Fuera de Tiempo con Horacio Rovelli

Horacio Rovelli, licenciado en Economía, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, conversó con Diego Genoud sobre la deuda pública y privada, la fuga de dólares y el rol del Banco Central en la situación actual de la economía argentina.

“Cuatro días y todo a la vista”. Editorial 15 de octubre en FM Milenium.

Semana corta la que se fue pero suficiente para comprimir en unos pocos días todos los dilemas del presente, en especial del Frente de Todos. La fuerza a la que le toca gobernar, este raro peronismo que sufre el poder, que sufre la falta de dólares, que sufre la tasa de inflación más alta en décadas. Y que en pocos días evidenció, una vez más, que tiene demasiados problemas todavía sin resolver. Los Fernández, sí, pero en especial el superministro Sergio Massa. 

Se vio con las nuevas medidas para aumentar los recaudos para el consumo con tarjeta de crédito en el exterior, el dólar turista, el dólar tarjeta, el dólar Qatar. Mil denominaciones para un problema que los especialistas llaman “restricción externa”. La falta de dólares, el talón de Aquiles de cualquier gobierno y de este peronismo, explica gran parte de su debilidad.

La medida que tomó Sergio Massa, de aumentar el recargo para el consumo con tarjeta en el exterior, disparó enseguida el dólar blue, el paralelo, y sus distintas cotizaciones, quince para ser preciso, tantas que ya es difícil contarlas. 

Acecha otra vez la brecha cambiaria, el gran problema de la economía también atado a la falta de dólares. Pero, como siempre, cuando el dólar vuelve a subir se evidencia el problema que más preocupa al país de arriba. La pandemia había tenido un solo efecto benéfico para la economía del Frente de Todos. 

Argentina tuvo en los dos primeros años del Frente de Todos, todavía hoy, un superávit comercial excepcional. 35 mil millones de dólares, según las cifras de un informe que me acercaba alguien del Gobierno nacional. Esto fue entre diciembre de 2019 y junio/julio de este año. Pero ese superávit se evaporó, se perdió, se desperdició. ¿Por qué? Hoy lo vamos a charlar con el invitado que tenemos en Fuera de Tiempo. 

Pero terminó la pandemia y los argentinos con capacidad de ahorro se volvieron a ir en masa al exterior. Eso representa la salida de dólares que complica, y mucho, las cuentas del Gobierno.

El dólar soja, tan promocionado por Sergio Massa, duró un suspiro. Por eso decimos que permanece el problema de fondo: la falta de dólares, la brecha. Hace un mes, en uno de sus últimos viajes a Washington, Sergio Massa decía que esperaba tener la brecha reducida al 30% en abril del año que viene. Futurología para un Gobierno, incluso para un Ministro que vive día a día, siempre con la lengua afuera. Hoy la brecha está otra vez en alrededor del 90%. Esa preocupación del país de arriba no solo perturba a los que viajan afuera sino que también afecta los precios de una economía que muchas veces se queda sin precios. 

El otro tema es el índice de inflación. Ese sí es un problema del que no se salva nadie pero que, al mismo tiempo, afecta como a nadie a los que viven de un ingreso en pesos, a los que viven con lo justo. Nos acostumbramos a estos números pero no dejan de ser alarmantes y cada vez que vamos al supermercado, al almacén, a la carnicería sentimos el golpe. En septiembre la inflación fue del 6,2%, altísima aunque más baja con respecto a la de los últimos meses. Acumula un 83% en los últimos 12 meses. Dicen que la inflación de octubre no va a bajar del 6%. En 9 meses la Argentina tiene una inflación del 66%, números que hace décadas no se veían en un país de alta inflación.

Según el presupuesto que se tiene que discutir en el Congreso, el que envió Sergio Massa, la inflación este año va a terminar en 95%. Esperan bajarla al 60% el año que viene. Otra vez, futurología.

Esos números de inflación tienen rubros donde se sienten mucho más. El rubro de los alimentos, sin duda, con dos remarcaciones semanales que mandan las alimenticias a los comercios, a los kioskos, que pegan en los grandes centros urbanos donde está concentrada la mayor parte de la población argentina. Esa es la inflación que obliga a millones de personas a inventarse todos los días un nuevo modo de subsistencia. Y que obviamente tiene consecuencias sociales, políticas. Después, electorales. 

En ese contexto de inflación descontrolada, con Massa por cumplir 75 días de gestión, se habla otra vez de distintos caminos para salir del laberinto. Se habla con fuerza de un plan de estabilización, de un shock, de un ajuste mayor; y de un congelamiento de precios que le recomienda la Vicepresidenta, según se dice. Y además de un acuerdo de precios y salarios que quiere llevar a la práctica con éxito el Ministro. Una fórmula que fracasa, de manera recurrente, en la Argentina. 

Se habla de un Plan Austral, se habla de un Plan Real, infinidad de versiones que muestran, por un lado, el debate interno con los factores de poder. Y, por otro lado, el desconcierto que hay en el propio Gobierno. Massa se encuentra con que, hasta ahora, solo pudo ganar tiempo. Aguantar para no devaluar, lo que le pide la Vicepresidenta y jefa del Frente de Todos. Con mucho más poder político que Guzmán, con el apoyo de Cristina sobre todo, pero también con el del poder económico, incluso con el de fondos de inversión. Massa ejecuta un programa mucho más ortodoxo que el de Guzmán, con muchos gestos al mercado y al poder económico.

Tantos gestos que a veces desfiguran a Massa. Pero así y todo, los problemas están ahí, están acá. Massa desde Washington, casi su segunda casa, dice que no le conforma este número de inflación. Massa recibe la confianza de Kristalina Georgieva, que en su momento tenía un entendimiento muy fino con Martín Guzmán, pero que ahora compra también a este Ministro que va al ajuste o promete un ajuste más vertiginoso. Massa recibe también un espaldarazo de la comunidad financiera internacional. 

The Economist, por ejemplo, titula que Massa es lo único que separa a la Argentina del abismo, lo único que se interpone entre la Argentina y el caos. Un hermoso título para Massa, aunque si fuera cierto sería mejor todavía. Pero ese mismo Massa aclamado por parte del poder económico no encuentra resultados en el corto plazo.

El tercer dato importante de esta semana es la decisión política de Alberto Fernández de cambiar el Gabinete, al nombrar a tres Ministras y sin consultar a ninguno de los socios del Frente de Todos. Uno se pregunta hasta qué punto sigue vigente el contrato entre los socios si Alberto Fernández decide encerrado con un grupo muy pequeño y muy leal de colaboradores. El que le queda.

Que Alberto Fernández no hable con Cristina, es un dato que lo sabe cualquiera, que no sorprende a nadie. Pero que tampoco le informe a Massa, eso es toda una declaración. ¿Por qué? El Presidente ve a Massa como lo ve Macri: como un apéndice de Cristina, como un kirchnerista más. Por eso tampoco le avisa de algunos cambios que tocan su área de influencia. Como el Ministerio de Trabajo, el Ministerio de Desarrollo Social. 

Victoria Tolosa Paz, la única albertista a la que hace tiempo se mencionaba como ministra. “Kelly” Olmos, una dirigente histórica del peronismo, que ya vivió varias vidas. Y Ayelén Mazzina para reemplazar a Elizabeth Gómez Alcorta al frente del Ministerio de la Mujer. Tres mujeres para tratar de dar envergadura al poder político de Alberto Fernández, licuado al extremo. El Presidente, cuando ya muchos lo dan por muerto, hace valer su metro cuadrado de poder. Es un “actor no contemplado de la política”, como dijimos hace algunas semanas en este espacio. 

Más allá de la anécdota, más allá de los nombres de un Gabinete que no tiene poder político porque el propio Presidente no tiene poder político, lo que muestra esta decisión unilateral de Alberto es que la unidad del Frente de Todos sigue atada con alambre. ¿Puede la coalición llegar así hasta las elecciones, hasta las hipotéticas PASO? 

Vemos que no hay acuerdo de ningún tipo, producto de un malentendido general que lleva casi tres años. Cristina se resistía al ajuste de Martín Guzmán pero decide ir a un ajuste más profundo con Sergio Massa. Alguien que además tiene ambición política propia, algo que Guzmán no tenía o que le quedaba mucho más lejos. Cristina decide dar su apoyo para un rumbo más ortodoxo y sacrificial en manos de Massa después de haberse negado durante dos años y medio.

Hacia adelante, no se sabe cómo van a hacer para seguir juntos los socios del Frente de Todos. Pero cuando decimos hacia adelante, decimos el lunes, porque no se sabe cómo van a seguir en los festejos del 17 de octubre. Con actos separados, con discursos separados, con pensamientos encontrados. 

Y después del lunes, cuando puede que haya algún cimbronazo en esta unidad maltrecha, viene el debate de fondo por las PASO. Si hay o no número para eliminarlas, que es lo que quiere un grupo de Gobernadores como Juan Schiaretti, los antikirchneristas, y otros más ligados a la Vicepresidenta, como Jorge Capitanich en Chaco.

No se sabe cómo llega el Frente de Todos porque no se sabe cómo sigue la economía, hasta cuándo se aguanta un escenario como este, de altísima inflación, la más alta en décadas. Hasta cuándo aguanta la paciencia social, hasta cuándo se evita cualquier tipo de desborde, hasta cuándo es posible que el polvorín que se repite y que se extiende a lo largo de distintos puntos del país soporte una inflación de 100% interanual. Más allá de eso y de la falta de dólares, dramas  estructurales de difícil solución, está el problema político de un Frente de Todos que no se pone de acuerdo en casi nada.

Última postal de la semana también: el Coloquio de IDEA, en Mar del Plata, donde se juntan los dueños, los gerentes, los CEOs. Agrupados bajo una consigna que busca cierto consenso y que a algunos les llamó la atención, “ceder para crecer”. Tal vez explique por qué la están juntando en pala las empresas, como lo dijo a su manera Gabriel Rubinstein cuando fue al Congreso: “Hay algo que está adelantado en esta Argentina, son los márgenes empresarios”. Márgenes exorbitantes que se explican, entre otros motivos, por las listas de precios, las remarcaciones permanentes que hacían reír a Federico Braun en un encuentro no muy lejano de AEA.

Gran parte de la dirigencia política, en especial la oposición, está reunida en Mar del Plata en este Coloquio de IDEA. Es un pequeño mundo de afinidades. Dueños del poder, dueños del segundo de publicidad, que transmiten en continuado una manera de ver la Argentina. Esa manera de ver la Argentina está sobrerrepresentada, porque se transmite desde el Coloquio de IDEA una vez al año pero vemos en continuado desde el centro de la Argentina, las 24 horas del día los 365 días del año.

¿Qué hubo de novedad? Muy poco. Juan Carlos Torre, el autor del bestseller Diario de una temporada en el quinto piso. Sebastián Ceria, un empresario importante que vive en el exterior. Y como parte de esa sociabilidad también se agregó esta vez algún encuentro en Chapadmalal donde estaban los hombres de Macri. “Pancho” Cabrera, Dante Sica, Hernán Lacunza, el exministro que tiene mejor relación no solo con Macri sino también con Larreta, con Vidal. Ahí estaba también Andreani y directivos de Ternium como Martín Belardi, detalles que contaba Francisco Jueguen en una nota interesante en La Nación. Políticos y empresarios de la oposición con muy poco de novedad, mostrando una vez más la intimidad entre el poder económico y la oposición. 

Pero, de fondo, el problema es que no hay salida virtuosa para la Argentina que viene, con o sin el Frente de Todos. Macri sigue recorriendo el espinel del poder, habla con el manual del shock, promete nuevos sacrificios. Lo mismo que propone Javier Milei. El imperativo de centro, de los abanderados del consenso, se repite pero con poco rating, con esta idea de “ceder para crecer”. Pero un consenso que en apariencia se contrapone a lo que propone Macri que dice “quiero pasar por arriba de los que se opusieron a mi rumbo de gobierno”. Sin embargo, ese imperativo de centro, ese “ceder para crecer”, incluso en boca de empresarios, de CEOs, de gerentes, es en el fondo una rendición. Una rendición después de este tobogán en el que vienen cayendo los ingresos desde hace siete años, después de estos niveles de inflación, después de esta caída monumental del salario real, después de esta brutal transferencia de ingresos que empezó durante los años del macrismo pero que continúa durante la gestión del Frente de Todos. Todo consenso es en el fondo una rendición.

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