Fuera de Tiempo con Mariana Gené

Mariana Gené, doctora en Ciencias Sociales y coautora de El sueño intacto de la centroderecha. Y sus dilemas después de haber gobernado y fracasado (Siglo XXI), conversó con Diego Genoud acerca de los panoramas que se abren frente a la renuncia de Mauricio Macri a la candidatura presidencial.

“No se puede, el mensaje de Macri para el macrismo”. Editorial 28 de marzo en Radio con vos.

Buenas noches a los que nos escuchan a esta hora, tarde ya, cuando el martes se termina. Buenas noches y saludos también para los que escuchan este editorial durante toda la semana a través de las distintas plataformas como Spotify y RadioCut. 

El tema central de la semana: la renuncia de Mauricio Macri a ser candidato a presidente. Hecho central pero además bisagra para la historia de la oposición que surgió en rechazo al kirchnerismo, al peronismo, y que ya se recibió de actor estable de la política argentina. Lo demostró en 2019 después de un gobierno que terminó mal como el de Mauricio Macri. Y lo demuestra cada día de 2023, año electoral en el que, se supone, Juntos tiene más chances que nadie de volver al poder.

La renuncia de Macri puede interpretarse de muchísimas maneras. Obligado el expresidente da un paso al costado en lo que puede ser una muestra de grandeza —como muchos dijeron, sobre todo los que lo quieren bien a Macri—, de lucidez o de resignación. Macri, que se rinde ante la evidencia de que no puede volver a ser candidato a Presidente, de que tiene una imagen negativa muy alta, aunque no es el único, y de que lo que viene no será fácil para el próximo presidente, además. 

Macri se corre, abre un escenario de disputa, le permite a la oposición ordenarse, sobre todo al PRO, el partido principal, la viga maestra de lo que es esta coalición de Juntos. Pero al mismo tiempo que abre esa competencia entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, Macri acepta que no puede lo que quiere. Lo que él mismo viene recomendando desde hace tiempo, desde que empezó a escribir libros, desde que recuperó la centralidad un poco gracias al mal gobierno y las dificultades del Frente de Todos con la pandemia, con la sequía, con la guerra. Pero sobre todo con la propia alianza de Gobierno, que se convirtió en una maquinaria perfecta para darle legitimidad a Mauricio Macri. El ex presidente no tendría la centralidad que tiene hoy si no fuera por esta experiencia defectuosa del Frente de Todos.

Por eso deja una alianza más ordenada, en donde habrá que ver qué rol tiene el radicalismo. Y obliga, al mismo tiempo, al Frente de Todos a ordenar sus disputas. Acelera un proceso electoral que ya había comenzado y se corre para alegría de, primero, el 90%, 95% de la dirigencia de Juntos que está de fiesta, más allá de lo que digan en público porque desde hace tiempo no conviene dentro del espacio cuestionar al expresidente. Lo cierto es que nadie lo quería como candidato, o unos pocos, un grupo muy pequeño de incondicionales. 

A nivel social probablemente sea distinto porque Macri se constituyó en un líder, en el que mejor expresa el reverso del kirchnerismo. Irreductible, ese líder que se convirtió en el mejor antídoto frente a Cristina. Quizás Macri tiene más adhesión a nivel social que a nivel dirigencial. Incluso, si uno pregunta entre los empresarios, que se supone son actores que naturalmente apuestan a un triunfo de Juntos, los empresarios también festejan que Macri se haya corrido de escena en esto que algunos llaman “un gesto de grandeza”, “un gesto de generosidad”. Que surge, además, de una imposibilidad evidente, después de tanto ver encuestas, y ver que no tenía chances de ganar una elección. Quizás podría haber ganado Macri una interna pero le hubiera costado muchísimo más ganar la elección y volver a ser Presidente.

Si bien Macri se fue con un apoyo envidiable después de la experiencia traumática que fue su gobierno, sobre todo los últimos dos años, el respaldo no pudo la reelección. Fue el único Presidente que no pudo acceder a la reelección y las encuestas coinciden en que la sociedad le picó el boleto. Eso explica esta decisión, que es importante, porque ordena la competencia dentro del PRO y, yo diría, porque tiene consecuencias dentro de toda la alianza de Juntos, porque apura también las definiciones dentro del Frente de Todos y casi que deja descartada la posibilidad de que la Vicepresidenta vuelva a ser candidata como le pide su grupo de incondicionales.

Sin dudas, hay un mérito en Macri pese a que lo que hace es reconocer una debilidad manifiesta, y ese mérito es aceptar una realidad que no lo beneficia. Hay otros dirigentes que no la aceptan. Y no estoy hablando solo de Cristina, a la que muchos ven siempre en espejo con Macri. 

La dirigencia política, que tiene que ir a elecciones cada dos años, está llena de dirigentes que no aceptan que su tiempo se terminó. Incluso no tienen votos propios pero siguen empeñados en ocupar algún cargo, en alguna posición expectante, pese a que muchas veces también la sociedad les picó el boleto. 

Como decía, primero, el más beneficiado por el experimento defectuoso del Frente de Todos, es el expresidente que se corre de la escena y deja otro mensaje. No solo va para sus seguidores, sino también que va para los candidatos que lo quieren reemplazar, que quieren liderar el espacio de Juntos. Porque el que dijo “Hay que hacer lo mismo pero más rápido” es ahora quien se corre, como si dijera “animémonos y vayan”. 

Mauricio Macri está envalentonado por la presencia de Milei, envalentonado por la deriva del Frente de Todos, admite que no tendría que haber titubeado, que tendría que haber avanzado mucho más rápido. Dice que hay que ir a un ajuste de shock, que hay que hacer las transformaciones. Que hay que recuperar aquello de reformismo permanente del que hablaba Macri, pero sin dudar, sin detenerse. Ese mismo candidato, ese mismo dirigente, ese mismo líder ahora se corre y admite que alguien lo tiene que hacer porque él no puede hacerlo, en un contexto donde no hace falta contar las dificultades que atraviesa primero la sociedad y después el Frente de Todos.

Lo vimos la semana pasada, casi en un gesto de desesperación, a Sergio Massa en una operación cuestionada por toda la oposición pero también por algunos dirigentes del peronismo como Diego Bossio. Un Massa que, para evitar la devaluación —porque no tiene los dólares que necesita, porque no sabe cómo hacer frente a los dólares que le faltan producto de la sequía—, decide rematar los bonos del ANSES, el organismo que le permitió a él convertirse en un dirigente nacional. Decide ir a contramano incluso del manual del kirchnerismo, debilitando, desfinanciando al ANSES y otros organismos públicos que tienen todavía títulos en dólares. 

Una operación muy cuestionada desde la oposición de Juntos hasta Claudio Lozano y Diego Bossio. Distintos actores y distintos tipos de economistas cuestionan este manotazo de ahogado del ministro de Economía Sergio Massa. Contexto de 102% de inflación interanual, de caída de reservas, con el regreso de una fuerte presión por una devaluación. Aparece Massa tratando de pedir clemencia al Fondo Monetario Internacional y Alberto Fernández que busca que Biden lo ayude para que el Fondo habilite algún tipo de beneficio para llegar a las elecciones. 

De eso estamos hablando, de un Gobierno que tiene dificultades con los dólares, con los precios, de un Ministro al que se le queman todos los papeles. En ese contexto es que Macri se corre, cuando vuelve la presión devaluatoria y cuando muchos se preguntan cómo va a hacer el próximo Gobierno para comenzar. Falta pero algo está claro. La herencia que le toca al próximo Presidente no va a ser sencilla. La oposición está hermanada con el 90% de los economistas de Juntos recomendando lo que dice Macri, hacer lo mismo pero más rápido. Ajuste de shock. En todo caso, la discusión en Juntos es cómo se puede bancar ese ajuste, de dónde va a salir el apoyo.

Por eso hay dos mensajes que deja Macri. Uno puede ser leído en clave de grandeza, de lucidez, de resignación, como dicen sus amigos. Pero se puede leer un mensaje del expresidente también en otra clave, a su propia fuerza política, sobre todo, a la dirigencia. 

Desde hace meses Macri dejaba trascender, cuando uno hablaba con sus colaboradores, o cuando él mismo hablaba con su entorno, con periodistas amigos, que lo único que lo detenía en su objetivo de jugar “el segundo tiempo” era la duda que le surgía cuando veía los números del ajuste que le presentaba Nicolás Dujovne y es necesario hacer en la Argentina. 

Ajuste después del ajuste en una sociedad que lo viene sufriendo desde hace muchísimos años. No hace falta más que ir al almacén para ver lo que implica en los bolsillos de la mayor parte de la sociedad, lo que cayó el poder adquisitivo. Sin embargo, la mayor parte de Juntos está convencida de que la única salida es ir a un ajuste de shock. Más profundo y  más violento en poco tiempo. 

¿Qué consecuencias sociales va a tener eso? Eso mismo se preguntaba el propio Macri, cómo hacerlo. Contaban sus propios colaboradores que dudaba como si tuviera miedo de llevar adelante la cirugía que él mismo recomendaba. Era lo único que lo detenía y fue la razón principal por la que Macri decide finalmente dar un paso al costado. No por una grandeza de dejar nacer nuevas generaciones de dirigentes, sino por la dificultad de ver que él no tiene el plafón, el margen para llevar adelante lo que él mismo recomienda.

Alguien podría decir que Macri decidió no avanzar porque tenía miedo de lo que podría suceder. El creador, el ideólogo de “hay que hacer lo mismo pero más rápido”, se corre. Como si hubiera aprendido una lección, como si admitiera que ahora no se puede.  

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