Fuera de Tiempo con Marina Farinetti

Marina Farinetti, politóloga, profesora de la Universidad Nacional de San Martín y autora de La trama del juarismo. Patrimonialismo y democracia en la política provincial argentina (Eudeba), conversó con Diego Genoud sobre el poder político de Carlos Arturo Juárez y lo que significó el Santiagueñazo de diciembre de 1993.

“Massa y su ADN”. Editorial 30 de julio en FM Milenium.

En la cubierta del Titanic, Sergio Massa logró finalmente lo que quería. El Superministerio que venía promocionando el ex intendente de Tigre desde hace un año más o menos, por los canales amigos que le sobran. Dueño de un poder de lobby formidable, envidiable, único, que toda la clase política quisiera tener pero por alguna razón Massa es uno de los pocos que lo tiene.

Quería llegar al poder con este Superministerio que Alberto Fernández le inventó, que Cristina convalidó a su Jefe de Gabinete en el 2009, durante su primer Gobierno. Ahí Massa había comprobado que aquel era un rol decorativo. Hasta hace poco decía, incluso a Santiago Cafiero, a Juan Manzur: “Es el peor lugar en el que me tocó estar”. Massa no quería volver a la Jefatura de Gabinete.

Se fue en su momento por las diferencias con Cristina, por las diferencias con Néstor Kirchner, que todavía vivía. Desde 2009 hasta hoy, desde que estuvo en el Poder Ejecutivo hasta hoy, Massa dio la vuelta al mundo. Se convirtió en el líder de la oposición, creó el Frente Renovador. Armó un equipo, presentó listas. Ganó una elección en la Provincia de Buenos Aires. Ahí se demostró distinto a todos los que hacían antikirchnerismo porque le pudo ganar a Cristina en PBA: en 2013 sacó el 44% de los votos en las elecciones generales. Aunque desde ese momento de auge hasta ahora Massa no hizo más que perder poder. 

Es para prestar atención a este desembarco de Massa al superministerio. Desde su auge en 2013, Massa se vino deshilachando. Perdió las elecciones en Tigre como candidato a Senador en 2017, salió tercero no solo a nivel nacional. Sin embargo, tantas veces escuchamos el factor Massa, el proyecto de Massa. Macri que en Davos lo presentó ante Biden, por entonces vicepresidente, como el jefe del peronismo en Argentina. Por eso decimos que tiene una capacidad de lobby inigualable, fenomenal. 

Incluso cuando está en la lona. Cuanto más barato vale, más caro se vende, me decía alguien. Evidentemente eso es un mérito si uno lo mira en relación a un Gobierno que se cae a pedazos como es el del Frente de Todos. 

Al Massa opositor al kirchnerismo se lo tragó, se lo llevó puesto el macrismo. Porque Macri se rebeló como un vehículo más efectivo para expresar al antikirchnerismo que el propio Massa.

Massa no solo perdió elecciones, el caudal electoral, que era su principal activo. Los votos, lo que a Cristina le preocupaba. Sino que además se convirtió en uno de los políticos de peor imagen en la Argentina. Todas las encuestas, incluso las que paga Massa —y son muchas—, muestran que está entre los políticos de peor imagen. Tiene ese grandísimo problema. Sin embargo, ahora es más que un Primer Ministro, queda a cargo del Gobierno. Deja al Presidente casi en un rol decorativo.

Tiene el déficit de la credibilidad. Cuando le preguntaron por Massa, Marcos Peña lo inmortalizó durante el gobierno de Macri: “Es la persona menos confiable del sistema político”. Desde el kirchnerismo, que todavía no soñaba con su reconciliación con el massismo, acordaban con aquella definición. Quizás era en lo único que acordaban con Marcos Peña. 

Desde ahí para acá, Massa luchó mucho contra ese estigma. Hizo grandes esfuerzos para tratar de que la ansiedad, que tantas veces lo traicionó, no lo volviera a hacer. Y empezó a ganar la confianza de algunos actores. De algunos nunca la había perdido, y esos son prácticamente sus socios: grupos empresarios, grupos de poder, grupos de medios. Pero así como perdió caudal electoral, Massa ganó en este tiempo posiciones de poder y ganó la confianza de la Vicepresidenta. Primero de su hijo, Máximo Kirchner, aquel que fue Jefe de la bancada del Frente de Todos.

Aún en su debacle, aún en su caída, y esto es importante para entender el ADN de Massa y por qué Massa ahora desembarca con tanto poder sin tener los votos, siempre mantuvo por lo menos dos cosas. Una, su ambición de poder. Su decisión de construir poder. Esa lucha sin cuartel por estar entre los que toman las decisiones y cerca de los dueños de la Argentina, que son sponsors de Massa y lo acompañaron incluso cuando Alberto Fernández asumió en 2019. No es un secreto: estaban en el palco en el Congreso con Malena Galmarini. Hablo de Marcelo Mindlin, el dueño de Pampa Energía, que en su momento le compró la empresa al primo de Macri, IECSA. La misma empresa que era de Franco y ahora se llama SACDE, y es la que va a construir la obra civil en el Gasoducto Néstor Kirchner en Vaca Muerta. Mindlin, poder permanente total en la Argentina, está muy contento con el triunfo de Massa. Hablo de el Grupo de medios Vila-Manzano, dueños del Grupo América. Hacía picos de lawfare durante los años del macrismo. Muy opositor al kirchnerismo, muy alineado con Comodo Py por ese entonces y hoy más bien alineado con el Gobierno. Van a ver las pantallas de América al rojo vivo a partir de ahora, transmitiendo las bondades del presidente Massa.

También hablo de Jorge Brito, empresario, dueño de bancos, fundador de Banco Macro, que murió hace un año y pico. Lo entrevisté en vida para el libro Massa. La biografía no autorizada (Sudamericana). Él me contó sobre esa relación, y no era ningún secreto la relación de muchos años. Tampoco la relación con Sebastián Eskenazi, con Daniel Hadad, dueño de Infobae. 

Medios grandes algunos, empresas en sectores estratégicos de la Argentina otros, como el energético y el financiero, hoy están de fiesta porque llegó Massa a gobernar Argentina. Y la Embajada de Estados Unidos, por supuesto. Massa quedó inmortalizado en los cables del WikiLeaks. Hay dos libros de Santiago O’Donnell donde se cuentan sus encuentros con la embajadora Vilma Martínez. La Embajada de Estados Unidos no necesita de Massa para defender sus intereses en la Argentina, pero es un buen amigo de los intereses de los norteamericanos. Como hay muchos en el Gobierno y en la oposición. Ese bloque de poder empresario viene adosado a Massa y creen que llegó el momento del giro hacia las demandas del mercado. 

Finalmente llega deshilachado al poder el proyecto de la avenida del medio. Que más que avenida es el callejón, el pasaje del medio Sergio Massa, interventor en el Gobierno del Frente de Todos. 

La tarea que tiene es apurar el ajuste, lo mismo que le pedían a Silvina Batakis. La ministra que duró nada y fue echada de mala manera. Venía de Washington y se enteró en pleno vuelo, o se enteró cuando iba. No duró demasiado la épica del sciolismo. 

La tarea de Massa es recuperar la gobernabilidad, calmar a los mercados, que ya transitan un alivio. Como me decía uno de estos empresarios hace unos días, la primera tarea es reducir la emisión, el déficit. En criollo, ajustar. La segunda es bajar la inflación para que deje de devorarse los ingresos de los que viven de un salario en pesos. Es mucho el poder que está detrás de Massa y se juega una parada difícil porque el contexto no es para nada sencillo. Tiene que desactivar una bomba todavía. 

Quizás Massa hubiera querido asumir después de la devaluación. Pero se reunieron el Presidente y la Vicepresidenta y apuraron este desembarco. Diría, más bien, que fue Cristina la que apuró este trámite, contra el deseo de Alberto Fernández, que se resistió como pudo, sin armas para resistir.

Es interesante analizar a partir de ahora los equipos que arme Massa, algo para lo que siempre tuvo capacidad. Lo hizo durante el Gobierno del Frente Para la Victoria, cuando era miembro del Frente Renovador. Pero ahora muchos de los economistas que se mencionaban —como salió alguna nota, incluso en Clarín, con “el plan Massa”— no estaban ni enterados de que Massa iba a asumir. Ni siquiera venían hablando con él. Por ejemplo Martín Redrado, que está en el exterior y hace un tiempo salió a decir que no habla con el tigrense y que no es uno de los economistas que armó el supuesto plan. Miguel Peirano también está en el exterior por cuestiones de trabajo, no es tampoco uno de los economistas que armó el supuesto plan.

Lo más probable, todo indica, es que Massa llegó y ahora va a ver cómo hace para poner un plan en marcha. Quizás no esperaba que le dieran tanto poder. Quizás había pedido tanto que ni siquiera él creía en que se lo iban a dar. Pero es tal la emergencia, tal la debilidad del Gobierno, que Massa consiguió lo que quería. Le llegó incluso antes de que tuviera preparado el plan de salida, por el que tanto se le reclamó a Martín Guzmán. Massa tampoco tiene todavía un plan. Lo estará armando ahora, de apuro.

Para entender el ADN de Massa hay que pensar que vive para la política, para el poder, y que siempre apuesta por más. Eso es una característica que lo distingue de otros políticos que trabajan a reglamento. Se puede decir que también ganó algo en este tiempo. Aprendió a domar la ansiedad que tantas veces lo traicionó. Algunos se acuerdan de los carteles que había en la autopista, “faltan tantos días”, como si en 2015 hubiera tenido chances de llegar a la presidencia.

La segunda cuestión importante, además de que no hay que subestimarlo, es que llega producto de este gran experimento fallido que es el Frente de Todos. Llega porque todo lo que se dijo hasta ahora estaba escrito en el agua. Llega porque al Gobierno todo le dura nada. Llega porque nada es lo que parece.

Cuando se fue Martín Guzmán, tan cuestionado por todo el Frente, se vino abajo el Gobierno de Alberto Fernández. Era tan frágil su Gobierno que dependía de un recién llegado a la política como Guzmán. Massa tiene los años y la ambición de política que el platense no tenía. Aunque probablemente no sepa de economía. Con su llegada, Massa se carga a Daniel Scioli, a Silvina Batakis, a Julián Domínguez, a Gustavo Beliz, a Juan Manzur. Cayeron todos por el huracán Massa, el propio Scioli del que se hablaba como presidenciable. Tantas veces nos apuramos a trazar escenarios en medio de la emergencia y nadie sabe cómo va a ir.

Massa es una figura política que tiene la capacidad de vender fantasía todo el tiempo, que cautiva a los desprevenidos, que cautiva a los y las periodistas. Después, muchas veces, sus promesas no se cumplen. Pero como sería un error subestimarlo, también sería un error creer cada uno de sus fuegos de artificio, que son muchos en el caso del Superministro. 

Referido a la cuestión de la mala imagen de Massa, que él viene a revertir en la que piensa que es su última oportunidad, alguien me decía: “Sergio pone plata en todas las gomerías pero nadie le cambia las cuatro cubiertas”. Se habla tan bien de Massa, que uno no entiende cómo puede ser que sea uno de los políticos con peor imagen. 

Tiene la oportunidad de demostrar que va a revertir esa imagen. Si algo no se le puede negar tampoco es que se viene preparando hace tiempo para llegar al poder. No se le dio por la vía de los votos, pero se le dio gracias a la crisis profunda del Frente de Todos. Un Gobierno extraviado, un carnaval de improvisación. Todo ese escenario endemoniado, con siete semanas de corridas cambiarias, derivan en este nuevo comienzo. Ahora empieza el Gobierno de Massa, el callejón del medio. La salvación o la inmolación. 

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