Fuera de Tiempo con Ana Natalucci

Ana Natalucci, doctora en Ciencias Sociales y directora del Observatorio de Protesta Social, conversó con Diego Genoud acerca de las nuevas formas de protesta, las movilizaciones de las centrales de trabajadores de octubre y las segmentaciones dentro de la CGT.

También estuvo en el programa el politólogo Lucio Guberman, analista de EcoGo Consultores, y charló acerca de los desafíos de gobernabilidad del Frente de Todos después de las PASO y las generales que se aproximan.

“Default, ¿estás ahí?”. Editorial de 30/10/2021 en FM Milenium.

Semana intensa, otra, cuando quedan nada más que quince días para las elecciones generales del 14 de noviembre. Elecciones decisivas para esta Argentina del minuto a minuto, para el del Frente de Todos, después de la catástrofe electoral de las PASO. Dos años después de haber asumido, el gobierno sigue sin resolver el problema principal del endeudamiento que tiene la Argentina con el Fondo Monetario Internacional por decisión de Mauricio Macri. Con el dólar otra vez fuera de control, cerca de los $200, con la brecha cambiaria en torno al 90% y la inflación arriba del 50% interanual.

Además con una discusión interna que no está saldada, todo indica que el gobierno de los Fernández empezó a endurecer el discurso antes del encuentro de Alberto Fernández con Kristalina Georgieva en la Cumbre del G-20. Una Georgieva que ya tampoco es la misma, muy debilitada, desgastada por el poder, casi acorralada por sus rivales internos, los que la quieren sacar de la cancha. Entre ellos, un señor muy importante, del que hablamos en más de una oportunidad, que se llama David Lipton, principal responsable de que el Fondo le haya prestado a Mauricio Macri 57 mil millones de dólares -de los cuales, finalmente, llegaron 44 mil millones. Y es un personaje principal porque se fue del Fondo y ahora está sentado en el Tesoro norteamericano, detrás de Janet Yellen. Algunos dicen que es “el poder permanente” el que arrincona a esta Georgieva, que era la cara del nuevo Fondo, de un Fondo sensible que nunca terminó de madurar.

En la previa de este viaje que ahora estamos viendo de Alberto Fernández, de Martín Guzmán, de
parte del gobierno argentino para la Cumbre del G-20, para la del Cambio Climático, empezó a haber lo que algunos interpretan como un giro. Primero, diría que el kirchnerismo con más nitidez. En Plaza de Mayo, ese 17 de octubre bajo la consigna “no al pago de la deuda externa”, que obviamente era una consigna de grupos minoritarios como el de Hebe de Bonafini, como Amado Boudou, como los que organizaron ese acto de domingo. Pero lo que parecía ser una consigna aislada tiene su correlato la semana pasada, hace exactamente siete días, cuando Máximo Kirchner aparece en Lanús en un acto de La Cámpora, donde se ve una bandera sorprendente para muchos: “Fuera el FMI de la Argentina”. Ya había habido además una canción que surgió de la militancia de La Cámpora que decía que no se iba a pagar la deuda con el hambre del pueblo.

Después de esas dos manifestaciones del kirchnerismo, lo que para algunos constituyó una sorpresa, el discurso de Martín Guzmán en el Centro Cultural Kirchner el domingo pasado, en un seminario que organizó la Revista Crisis. Ahí el ministro habló de soberanía, habló de que era el Fondo el que se tenía que apurar. Después habló de una campaña antiargentina, de sectores que juegan para intereses extranjeros. Y luego, en Morón, Alberto Fernández, el miércoles pasado cuando se recordó el décimo primer aniversario de la muerte de Néstor Kirchner, también se sumó a ese giro que aparentemente está dando el gobierno. Decía Fernández: “Si todavía no cerramos un acuerdo es porque no nos vamos a arrodillar, porque vamos a negociar hasta que nuestro pueblo no vea en riesgo su futuro por pagar una deuda”

Una y otra vez el oficialismo, el Presidente, parte del kirchnerismo, se dejan llevar por cierta nostalgia. Y no logran, cuando salen, cuando se termina el acto, encontrar una salida para la crisis que le toca gobernar al Frente de Todos. Pero ¿a qué se debe este giro en medio de la urgencia, antes de la campaña, cuando faltan nada más que dos semanas? El gobierno aparece debilitado. No solo por lo que muchos juzgan como la catástrofe electoral de las PASO, también por la presión devaluatoria. La brecha que se amplía, la inflación que no cede. Y las diferencias internas que hoy podemos decir que están entre paréntesis, están en suspenso hasta que vuelva a expresarse la sociedad en las elecciones generales del 14 de noviembre. ¿A qué se debe este giro? No está muy claro pero sí podemos hacer una especie de reconstrucción.

Queda claro que el gobierno buscó durante dos años un nuevo Fondo que no apareció tal y cómo lo esperaba el Presidente, cómo lo esperaba Martín Guzmán, cómo lo esperaba Sergio Chodos, el director argentino ante el Fondo Monetario Internacional. Hasta hoy, por lo menos, no apareció la rebaja de las sobretasas que reclamaba Guzmán y que le ahorraría, según dicen, a la Argentina 10 mil millones de dólares en el marco de esa deuda, de la cual además hay que pagar intereses. Es lo que el gobierno está haciendo en este momento, aun sin la rebaja de las sobretasas que Guzmán levanta como bandera principal. Para algunos es discutir las comas, prácticamente, de esta deuda monumental de 44 mil millones de dólares. Sin embargo, eso no está como tampoco está algo que parece más ambicioso, que es un programa para pagar esa deuda a 20 años. Lo que reclamaron, idearon y pensaron Cristina Kirchner, Máximo Kirchner y los sectores más leales a la vicepresidenta. Pero ese programa no existe para ningún país del mundo. Para peor, lo que decía antes. Esta Kristalina Georgieva, que para el gobierno representaba un rostro amable del Fondo Monetario, está en la cuerda floja.

Este giro, que llega después del fracaso de la estrategia del gobierno de que el Fondo nuevo no
termine nunca de aparecer y de mostrarse como lo esperaban, también es fuerte si se lo compara con lo que el propio gobierno decía antes de las PASO. Ya parece que fue hace una vida pero se hablaba entonces un acuerdo cerrado, lo decía Sergio Massa pero lo decían también algunos medios muy identificados con el Gobierno: “el acuerdo con el Fondo está cerrado y es cuestión de horas”. Ese rumor, esa versión que el propio Alberto Fernández en un momento desmintió y que después él mismo confirmó, como parte de ese ida y vuelta interminable del Presidente. Pero esa versión, que el gobierno hizo correr, que Sergio Massa hizo correr, que sectores de la Casa Rosada hicieron correr, llegaba antes de las elecciones.

El contraste es mayúsculo porque ahora, antes de las elecciones, el gobierno endurece el discurso. Y se supone que vamos a una confrontación mayor con el FMI después de dos años de conversaciones constructivas, como decía Martín Guzmán, que uno puede decir a esta altura no llevaron a nada. Por lo menos, no llevaron a nada en lo que respecta a la deuda. En eso el gobierno sigue como el primer día, con esa deuda monumental que le dejó Macri, que aplasta el crecimiento, que condiciona a cualquier gobierno, que impide prácticamente la gobernabilidad. Una deuda que Macri tomó en cinco minutos, con un video en el que anunció que volvía el Fondo Monetario Internacional.

Es un acuerdo, ese acuerdo que en su momento se decía que estaba cerrado y que ahora parece
cada vez más lejos, que por supuesto no es gratis para la Argentina si finalmente llega. No es gratis, no es simpático y va a implicar una nueva dosis de sacrificio para una sociedad que ya viene de una temporada larga de sacrificios. Una sociedad sobreajustada en una economía que hace mucho que no crece. En una economía que devaluó en 2014, que devaluó en 2016, que devaluó en 2018 y 2019, y que ahora tiene una brecha cambiaria del 90%. Lo que lleva a muchos a presuponer que el gobierno no va a tener más remedio que ejecutar una nueva devaluación, algo que Guzmán todavía sigue negando.

¿Qué pasó hasta hoy, cómo se explica este giro y hasta dónde puede llegar? Es algo, por supuesto, importante para el futuro de la Argentina. El Fondo, primero que nada, se lavó la cara muy rápido.
Después de ese crédito monumental que violó el propio estatuto del Fondo, por indicación del propio David Lipton que, según dice Guzmán, financió la campaña de Macri. Ese mismo Fondo que con Lagarde prestó 44 mil millones de dólares, cambió a Lagarde por Georgieva y llegó como aliado. Ya no era más cómplice del endeudamiento y pasó a ser un amigo de la Argentina, del gobierno del
Frente de Todos. Eso ahora cuesta muy caro. Porque ahora el Fondo viene a reclamar la suya. Hubo lo que algunos economistas que forman parte del Frente de Todos, que quizás no tienen tanta exposición, llamaron “un peligroso uso del Fondo”.

Cuando Guzmán, cuando el Presidente, no sólo hablaron de un nuevo Fondo, sino que además aceptaron la tutela del Fondo en la negociación de la reestructuración de la deuda privada, era el Fondo el que decía hasta dónde podía ceder y hasta dónde era sostenible que la Argentina le pagara o no a BlackRock, a Pimco, a Templeton, a los grandes fondos de inversión de Wall Street. Ahora el Fondo, hasta el momento, no cede en nada. ¿Qué hizo la Argentina en el medio? Pagó religiosamente cada uno de los vencimientos que tenía: 1.900 millones de dólares en septiembre pasado y 1.900 millones de dólares le quedan para diciembre. Argentina, apostando al diálogo y a las relaciones constructivas, de las que hablaba Guzmán, se pegó un tiro en el pie porque fue horadando su propia base de legitimidad. Las reservas del Banco Central.

Y hasta ahora, en estos dos años, la relación con Estados Unidos fue de lo más estrecha. Vino el
Jefe del Comando Sur este año a la Argentina. Vino Jake Sullivan, que es el Consejero Nacional de
Seguridad de Biden, un asesor principal de Biden, para muchos su mano derecha. Vino varias veces otro funcionario que se llama Juan Sebastián González. Estuvo en Olivos y fue a la casa de Massa a cenar. Jorge Argüello, el embajador argentino en Washington, estuvo en todos esos encuentros. El Secretario de Estado norteamericano habló en su momento con Felipe Solá. Lo último que vimos, hace apenas nueve días, fue un viaje de Béliz a Estados Unidos para reunirse otra vez con Jake Sullivan, este funcionario central de la estrategia de Biden.

Puertas adentro del Gobierno, los que dicen que hay que romper con Estados Unidos, que hay que
acercarse más a China. Dicen que todos los proyectos de China están frenados desde que llegó el
gobierno de los Fernández y señalan como responsable justamente a Gustavo Béliz, el secretario de Asuntos Estratégicos, de muy buena llegada con Washington
. Lo cierto es que la apuesta que había hecho el gobierno, hasta el momento, no dio resultados. Eso explica en parte este giro que vemos. Habrá que ver si hay consecuencias del encuentro de Alberto Fernández con Georgieva. Habrá que ver si el Presidente se reúne finalmente con Biden en Glasgow, el lunes próximo en la Cumbre del Cambio Climático. Y habrá que ver si surge algo positivo de estos encuentros o, si por el contrario, como parece ahora, como viene sugiriendo la comandancia del Frente de Todos, se profundiza el distanciamiento producto del fracaso de una estrategia que llevó dos años.

Este giro, aparente, que no es tanto del ministro de economía, sino que es más la estrategia del kirchnerismo que se hace sentir más después del fracaso de Guzmán, del de Alberto Fernández, genera dudas sobre cuál es la estrategia del gobierno hacia adelante. Escribió una nota muy buena Fernando Rosso en elDiarioAr hace unos días: “FMI, la vida que debemos”. Ahí él recordaba una frase de Margaret Thatcher, antes de la Guerra de Malvinas, cuando quería convencer a sus ministros de la necesidad de la Guerra. Thatcher citó a Federico el Grande: “La diplomacia sin armas es como la música sin instrumentos”.

¿Cuáles son las armas, cuáles son los instrumentos que tiene el gobierno del Frente de Todos para profundizar un distanciamiento con el Fondo? En el marco de esta debilidad que vemos, de la inflación, de la brecha, de la debilidad política, camino a una elección de resultado incierto. Es el gran enigma si tiene margen o no el gobierno para tensar después de dos años de haberse hecho amigo del Fondo. Más de una vez Martín Guzmán, el ministro de economía, dijo en privado que antes de firmar un mal acuerdo, él prefería ir al default con el Fondo. Una palabra que, por supuesto, horroriza y que el propio Guzmán no pronuncia por ahora como opción en público. Pero el propio Presidente lo dice, el Gobierno lo dice. Hace tiempo que la Argentina está en default. La reestructuración de la deuda que hizo Guzmán con los fondos de inversión le sirvió al Gobierno para ahorrar 37 mil millones de dólares de esa deuda monumental con el sector privado, que también había contraído Macri. Pero no sirvió para sacar a la Argentina del registro del default.

Siguen los bonos argentinos cotizando por el piso, como si no hubiera habido reestructuración. No hay confianza, en palabras de los voceros del mercado. Y Argentina vive como si estuviera en default porque no hay crédito externo: ni para las provincias, ni para las empresas, ni mucho menos para el Estado nacional después del fenomenal endeudamiento de Macri. Nunca van a alcanzar las palabras para describir la hipoteca que dejó a un gobierno contradictorio como es el del Frente de Todos, ahora también debilitado por el mazazo electoral. La pregunta no es tanto si vamos al default, sino, más bien, si salimos o no del default. Nadie lo sabe hoy. Ni en la Argentina, ni en Washington, ni en Roma, ni en Glasgow. Pero algo está claro. Hasta ahora, la apuesta por el nuevo Fondo que hizo el gobierno de los Fernández no funcionó.

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