Fuera de Tiempo con Agustín Rossi

Agustín Rossi, ex Ministro de Defensa, conversó con Diego Genoud en el primer programa de Fuera de Tiempo del 2022, en su quinto año consecutivo. Charlaron sobre las posibilidades de un Ingreso Básico Universal, la necesidad de movilización y la perspectiva del oficialismo hacia 2023.

“Todo vuelve a ser minuto a minuto”. Editorial 9/4/2022 en FM Milenium.

Encuentro oficial después de unos cuantos meses con los oyentes de Fuera de Tiempo. Pasaron unas cuantas cosas desde fin de año, desde el último diciembre. Tantas que no alcanzaría el programa para repasarlas, para evaluar las consecuencias de lo que viene sucediendo en Argentina y en el mundo. En un contexto global de lo más inestable.

Lo primero, para la política argentina, para la economía también, para la sociedad: el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Puede haber quedado un poco atrás, porque hace tiempo que se llegó al entendimiento con el Fondo, que se votó en el Congreso. Pero sus consecuencias de ese entendimiento del Gobierno de Alberto Fernández con el Fondo se van a pagar durante muchos años. La deuda se renegocia, se patea para adelante. Le da un respiro al Gobierno nacional a partir del acuerdo de Martín Guzmán con Kristalina Georgieva, con el staff del Fondo. Pero un respiro que no es tan largo como se supone.

A partir de 2025 vuelve a caer la guillotina de la deuda, le tocará al próximo Presidente, sea quién sea. Según la consultora Analytica, ya a partir de esa fecha habrá que pagar 15 mil millones de dólares por año. Se juntan, por un lado, los vencimientos de los privados, la primera reestructuración que hizo Guzmán apenas iniciada su gestión, en agosto de 2020. Hay que empezar a pagarlos en tres años nada más. Más allá de que hubo una quita en el caso de la renegociación con los acreedores privados, con los fondos de inversión BlackRock, Pimco, Templeton, Fidelity, se empieza a pagar en 2025. Y, por otro lado, sin duda, el peso de esta deuda que se está renegociando con el Fondo en la que no hay quita. Más allá de que Cristina, en una visita a Cuba, dijo que quería una quita con el Fondo, no la hay.

Lo va a empezar a sentir en el cuerpo el próximo Presidente. Porque a partir de 2026 son alrededor de 20 mil millones de dólares por año, según los números que difunden consultoras del mercado como los economistas de La Cámpora. ¿De dónde van a salir? Habrá que verlo.

Por ahora el Gobierno tiene ese respiro en cuanto al pago de deuda y viene acompañado por un monitoreo. Cada tres meses hay que rendirle cuentas al Fondo, lo que pone muy nervioso a algunos miembros de esta alianza tan curiosa que es el Frente de Todos, con tantas diferencias internas. Con esa contradicción adentro cada vez más profunda. 

Junto con el monitoreo, viene el ajuste del déficit fiscal. Habrá que ver por dónde porque el aumento de tarifas, que va a ser de alrededor del 40% para la mayor parte de la población, no alcanza para reducir subsidios. No alcanza para reducir el déficit fiscal por el contexto de los precios de guerra, por las commodities que están volando. Argentina se beneficia en lo que tiene que ver con el agronegocio, el campo, la soja, el trigo, el maíz pero se perjudica en lo que tiene que ver con el gas, con la ecuación energética tan problemática que tiene la Argentina y que puede traer consecuencias este mismo invierno. Algunos dicen que va a faltar gas, no para los domicilios pero sí para las pequeñas y medianas empresas, y para las grandes empresas. Ese va a ser uno de los grandes desafíos de corto plazo que le trae la guerra al Gobierno argentino porque el país está lejos, hoy por hoy, pese a que tiene Vaca Muerta, del autoabastecimiento energético.

No sabemos de dónde va a salir el ajuste del déficit, cómo va a hacer el Gobierno para reducirlo, tal y como se comprometió Guzmán antes de la guerra.

Ajuste fuertísimo de la emisión monetaria. La famosa maquinita de la que hablan las consultoras del mercado, los dueños de la Argentina, los empresarios, los economistas que trabajan para los bancos. La maquinita se va a tener que reducir de manera brutal porque si el Gobierno argentino emitió 3,7% del PBI en 2021, va a tener que emitir 1%. La reducción de la emisión es un ajuste mucho más fuerte que el del déficit fiscal. ¿Cómo se va a financiar el Gobierno si tiene que ajustar a nivel de las tarifas, quizás también a nivel de la obra pública, y además no se puede financiar con emisión? 

Por último, la tasa de interés real positiva. Eso que para el ahorrista que prefiere tener sus inversiones en pesos, para el que tiene un peso que le sobra, puede llegar a ser beneficioso. Más si uno mira el 2021 donde el dólar subió la mitad que la inflación. Pero es muy negativo para un empresario PyME, que tiene que pedir un crédito. Si a la hora de armar un plazo fijo en un banco el interés es más alto, a la hora de pedir un crédito, lo sabe cualquier empresario PyME, el interés también es más alto. Eso conspira obviamente contra el crecimiento.

Por eso el ajuste que viene atado al acuerdo con el acuerdo con el Fondo, aún para los que lo defienden, viene con más inflación y menos crecimiento. Eso por lo menos en el arranque. Después los pronósticos son muy disímiles. Algunos piensan que en el segundo semestre se puede ordenar esta ecuación y otros piensan que en el segundo semestre, cuando falten los dólares de la cosecha, se puede complicar la situación para el Gobierno. 

El acuerdo con el Fondo no es tan duro como el que quería el macrismo en relación al ajuste del déficit fiscal. Quería un ajuste más profundo, además de reformas estructurales, como la previsional, la laboral. Lo que el propio macrismo no pudo hacer en su tiempo de auge, querían que lo hiciera el Frente de Todos en lo que para algunos es el desbande del Frente de Todos. No es su momento de auge. 

Sí tiene este acuerdo con el Fondo un regalo del cielo para Mauricio Macri, porque el acuerdo legitima una deuda descomunal que contrajo el ex presidente en tiempo récord: 44 mil millones de dólares que se llegaron a tomar pero de un préstamo de 57 mil millones. Un préstamo que excedía por muchísimo la cuota que tiene Argentina dentro del Fondo y que, además, nunca está de más recordarlo, no cumplió con por lo menos tres de los cuatro criterios que el propio Fondo fija para un préstamo de acceso excepcional. Un crédito que excedía por mucho la cuota que le tocaba a la Argentina, que no cumplió con los requisitos del propio Fondo, violando el propio estatuto del Fondo, y que además no cumplió con los objetivos, según lo que dijo la evaluación ex post del propio Fondo Monetario Internacional. 

Hubo fuga de capitales, lo dice el FMI, y no se cumplieron los objetivos de este acuerdo. Por eso, aquella querella criminal que había iniciado Alberto Fernández, de la que hoy poco se sabe, hoy es letra muerta. Porque el Estado, que hoy representa el Frente de Todos, decidió asumir esa deuda sin investigarla. Ya era tarde para hacer otra cosa, para ponerse duro con el Fondo, cuando se estaba negociando con el fondo, cuando el dólar blue se fue a $220, cuando no le quedaban reservas. Cuando, según dijo Miguel Pesce, el Gobierno se asomaba a un precipicio cambiario y ya tenía las cartas marcadas.

Hacer otra cosa hubiera demandado otra política desde el minuto cero, como para, por ejemplo, no pagar los 7 mil millones de dólares que le pagó el Gobierno al Fondo en sus dos primeros años de Gobierno.

Hablaremos más de este tema, no tanto para seguir discutiendo sobre el pasado, sino por las consecuencias que va a tener este acuerdo. Para el cristinismo, para una parte importante del Frente de Todos, es incumplible. Lo era antes de la guerra, lo es mucho más ahora. 

Ligado a este acuerdo con el Fondo, lo segundo que pasó durante estos meses, en orden cronológico, fue la fractura expuesta en el Frente de Todos con la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque de diputados. Pegado a eso, la votación dividida del Gobierno en un tema crucial como era el acuerdo con el FMI. La mayoría de los diputados y senadores del Frente de Todos acompañaron el acuerdo que firmó el Presidente, que firmó Martín Guzmán. Pero sin el radicalismo, sobre todo, y sin el macrismo, no hubiera habido acuerdo rubricado por el organismo de crédito internacional.

Esa votación todavía deja secuelas. Y las heridas en el Frente de Todos están en carne viva, si uno habla con segundas líneas, incluso con algunos ministros. Sobre todo, si ve la discusión pública. Lo que dice Máximo Kirchner, por ejemplo, sobre la política de Juan Zabaleta en relación con las organizaciones sociales, sobre el discurso del propio Sergio Berni. Lo que dice Andrés Larroque sobre el Presidente, que gobierna con cinco amigos. Las diferencias son tan profundas que hacen pensar que la unidad está en riesgo, que no existe más, que peligra y necesita una sutura profunda para seguir adelante.

Lo tercero, por supuesto, la guerra con consecuencias contradictorias como las que mencionábamos recién. Beneficios para el sector agropecuario, para el agronegocio, pero con problemas a la hora del abastecimiento energético. 

El año pasado, sin guerra, sin esta disparada del gas, de los hidrocarburos, ya el Gobierno argentino destinó el equivalente a 11 mil millones de dólares para subsidios. En gran parte tenía que ver con financiar el aumento de tarifas que el Gobierno estaba frenando. No había aumento de tarifas pero había una ecuación energética insostenible, el equivalente a 11 mil millones de dólares. 

Este año se espera que sea mucho más, entre 15 y 18 mil millones de dólares. Pero además no se sabe bien de dónde va a salir el abastecimiento energético. Hay un acuerdo en las últimas horas con Bolivia. Tuvo que ver Brasil porque dejan de comprar y una parte del gas boliviano que tenía reservado lo va a tener, finalmente, la Argentina. Con eso el Gobierno espera tirar por lo menos unos meses. Ya no es tan urgente el problema del gas pero puede llegar a serlo cuando llegue el invierno.

Por último, más importante para el ciudadano o la ciudadana de a pie, es el impacto de la inflación devastador. El miércoles vamos a conocer el índice de marzo. Dicen que es de 5%, de 6%. Hacía mucho que no se llegaba a un nivel tan alto. En el marco de una tendencia, los primeros dos meses del año, 4% mensual. Lo cual significa, según un centro de estudios que se llama IDESA, 60% anual. 

En los alimentos, 6% los dos primeros meses. Lo cual implica un 100% anual, según IDESA. La inflación de alimentos en el Gran Buenos Aires, donde estaba siempre la base del cristinismo, 8,6% en febrero, similar al aumento en CABA. 9% la inflación de los alimentos, lo que algunos llaman la inflación de los pobres.

Hoy un hogar en la Argentina, de una familia tipo, según los últimos números del INDEC, necesita $83.000 para no caer en la pobreza. No estamos incluyendo en ese cálculo lo que cuesta alquilar en la Argentina. Hoy el salario mínimo dista mucho de esa cifra: está en $38.940 desde abril. Obviamente estamos hablando de una familia en un caso, en otro estamos hablando de un salario mínimo para un trabajador pero no se cuenta cuánto cuesta un alquiler en la Argentina. Entonces, a esa canasta de pobreza de $83.000 para una familia tipo, si le sumás un alquiler, llegás a $120.000, mínimo. Y en el marco de un proceso que lleva mucho tiempo, con seis o siete años de caída del salario real en la Argentina. En el sector formal, perdió 25 puntos. Más los estatales. Más los informales. Una verdadera paliza.

Está pasando lo que Cristina no quería que pasara. Que la recuperación que existe, y que lleva varios meses, que crecimiento de la actividad por encima de la inflación y se nota en la recaudación de sectores como la industria o la construcción, se la están quedando tres o cuatro vivos.

No lo dicen solamente los sectores críticos del Gobierno. Lo dice, por ejemplo, Roberto Urquía, dueño de Aceitera General Deheza, ex senador cordobés, peronista, que en su momento lo llevó Alberto Fernández a la Fundación Mediterránea, hace apenas dos años. Está enojado Urquía porque aumentaron las retenciones. ¿Qué dijo hace diez días en Río Cuarto? “Hay otros sectores en Argentina que pueden tributar tanto o más que el campo y que históricamente son intocables; los bancos, los que a veces te hacen faltar el gasoil, otro que a veces explora a cielo abierto y exporta mucho. El Gobierno no tuvo los cojones para tocar a esos sectores”, dice Urquía molesto porque le aumentaron dos puntitos las retenciones a las aceiteras. Ya el Gobierno de Alberto Fernández había bajado 2 puntos a las aceiteras, ahora subió 2 puntos. 

Urquía se queja pero dice algo que es interesante: hay otros sectores que se la llevan en pala. No lo está diciendo Cristina Kirchner, no lo está diciendo la oposición, no lo está diciendo el Frente de Izquierda. Lo está diciendo uno de los empresarios más importantes de la Argentina, del agronegocio. Dueño de la concesión del Nuevo Central Argentino, dueño de Aceitera General Deheza. Uno lo puede ver cuando va al supermercado, sus productos están ahí. Es uno de los grandísimos empresarios que exporta su producción.  

Frente a ese cuadro, donde el salario se viene a pique, donde la inflación pega fuerte, sobre todo en alimentos en los grandes conurbanos de todo el país, el Gobierno ofrece paliativos: $6.000 para los jubilados, duplica la Tarjeta Alimentar. Pero todavía uno se pregunta, ¿alcanza? ¿Cuándo llega la recuperación del salario? ¿Qué va a pasar con los trabajadores formales? ¿Qué va a pasar con los trabajadores informales?

Y lo vemos a Alberto Fernández con su grupo. Se habla de cambios de gabinete después de Semana Santa. La vemos a Cristina Kirchner sorprendentemente con Sergio Massa. Vemos que se habla de 2023 aunque queda muy lejos, a años luz. Para el que quiere llegar a fin de mes, que no sabe cómo llegar, queda lejísimo. Son muchos en la Argentina, así lo muestran los propios números del INDEC.

Pero, además, hacer planes hacia 2023 hoy casi que no tiene sentido, en un escenario inestable a nivel global y en una Argentina donde nadie sabe qué puede pasar. Si uno sigue la discusión pública del día a día, nadie sabe hasta dónde aguanta la unidad del Frente de Todos. Nadie sabe tampoco hasta cuándo aguanta la paz social cuando es tan precaria la red de contención. Si bien es importante, queda muy por detrás de la inflación. 

Más que hablar de 2023, la Argentina vuelve a iniciar una cuenta distinta, una cuenta regresiva en la que todo vuelve a ser minuto a minuto. 

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