Fuera de Tiempo con Lorena Di Giano

Lorena Di Giano, abogada especialista en Acceso a Medicamentos y propiedad intelectual, Directora Ejecutiva de Fundación GEP, conversó con Diego Genoud sobre la carrera global por la vacuna, la Campaña “Liberen las patentes”, la ganancia de las grandes farmacéuticas y la fabricación de las vacunas Astrazeneca y Sputnik V en Argentina.

La renuncia a pensar un país”. Editorial de 24/4/2021 en FM Milenium.

Ahora sí, pareciera ser, por lo menos eso dicen, que estamos en el peor momento de esta larga emergencia, la pandemia. Y las cifras que todos los días vamos viendo, que en algún momento casi que se habían convertido en parte del paisaje, que casi no nos preocupaban, no nos alteraban, vuelven a provocarnos un sacudón, un shock. Vuelven a impactar en la agenda pública, en la del Gobierno, de la oposición, de gran parte de la sociedad.

Llegó la segunda ola y ahí estamos, en un escenario muy distinto al que el Gobierno Nacional había
previsto a fines del 2020
. Llegó la segunda ola y la preocupación ahora para el Gobierno de la Ciudad, también para el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, pasa por la falta de camas. El miedo al desborde sanitario, esa imagen que prácticamente gobernó la escena pública y la narrativa del Gobierno y de la oposición desde que se inició la pandemia. Ese temor, el temor a la falta de camas, al desborde sanitario, a que alguien se muera por no recibir asistencia sanitaria. Ese temor ahora está más cerca que nunca, está más fundado que nunca.

Al mismo tiempo, las dificultades para acceder a la vacuna en un país como la Argentina, que más allá de las decisiones y de las apuestas equivocadas o no del Gobierno Nacional, son las dificultades de un país del tercer mundo que corre desde muy atrás la carrera por la salvación. La carrera por la vacuna, la carrera global que van ganando las grandes potencias, los grandes laboratorios. En ese contexto alarmante, preocupante, no hace falta más que escuchar a la ministra de Salud Carla Vizzotti para ver que ya estamos al filo de una situación de desborde; y ahí se da la discusión municipal, local, entre el Gobierno Nacional y Horacio Rodríguez Larreta por las clases presenciales en la Ciudad de Buenos Aires. Se da en un país unitario, como sigue siendo la Argentina, donde se concentra la mayor parte de la población en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Y donde en la Argentina hoy el 40% de la población se apiña en este gran continuo urbano que va desde el Obelisco hasta el segundo, tercer cordón del conurbano.

Si uno compara con otras grandes urbes de la región o del continente, lo decía alguien del Gobierno hace no tanto, la concentración población es mucho mayor. 40% de la población en el AMBA, cuando en Brasil, alrededor de San Pablo tenés al 20% de la población. En México, alrededor del DF tenés al 21%. Cuando el 56% de los trabajadores asalariados están entre la Ciudad de Buenos Aires y Campana, que queda acá a 100 kilómetros de la Capital Federal. Por eso, acá está la mayor parte de la población. Acá se toman las decisiones. Acá se agotan las discusiones. Y acá se dilapidan muchas veces las energías en torno a discusiones menores, como puede ser lo de las clases presenciales. Porque más allá del dramatismo de la situación, hoy cualquiera que manda a su hijo a la escuela pública, incluso a la escuela privada, en la Ciudad de Buenos Aires, sabe que hoy, antes del decreto de Alberto Fernández, los chicos tienen clases cada dos o tres semanas organizadas en burbujas.

Cuando Horacio Rodríguez Larreta dice que esto es una cuestión de vida o muerte, pareciera que
por un decreto de Alberto Fernández se suspenden por tiempo indeterminado las clases cuando,
en realidad, cualquiera que manda sus hijos a la escuela en la Ciudad de Buenos Aires sabe que ya
no hay clases, que nunca volvieron las clases de acuerdo a la vieja normalidad
. Volvieron con
restricciones, volvieron con faltante de docentes, con docentes enfermos, con muchas dificultades. Y todas las dificultades que tienen los sectores de menos recursos para acceder a las clases virtuales ya estaban presentes, porque muchos chicos ya tenían o clases virtuales o tareas virtuales o iban a la escuela una vez cada tres semanas.

Si uno lo mira despojado del drama de la falta de camas, de los muertos, de un país que tiene más de 60 mil, para Larreta es una oportunidad política la que le ofreció el presidente Alberto Fernández. Cuando uno habla con funcionarios del Gobierno de la Ciudad se da cuenta de que Larreta encontró en esto una oportunidad: la de volver a erigirse como un líder nacional. Que ya lo había hecho de la mano de Alberto Fernández al inicio de la pandemia cuando Fernández lo sentaba a Axel Kicillof de un lado y a Larreta del otro. A Larreta le sirvió, a Diego Santilli le sirvió, para nacionalizarse como líderes de un proyecto al interior de otro proyecto. Líderes de un grupo dentro del PRO, el grupo
que pretende jubilar a Mauricio Macri con buenos modales
.

Sin embargo, ahora Larreta encuentra una oportunidad mayor todavía. No solo ser un líder nacional, sino además reunir detrás suyo a la gran mayoría de Cambiemos. Porque cuando Larreta se acercaba a Fernández el año pasado, era cuestionado por el ala dura de Cambiemos. Ahora que
Larreta vuelve a ser un líder nacional en el enfrentamiento con Fernández, tiene a los duros atrás
suyo. Por eso la oportunidad es doble.

El porteño Alberto Fernández, que antes de ser candidato a Presidente elegido por Cristina, era un
dirigente de la Ciudad de Buenos Aires con una historia colmada de frustraciones a nivel electoral
que nunca había ganado una elección en la Ciudad. El porteño Alberto Fernández le da una oportunidad al porteño Larreta que, obviamente, elige el atajo. En lugar de recorrer el país, en lugar
de cuestionar a Macri, Larreta aprovecha esta oportunidad. Claro, está jugando con fuego. Porque,
como lo dicen incluso algunos dentro de Cambiemos, si se muere un chico, uno de los que va en
estas semanas a clases en la Ciudad, eso le generaría un costo
, Larreta tal vez se arrepienta de jugar con fuego en este contexto.

Es el escenario en el que nadie quiere pensar. Pero al mismo tiempo estamos cansados ya de contar muertos. Las cifras no ceden, al contrario. Por eso este contexto no tiene nada que ver con el que esperaba el Gobierno Nacional. Para Alberto Fernández es una situación mucho más difícil. Para Martín Guzmán es una situación mucho más difícil de la que preveían. Porque el ajuste que pensaba ejecutar Guzmán, la reducción del gasto Covid que ordenó Guzmán era para otro país. Este país demanda otra vez auxilio del Estado y por eso el Estado ya empezó a otorgar un refuerzo a los que cobran la AUH de $15.000 y seguramente para los que tengan que cerrar los locales gastronómicos. Porque no hay nueva normalidad, porque no es tan rápido que se sale de la pandemia.

Pero Larreta elige el atajo para construirse como líder nacional. No le queda ya relección en la Ciudad y está avanzando hacía 2023 en un camino de cornisa porque no se puede pelear con Macri. Así como Alberto no se puede pelear con el kirchnerismo, Larreta no se puede pelear con ese macrismo duro. Por eso encuentra en el drama general una oportunidad y habla de que las clases presenciales son de vida o muerte cuando ya no cabe utilizar ese tipo de metáforas.

Mientras tanto, la vida de las mayorías, incluso más allá de la General Paz, es una situación complicada. Es una situación donde el rebote económico no llega a los bolsillos. Donde hay millones de personas que hacen malabares para no caer en la pobreza. Donde ya tenemos, según el INDEC, 19 millones de pobres. Y donde algunos indicadores empiezan a mostrar que el consumo no solo no reacciona, sino que vuelve a caer de manera estrepitosa. El consumo se derrumbó un 26% en marzo, la mayor caída en 15 meses, según datos de la consultora Focus Market, que indican que ese rebote que entusiasma al Gobierno, el rebote en la construcción, el rebote en la industria, el rebote en algunos sectores del comercio obviamente no llega a la demanda.

En ese contexto, en el que millones de personas hacen cada día, en todo el país, no solo en la Capital y en el Gran Buenos Aires, malabares para no caer en la pobreza se da una discusión municipal. Por eso, me pareció interesante la nota que escribió el analista político Daniel Montoya hace unos pocos días en El Economista. Ahí Montoya lo define a Alberto Fernández como el “Presidente del AMBA”. Un Presidente que toma decisiones restringidas al Área Metropolitana de Buenos Aires, acá donde se toman decisiones, donde está el poder real. Donde están los actores de poder. Pero, claro, un Presidente que cuando asumió se pensaba como el líder de ese peronismo que había sido apartado de las decisiones por Cristina, de un peronismo de los gobernadores que hablaba de un país federal. Termina con decisiones como la de ordenar la suspensión de las clases presenciales en la Ciudad de Buenos Aires como un Presidente restringido al AMBA.

“Los problemas del AMBA son nacionales, los asuntos del interior son de los gobernadores. La
presidencia del AMBA arranca con la Reforma Constitucional de 1994”, dice Daniel Montoya que sugiere que la política nacional está muerta. Hoy, las discusiones que tenemos, la energía que se dilapida en los canales de televisión, en las radios, entre la dirigencia, está restringida a temas muchas veces que solo afectan a los ciudadanos de la Ciudad de Buenos Aires. En el mejor de los casos afecta también a los del conurbano bonaerense.

Ya no hay un país, pareciera. O hace mucho que no hay un país, quizás nunca lo hubo. Lo que hay son regiones que expresan intereses pero la discusión pública está gobernada por la Ciudad de Buenos Aires. De ahí surgen los candidatos que después gobiernan la Provincia de Buenos Aires, de ahí surgen las decisiones más importantes. Si no hay un país, hay regiones que expresan intereses. Se puede ver, por ejemplo, en la Ley de Biocombustibles. Una Ley que para la mayor parte de la población es intrascendente, pero ahí se están enfrentando intereses reales de la economía real. Se enfrentan las petroleras con las cerealeras en torno a una Ley que ordena con cuánto porcentaje de biocombustible hay que cortar las naftas que se consumen en todo el país. Ahí hay un lobby feroz detrás de cámara, por un lado las cerealeras, por el otro lado las petroleras.

Gobernadores petroleros, gobernadores cerealeros. Cada uno se puede imaginar, en cada caso,
quién está jugando mucho detrás de una Ley como esa. O, por ejemplo el debate de la Hidrovía que afecta a siete provincias. Un debate del que no se habla en la televisión. Sin embargo, el ingreso de dólares a este país, donde siempre faltan dólares, se da mayoritariamente, en un 75%, por esa Hidrovía de la que ahora vence la concesión.

La clase dirigente, mientras tanto, parece en un juego muchas veces temerario. Asentada en una
zona de confort , en una comodidad, la de la polarización
. No hay hoy una discusión nacional en Argentina. Es lógico, en parte, porque tenemos a la mayor parte de la población concentrada en el AMBA, al 40%. Y es también síntoma de una imposibilidad, la de lograr pensar al país de punta a punta. Alguna vez Raúl Alfonsín habló de mudar la Capital a Viedma. Julián Domínguez, que fue ministro de Agricultura de Cristina, que fue Presidente de la Cámara de Diputados, pensó en algún
momento en ser candidato a Presidente y habló de mudar la Capital a Santiago del Estero. Perdió después la interna del peronismo con Aníbal Fernández y ahí se acabó su carrera política. Por lo menos hoy, hace cuatro o cinco años que, aunque sigue activo, no se lo ve en la discusión nacional. Son dos antecedentes, en los últimos 30 años que se pueden traer al presente, de alguna idea de cómo pensar un país que no esté concentrado en el AMBA, que surgió de la clase dirigente. Y cuando se habla de la clase dirigente, como decía Jorge Remes Lenicov, no se habla solo de la política. Se puede hablar del gran poder económico, se puede hablar de los medios de comunicación, se puede hablar del sindicalismo.

Lo que hay es, detrás de esta discusión, detrás de la histeria por las clases presenciales, detrás de
los argumentos válidos, detrás de toda la energía que se dilapida en discutir como si fuera un asunto de vida o muerte en el marco de 60 mil muertos. Lo que hay, me parece es, además de la emergencia que impide pensar a largo plazo, la urgencia a la que está siempre sometida la Argentina, más desde los años de Macri, más desde que se impuso la pandemia. Pero lo que hay de fondo es la imposibilidad de volver a pensar un país. La renuncia de volver a pensar un país que incluya a todos sus habitantes.

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