Fuera de Tiempo con Jorge Remes Lenicov

Jorge Remes Lenicov, ex ministro de Economía de la presidencia de Eduardo Duhalde y profesor universitario, conversó con Diego Genoud sobre el desencuentro entre política y economía, la responsabilidad de la dirigencia y las razones de la recurrente crisis argentina.

“Lo que ayer era ansiedad, hoy es desesperación”. Editorial de 17/4/2021 en FM Milenium.

Fallaron todos los planes, como casi siempre. Las vacunas no llegaron en el momento en que tenían que llegar o no llegaron en las cantidades que tenían que llegar.

La segunda ola que hizo volar por los aires las previsiones de Martín Guzmán, que había recortado fuerte el Gasto Covid en el Presupuesto 2021. El número de contagios que vemos, alrededor de los 25 mil contagios por día, una cifra impensada hace tres o cuatro semanas. La cifra de muertos en Argentina ya está por encima de los 58 mil. La curva, la positividad, toda una serie de datos que hoy son fundamentales para entender el momento y la situación que atraviesa la sociedad argentina y el gobierno de Alberto Fernández.

Pero uno puede decir que lo que antes era ansiedad, ahora es desesperación. Sobre todo en el Gobierno frente a una sociedad dividida, fragmentada y astillada con la polarización, que a su vez gobierna la coyuntura y los medios de comunicación. También con mil historias distintas a la hora de opinar, pronunciarse sobre qué es lo mejor en este momento, ahora que fallaron muchas de las previsiones y vino la segunda ola.

Con una sociedad producto de la polarización, pero también producto de mil situaciones diferentes en una sociedad que vive realidades muy distintas, donde es muy difícil decir qué es hoy el punto de acuerdo, el punto en común para una sociedad como la argentina, tan castigada, que viene de tantos años de golpes, de ajustes, de devaluación, y ahora la pandemia. Una sociedad que está en estado de deliberación. Deliberando ante este contexto.

Por eso digo, con mil historias de los que dicen que hay que abrir y que hay que cerrar, los que están de acuerdo y los que están en desacuerdo con el presidente Alberto Fernández. Los que están de acuerdo en la oposición, quizás son muy pocos. Los que están de acuerdo en el oficialismo, quizás no son todos.

Lo que hay es una especie de corte transversal, una confusión general en un contexto en el que, como lo venimos diciendo, no hay soluciones fáciles ni salida virtuosa para la Argentina. Después
de los años traumáticos de Macri, después de la deuda que dejó Macri, después del ajuste que dejó
Macri y después de la pandemia, que terminó de completar un ciclo. El ciclo del ajuste sobre los salarios, sobre los ingresos de la mayor parte de la población.

Me preguntaba, se lo preguntaba al economista Emmanuel Álvarez Agis en la entrevista que tuvimos la semana pasada. Y me lo preguntaba en una nota que escribí en elDiarioAr el domingo pasado. ¿Cómo no terminar en el “sálvese quien pueda” en este contexto? ¿Cómo hacer para no terminar ahí? Por supuesto, para que eso no suceda la responsabilidad mayor es de la política, es del Gobierno Nacional.

Alberto Fernández tomó medidas. Intentó a su manera evitar ese “sálvese quien pueda” con la decisión de imponer restricciones para una situación de desborde. Para una situación que desde el
poder evidentemente se ve hoy más complicada que nunca. Porque, si no, el Gobierno no intentaría ahora apretar el botón rojo que no funcionó durante el 2020, durante su segunda parte. Fernández decide restricciones y decide también algunos paliativos. Fondos extras, 15 mil pesos para los que cobran la AUH, una especie de ATP comprimido que es el REPRO 2 de 18 mil pesos para los comercios o los locales que deben cerrar por las nuevas restricciones.

Pero Fernández intenta evitar el “sálvese quien pueda” con todas las contradicciones que lleva encima y que ya le conocemos al Presidente. Producto del apuro, producto de la falta de consenso, producto de que se quemaron todos los papeles, anuncia que se suspenden las clases por dos semanas unas horas después de que su Ministro de Educación, un hombre que nada tiene que ver con el cristinismo. No se puede decir que acá hay una diferencia entre cristinistas y albertistas.

El albertista Nicolás Trotta dice que las clases no se suspenden y, unas horas después, Alberto Fernández suspende las clases. En una contradicción y en un acto que también desmiente a Carla Vizzotti, que unas horas antes por la mañana había dicho que las clases iban a seguir. Por eso, Alberto toma medidas, intenta evitar ese “sálvese quien pueda” pero lo hace como viene gobernando el Presidente desde hace un tiempo a esta parte: a pura contradicción. Sin consultar a Horacio Rodríguez Larreta, sin consultar a gobernadores; que ahora quieren decidir ellos. Quiere decidir el Gobierno de la Ciudad. Quiere decidir Juan Schiaretti un cierre distinto. Sergio Uñac, haciéndose publicidad a sí mismo con esa campaña que cada tanto hace el Gobernador de San Juan, dice que va a conseguir vacunas a través de AstraZeneca.

La dirigencia dividida también en este contexto de crisis. Y el silencio de Cristina que, como todos sabemos, aturde muchas veces. El silencio de la Vicepresidenta en este contexto difícil, en el que el Presidente toma decisiones pero ya no como aquel “Comandante”, del que hablaba Mario Negri hace más de un año. Sino un poco como producto del hartazgo que tiene el propio Presidente, como producto de su impotencia ante una realidad que es más amarga, que es más ingrata, más
preocupante, más desesperante de lo que calculaban en la Residencia de Olivos, lo que esperaba el ministro Guzmán.

En un contexto donde la carrera global por la vacuna ya la ganaron las potencias. Ya la ganó Estados Unidos, sin duda. Ya la ganaron los que gobiernan el escenario global. La ganaron, también, algunos laboratorios que están teniendo hoy márgenes de ganancias extraordinarios. En Argentina, se suma a ese contexto de una carrera desigual que vamos corriendo desde muy atrás, la violenta paradoja de que en Garín, a 40 kilómetros de la Casa Rosada, a 30 kilómetros de la Residencia de Olivos, se fabrica en una planta del empresario Hugo Sigman el principio activo con el cual se fabrica la vacuna de AstraZeneca.

Desde que se empezó a fabricar en Garín esta vacuna, salieron el equivalente a 42 millones de dosis con destino a México. Los últimos dos embarques, dos lotes equivalentes a 7 millones de dosis también salieron en las últimas dos semanas con destino a Estados Unidos. Y no vuelven. Eso es lo que preocupa en un contexto donde la propia ministra Vizzotti dice: “Estamos en un momento crítico” o “Este es el contexto más difícil, lo que no hubiera querido anunciar nunca”. En ese panorama tan dramático, con la curva que vuelve a ascender, faltan vacunas y las vacunas se producen en Argentina, muy cerca de la Residencia de Olivos.

Y AstraZeneca le promete al Gobierno argentino que va a mandar estas dosis que está esperando
desde hace tiempo, por las cuales ya el Gobierno argentino pagó. El 60% de lo que AstraZeneca le
debe a la Argentina, está pago según lo declaró un funcionario del Ministerio de Salud en el Congreso, hace unos días nada más. El Gobierno, que está de rehén de AstraZeneca, el que se suponía iba a ser el principal proveedor cuando el 12 de agosto del 2020 Alberto Fernández anunció en Olivos el acuerdo con la Universidad de Oxford, con Hugo Sigman, con Carlos Slim.

En este contexto donde aparece la amenaza de la falta de camas, en este contexto donde tenemos
25 mil casos por día, aparece otra pregunta: “¿Por qué no se apostó antes a una vacuna Argentina?”. Pero no solo la que fabrica Sigman que está contratada por AstraZeneca. El proyecto de una vacuna argentina que se lleva adelante en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad de San Martín y el CONICET. Un proyecto que empezó hace más de un año y tuvo muy poco apoyo del Gobierno nacional y del sector privado. Porque siempre hay intereses en juego. No solo está la ansiedad, no solo está la necesidad de conseguir rápido resultados para una pandemia desconocida como esta, sino que también hay intereses en juego. Sectores que se imponen sobre otros a la hora de tomar decisiones, a la hora de apostar a determinados proyectos.

Por eso, no se apostó por la vacuna argentina, que es la que llevan adelante estos investigadores de la UNSAM y el CONICET. Un grupo muy pequeño coordinado por la bióloga Juliana Cassataro. Justamente, hace dos o tres días, estuvo ese grupo de investigadores en la Casa Rosada reunido con Carla Vizzotti, con Cecilia Nicolini. Recién ahora, el Gobierno argentino se interioriza de ese proyecto de vacuna argentina, de investigadores del sector público. Quiere decir que el Gobierno está más que urgido por conseguir, de cualquier forma, una vacuna. Quiere decir que se quemaron todos los papeles y que ahora hay que volver a ver cómo se hace.

Está también Jorge Argüello, el embajador argentino en Estados Unidos, tratando de negociar con Pfizer, tratando de negociar con AstraZeneca. Obviamente, está la Sputnik, que no da abasto para cubrir lo que demanda Argentina y lo que demandan otros países. Está Sinopharm. Están todas las posibilidades abiertas pero ninguna resuelve la urgencia que tiene el Gobierno argentino en este contexto. Por eso, Alberto Fernández cierra de apuro por dos semanas. Por eso, Cecilia Todesca se impone en la discusión interna, con Martín Guzmán de viaje, para tratar de que haya algún paliativo, lo que comentábamos la semana pasada con Álvarez Agis. Porque si vuelven las restricciones y millones de personas no pueden viajar desde el conurbano a la Capital, otra vez se deteriora, no solo los ingresos de la mayor parte de la población, sino el trabajo. El empleo de autosubsistencia, que se había creado gran parte de ese continente de precarios, está en peligro con las restricciones, y el Gobierno tiene que tomar medidas.

Vuelve Alberto Fernández a empezar de cero, como en el Juego de la Oca, pero en un contexto más difícil. Ahora pone en juego su autoridad en una sociedad que está extenuada. En una sociedad que entra en un ciclo de desesperación, de impaciencia. Y tiene ahí, a unos metros nomás, el “sálvese quien pueda” como salida. Responsabilidad de la política que eso no suceda. Sobre todo del Gobierno nacional, pero no solo.

Para Fernández ahora es distinto que hace un año. Porque la sociedad está cansada. Porque tenemos más de 58 mil muertos. Porque estamos en campaña electoral. Una campaña que, muchos dicen, es crucial para el futuro del Frente de Todos, para esta alianza que se armó de la noche a la mañana, a partir del espanto y de la crisis de Macri. Que se armó por el dedo de Cristina, por la visión política de Cristina, por el rol de Alberto Fernández, por la incorporación de Sergio Massa. Pero que se armó de un día para otro. Año electoral decisivo para ese Frente de Todos. ¿Hasta cuándo el Frente de Todos puede seguir constituido como está hoy, unido como está hoy?

Para Alberto Fernández también es distinto porque ya no tiene margen para cerrar. Ni en lo económico, porque Guzmán dijo: “Hay que terminar con el Gasto Covid, hay que reducirlo a su mínima expresión, hay que trabajar por un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional”, y ese
acuerdo viene de la mano de un ajuste que ya Guzmán empezó. El IFE y el ATP, que hoy no existen, son parte de ese ajuste. También es parte la caída fenomenal de los ingresos, que no le alcanza para comprar alimentos a gran parte de la población. Y el resto del ajuste es el aumento de tarifas, la reducción de subsidios que el Gobierno está discutiendo, con las diferencias que vemos, públicamente.

El Gobierno, Alberto Fernández en especial, ya no tiene margen para cerrar ni en lo económico ni
en lo social. Porque ya no hay paciencia, porque ya no está ese respaldo que tuvo Alberto Fernández hace más de un año. Hace mucho que ya no está. Además con una economía que, justo cuando empezaba a rebotar, padece los efectos de la segunda ola. El peor escenario para Guzmán. Un rebote desparejo, como también dijimos varias veces, que no llega a todos los sectores, que estaba motorizado por la industria, por el comercio, por la construcción. Pero que no llega a los bolsillos de la mayor parte de la población. Y la soja en niveles récord. Por eso algunos dicen: “Este es el mejor año de Alberto Fernández”. No porque vaya a ser maravilloso, sino porque el que pasó y los que vienen van a ser peores.

El agronegocio liquidó en marzo 2.773 millones de dólares, un récord absoluto, el más importante de los últimos 18 años. El agronegocio está vendiendo la soja, los sojeros están vendiendo porque con la soja por encima de los 500 dólares y con el dólar que, por supuesto, no está atrasado. Es el momento de vender. También con el éxito que tuvo Guzmán de impedir la devaluación que le pedía el mercado, que le exigía el mercado. Si había una recuperación y si había una soja récord, también había problemas elocuentes. Esto de que la recuperación no llega a todos lados, y la inflación que acabamos de ver. 4,8% en marzo, el nivel más alto de los últimos 18 meses en Argentina, y 13% en el primer trimestre del año, cuando Guzmán decía: “Todo 2021, la inflación va a dar 29%”. Paritarias que se cerraron a 29% ya empiezan a quedar atrasadas. Muy difícil, sino imposible. Por supuesto, a la oposición le parece ridículo el número del 29% que Guzmán sigue defendiendo.

A partir de ahora, Guzmán tendrá que conseguir una inflación del 1% mensual para llegar a esa meta que ya ninguna consultora considera viable. Habrá que ver si el ministro le gana, otra vez, a las consultoras esta pulseada. Parece muy difícil. La inflación que es de 13% en 3 meses, pero es de 42% en el último año. Por eso, el consumo no repunta. No hay forma de que repunte con salarios que perdieron 25 puntos en los últimos tres años, y un índice de inflación como el que dio a conocer el INDEC.

Dato de esta semana de la consultora Scentia, 18,3% cayó el consumo con respecto a 2020. Hay un
atenuante, en ese marzo de 2020 muchos fueron a stockear porque se había anunciado la cuarentena, y porque veían una temporada de encierro. Pero si uno lo compara con 2019, dos años atrás, con el año recesivo de Macri, también hay una caída del 4,7%. Cayó el consumo en este marzo de 2021 con respecto al año recesivo, al frío recesivo de Macri en 2019. De ese Macri que iba camino a la derrota electoral.

Se quemaron todos los papeles y, cuando esperaba el Presidente un respiro, cuando esperaba un
rebote, Fernández tiene que empezar de cero.

Foto de Jorge Remes Lenicov en portada: Sebastián Rodeiro

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