Mariano Canal, sociólogo y escritor, conversó con Diego Genoud sobre la identidad del kirchnerismo, las internas en el Frente de Todos y la llegada de Sergio Massa al Ejecutivo.
“Las dos caras del superministro”. Editorial 6 de agosto en FM Milenium.
Semana uno de Sergio Massa como superministro. Más que un Primer ministro: un interventor del Gobierno. Semana uno de Sergio Massa con el traje de salvador, que él contribuyó a ponerse y le pusieron sus amigos. Ahora ese traje empieza a pesar, no se sabe si a favor o en contra.
Quedaron claras dos o tres cosas en estos siete días iniciales. Primero, lo que se ve, lo que salta a la vista. El apoyo formidable que tiene y que es la envidia de toda la clase política. Vimos en la Casa Rosada el apoyo empresario de algunos de los que hablamos en este mismo espacio, hace una semana, sin saber que iban a estar en la Casa Rosada.
José Luis Manzano, el dueño de EDENOR, el dueño del Grupo Vila-Manzano, del Grupo América. Marcelo Mindlin, empresario muy importante, ganador de todas las eras del área energética, dueño de Pampa Energía, el comprador de la empresa del clan Macri que ahora está construyendo en Vaca Muerta la obra civil del Gasoducto Néstor Kirchner. Francisco de Narváez, el dueño de Walmart, también estuvo en la asunción de Sergio Massa. Daniel Funes de Rioja, representante de las grandes empresas, de todas las entidades patronales, abogado patronal. Hugo Moyano, Armando Cavalieri, Antonio Caló. Víctor Santa María, dueño de medios de comunicación, sindicalista del SUTERH, miembro del PJ porteño.
Más todo un apoyo que no estaba en la Casa Rosada pero igual se puede ver. Por ejemplo, de algunos de los representantes del Grupo Clarín y en la cobertura diaria. Ni hablar de INFOBAE, el tanque de Daniel Hadad, gran amigo de la familia Massa desde hace muchos años.
No solo tiene apoyo local, como quedó claro con el viraje de Claver-Carone, el titular del Banco Interamericano de Desarrollo, que había sido hasta poco prácticamente un enemigo de la administración Fernández tras haberle arrebatado a Latinoamérica el sillón que le correspondía en el Banco Interamericano de Desarrollo. Claver-Carone dijo: “A Massa le voy a prestar lo que a Batakis no pensaba prestarle”. Millones de dólares, por ahora, es parte de lo que Massa tiene como capital inicial.
Pero además hay fondos de inversión de Estados Unidos que responden a Sergio Massa y bancos que lo respaldan, muchos de los cuales fueron los apoyos que tuvo en su momento Mauricio Macri para su aventura de Gobierno. Gran parte de quienes se ilusionaron con el Proyecto Macri hoy están detrás del Proyecto Massa. Pero es un apoyo que va para un peronista sui generis como es Sergio Massa, formado en la UCD durante seis años, nacido al peronismo de la mano de Graciela Camaño, de Luis Barrionuevo, con muchos años en la política encima.
No es tan raro si se tiene en cuenta que Macri y Massa fueron socios políticos entre 2013 y 2017. En 2013 sellaron una alianza en la Provincia de Buenos Aires cuando Massa armó el Frente Renovador. Por entonces, Massa ninguneaba a Macri que corría desde atrás como líder opositor. Tanto que, un día, Macri tuvo que salir en Radio Mitre y, en un diálogo con Marcelo Longobardi, decir: “Hasta tanto Massa desmienta el acuerdo que firmamos, yo lo sostengo porque lo firmé en persona con él”. Se había enojado Macri con aquel ninguneo de aquel Massa todopoderoso y antikirchnerista. Después Macri,ya como presidente, lo llevó a Davos y lo presentó ante Biden como el jefe del peronismo.
Si fueron socios durante por lo menos tres o cuatro años, no es raro que Massa concite los apoyos que en su momento concitó Macri, aunque hoy Massa y Macri no se puedan ni ver. El apoyo que tiene Massa y no tuvo Macri es el de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el de la agrupación La Cámpora, el de sectores como el de la CTA de Hugo Yasky. Ahí está la sorpresa en todo caso.
La semana pasada, como parte de este envión inicial de Sergio Massa, Cristina lo recibió en el Senado y se sacó una foto. En una punta de la mesa estaba Cristina, para los observadores de ese tipo de detalles. En la otra, estaba Massa que se tenía que dar vuelta para aparecer en la foto. No era una foto donde Cristina abrazaba a Massa o sosteniéndolo, por ejemplo; sino que estaban enfrentados. Es el apoyo más grande que Cristina le puede dar hoy a este hijo no deseado del Frente de Todos que es Sergio Massa, producto de la enorme decepción de la Vicepresidenta con el inquilino de Olivos Alberto Fernández.
¿Cómo es posible que Massa tenga tanto apoyo? El del Senado, el de La Cámpora, el de los bancos de inversión, el de la Embajada de Estados Unidos, el de los grandes medios de comunicación, el de los empresarios más poderosos de la Argentina. Todos quieren que Sergio se ponga el traje de salvador y los salve. ¿Pero puede salvar a todos al mismo tiempo? ¿Puede salvarse a él? ¿O se van a ahogar algunos en el camino? Eso es lo que todavía no está claro.
Junto con ese apoyo formidable y descomunal que mostró Massa, lo segundo que pudimos ver esta semana son las dos caras del superministro. La jura de Sergio Massa, la euforia generalizada, el cántico del massismo residual de “borom bom bom, borom bom bom, somos del Frente Renovador”, que se cree victorioso en la Casa Rosada. Al tiempo que lo estaban velando a Alberto Fernández, los resabios del massismo estaban de fiesta. Lo acompañaron incluso en el peor momento, cuando Massa se deshilachó y perdió adhesiones.
Esa escena, la jura de Sergio Massa, la fiesta en medio de una situación crítica, deja muy clara la naturaleza de Sergio Massa, el ADN de Sergio Massa del que hablábamos en este programa la semana pasada. Esa tentación del superministro de almorzarse la cena. No puede contra ese esencia. Los resabios del Frente Renovador, del massismo residual, festejando en pleno velorio de Alberto Fernández contrasta con la otra escena, con cuando lo vimos a Massa, como alguien me decía, más aplomado. Leyendo su discurso, ahí sí en el rol de Ministro de Economía, domando su propia ansiedad con la intención de transmitir una imagen de seriedad, consciente del desafío y de los problemas que existen. Tratando de despegarse del traje de salvador que él mismo se puso. Casi como si dijera “no soy un salvador”.
El del Ministerio de Economía es el mensaje de un Massa que busca contener la euforia y busca ocuparse de los problemas. Sobre todo, poniendo como eje principal de su gestión el orden fiscal. Léase ajuste fiscal. Porque Massa, con el apoyo de Cristina, de La Cámpora, va a poder hacer lo que Guzmán no pudo.
El tercer dato es que se viene un ajuste muy grande, porque Massa quiere cumplir con el Fondo. Quiere cumplir ese acuerdo que La Cámpora decía que era incumplible, incluso antes de la guerra. Y lo hace ahora con el apoyo de la Vicepresidenta, con el apoyo de la agrupación del hijo de la Vicepresidenta.
Cristina debilitada, forzada por el fracaso de Alberto Fernández, se entrega por el momento al arte de Massa y asume que no hay margen para otra cosa, para kicillofismo, para Augusto Costa, para ninguno de los economistas que uno identifica como los de confianza de la Vicepresidenta. Así termina Massa como salvador, porque se debilitó tanto el Frente de Todos en sus 32 meses de Gobierno. Hoy Massa está a cargo prácticamente del Gobierno con este apoyo envidiable del que hablaba y que solo Horacio Rodríguez Larreta puede empardar.
No hay otra figura en la política que tenga el blindaje mediático que tiene Massa. Solo lo tiene Rodríguez Larreta desde la Ciudad de Buenos Aires, todavía como una figura que no termina de cruzar la General Paz. Hay que ver si, cuando salta a la Nación, conserva ese blindaje. A Macri le duró poco. Tuvo muchísimo apoyo mediático pero en un momento lo empezó a perder, a medida que avanzaba el desastre de su gestión. Después de todo ese ida y vuelta que dio, después de dar la vuelta al mundo en tan pocos años, Sergio Massa sigue teniendo ese apoyo casi sin fisuras.
Pero llega Massa y, este es el problema de fondo, en el peor momento. Con una fuerte presión por la devaluación, con una inflación descontrolada. Ahora viene el índice de julio en un 7% u 8% tras la salida de Guzmán y la corrida cambiaria. Y con salarios e ingresos que vienen perdiendo. Algo que en este espacio siempre mencionamos aunque no sea la agenda que domina la discusión pública.
En un informe del Mirador de Actualidad del Trabajo y la Economía, un grupo de economistas de Rosario, se hablaba de dos economías. La brutal caída de los salarios informales, jubilaciones y el sector popular mientras crecen algunos sectores, aunque menos por la falta de dólares, porque no hay plata. Crece la economía y en algunos sectores crece también el empleo. Pero eso se da al mismo tiempo de que la inflación golpea muchísimo y se devora los ingresos de los que no están registrados. Sus ingresos, dicen los economistas del MATE, retroceden a niveles de 2001, lo cual no es sostenible, según dice este grupo de economistas de Rosario liderado por Sergio Arelovich.
Aquel es un drama del que hasta ahora Sergio Massa no habló y no hablan tampoco la mayoría de los sectores que lo apoyan. Una curva de salarios que no deja de caer desde el 2015. Actualmente, el nivel de los salarios es 7% más bajo que en el último año del gobierno de Macri, donde ya estábamos mal. En el reparto de la torta, dicen los economistas del MATE, los asalariados se llevaban con el último Macri, un Macri muy debilitado, 2 puntos más de los que se están llevando hoy.
En 2018, las jubilaciones se llevaban el 52% del gasto total del Estado. Hoy se llevan el 42%. Perdieron 10 puntos en el reparto: eso se llama ajuste, eso se llama licuación. Por eso viene Massa como salvador con gran apoyo a hacer un ajuste después del ajuste. Esa es la tarea inicial de Sergio Massa.
No solo se encuentra con una inflación descontrolada, con salarios muy deteriorados, con sectores que son empujados cada día a la pobreza, sino que lo que más le preocupa a Massa y todavía no se sabe cómo va a resolver es la falta de dólares. Según la Consultora EcoGo, de Marina Dal Poggetto, le quedan dólares al Banco Central para diez días, no más que eso, si sigue perdiendo reservas como perdió esta semana el superministro de Economía. La pérdida de dólares del Banco Central precede al propio Massa, es una dinámica que no pudo revertir en esta semana.
Junto con el ajuste de tarifas que viene, con el recorte de subsidios, viene la gran operación de Massa para tratar de conseguir dólares. Los dólares que le faltan al Banco Central pese a que Miguel Pesce, todavía titular del Banco Central, tuvo un superávit comercial de 30.000 millones de dólares que se evaporaron.
Argentina tuvo 30.000 millones de dólares de superávit comercial en los años del Frente de Todos y, sin embargo, faltan dólares con la soja en niveles récords. En eso está trabajando Massa en estas horas, para tratar de apurar la negociación con el agronegocio, con los exportadores para que le den un adelanto de dólares para llegar a esos 5.000 millones de dólares que se propone obtener en el corto plazo, para empezar a respirar.
La pregunta es, primero, si lo consigue. ¿Cuánto le pueden durar esos dólares con una brecha que está en el 100%? Esa es la pregunta que se hacen algunas consultoras y algunos economistas que le dijeron que no iban a asumir cuando Massa los fue a ver. “Vení, subite a este tren”, invitaba Massa, pero esos economistas le dijeron que era imposible si no había una devaluación. “Por más dólares que consigas, si no devaluás, se te van a seguir yendo por la puerta”. Entran por una y salen por otra, los regalás para los importadores que se lo llevan a $130 y que en algunos casos están stockeando. Es decir, están practicando el deporte de robarle dólares al Banco Central.
La otra pregunta que también se hacen pocos es cómo volver al crecimiento con esta caída del poder adquisitivo, con esta licuación de los ingresos, con la suba de tasa de interés que se empezó a profundizar ahora y sin dólares. ¿Viene un periodo de recesión en el corto plazo? ¿Se frena el crecimiento de todos estos meses? Son las preguntas que Massa tiene que responder.
Semana 1 del superministro. Llega con mucho poder, tanto que empalaga verlo a Massa tan blindado. Pero llega en una situación extrema y, si no logra encontrar rápido una salida, el traje de salvador que el superministro se puso le va a quedar enorme.