Fuera de Tiempo con Carlos Leyba

Carlos Leyba, economista, profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires y director de la Maestría en Procesos de Integración Regional, charló con Diego Genoud sobre planes sociales, la generación de trabajo y las grandes dificultades que debe afrontar la Argentina para salir de la crisis.

También estuvo en el programa Celia Kleiman, socióloga, investigadora y directora de Polldata. Conversó acerca de su balance de la campaña electoral y la importancia del voto joven en estos comicios legislativos.

“Voten bien”. Editorial de11/9/2021 en FM Milenium

Faltan apenas unas horas para saber en qué punto estamos parados y cuál es el criterio social a la hora de elegir. Cada dos años sucede. Para algunos es demasiado pronto. Para otros es la forma que tiene el sistema democrático de liberar la tensión que acumula una economía como la Argentina, donde la realidad social es una olla a presión a través de las urnas. Sucedió así en 2019, cuando Macri venía ya agonizando con su gobierno desde hacía más de un año, año y medio. Sirvió para descomprimir la tensión social y para canalizar ese descontento, sobre todo, a través de la boleta del Frente de Todos.

Este año el contexto es, por supuesto, muy distinto. Hay una gran pregunta, si el sistema democrático, si el sistema político puede otra vez canalizar el malestar, el descontento. Descontento sobre descontento, generado cuando la economía padece un ajuste después del ajuste. El primero por el Gobierno de Macri, el segundo, según dice el Frente de Todos, por la pandemia. Lo cierto es que mañana no solo está a prueba el gobierno de Alberto Fernández, sino que además está a prueba la legitimidad del sistema político. También de la oposición y sus múltiples caras para canalizar ese descontento. ¿Será Juntos el que canalice el descontento como lo hizo el Frente de Todos hace dos años? ¿O estará todavía muy fuerte la experiencia de Macri en el Gobierno y eso le impedirá a la oposición ser la expresión principal del descontento?

Faltan apenas unas horas. Viene la hora de las urnas con un Gobierno que acelera la vacunación,
en tiempo récord después de muchísimas dificultades y de una cifra demencial de muertos como la que tiene la Argentina. Veremos mañana si llegó a tiempo con la vacunación o llegó tarde. En ese contexto se dan dos debates estructurales de la Argentina sobre problemas que parecieran no tienen solución. El primero es sobre el dólar. Como siempre cuando se acercan las elecciones. El dólar que vuelve a subir. La presión de sectores que persigue una devaluación. La falta de dólares. Las exportaciones, que si bien hoy están en los niveles de los más altos si se compara con los últimos años, sin embargo no alcanzan para que el Banco Central pueda soportar la presión sobre el dólar. Incluso en un contexto como este donde casi no hay salida de dólares por turismo, debido a la pandemia, debido a las restricciones que pone el Gobierno. Lo cierto es que faltan dólares y eso se refleja en las reservas del Banco Central, en las cotizaciones. Eso anticipa un clima de los mercados, que si bien ven por un lado subir acciones, subir bonos, y uno no sabe qué están festejando, por otro lado se ve otra vez la presión sobre el dólar a la hora de las elecciones. Y detrás este otro debate de fondo. ¿Puede la Argentina generar los dólares que necesita, cómo tiene que hacer? Sobre todo cuando debe 44 mil millones de dólares del préstamo que el FMI le concedió al gobierno de Cambiemos.

El otro debate, también de las últimas horas, planteado por Horacio Rodríguez Larreta, por Paolo Rocca, por Daniel Funes de Rioja, el presidente de la UIA. La cuestión de la indemnización por despido que, por supuesto, figura en la Constitución Nacional. Rodríguez Larreta se animó a plantearlo en la campaña. Nadie puede pensar que se le haya escapado a Larreta, sino que es parte de su estrategia siempre pensada hasta en el último detalle. En ese contexto fue Larreta a hablar de la necesidad de eliminar la indemnización que sintoniza, por supuesto, con una demanda del establishment. Al mismo tiempo, y como lo dijo la vicepresidenta, hay que reformar la Constitución para eliminar la indemnización. No es tan sencillo eliminarla como plantea Larreta, como plantea la UIA, como plantea el Círculo Rojo.

Lo particular de ese debate en este contexto, a horas de que las mayorías vayan a votar, a horas de
que el sistema democrático se ponga una vez más a prueba, es que el establishment reclama eliminar la indemnización por despido en un contexto muy particular de destrucción del empleo, con empleo que se crea de forma precaria. Más allá de que estaba prohibido, hubo despidos de todas maneras en el año y medio de pandemia. Y ese empleo que fue destruido después fue reemplazado por empleo precario. Decía acá Matías Rajnerman de Ecolatina, que hay una reforma laboral de hecho. Justamente por eso, se pierde empleo de calidad y el que se crea es de baja calidad, empleo precario, sin garantías para los asalariados. Además el salario está en el quinto subsuelo, quizás como nunca. En los últimos veinte años nunca el salario estuvo tan bajo. También lo decía la vicepresidenta, con ese dejo de nostalgia que la envuelve últimamente. Teníamos el salario más alto de América Latina, ahora tenemos el más bajo, medido al dólar oficial.

En ese contexto, la consultora de Emmanuel Álvarez Agis, PXQ, hacía un informe hace algunas semanas titulado: “Me hablaron con el corazón y les contesté con el bolsillo”. El Frente de Todos va a elecciones con el peor bolsillo de las últimas seis elecciones. De 2013 para acá, ni siquiera en 2019 estaban peor los argentinos y las argentinas a la hora de ir a votar. Decía Álvarez Agis que si se toma a valores constante, si uno lo traslada a hoy, el salario real promedio de 2015 estaría en 109 mil pesos. Hoy el salario promedio está en 85 mil pesos, 24 mil pesos abajo está cada trabajador a la hora de cobrar su sueldo. En este contexto, con pérdida de empleo, con caída del salario real, con caída del poder adquisitivo, con el salario real que es uno de los más bajos de América Latina, el empresariado, la oposición de Juntos, ni hablar Milei, ni hablar Espert, reclaman eliminar la indemnización por despido. Reclaman terminar con las garantías laborales. Reclaman la flexibilización laboral que Macri no pudo hacer ni siquiera en el momento de reformismo permanente, después de haber sido ratificado en las urnas en 2017.

Este contexto no es inocuo. No es neutral. Si los asalariados pierden, alguien gana. Lo mostraba el CEPA, un estudio de este centro de estudios vinculado con el oficialismo, mostraba cómo aumentó la productividad en el último año. Gran demanda empresaria si las hay. Si aumenta la productividad, el reverso es la caída del salario. También la consultora Analytica de Ricardo Delgado, un ex funcionario de Rogelio Frigerio, un economista que trabajó con Sergio Massa cuando era opositor, coincide. Hay
sectores empresarios que están ganando mucho en este momento
, aunque no todos. Entre ellos está Paolo Rocca, él mismo lo reconoció hace diez días cuando fue al acto por el Día de la Industria.

Dos centros de estudios con tradiciones muy distintas, uno en el que participa Julia Strada, directora del Banco Nación, parte del Gobierno del Frente de Todos, y otro, de Ricardo Delgado, ex
funcionario de Cambiemo, coinciden en esto. Está aumentando la productividad, hay sectores que están ganando con lo que se conoce como explotación bruta. Es decir, que la pérdida del salario y del poder adquisitivo, que mucha gente no llegue a fin de mes, tiene un reverso. El aumento de la productividad, el aumento de la ganancia empresaria. Por eso la pregunta, ¿qué va a pasar mañana? ¿Cuál es el razonamiento que va a primar en las urnas? ¿Qué van a tener en cuenta mañana las mayorías? Muchas mayorías silenciosas, no los convencidos. Obviamente también pueden formar parte de mayorías pero de mayorías que están contempladas por la polarización. Sino, más que los convencidos, los desahuciados, qué van a tener en cuenta mañana a la hora de ir a votar. Porque están entre las 20 millones de personas que están debajo de la línea de pobreza. Porque son parte de ese pequeño empresariado que se hace malabares para sostener su negocio. O porque son parte de ese sector que va y viene, de un lado a otro de la polarización sin encontrar solución para sus problemas, que quizás votó a Massa en 2013, que votó a Macri en 2015, que volvió a votar al peronismo kirchnerista en 2019 y que ahora duda.

Las encuestas del Frente de Todos hablan de un triunfo en la Provincia de Buenos Aires. Las encuestas de Juntos, de la campaña de Santilli, también hablan de un triunfo. Habrá que ver si eso se concreta o no porque hay mucha dificultad. No sólo porque las encuestas pifiaron de manera alevosa en 2019, sino porque además cada vez la gente tiene menos ganas de contestar encuestas. Además, hay que ver cuánta gente irá a votar, gran interrogante que mañana se resolverá.

Después de que se resuelvan todos esos enigmas, cuál es el criterio de las mayorías a la hora de ir
a las urnas, vendrá la discusión por el resultado, cómo interpretarlo. ¿Se interpreta en relación al triunfo apabullante de 2019 del Frente de Todos, cuando en Provincia de Buenos Aires Kicillof le sacó casi 20 puntos a María Eugenia Vidal? ¿O se interpreta en relación a la situación que le tocó vivir y gobernar al Frente de Todos? De esa guerra por la interpretación del resultado, de esa batalla por el sentido, depende también en parte el resultado de noviembre. La imagen de quién es el ganador del lunes puede ser decisiva hacia adelante. También darán su veredicto los mercados. Si gana el Frente de Todos, si gana Juntos.

Pero los problemas estructurales que tiene la Argentina por supuesto van a seguir vigentes desde el lunes. No se resolverá ninguno. Esto recién empieza, como dijo la vicepresidenta el jueves pasado en Tecnópolis. La falta de dólares para pagar la deuda, la deuda con el Fondo, con los acreedores, incluso la deuda reestructura que vuelve a pesar fuerte a 2025, va a seguir estando ahí. La caída del poder adquisitivo, la deuda interna podríamos decir, va a seguir estando ahí frente a esa deuda externa descomunal, que se agigantó como nunca en los últimos años. Ahora, como dijo alguna vez Guillermo Moreno cuando era el más cristinista de todos, llega la hora de las urnas. El momento en que se expresan los que la mayor parte de tiempo son convidados de piedra en una escena que se arma desde el poder. Como dijo Guillermo Moreno, creo que fue en 2013, “ahora voten bien, después llegará la hora de los balances”.

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