Fuera de Tiempo con Emmanuel Álvarez Agis

Emmanuel Álvarez Agis, ex viceministro de economía y socio fundador de la consultora PXQ, conversó con Diego Genoud sobre la pandemia, la recuperación económica, el Fondo y la pobreza.

“Segunda ola, restricciones y dos maneras de mirar las elecciones que vienen”. Editorial de 10/4/2021 en FM Milenium.

2021, el año electoral para el gobierno de Alberto Fernández, para la oposición de Mauricio Macri,
de Horacio Rodríguez Larreta.

Arranca tarde el nuevo año para Fuera de Tiempo, cuarta temporada en FM Milenium. Desde 2018 para acá, fueron años de vacas flacas que parece siempre pueden ser peores. En un contexto en el que la segunda ola ya es una realidad en Argentina con picos de casos y con más testeos que, por supuesto, explican el número de contagios. Pero también con una curva que, se ve muy claro, asciende de manera vertiginosa en las últimas dos o tres semanas. Con la positividad en ascenso y con las restricciones que decidió el Presidente para esos 85 puntos rojos que hay en todo el país.

Un contexto delicado el que le toca al Frente de Todos, más complicado de lo que preveía el ministro Martín Guzmán hasta hace muy poco. Porque se da en un contexto donde la guerra global por las vacunas no cede. Donde hay una pelea desigual en la que se imponen las grandes potencias, en la que se imponen los grandes laboratorios. Y en ese marco aparece la Argentina, junto a los países del
tercer mundo, donde el gobierno carga con los errores que pudo haber cometido durante todo este tiempo.

Y para la oposición, que vuelve a manifestarse y vuelve a la gimnasia del desgaste en el
segundo año de pandemia, el gobierno de Alberto Fernández es el culpable de todo. Para el
oficialismo, por supuesto, la visión está en las antípodas. Un gobierno que “hace lo que puede”,
después de recibir una pesada herencia, y con las diferencias que sabemos que existen en el
Frente de Todos. Pero en la polarización, a la hora de ver cómo se paran frente a la pandemia, está
muy claro que se vive en dos países absolutamente distintos.

En ese marco aparecen cosas insólitas, quizás para uno que no conoce cómo funciona el negocio
de los laboratorios, de los medicamentos. Como que se fabriquen en la Argentina, en la planta de
Garín, acá muy cerca de la radio, las dosis de AstraZeneca que los argentinos hoy no tienen y que
están siendo enviadas al exterior y que no pueden volver envasadas
. Una polémica que hoy se
barre bajo la alfombra pero que si uno mira la importancia que le dieron en su momento Alberto
Fernández y Ginés González García al anuncio de que Hugo Sigman —el dueño del grupo Insud— y
Carlos Slim —de la fundación Carlos Slim, uno de los hombres más ricos de la tierra— se asociaban con Oxford para fabricar la vacuna de AstraZeneca, ese gran anuncio del gobierno en agosto del año
pasado, hoy está convertido en una gran frustración, para muchos un fracaso inexplicable.

Hoy la pregunta para Alberto Fernández es qué adhesión van a tener estas nuevas medidas de
restricción que se anunciaron
y que, obviamente, en cada distrito van a adoptar una modalidad
diferente. Está claro que el botón rojo era un nombre de ciencia ficción, la famosa perilla a la que
el Presidente pretendía apelar ante una situación de desborde, hoy se ve con nitidez no existía.
Otra vez es la sociedad la que está a prueba y es la sociedad incluso la que pone a prueba al
gobierno. Porque en esta batalla por la supervivencia, las restricciones son difíciles de acatar
para gran parte de la población
. Ya lo eran cuando todo esto comenzó hace más de un año. Y lo
vuelve a ser ahora, después de doce meses difíciles, pese a que la economía se empieza a recuperar.

Es una recuperación muy desigual, que no llega a todos los sectores y que sobre todo es una recuperación, más por el lado de la oferta que por el lado de la demanda. Una recuperación que no parte del bolsillo, que no parte del consumo, que sigue todavía muy bajo. Por eso en ese contexto hay que ver hasta qué punto hay margen social para cumplir con las restricciones que plantea ahora el Gobierno Nacional. Los números que se ven en el transporte público, que se vieron durante estos últimos meses, donde la mayoría de las personas que viven en el Conurbano vienen a trabajar a Capital Federal. Decir que a partir de ahora solo pueden venir los esenciales es una medida de alto riesgo. Una olla a presión que otra vez empieza a generar incertidumbre: ¿quién puede y quién no puede trabajar?, ¿quién es esencial y quién no es esencial?, ¿quién tiene la necesidad vital de trabajar en este momento?, ¿quién puede decir, de esas millones de personas que vienen todos los días desde el Conurbano, “a partir de ahora no voy a trabajar”? Son grandes interrogantes que se van a ir resolviendo y que pueden todavía generar imágenes para las que ni siquiera estamos preparados.

Porque el de la segunda ola, el de las nuevas restricciones, es un contexto, muy delicado y que no ofrece por lo menos hasta esta hora paliativos por parte del gobierno. No se conocen ningún tipo de paliativos. El año pasado sí, los hubo. Se puede decir que fueron insuficientes pero los hubo y en una cantidad importante para un Estado asfixiado, sobreendeudado, como sigue siendo todavía el Estado argentino. Pero si uno lo escucha al ministro Guzmán se va a encontrar con que sigue firme con la decisión de ajustar por ese lado. Guzmán dice “no hay ajuste” pero el recorte más fuerte de las partidas es en lo que se llamo el Gasto Covid.

El Ingreso Familiar de Emergencia que recibieron 9 millones de personas, que se recibió cada dos o tres meses y era de 10 mil pesos, pero que ayudaba a descomprimir en muchos casos a familias, a personas, a hogares que no tenían otro ingreso adicional y que habían visto derrumbarse sus ingresos. Ahora eso no está. Guzmán lo eliminó de un plumazo cuando borroneó el Presupuesto 2021. Tampoco está el ATP para las empresas que deban cerrar sus puertas. Y hay que ver quiénes
cierran y quiénes no cierran. Pero, sobre todo, el IFE para los sectores más vulnerables para los
que están ahí al borde de caer en la pobreza. Hay que ver hasta qué punto Guzmán, Fernández, la
vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner sostienen esta decisión de que no hay nada para
esos sectores que están en la precariedad
, que son cuentapropistas, que viven de las changas, que
viven del empleo de subsistencia.

Por eso, si no hay nada para esos sectores en esta segunda oleada de restricciones, lo que rige es
una especie de sálvese quien pueda
. Habrá que ver cómo va regulando el gobierno el ritmo de la
recuperación económica, que lleva varios meses. “Una recuperación sostenida”, como dice
Guzmán. Pero que ahora se ve interrumpida o se puede ver interrumpida de manera muy fuerte
por esta segunda ola.

El contexto es de lo más delicado aunque muchas veces nos olvidemos, aunque muchas veces las noticias duren apenas un día en la agenda. Pero las cifras del INDEC la semana pasada, hace diez días apenas, marcan que hay millones de personas que no pueden salir de esa situación, que no pueden cambiar de canal y pasar rápido a otra escena. 3 millones de personas que se cayeron al pozo de la pobreza en 2020. 19 millones de damnificados debajo del umbral de la dignidad, el 42% de la población. Son números que realmente aterran y que, sin embargo, se van volviendo parte del paisaje. Se van volviendo parte de una naturaleza, un grado cero en el que la sociedad argentina se acostumbra a vivir con 19 millones de pobres, con 5 millones de indigentes. Y con números que son muchos más altos si uno hace un recorte. Si uno acerca el lente para mirar la realidad de determinados sectores, el 57,7% de los menores de 14 años son pobres en la Argentina.

En esa Argentina en la que ahora está otra vez a prueba la segunda ola, que se queda otra vez a prueba por la segunda ola, por las restricciones. Y en el Conurbano bonaerense, donde se definen muchas elecciones, la pobreza pasó del 40,5% al 51,1% en los últimos doce meses. El desempleo, también, cifras muy preocupantes; 11% la desocupación abierta, podríamos decir. Pero esas 2 millones 200 mil personas son la punta del iceberg. La desocupación en el Gran Buenos Aires es del 14,1. En el Gran Rosario es del 13,6. En el Gran Córdoba es 13 puntos. Y la desocupación entre las mujeres que
tienen hasta 29 años es del 26%. Entre los hombres es del 19%. Por eso, por ejemplo, los números
de Claudio Lozano marcan que si uno suma el número de ocupados que está buscando trabajo y
suma el número de subocupados —18,4 en un caso, 15,1 en el otro— tiene un número que se
aproxima más a la realidad: 33,5% de la población tiene problemas de empleo. Son 6
millones 600 mil personas.

Números difíciles de tomar, difíciles de escuchar y de retener, pero que explican el cuadro social
en el que se desenvuelve la política. La política que está mirando cómo resuelve el calendario
electoral. El gobierno que quiere postergar el calendario electoral, los gobernadores que quieren
eliminar las PASO, y una realidad donde la soja es récord, la recuperación de la que hablaba, los
derechos especiales de giro del Fondo Monetario Internacional, todo eso no alcanza para alterar la
situación de los que están en ese cuadro tan sensible, de tantas carencias, que es el de la pobreza
y la desocupación. Más allá de la polarización que gobierna la coyuntura, que es la
que gobierna el encendido, y la clase política en general, más allá de sus diferencias, tienen puntos
en común. Por lo menos una parte de las dos alianzas del Frente de Todos y Juntos por el Cambio tienen mucho en común. Y están en una situación delicada donde muchos piensan que convendría
llegar a acuerdos en lugar de seguir jugando con el fuego de la polarización, en este contexto
social, en este contexto del rebrote del COVID, en este contexto de nuevas restricciones.

Tanto el Gobierno como la oposición arriesgan mucho en estas elecciones, más allá de cuándo se
hagan
, de cómo sea finalmente el calendario electoral, de cuál sea su formato.
Arriesga mucho el Gobierno si pierde las elecciones después de los cuatro años más que traumáticos
del gobierno de Macri con inflación récord, con desocupación, con devaluación, con
endeudamiento. Si el gobierno del Frente de Todos pierde las elecciones este año, quiere decir
que se agotó rápido ese crédito de la esperanza
. Un crédito de la esperanza que nació también en
gran parte de la población del espanto a la continuidad de Macri. Y al revés, si pierde Juntos por el Cambio después del año 2020 que tuvo el Frente de Todos, un año irrepetible para muchos por lo malo que fue por la pandemia, por la crisis, por la recesión, prácticamente se despide del 2023.

Por eso, los dos polos del escenario político que gobierna la coyuntura política arriesgan mucho, y
eso es lo que tratan de capitalizar desde afuera, tanto Espert como los libertarios. Hasta incluso el
lavangnismo, los sectores del peronismo que hablan de un contubernio que está madurando, un
pacto entre el macrismo y el kirchnerismo. Se trabaja sobre la legitimidad de la clase política, de
los partidos mayoritarios. ¿Hasta qué punto es posible preservar la legitimidad de esos partidos
mayoritarios en un contexto como el que venimos describiendo?

En este arranque de Fuera de Tiempo y en este arranque del año electoral hay dos modos de mirar las elecciones que vienen. Se pueden mirar desde la polarización, desde las identidades consolidadas, desde esa recuperación económica de la que habla Guzmán, por ejemplo. O, se puede mirar el calendario electoral, las elecciones que vienen desde el drama de millones de personas que se cayeron en el pozo, que no salieron del pozo como había prometido Fernández. Por supuesto, pandemia mediante y con paliativos que se revelaron insuficientes para impedir que 3 millones de personas cayeran en la pobreza en 2020. ¿Cómo mirar las elecciones que vienen, cómo mirar el año electoral? Para la salud del sistema político, para la legitimidad del sistema político que voló por los aires hace casi dos décadas, lo mejor sería gobernar sin despegar por un instante los ojos de la crisis.

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