canasta porque dependemos de los precios internacionales.

¿La soja tiene una presencia incipiente todavía en el Uruguay?

La soja ha significado una pequeña revolución agrícola en el Uruguay porque estiró la frontera agrícola, llevó el cultivo a todos lados, masificó la siembra directa, el uso del glifosato y eso, si lo sabemos aprovechar y no nos pasamos de rosca, va a favorecer a la ganadería porque va a aumentar las pasturas cultivadas, complementarias, la pradera y todo lo demás. No queremos que se pierda la rotación, ganado y agricultura, porque si no, no sostenemos el suelo. A los herbicidas hay que darles un afloje.

¿Cómo llegaron a la soja en el Uruguay?

No, no. La soja llegó a nosotros. Es abusiva e invasora. No hay quien la pare. Nosotros no la teníamos autorizada a la transgénica y se coló por todos lados. Llegaron grupos de acá, como los Grobo, que cayeron por allá. Pero nos ha aumentado el área de trigo también y eso es bueno. El problema es que nos está acorralando un poco el tambo, que a nosotros sociológicamente nos interesa mucho más que la soja. ¿Por qué? Porque en mil hectáreas de soja trabajan tres tipos y con mil hectáreas trabajan 20, 22 o 24 y nos mantiene un tejido social. El tambo es familiar y nos mantiene a la gente arraigada en el campo, nos obliga a mejorar infraestructura, a poner electricidad, coloniza, y sobre todo crea un tipo de trabajador más diversificado, más complementario. El otro es un especialista medio golondrina. Yo lucho por el Uruguay lechero.

“Nosotros tenemos una dependencia importante del comercio con ustedes, que son un país grande y se cagan de risa”

En su momento usted cuestionó el corte del cruce fronterizo en Gualeguaychú

Yo no tenía duda de que Botnia no iba a pudrir el agua. Estaba en el hospital, pero mandé a Finlandia a un hombre de mi confianza, que es ingeniero forestal. No son angelitos. Vienen a ganar guita, pero no bostean arriba de la mesa. El problema de fabricar pasta de papel y papel sin atacar el medio ambiente lo han resuelto desde el punto de vista técnico. El problema es hacerle cumplir porque eso es caro. Eso lo reconozco. Pero tienen la tecnología, saben cómo hacerlo. Tienen ciudades que están al lado de las fábricas con lago y todo. Manejamos mal las cosas. Tendríamos que estar peleando por otra cosa.

¿Qué dificultades concretas le trae a Uruguay que esté clausurado el cruce?

Nosotros tenemos una dependencia importante del comercio con ustedes, que son un país grande y se cagan de risa. Pero a nosotros nos cuesta. De alguna manera, se va a arreglar.

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