Hasta que duela

Nota publicada en La Política Online el 16/7/2022

A Silvina Batakis le toca evitar el precipicio. La ministra de Economía que aceptó asumir en las peores circunstancias cerró la semana con pruebas de que le están pidiendo bastante más que un paquete de medidas ortodoxas como el que eligió para debutar, una semana más tarde de haber asumido. 

La corrida cambiaria se estira y ya lleva seis semanas. En el marco de la creciente inestabilidad global, la fragilidad del gobierno del Frente de Todos se advierte en la mayor parte de los indicadores, que están en rojo: la brecha cambiaria al 130%, el dólar financiero que subió de 200 a 300 pesos y el descontrol de precios que hace escalar las proyecciones de inflación hacia el 8% en julio y muy por encima del 80% a fin de año.

Para disgusto de las buenas conciencias que fantasean con un shock distributivo, Batakis ya dio indicios de que la épica del sciolismo está atada a la mera supervivencia. De larga militancia peronista y con experiencia en la gestión, la ministra tiene el antecedente de haber sido la piloto de tormentas que ajustó los números en la provincia de Buenos Aires cuando Axel Kicillof actuaba como verdugo del entonces gobernador bonaerense y ni soñaba con llegar a La Plata.

Los anuncios de Batakis alcanzaron para refinanciar los primeros vencimientos de la deuda en pesos pero no conformaron a los agitadores del mercado. Sí lograron amargar por igual al ministro de Obras Públicas Gabriel Katopodis, a los gobernadores del peronismo y a los movimientos sociales alineados con el gobierno.

Los economistas de Juntos y las consultoras del mercado aprueban desde el escepticismo general las señales de una ministra que -según creen- sabe cuáles son los problemas y tomó nota de que no hay margen para improvisar. Advierten, sin embargo, que deberá acelerar con el ajuste si quiere mantenerse con vida.

A un mundo de distancia de las exigencias de los bancos y los fondos de inversión, las organizaciones sociales que profundizan su plan de lucha contra el gobierno de los Fernández piensan exactamente lo contrario. Las movilizaciones callejeras, que contrastan con las protestas del agronegocio y las demandas del establishment, son la piedra en el zapato del ajuste de shock que reclaman desde el mercado. Puede verse en la persecución que lidera desde San Martín la jueza federal Alicia Vence, la ex secretaria de Claudio Bonadio que fue ascendida por el kirchnerismo en 2011, cuando el magistrado de la Glock y el extinto Frente para la Victoria se entendían de memoria.

Sin embargo, los dirigentes que buscan representar a los millones de trabajadores informales que registra el INDEC coinciden en algo con los economistas que suele escuchar Mauricio Macri: ven al gobierno al borde del abismo. En el encuentro del viernes pasado en Balvanera, donde la oficialista UTEP confluyó con la opositora Unidad Piquetera, un dirigente de las organizaciones que responden a los Fernández argumentó de esta manera su rechazo a una oposición frontal: “Si nosotros rompemos y vamos a fondo con los reclamos, el gobierno se cae”, dijo.

En una entrevista con Clarín, Marina Dal Poggetto acaba de expresar el consenso entre las consultoras: “Con estos niveles de inflación y nominalidad no hay más debate: es shock sí o sí. No se llega a 2023 sin hacer nada”, afirmó. La directora de Eco Go sostiene que no hay quién financie el gradualismo pero afirma que el gobierno no tiene margen para avanzar con un ajuste de shock -que traerá nuevos padecimientos sociales- sin un apoyo amplio que incluya a sectores de la oposición.

A Batakis, según los economistas de la oposición, le toca a hacer el mal todo junto sino quiere que el mercado se la lleve puesta con una devaluación: lo que Kristalina Georgieva definió como “acciones dolorosas” en una entrevista reciente y figura en la página 13 de la primera revisión del acuerdo que firmó Martín Guzmán. Así, el contrato electoral del Frente de Todos, que según el cristinismo no se cumple, sería reformulado en la emergencia bajo un nuevo eslogan: ajustar hasta que duela. 

Más aumentos de tarifas, recortes en las transferencias para las provincias y las empresas públicas y una gran licuación de la inversión social, las jubilaciones y los salarios públicos; ese es el pliego de condiciones del mercado que está sobre el despacho de Batakis.

Si ejecutar ese plan implica sepultar cualquier aspiración electoral del Frente de Todos para el año que viene, conformarse con aguantar tampoco parece la mejor receta. A esta altura, no hay salidas virtuosas y, si existen, desde el poder nadie las señala.

En ese esquema, la disparada del contado con liquidación hacia los 300 pesos se debe al silencio con que los socios del Frente de Todos decidieron escrutar las primeras semanas de la ministra en el quinto piso. Frustrado en su intento de asumir como interventor del gobierno, el mutismo de Sergio Massa era previsible pero el de Cristina Fernández es el que pone nerviosos a todos.

La dueña del poder y los votos, según la definición de un miembro clave del espacio de Juntos, es la que tiene en sus manos el futuro de la ministra y del gobierno. Mientras CFK no exprese su apoyo explícito al programa de austeridad, la familia de los mercados -la misma que le hizo escupir sangre a Macri hasta que terminó su ciclo- no va a confiar.

Guste o no, Batakis avanza por ahora -con más fuerza y más cintura- por el mismo sendero que recorría Guzmán. El hermetismo que prima en el Frente de Todos tras las reuniones del trio de gobierno en Olivos se explica por la debilidad de un presidente que, finalmente, parece haber entendido que filtrar casi todo no lo beneficia. Pero también de la lógica que impone su vice, acostumbrada como nadie a ejercer el poder sin que se filtren sus movimientos y declaraciones.

En la oposición, hay dos percepciones. Por un lado, los que se preguntan por qué CFK le daría a la ministra el aval que no le dio a su antecesor para hacer lo mismo. Por el otro, lo que dice Hernán Lacunza: “Cristina es dogmática pero astuta. Cuando está cerca del precipicio, frena. El riesgo es que un día volanteas y ya es tarde”.

Los que aprovechan el silencio de la ex presidenta para primerear con sus propias valoraciones ignoran el mensaje de El Calafate -“Yo hablo por mí, no permito que nadie hable por mí”- y pueden ser desautorizados en cualquier momento. Por ahora, hay dos datos. La vicepresidenta moderó sus críticas en el acto en el Sur la semana pasada y habló con la ministra por teléfono, pero decidió no acompañarla ni en su asunción ni en el anuncio de su primer paquete de ajuste.

Así como le sucedió al peronismo cuando comenzó a asomarse de cerca a la pesadísima herencia que dejaba Macri, le está pasando ahora a algunos en la oposición. Hace tiempo que los altos mandos de Juntos dejaron de divertirse con las dificultades del peronismo en el poder y empezaron a preocuparse por la situación que pueden heredar.

Los números que repasan Macri y Larreta muestran que en el segundo trimestre del año, después del acuerdo con el Fondo, todos los rubros mencionados como parte del ajuste que reclama el mercado subieron por encima de la inflación. Lacunza sostiene que el gasto público subió en abril y mayo 17% por encima de la inflación y en junio 13% arriba del IPC. Es por eso que Macri sigue convencido de que “el Fondo es peronista”.

El fundamentalista del déficit cero, que empezó a gastar tras las PASO 2019 para evitar su salida del poder, no repara en que el acuerdo que firmó Guzmán asume la deuda demencial que contrajo en tiempo récord guiado por Donald Trump, Christine Lagarde y Nicolás Dujovne y violando incluso las cláusulas del propio organismo. Al lado del ingeniero piensan, en cambio, que la actuación del FMI ante la deriva del Frente de Todos es vergonzosa. “El Fondo está entregado, desconcertado, débil y escondido abajo de la mesa. Son cómplices de esta situación”, dicen.

De fondo, flota en el aire la máxima que Guillermo Calvo hizo famosa cuando agonizaba el macrismo gubernamental: la idea de que el peronismo de Cristina podía avanzar con las transformaciones estructurales que demandaba el mercado y Macri se había demostrado inservible para ejecutar. El sueño del ajuste con apoyo popular sigue siendo la mayor utopía del mercado. Si en tiempos de Macri era el peronismo colaboracionista el que debía convalidar el reformismo permanente que duró nada, ahora sería la vicepresidenta la que tendría la llave para legitimar ese giro desesperado.

Mientras el gobierno pretende redefinir su orientación, una encuesta de Circuitos en la provincia de Buenos Aires con fecha del 15 de julio da cuenta de la inviabilidad del rumbo actual. La consultora que dirige Pablo Romá hizo una pregunta sencilla entre 1247 bonaerenses: ¿A quién considera que beneficia más la política del gobierno de Alberto Fernández? El 13,4 respondió que “a los que menos tienen” y el 20,3 “a los que más tienen” pero la enorme mayoría (el 57,1%) dijo que “no beneficia a nadie”.

Aunque la polarización no lo permita, en la oposición hay quienes insisten en no subestimar a Cristina y hasta la reconocen como la persona más hábil del sistema político. Pero es la realidad la que pone en jaque el juego de la ambigüedad que practica la vicepresidenta.

La misma pregunta que corre para Batakis (¿por qué con ella sería distinto?) vale para los cambios en YPF, con el reemplazo de Sergio Affronti por Pablo Iuliano como CEO de la compañía. Iuliano era el vicepresidente de Upstream No Convencional de YPF y es considerado un experto en shale. En 2013, tras firmar el acuerdo entre YPF y Chevron, Miguel Galuccio lo nombró en 2013 como gerente de activo No Convencional en Loma Campana y en 2016 Paolo Rocca lo reclutó para el yacimiento Fortín de Piedra, gran beneficiario de la era Aranguren de subsidios.

Sin embargo, Iuliano viene a reemplazar a un Affronti que pretendía aumentar los precios de las naftas a tono con el mercado internacional y se negaba a importar gasoil a pérdida. Salvo que se tratara de un problema personal entre Pablo González y Affronti, el interrogante es idéntico: ¿por qué con Iuliano sería distinto?. Durante su gestión, Galuccio tuvo con Cristina una relación única y avanzó con reformas a favor de las petroleras que no toleraban otros actores del cristinismo energético. La entonces presidenta que -según dicen- todavía lo considera, le dio todo el apoyo: por eso y porque estaba convencido, pudo hacer lo que quería.

El Frente de Todos lleva la contradicción adentro desde que nació, pero la crisis obliga a saldar la puja interna. Si antes de la renuncia de Guzmán al lado del Presidente soñaban con llegar a diciembre para que el año electoral ordene al peronismo, hoy algunos se ilusionan con una estación previa que los beneficie: un triunfo en primera vuelta de Lula en octubre que pueda ordenar un salvataje para la alianza argentina.

En 10 días, Fernández volverá a buscar oxígeno en el exterior y se lo verá una vez más sonreír en su encuentro con Joe Biden, la primera bilateral importante con un presidente de Latinoamérica si se excluye al vecino AMLO. Alberto tiene unas cuantas razones para empatizar con el sucesor de Trump. Una encuesta reciente del New York Times y la universidad de Siena dio cuenta de que apenas el 33% de los estadounidenses apoya la gestión de un mandatario que, a punto de cumplir 80 años, luce extenuado ante la inflación más alta (9,1%) de las últimas 4 décadas, con alquileres que suben a un ritmo del 15% anual. Peor todavía, el 64% de los votantes demócratas prefieren que el candidato para las presidenciales de 2024 sea otro.

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