Fuera de Tiempo con Beatriz Sarlo

Beatriz Sarlo, escritora, ensayista y una de las intelectuales fundamentales de nuestro país, conversó con Diego Genoud sobre la pandemia, el gobierno de Alberto Fernández, el rol de Cristina Kirchner y el caso Vicentín.

“La crisis, la deuda y un respiro que cuesta caro”. Editorial del 11/07/2020 en FM Milenium.

Hay tanto ruido, tanta confusión, tanto fuego cruzado: a veces cuesta saber en qué punto estamos parados después de tantos días de cuarentena, de idas y vueltas, camino al 17 de julio que es la nueva fecha en la que se supone que habrá novedades sobre el encierro en la Argentina. Si uno tiene que decir qué fue lo más importante de la semana pasada, creo que es la presentación de la nueva oferta de reestructuración de la deuda del gobierno de Alberto Fernández.

La deuda era el tema principal del primer año de Fernández en el gobierno. La prioridad que se había fijado el Presidente. Se fue dilatando esa pulseada que se juega todos los días con los grandes fondos de inversión y finalmente tenemos esta nueva oferta, que es la cuarta, y que Guzmán asegura que ésta sí es la última. Habrá que verlo. Los grandes fondos como Black Rock descreen del Gobierno y dicen: “Si ya cediste tanto, ¿por qué no podés ceder un poco más?”.

Esta nueva oferta tiene novedades y se acerca bastante a las pretensiones de por lo menos una parte de los tenedores de bonos. Hay un anzuelo para los que acepten primero: Guzmán les reconoce los intereses devengados hasta el 4 de agosto. Para los que entran después, en cambio, se van a reconocer los intereses hasta el 22 de abril, que fue la fecha del inicio del canje, cuando la Argentina dejó de pagar deuda bajo la gestión Fernández. La quita de capital, que era simbólica ya en su primer momento, ahora queda reducida al 2,3%. Es decir, no hay quita en el capital. La quita es en los intereses, pero también ahí, donde estaba el centro del recorte que planteaba Guzmán, el gobierno cedió.

Además, se acorta el período de gracia que se pensaba en 3 años. Con la nueva oferta, se reconocen intereses de la deuda a los bonistas ya el año que viene. Ese respiro de 3 años queda reducido a un año y medio aproximadamente. Aumentan además la tasas de interés que se le van a pagar a los bonistas aunque no obviamente al nivel de las tasas exorbitantes que pagaba el macrismo. Se adelantan los períodos de pago de cupones y se reconocen intereses impagos hasta la fecha del canje con nuevos bonos.

Esto redunda en que el Gobierno va a pagar entre 53 y 57% por cada bono. Es una cifra muy alta si se la compara con la oferta inicial de Guzmán que era pagar un 39% por cada bono. ¿Cuánto es este tira y afloje entre el Gobierno y los bonistas en plata? La consultora ACM de Javier Alvaredo dice que son U$S 16 mil millones de dólares más en los próximos 10 años. En un principio, Fernández dijo que Argentina necesitaba un respiro mayor. Que necesitaba no pagar deuda durante 4 años. Esa era la idea de Guzmán en el inicio: no pagar ni intereses ni capital. Bueno, va a pagar el Frente de Todos durante su gobierno si le aceptan esta oferta y se llega al puerto que ahora señala el presidente.

¿Esto qué quiere decir? ¿Que va a haber más ajuste durante el gobierno del Frente de Todos? ¿O va a haber una nueva ayuda del Fondo Monetario Internacional? ¿Por qué o a cambio de qué el Fondo le va a dar plata a la Argentina? ¿Va a pedir más ajuste o le puede llegar a prestar sin condiciones? El Presidente lleva ya casi siete meses de Gobierno y está empantanado. Cercado por por la peste y por la deuda y, como dicen en el Gobierno,Fernández necesita gritar un gol. Ese gol puede ser el acuerdo con los bonistas: un respiro que no va a ser gratis y que va a representar un esfuerzo.

Si se llega a un acuerdo, el principal beneficiario va a ser el sector privado. Principalmente las grandes empresas de la Argentina, que son las que tienen acceso al financiamiento externo. El propio Guzmán considera que no va a llegar un crédito barato para la Argentina en el corto plazo. Tampoco los gobernadores van a tener acceso fácil al crédito. Por eso, las grandes ganadoras en este acuerdo son algunas compañías del círculo rojo, que dicen que hay que cerrar como sea.

Mientras tanto, la realidad de la mayoría de la gente va por otro lado. Datos de la AFIP: en dos meses, cerraron 18.500 empresas y 285.000 personas se quedaron sin empleo. Para el Ministerio de Trabajo, entre marzo y abril se perdieron 319.900 puestos de trabajo registrados. Según FECOBA, una entidad que agrupa a las PyMEs en la Ciudad, ya bajaron la persiana desde que comenzó la pandemia 25.000 comercios y se destruyeron 80.000 empleos en comercios de la Ciudad.

Además cae el salario. Algo de lo que casi no se habla pero que cualquiera que cobra un sueldo en pesos lo percibe cada vez que sale a la calle. El salario volvió a caer en mayo. Según el RIPTE, un indicador del ministerio de Trabajo, el salario lleva tres meses seguidos cayendo. La inflación le sigue ganando al salario como pasaba durante los años de Macri.

El problema ahora es que en el plan original de Fernández estaba lo de encender la economía. ¿Cómo se iba a encender la economía? En base al salario. “El salario va a motorizar el mercado interno”, decía Fernández. Vino el coronavirus e hizo volar por los aires esos pronósticos. No sólo se pierde empleo, no sólo cierran empresas, sino que además el salario cada vez vale menos. ¿Cuál va a ser el motor para que la Argentina vuelve a crecer? Es una pregunta para la que todavía no hay respuesta y difícilmente el acuerdo con la deuda resuelva esa pregunta.

El gobierno tomó algunas medidas. Una moratoria impositiva universal que las empresas agradecen, el IFE que sigue llegando —con demora, pero llega— , un plan de Obras Públicas, un plan para motorizar el empleo. Pero son todas medidas y paliativos que no llegan en la proporción que se necesitan o que tardan demasiado en llegar. Por eso, hay algunos que piensan —cuando se ve la discusión entre políticos, las noticias sobre el crimen de Fabián Gutiérrez, el comunicado que firmó Patricia Bullrich y las respuestas del Gobierno, la corrupción de Lázaro Báez— que la clase política no tiene la menor idea de cómo salir de esta crisis y por eso aparecen estas imágenes del pasado. Ese discurso que no altera creencias y sólo sirven para pescar en la pecera de los convencidos, pero no se ocupa de esta realidad que golpea.

Si bien es una crisis global, en la Argentina pega más duro que en otros lugares. No tanto desde el punto de vista de las vidas humanas, como sucede en Brasil, pero sí en una economía que viene de años de ajuste, de deuda, de sacrificio, de devaluación, de recesión.

En vez de una respuesta al problema, aparecen la confusión, el ruido y el hartazgo a medida que pasan los días, que crece el encierro, que pega la crisis. Un discurso confuso que trabaja sobre la insatisfacción. Hay una permanente agitación sobre el malestar. Los sectores opositores al Gobierno trabajan sobre el malestar y a veces así surgen grandes candidatos o gobiernos que uno nunca hubiera pensado que podrían surgir. Horadando a un gobierno como el de Fernández, se puede lograr finalmente ese desgaste permanente que se busca.

Pero el malestar hay que tenerlo en cuenta. Si uno no toma nota de eso viene una fuerza política como puede ser Bolsonaro en Brasil y se apropia de ese malestar. Lo convierte en una fuerza política capaz de llegar al poder. Eso es lo que está pasando en la Argentina de la peste y de la deuda.

Fernández prepara la post cuarentena y quiere cerrar el capítulo de la deuda con una oferta más generosa. Una oferta muy generosa y todavía los bonistas dudan si aceptan o no. Fernández está buscando un respiro pero ese respiro no va a ser gratis.

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