Fuera de Tiempo con Candelaria Botto

Candelaria Botto, economista y coordinadora de Economía Feminista, conversó con Diego Genoud acerca de la inflación en los alimentos, el ajuste en el primer semestre del año, la falta de dólares y la desigualdad en Argentina.

También estuvo en el programa Pablo Romá, sociólogo y director de Circuitos Consultora, y charló sobre las elecciones en la Provincia de Buenos Aires, la representación en un contexto de doble crisis y las demandas insatisfechas en el conurbano bonaerense.

“La política: entre la endogamia y el bien común”. Editorial de 24/7/2021 en FM Milenium.

Semana de definiciones por el lado de la oferta electoral. Momentos en los que hacen falta especialistas para ordenar un poco el choque de ambiciones que se desata en torno a la política, a los partidos cuando llega el cierre de listas. Y aparecen pretendidos candidatos que dicen “a mí me dijeron, a mí me prometieron, yo voy a estar, yo esto lo arreglé con tal”.

Murió hace unas semanas Jorge Landau, el histórico apoderado del PJ, que trabajó para los últimos gobiernos peronistas. Desde Duhalde hasta hoy, pasando por Kirchner, pasando por Cristina. Él me decía hace dos años cuando lo entrevisté, más o menos a esta altura, justo cuando cerraban las listas de 2019: “yo lo que hago es bajar los decibeles ante cualquier disputa y traducir la locura a una frecuencia legal para que todo transcurra con normalidad”. Hace falta gente que logre traducir esa disputa, esa apetencia muchas veces personal, muchas veces de sectores políticos que se enfrentan, a una frecuencia legal, electoral. A la boleta que, finalmente después, en todo el país van a elegir millones de personas.

Landau como Juan Carlos Mazzón son dirigentes, operadores, viejos apoderados del PJ que ya no
están. Con ellos se va o llega a su fin una generación de políticos. La que marcó el cierre de listas desde que volvió la democracia, en muchos casos. Tanto en el peronismo como en el radicalismo, el otro gran partido que va a elecciones otra vez ahora, en este 2021 legislativo. Son horas, como se dice muchas veces, febriles. Porque a esta altura siempre queda más gente herida que conforme. Son horas en las que la política se entrega como nunca a la endogamia. Detrás del objetivo del bien común está siempre la lucha de la clase política por sobrevivir, por tener un lugar asegurado.

En este caso, también, otros dilemas como el que embarga al Frente de Todos, donde pareciera que nadie quiere ser candidato en este turno electoral, sobre todo en la Provincia de Buenos Aires, madre de todas las batallas. Porque la pelea es por ver quién es el candidato o la candidata. Mucho se habló en las últimas semanas de Santiago Cafiero para encabezar en la Provincia de Buenos Aires. Un proyecto que no era suyo ni de Alberto Fernández, su padrino político. Sino que era, podríamos decir, de sus detractores en el Frente de Todos. A Cafiero lo promocionaban como candidato Máximo Kirchner, Sergio Massa, Cristina Kirchner. Los que querían sacarlo de la Jefatura de Gabinete, los que querían aprovechar estas elecciones para un relanzamiento de la gestión de Fernández y un recambio como el que proponen desde el cristinismo.

Pero, por ahora, Fernández aparece defendiendo a Cafiero, y con él el esquema que hasta ahora vino llevando adelante. Lo escribía la semana pasada en una nota en elDiarioAr: hay demasiadas cosa que Cristina no puede pese a que es, seguramente, la figura central del Frente de Todos y una de las figuras centrales de la política argentina desde hace mucho. “Los funcionarios que no funcionan”, que Cristina señaló hace más de nueve meses en una carta, siguen todavía ocupando sus lugares. Y los que Cristina quería que se busquen otro laburo, siguen con el mismo.

En este cierre de listas, cuando la clase política pelea por lugares, se puede ver otra vez la confrontación entre los dos grandes bloques que gobiernan la política desde hace ya mucho tiempo. Por lo menos, desde 2015. Pero uno puede decir desde mucho más atrás, desde que Macri asomó a la política más grande. Por un lado, está Juntos. Con Larreta que busca recibirse de jefe y ganó muy fácil la disputa interna con Macri, después de decirle a él, a Patricia Bullrich, a Jorge Macri: “Ustedes no tienen lugar en las listas”. Más allá de las formas, más allá del café, más allá de la negociación que demoró semanas, lo cierto es que las listas las armó Larreta, el jefe del Gobierno porteño que ahora quiere ser el jefe de la oposición. Y Macri, que está en el exterior, otra vez como turista, de vacaciones, mirando a la distancia la política. Macri espera agazapado. Perdió en esta discusión con Larreta. También, y muy rápido, su lugar de jefe. Pero Macri está esperando también el resultado electoral para ver si tiene margen para jugar su segundo tiempo. ¿Macri apuesta a un triunfo de Manes? Como dicen algunos en Juntos, en la franquicia de Cambiemos. ¿O Macri apoya esta renovación a la fuerza y en contra de sus intereses? Se verá si realmente hay un apoyo de Macri a este proyecto prematuro por jubilarlo o si espera su revancha después de los resultados de septiembre y noviembre. Veinte años después de haber propuesto una revolución tecnocrática, pocos meses después del estallido del 2001, con el partido armado por Facundo Manes, llamado 1810, y se perdió en la historia.

Manes aparece como la gran esperanza de un sector, por lo menos, del establishment, del círculo rojo, de los hombres de negocios. Que no solo están cansados de Cristina, del kirchnerismo, de Alberto Fernández, sino también de haber quemado las naves tan pronto detrás de la aventura de
gobierno que fue Mauricio Macri en el poder. Esa aventura traumática por la que tanto se había esperado. Por la que el poder real, los dueños de la Argentina habían esperado durante muchos años un político de cuna empresaria como Macri. Aparecía como la gran promesa. Y hoy sabemos cómo se incendió. Ahora quizás, por lo menos un sector del establishment prefiere que aparezca una figura como Manes. Un outsider, como se dice, que barra con la clase política. Un nuevo “que se vayan
todos” montado desde arriba
. Habrá que ver, por supuesto, si Manes tiene la adhesión que necesita. No solo en el interior bonaerense, sino en el conurbano bonaerense donde manda Cristina desde hace muchos años. Y también, uno supone, y algunas encuestas lo marcan, donde corren con ventaja Larreta, Santilli, la jefatura del PRO, del macrismo sin Macri.

Una interna competitiva que puede llevar el piso de la oposición a 34, 35 puntos en la PBA con una ventaja para Santilli. Según números de Federico Aurelio, hoy Santilli le lleva 7, 8 puntos a Manes en esta interna. Y el Frente de Todos tendrá que superar lo que junte esa interna en el bloque opositor al
peronismo de gobierno. Lo mismo, test importante para el Frente de Todos. Sin dudas, por supuesto. La confirmación de Victoria Tolosa Paz que se espera, que se anuncia, que se promete. Si es así, una que gana Alberto Fernández finalmente en la interna del oficialismo: retiene a Cafiero, le dice que “no” a Cristina. Resiste el cambio de gabinete y pospone una vez más los cambios de fondo que le reclaman sus socios.

Es una lotería donde a nadie le sobra nada. Tampoco en el Frente de Todos sobran candidatos. Nadie quería ir a competir en la Provincia de Buenos Aires. O porque no querían dejar los lugares que ocupan en el Ejecutivo o porque no querían dejar los lugares que ocupan en el Congreso. Máximo Kirchner, Sergio Massa. Fernanda Raverta en la ANSES. Luana Volnovich en el PAMI, Eduardo “Wado” de Pedro, el Ministro del Interior. Los que habían armado esa lista de unidad del Frente de Todos, hoy ocupan lugares que no quieren resignar. Lo mismo Santiago Cafiero. Lo mismo Gabriel Katopodis, el ministro de Obras Públicas, al que se lo mencionó también como candidato. El único voluntario vencido en la interna del Gobierno parece ser Daniel Arroyo.

Nadie quiere ser candidato, nadie quiere ir al Congreso, en el que el oficialismo puede poco. A la Cámara de Diputados, sobretodo, donde reinan Massa y Máximo pero muchas de las leyes del gobierno naufragan. Cafiero, por supuesto, no quiere dejar la Jefatura de Gabinete para ir a perderse como un levantamano más del oficialismo en el Congreso. Y mientras esto pasa a nivel de la política, mientras esta competencia comienza, a nivel social la preocupación central sigue siendo la economía. La pandemia, por supuesto, también, que se cobró ya más de 100 mil muertos. Pero con el ritmo acelerado de la vacunación, la pandemia empieza a ser un problema que queda subordinado a la economía. Al de la lucha de millones de personas por llegar a fin de mes, por inventarse la subsistencia cada día.

Viene un segundo semestre difícil. Es el segundo semestre en el que el Gobierno quiere volcar mayor cantidad de recursos, mejorar el poder adquisitivo de los asalariados, de los jubilados. Pero al mismo tiempo viene un segundo semestre con, otra vez, turbulencias con el dólar y la presión por una nueva devaluación. Porque al Gobierno se le acaban los dólares de la cosecha, porque ya no está el impuesto a la riqueza que obligó a muchos dueños de la Argentina a vender dólares para pagar ese impuesto a la riqueza en pesos. En ese contexto, la mayor parte de la población vive vidas precarias producto de una crisis que ya lleva mucho tiempo.

Un dato para tomar dimensión de dónde estamos parados. Un informe del Monitor del Trabajo y
la Economía, un grupo de economistas rosarinos, dice que la cantidad de monotributistas no para de crecer en Argentina. Ya equivalen al 64% de los empleos privados registrados. Es decir, que 2 de cada 3 trabajadores y trabajadoras del sector privado registrado son monotributistas. En relación de
dependencia, 1 de cada 3. En 1998, las personas inscriptas en el monotributo eran el 16% del total de los trabajadores registrados en el sector privado. Del 16 al 64% actual, crecieron los monotributistas. Que, cuando comenzó esta medición en el año 1998, eran el 4,7% del total de los asalariados. Hoy son el 22%, están llegando casi a 1 de cada 4 en la Argentina bajo la categoría del monotributo. Es un empleo de subsistencia, cuentapropismo. Cada uno peleando por su sobrevida en el día a día.

Otro dato, también de esta semana. El consumo cayó 15% otra vez en junio. Igualó las tasas negativas del mes anterior. Una caída muy profunda del consumo cuando el gobierno quiere justamente mejorar el ingreso. No solo de la aristocracia obrera, de los trabajadores sindicalizados sino de la mayoría de la población, que está por fuera de esa realidad. Que está muchas veces en el monotributo o que son jubilados o que son desocupados o subocupados. A esa población agobiada le está hablando esta clase política que por momentos se rinde a la endogamia. Pareciera no conectar, o hacerlo solo por momentos, con esa realidad de millones de personas que viven, y la paciencia social en Argentina no deja de sorprender. Sobre todo, cuando se la mira desde afuera y se ve el contexto de un continente convulsionado. La Argentina sorprende por la paz social perdudable.

A esa población agobiada, precaria, que tiene 20 millones de personas bajo la línea de pobreza, que tiene desocupación en niveles solo comparables a los del 2001, le está hablando la clase política que está cerrando listas en este momento. Es esa población la que tiene que decidir. Elegir en un menú dominado por dos opciones que concentran los apoyos y los rechazos mayoritarios. Meditar a partir de esta noche y hasta el 12 de septiembre, hasta el 13 de noviembre, en quién confiar. Empezó la campaña y deciden, otra vez, los que van y vienen, desorientados de frustración en frustración. No deciden los que tienen una adhesión permanente y no dudan a la hora de ir a votar. Deciden los diletantes, los que no tienen una religión política: ellos van a elegir quién se fortalece, quién pierde en estas elecciones y cómo sigue la Argentina.

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