Lecciones del despoder

Nota publicada en La Política Online el 17/04/2022.

El Presidente logró finalmente unificar a la mayor parte de las tribus que habitan bajo el tinglado del Frente de Todos. Todos le piden que tome definiciones: los propios, los neutrales y los hipercríticos que hablan como opositores. Alberto Fernández debe hacerlo en un contexto delicado, con la inflación descontrolada y la vicepresidenta dando lecciones sobre el poder. Es un loop que tiene atrapado al oficialismo de turno, incluso ahora, después de haber firmado el acuerdo con el Fondo que exigía el mercado y con una economía que encadena 11 meses de un crecimiento que empieza a desacelerar.

Más implacables y certeros que cualquier discurso opositor, los números del INDEC volvieron a poner al gobierno contra las cuerdas. La inflación que batió récords en marzo (6,7%) acumula 16,1% en el primer trimestre y 55,1% interanual; los precios de los alimentos subieron 7,2% y escalaron al 21% en apenas tres meses. La inflación núcleo, además, saltó del 4,5% al 6,4%. Son los peores datos para un trimestre desde 1991 y pegan de lleno sobre la base de adhesiones del oficialismo, en especial sobre los sectores que respaldaron al kirchnerismo durante casi dos décadas.

Con la vicepresidenta en el Sur, a 2700 kilómetros de distancia, Fernández debe decidir desde Olivos en la que quizás sea la última oportunidad para torcer el rumbo que lo tiene como protagonista accidentado. Cómo atenuar la caída del salario real que encadena seis años y cómo encolumnar a un frente heterogéneo que, mientras se desangra en internas y conspiraciones, se autoanula en la gestión.

La cercanía de Agustin Rossi, que volvió pese a que Alberto lo despidió por televisión desde Perú en julio del año pasado, alimenta la hipótesis de que asumirá un rol importante en el gabinete. Su protagonismo coincide con el eclipse de Juan Manzur, el gobernador de Tucumán que llegó con el respaldo de Cristina y el placebo del volumen político pero quedó diluido en el silencio. Por incapacidad propia o por ausencia de respaldo de un presidente que lo aceptó obligado por su vice, Manzur no cumplió ni con su propósito ni con los ajenos: no avanzó un solo casillero en la carrera hacia 2023 -al contrario-, no resolvió los problemas de gestión y no pudo tampoco potenciar la unidad. Pedirle tanto, cuando se repiten los cortocircuitos en lo más alto, era exigirle demasiado pero los que hace tres meses negaban su regreso a la provincia ahora admiten que al tucumano tampoco le cierra seguir en Balcarce 50.

Acaso por no contradecirlo nunca, la mano derecha y vocero de Alberto siguió siendo siempre Santiago Cafiero, que acaba de darle a La Política Online una definición, “el único imprescindible es el presidente”, que puede ser leída de distintas maneras. Como un mensaje al cristinismo, pero también al supuesto albertismo.

El otro nombre que sigue en el centro de los cuestionamientos es el de Martin Guzmán, el fusible que Máximo Kirchner y Sergio Massa quieren cambiar sin éxito desde hace, por lo menos, un año. El ministro de Economía es la cara del fracaso ante la inflación, una marquesina que comparte con su adversario Roberto Feletti. También con el secretario de Política Económica Fernando Morra, el funcionario que supuestamente estaba a cargo de frenar la escalada de precios desde el Palacio de Hacienda. 

Como acaban de confirmarlo los números de Estados Unidos, que tiene la inflación más alta desde 1981, o de Brasil -que registró en abril el índice más elevado de los últimos 28 años-, el contexto global que encadenó la guerra con la salida de la pandemia influye sobre los precios de los commodities. Guzmán que se benefició de la recesión global en pandemia para ganarle su batalla de pronósticos a las consultoras del mercado y festejar el 36,1% en 2020 ahora sufre un efecto inverso.

Con un desgaste que se le veía en los ojos, el profesor de Columbia reapareció en C5N para defender su sillón antes de viajar a Washington y anunciar que el gobierno gestionará con “los alineados con el programa económico”. Sin embargo, Guzmán no solo recibe críticas de los sectores de Máximo y Massa. También dentro del grupo de cinco amigos con los que gobierna Alberto hay quienes consideran que es momento de que dé un paso al costado. En el cristinismo sostienen que el propio Cafiero -que acaba de defenderlo en público- y el jefe de asesores Juan Manuel Olmos le recomiendan al Presidente desprenderse de Guzmán y empezar una nueva etapa. Con un curioso radio de relaciones que va desde Mariano Recalde hasta Daniel Angelici, Olmos es partidario de la unidad y se lleva bien tanto con Massa como con La Cámpora. El operativo clamor para que Guzmán se vaya es lo que llevó a Fernández a pedirle que salga a hablar en defensa propia, el lunes último.

Los detractores del ministro, sin embargo, no encuentran un voluntario que genere consenso y esté dispuesto a reemplazarlo. Guzmán es un sobreviviente, tanto que bate récords de permanencia en el reino de la inestabilidad.

Según un relevamiento del economista Amilcar Collante entre 1983 y 2022, el discípulo de Joseph Stigliz ya lleva más tiempo en el cargo (854 días) que el que pasaron en el quinto piso Axel Kicillof (750), Hernán Lorenzino (711), Felisa Miceli (593), Jose Luis Machinea (451), Bernardo Grinspun (437), Antonio Erman Gonzalez (412) y Alfonso Prat Prat Gay (389). Es en una tabla que dominan por lejos Domingo Cavallo (2010), Juan Sourrouille (1505), Roberto Lavagna (1315) y Roque Fernandez (1225). Si Agustín Rossi, uno de los grandes defensores de Guzmán, asume funciones de relevancia, es posible que el ministro hasta pueda soñar con superar a Amado Boudou (883) y Nicolas Dujovne (960). Claro, durar no es resolver problemas ni va de la mano con incrementar el poder político de un presidente que enfrenta una situación asimétrica con el poder permanente, según las definiciones que dio CFK antes de viajar al Sur.

Según los exegetas que la acompañan desde hace tiempo, la vicepresidenta no se refirió a Fernández cuando apeló al taquillero “que te pongan una banda y que te den el bastón no significa que tengas el poder”. Sí lo hizo cuando habló de la falta de decisiones políticas para impedir el aumento de la desigualdad.

Mientras el albertismo se contenta con la mejora en la distribución del ingreso que surge del coeficiente Gini, el cristinismo mira otro informe del INDEC, el de la Cuenta de Generación de Ingreso e Insumo de Mano de Obra del cuarto trimestre de 2021, que indica que los asalariados perdieron 5 puntos en un año. Si en 2020 los sectores de trabajo se llevaban el 48% de la torta, en 2021 se quedaron apenas con el 43,1% del PBI. A la inversa y en el mismo período, el excedente apropiado por los empresarios subió del 50,5% al 54,3% del PBI. Lo marca con claridad el último informe de CIFRA. 

El centro de estudios de la CTA de Hugo Yasky muestra el reverso del optimismo albertista y dice que uno de los hechos más notables de la recuperación fue la debilidad del salario real, pese a que el desempleo llegó al nivel más bajo desde el tercer trimestre de 2015 (5,9%). “La caída del salario promedio anual de los trabajadores registrados en el sector privado fue del 2,3% en 2021 y en los no registrados fue del 7,1%. La perspectiva es negativa con la inflación que acelera”, afirma. Bajo el gobierno del Frente de Todos, dice el trabajo firmado por los economistas Pablo Manzanelli y Cecilia Garriga, se acentúa y consolida la tendencia regresiva en términos de la distribución del ingreso que se inició en 2018. La recuperación fue impulsada por la inversión y las exportaciones, no por el consumo.

Tal vez en busca de acercar posición con CFK, Guzmán respaldó la jugada de la vice para grabar la fuga de capitales y anunció un proyecto para intervenir las ganancias extraordinarias de los sectores que se benefician con precios de guerra que, según el INDEC, provocaron en apenas un mes una suba del 24,8% en el pan de mesa en el Gran Buenos Aires. Pero en una muestra más de que las diferencias exceden la puja albertismo vs cristinismo, el primero en desautorizarlo fue Julián Domínguez. “Pregúntenle al ministro de Economía, no es tema mío”, dijo en la inauguración de un centro tecnológico de la multinacional alemana BASF, en la localidad bonaerense de Rojas.

Según publicó El Cronista, a casi dos meses de la invasión rusa, el trigo acumula una suba del 38%, el girasol del 16% – después de un salto del 37% el mes pasado-, la soja del 16% y el maíz del 5%. Pero la oposición para un proyecto como el que insinuó Guzmán no solo surge del bloque de intereses asociado al agronegocio: también habita dentro del propio gobierno. Cómo avanzar en un esquema de mayor equidad para un elenco que asumió en un contexto de alta fragilidad y se fue debilitando de manera permanente en el terreno de la política, queda para un seminario sobre el poder. Cómo se ejerce, cómo se construye y cómo se diluye o desintegra, sobre eso puede hablar Fernández, pero también Macri y la propia Cristina, que vivió su primer baño de impotencia apenas asumida, durante el conflicto por la resolución 125 y se cansó de perder aliados entre 2011 y 2015.

CIFRA aporta un dato más que suele ser minimizado por el gobierno y la oposición: la evaporación del superávit comercial excepcional que tuvo el Frente de Todos en sus primeros dos años de mandado: de los 25.780 millones de dólares que ingresaron al Banco Central, dice, egresaron por la vía de la cancelación de deuda del sector privado 19.762 millones de dólares. “Se trata de una administración cambiaria que es estricta para imponer restricciones al conjunto de la población pero ‘moderada’ frente a los intereses de los sectores dominantes, al punto de dilapidar reservas que hubieran permitido arribar a mejores circunstancias a la negociación con el FMI”.

De acuerdo a datos de abril de la consultora Fixer que son previos al índice que se difundió el miércoles pasado, el 63% de los consultados opina que la inflación es el principal problema del país y el 69% pronostica una suba en los próximos meses. Frente a esa estampida, la guerra que no fue solo contribuye a magnificar una característica de Fernández: la liviandad o falta de gravedad, según las palabras de un político que lo conoce bien.

El fenómeno global del aumento de precios impacta en una Argentina que, sin embargo, lleva tres años de tarifas semicongeladas y tuvo en 2021 un dólar oficial que aumentó la mitad que la inflación. El llamado a audiencia pública para la suba de la luz y el gas viene a cumplir con un capítulo central del acuerdo con el Fondo, pero no garantiza la reducción del déficit que pretendía Guzmán antes de la guerra. Una vez más enfrentado al subsecretario de Energía Federico Basualdo, el ministro de Economía toca un cable de alta tensión. Basualdo acaba de advertirle a su superior en los papeles, Darío Martínez, que los aumentos acordados con Kristalina Georgieva llegarán al 65% para los sectores medios y no moverán el amperímetro de una masa de subsidios que tiende a subir por la disparada del precio internacional de la energía. En un gobierno loteado, donde las jerarquías no se respetan, no todo es lo mismo. De los funcionarios del área de Energía, nadie representa tanto ni tan bien a Cristina y a La Cámpora como Basualdo.

En este contexto, el último informe de la consultora Eco Go advierte sobre dos riesgos: el de ejecución del programa con el Fondo y el de una transición política que queda muy lejos. En la oposición más dura, coinciden con la mirada que se le atribuye a Máximo Kirchner y piensan que las elecciones ya están definidas a favor de Juntos. Tanta es la confianza que Mauricio Macri juega a incentivar la competencia interna. 

El ex presidente le pide a sus ex ministros y funcionarios que colaboren con el proyecto de Patricia Bullrich, la candidata 24 x 7 que pecó de exceso de autosuficiencia y lo declaró al margen de la pelea 2023. Macri envió a dos ex ministros suyos al encuentro que organizó Bullrich en el Yacht Club de Olivos y hasta le prestó a la jefa del PRO a uno de los banqueros que lo frecuentaban en Olivos, Enrique Cristofani, del Santander. Entre los duros de Juntos, prima la idea de que a medida que la inflación pega y el gobierno se va en internas, la sociedad paga más a los más intransigentes. Piensan que el clima social de hartazgo se va a llevar puestas las alquimias consensuales de Horacio Rodríguez Larreta.

Dal Poggetto coincide con Hernán Lacunza y define a la deuda en pesos de corto plazo que dejará el Frente de Todos (14,5% del PBI hoy en día) como el talón de Aquiles de la transición. Además, considera inviables las “salidas fáciles” de eliminación del cepo que gustan al electorado cambiemita y enumera dos caras del acuerdo con el Fondo: evita la implosión y limita el deterioro de los precios relativos -dólar, tarifas y tasa de interés- pero obliga al gobierno a transitar los próximos dos años con más inflación (64%) y menos crecimiento (0,5%). Son cifras que están lejos de lo que se firmó en el entendimiento con el FMI debido al impacto de la sequía, la falta de dólares para financiar importaciones y el aumento de combustibles. El incremento en los subsidios, dice, no es compensado por la suba de retenciones y entrará en la revisión con el Fondo en mayo. No hay que descartar que Georgieva le pida al profesor Guzmán una suba de las retenciones -como ya lo hizo Christine Lagarde con el financista Dujovne- si no quiere incumplir las metas con el Fondo y pretende seguir recibiendo sus desembolsos.

Fernández debe definir un rumbo junto con el gabinete que se habla de reordenar. Siete meses después de los cambios obligados que decidió después de la catástrofe de las PASO y con el acuerdo cerrado, el Presidente está otra vez forzado a decidir. Puede romper como le reclaman algunos habitués de Olivos o puede acordar como sugieren los partidarios de la unidad astillada. Lo que no puede es perder más tiempo. 

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