Fuera de Tiempo con Beatriz Sarlo

Beatriz Sarlo, ensayista, escritora y periodista, conversó con Diego Genoud acerca de su el libro La pasión y la excepción. Eva, Borges y el asesinato de Aramburu, y sobre Clases de literatura argentina, ambos editados por Siglo XXI.

“Si Cristina se corre de la escena”. Editorial 17 de septiembre en FM Milenium.

Semana marcada por hechos y datos importantes que se sobreimprimen a una realidad de muchas complicaciones, muchas tensiones. Vemos, por un lado, una vez más la endogamia de la política; por el otro lado, la economía, que como siempre afecta a la mayor parte de la población, de la noche a la mañana, y que hace malabares para llegar a fin de mes, para inventarse el día a día.

En lo político, esta semana la vicepresidenta Cristina Fernández se volvió a ubicar en el centro de la escena. Pero es un regreso en el que Cristina aparece distinta, en el Congreso, rodeada por curas villeros. Y que insinúa un movimiento al costado, que indica que no quiere ser candidata otra vez y que abre la puerta a un diálogo, a un contacto, a un acuerdo con Mauricio Macri. 

Esos dos polos de la política, Cristina y Mauricio Macri, que hasta hace poco eran los ejemplos de la imposibilidad de cualquier diálogo, ahora aparecen negociando, abriendo puentes para un hipotético diálogo que el propio Macri dejó abierto ayer cuando le preguntaron si había alguna chance. Con la Constitución sobre la mesa, “sí”, dijo Macri. 

Tenemos todavía la resonancia del intento de magnicidio contra la Vicepresidenta y la certeza de que Fernando Sabag Montiel no era ningún lobo solitario. Algo que algunos se apresuraron a decir, desde los medios de comunicación, pero incluso desde el propio Gobierno, como lo hizo Agustín Rossi. Pero Sabag Montiel resultó lo contrario, por lo menos eso es lo que se desprende de las comunicaciones entre él y Brenda Uliarte, también Agustina Díaz y el supuesto jefe de la organización, ahora detenido, Nicolás Carrizo. 

Una organización, una bandita, un grupo de gente que planificó asesinar a Cristina Fernández, y que forma parte de una red que llega hasta la costa de Javier Milei y Patricia Bullrich. Hay que ver quién la financia pero, en principio, sabemos que Sabag Montiel no era ningún lobo solitario. Al contrario, alguien lo había enviado a asesinar a Cristina.

Un caso gravísimo, lo dijimos en este espacio desde el primer momento, que implica cruzar un límite y que tiene mucho interés, sobre todo, en sectores afines al Gobierno. ¿Quién quiso asesinar a la Vicepresidenta de la Nación, en un hecho que tuvo repercusión mundial?

Así como tiene una gravedad indudable, y así como interesa muchísimo en el oficialismo, lo que no está claro es si el común de la gente está preocupada por saber quién fue el que intentó matar a Cristina o si esto es hoy nada más preocupación del oficialismo y de algunos en la dirigencia política. 

¿Qué es lo que preocupa a la mayor parte de la población? No hace falta casi ni decirlo. El dato de la inflación, el otro gran dato que dio a conocer esta semana el INDEC, no tanto porque fuera una revelación, sino porque marca dónde estamos parados, cuál es la dinámica económica y cómo eso expulsa cada día a una franja de la población hacia el límite de la pobreza.

La inflación del 7% en agosto es más alta de lo que esperaba el Gobierno, las consultoras de mercado. Una inflación que en ocho meses ya llega al 56,4% pero si hacemos la medición interanual, en los últimos doce meses, tenemos una inflación de 78,5%. La cifra más alta de los últimos 31 años. Parece que nos acostumbramos a esa escalada de precios.

Pese a que Sergio Massa lleva ya más de 40 días en el cargo, a que hay una cierta estabilidad por lo menos en lo que tiene que ver con el dólar y los dólares paralelos, la inflación no baja. O no baja como se esperaba. No es un fenómeno inocuo, sino que deja ganadores y perdedores. Las prendas de vestir y el calzado aumentaron en agosto un 9,9%. En el año, un 111%. Hay sectores que vienen ganando en este juego que aparenta ser de suma cero. Sin embargo, no lo es, porque alguien gana y alguien pierde.

También aumentaron otros rubros. Equipamiento para el hogar y alimentos y bebidas, que sigue por arriba de la inflación: 7,1% en agosto. Esto, por supuesto, tiene impacto en el poder adquisitivo, en el salario real, en que el sueldo no alcance para gran parte de la población.

Otro dato también, estadística oficial de esta semana de la Ciudad de Buenos Aires, señala que una familia tipo que vive en la Ciudad de Buenos Aires necesitó en agosto $186.000 para ser considerada de clase media, $6000 por día. Pero si consigue menos de eso está por debajo del límite de la pobreza. Ese indicador del Gobierno de la Ciudad también marca un espiral inflacionario: un aumento del 7% respecto a julio, y de 77,33% comparado con un año atrás.

Esa realidad es lo que arruina el “Massapalooza” que vivimos desde hace tiempo. Con las imágenes del superministro que aparece como el salvador del gobierno del Frente de Todos y que, además, volvió fortalecido de su largo viaje por Estados Unidos. 

El Fondo Monetario Internacional va a aprobar nuevamente las metas del Frente de Todos y va a seguir exigiendo un ajuste mayor, un aumento de las reservas para pagarle al Fondo la deuda que tiene la Argentina desde el gobierno de Macri.

Es la inflación la que arruina la performance de Massa, que está haciendo grandes concesiones a los sectores del poder económico más importantes en la Argentina. Está clarísimo, el dólar soja, la devaluación a medida, que rindió resultado: 3.500 millones de dólares liquidaron las grandes cerealeras en estos días de septiembre, en poco más de quince días. El Banco Central acumuló 2.100 millones de dólares. Funciona la devaluación a medida, funciona el dólar soja, funcionan las retenciones cero que inventó Massa. Pero pueden ser un mal ejemplo porque cada sector de la economía que tiene poder va a pedir lo mismo. 

Aunque el dólar blue está en $270, el dólar para las grandes empresas, el dólar mep, está alrededor de $300. Hay una cierta tranquilidad que indica, y lo decía en una nota la semana pasada en La Política Online, que el mercado respalda al superministro que ajusta con el apoyo de Cristina. Porque la Vicepresidenta está todavía conmocionada, y con razón, por el intento de magnicidio, pero también está dando el aval para este programa económico que lleva adelante Massa. Si uno se pone a mirarlo finamente, no tiene muchas diferencias con el programa de Nicolás Dujovne, con el programa de Hernán Lacunza, con el programa del macrismo. 

Ajuste, aumento de tarifas, suba de la tasa de interés del Banco Central con la intención de bajar la inflación. Este último, como sabemos, tiene su contracara, que es el encarecimiento del crédito productivo para las Pymes. Y es muy probable que esa tasa de interés tan elevada derive en un estancamiento mayor, una recesión, una caída de la actividad. Es la frazada corta de la economía, que más allá de la calma que vemos en la superficie, todavía está vigente porque no se resolvieron los problemas estructurales. Simplemente hay un giro hacia el mercado y sus demandas, y lo lleva adelante Massa con el apoyo de la Vicepresidenta. Eso es lo importante. No que lo haga Massa, sino que es Cristina la que lo respalda para tratar de conseguir los dólares que hacen falta, llegar a fin de año y esperar que, mientras tanto, la población aguante, la paciencia social se siga estirando en un momento en el que no sobra nada. 

Ahí está también el Presupuesto de Sergio Massa. Se proyecta que la inflación va a terminar en el 95% y que el año que viene baje a 60%. Como le pasó a Martín Guzmán, no habría que subestimar la inflación. El presupuesto es muchas veces un dibujo que después es desmentido por la realidad. 

Lo mismo con el dólar que se prevé para fines de 2023 en este Presupuesto. El dato certero, si se quiere, es el ajuste que propone Massa: 0,6% del PBI, alrededor de 700 mil millones de pesos. Y con eso no le alcanza, porque es un ajuste que duplica lo que le acaba de regalar a los sojeros, porque fueron 300 mil millones de pesos lo de transferencia de ingresos del dólar soja a favor de las grandes cerealeras. Para el año que viene hay que ajustar 700 mil millones de pesos, según el Presupuesto. Habrá que ver cómo lo hace Massa durante un año de campaña, sobre todo porque el Fondo está sentado a la mesa de las decisiones en la Argentina. 

Es un panorama contradictorio como nunca el que se está viviendo hoy en materia política, en materia económica. Porque el Gobierno dejó de caer, gana aire con Sergio Massa, pero había caído en una espiral muy preocupante durante las siete semanas de corrida. 

El oficialismo además está unido, no se divide. Eso también es lo paradójico porque los escépticos no hablan. Y nadie se va. Los que no creen en este rumbo, los que no creen en el rumbo de Massa, un rumbo marcado por la ortodoxia que muchos comparan con el rumbo del propio gobierno de Macri, no hablan. O porque confían de repente en que la ortodoxia los va a salvar, o porque se quedaron sin discurso después de que, durante dos años y medio, objetaron a un Guzmán que quería hacer un ajuste mucho más tibio del que ahora se ejecuta.

Por alguna razón no hablan. Por eso aparece el Frente de Todos compacto en una situación difícil. Sólida como alianza con Cristina en el centro, con el Presidente en un lugar muy secundario y con Massa a cargo. 

Esta unidad contrasta con una oposición que sigue dividida. La oposición de Juntos no tiene saldado el problema del liderazgo. Ni siquiera el problema de las reglas. No sabe cuándo va a competir, no sabe cuándo va a dirimir el liderazgo, quién va a competir contra quién. Hay discusiones por el calendario electoral en las provincias. 

Toda esta discusión sugiere que Juntos no sabe muy bien qué hacer en el caso de volver al poder. Incluso cuando hoy las encuestas indican que Juntos está en una posición inmejorable para hacerlo, algo que era insospechado cuando se fue Macri. Pareciera que se pelean porque no tienen en claro qué hacer si vuelven al Gobierno. El PRO está dividido: Larreta con Santilli, Macri con Ritondo. El radicalismo también aparece dividido. 

La pregunta es qué funciona como amalgama dentro del Frente de Todos: ¿Es Massa y su capacidad de lobby? ¿Es la eficacia de Massa o es el miedo al precipicio que obligó a un giro de la Vicepresidenta? 

La Vicepresidenta habló esta semana en el Congreso rodeada de curas villeros, con una serie de definiciones. Todavía aturdida, empieza a dar señales claras de que no quiere ir en busca de un nuevo mandato. Da argumentos, incluso, de por qué no quiere y busca descomprimir la tensión que se expresó con el intento de magnicidio, con el odio que movió a Sabag Montiel y a la banda que lo acompaña. 

Cristina está procesando lo que pasó, no solo en lo personal, sino también en lo social. La Vicepresidenta está sorprendida porque la quisieron matar, porque vivió una situación muy difícil, y está sorprendida porque los que la quisieron matar son miembros de una nueva generación cuando se suponía que la juventud apoyaba al kirchnerismo. Pero esta es una juventud que odia al kirchnerismo, que está dispuesta, incluso, a gatillarle en la cabeza a la Vicepresidenta.

En ese contexto Cristina dice “yo ya no quiero ser”. En ese contexto  recibe, como contó Carlos Pagni, a José Torello, el senador mano derecha de Macri, y abre una puerta al diálogo.

Como lo decíamos acá hace dos o tres semanas, en ese editorial titulado “Ser Cristina”, todo está organizado alrededor de la Vicepresidenta. Si ella se corre del centro de la escena, como parece anunciar en este momento después de lo que le pasó, y después de enmudecer en lo económico tras quedarse sin discurso después de objetar el ajuste de Guzmán para luego apoyar el de Massa, van a ser muchos los que van a quedar en aprietos. Primero, por supuesto, los que militan con ella. Porque Cristina no tiene recambio en el kirchnerismo, en el Frente de Todos. Pero también van a estar en aprietos los que militan en su contra, que no tienen muchas veces otra motivación que oponerse a lo que ella representa.

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