Fuera de Tiempo con Natalia Zaracho

Horas antes de ser reprimida en la manifestación de apoyo a la Vicepresidenta, Natalia Zaracho, diputada nacional por el Frente de Todos, referente del Frente Patria Grande y trabajadora de la Economía Popular, conversó con Diego Genoud sobre Cristina, la crisis económica y el futuro del Frente Patria Grande en la coalición de Gobierno.

“Ser Cristina”. Editorial 27 de agosto en FM Milenium.

Semana tomada por el pedido del fiscal Diego Luciani para que la Vicepresidenta vaya a la cárcel durante 12 años y deje de ocupar cargos públicos, sea inhabilitada de por vida. En la causa vialidad, el fiscal federal marcó el regreso de Cristina al centro de la escena política pero mucho más de lo que estamos acostumbrados, sobre todo en estos años del experimento defectuoso del Frente de Todos.

Desconocido hasta 2013, asumió durante los años del kirchnerismo, del último cristinismo. Diego Luciani era, según Rodolfo Tailhade, el diputado del Frente de Todos, “un chupamedias del kirchnerismo”. Pero detrás de Diego Luciani hay sin duda todo un sector del poder político, del poder económico, un sector social que es el que promueve este pedido para que la Vicepresidenta vaya a la cárcel.

Es importante todo lo que vimos durante esta semana. Con el cristinismo que vuelve a la calle, con la polarización. Pero tan importante como lo que vimos es el contexto en el que se da, que hace todo más difícil de explicar o incluso más dramático, en el que Cristina que se había quedado sin discurso, después de casi tres años de ser opositora de su propio Gobierno, de este experimento que en teoría lidera Alberto Fernández.

Una Cristina que durante casi tres años denunció el ajuste de su propio Gobierno pero que, hace casi un mes, decidió convalidarlo ella misma. Uno mucho más profundo, encarnado por Massa. Por eso lo llamativo de lo que está sucediendo en este momento: es el renacer de una Cristina que se había quedado sin libreto y decidió convalidar el ajuste profundo que está llevando adelante Sergio Massa. Y es el comienzo nada más.

El pedido del fiscal Luciani le permitió a Cristina volver a una centralidad absoluta. Cuando habló el martes pasado, se vio a la Vicepresidente enojada, indignada, nerviosa para algunos. Confundió algunos nombres, algo que no suele sucederle, y se defendió en un discurso largo que lo vimos por cadena nacional voluntaria, confirmando una vez más que todo el sistema de medios, que toda la política, que todo el poder está pendiente de lo que pueda decir ella.

Dijo muchas cosas en esa hora y media, pero hay dos momentos en los que Cristina también le pone contexto a la acusación del fiscal Diego Luciani, que la señala como la jefa de una asociación ilícita.

La Vicepresidenta habló de José López, el exsecretario de Obras Públicas que revoleó 9 millones de dólares en un convento hace ya varios años, cuando se entregó prácticamente, con ese dinero que se supone venía de las coimas que cobraba durante el kirchnerismo de parte de los empresarios que hacían la obra pública. Cristina rescata el vínculo de ese José López, entregado, prendido fuego en aquellas escenas en el convento de General Rodríguez, con “Nicky” Caputo, el hermano de la vida de Mauricio Macri. El hermano del alma de Mauricio Macri.

Algo que se conoce y se sabe: Nicolás Caputo siguió haciendo obras durante el kirchnerismo, como lo siguió haciendo Ángelo Calcaterra, el primo de Mauricio Macri. Y Caputo tenía una relación íntima con López, eso es lo que quiere mostrar Cristina. Almorzaban, hacían sociales. Gente que conoce de esa relación dice que Nicolás Caputo estaba instalado prácticamente en el despacho de José López. Esa era la intimidad de los funcionarios del kirchnerismo con los contratistas de obra pública.

La corrupción en la obra pública, el capitalismo de amigos, como cada uno le quiera llamar, no nace con el kirchnerismo. Nadie puede sostener eso. Sino que nace “la patria contratista” en la década del 70 con dos grandes grupos económicos. Uno era Techint, que todavía es importante, tanto que el Frente de Todos le acaba de dar la construcción del Gasoducto Néstor Kirchner, obra estratégica si las hay. Sesenta años después Techint sigue siendo un Grupo central relacionado a la obra pública, la siderúrgica. Y el otro gran grupo era una empresa que ya no existe más, se llamaba SADE y era de Gregorio Pérez Companc. Los dos grandes grupos empresarios que marcaron el inicio de la patria contratista en la Argentina y que, en su momento, tuvo grandes exponentes. Como Franco Macri, por supuesto.

La patria contratista se extendió y durante el kirchnerismo llegó, si se quiere, a su apogeo. Porque el kirchnerismo tenía una idea de burguesía nacional. En su momento, Néstor Kirchner promovió tener grupos empresarios amigos del Gobierno. Como lo tuvieron todos los demás, por supuesto, pero salió muy mal porque la apuesta del kirchnerismo era muy audaz. Tan audaz que le dieron YPF, o intentaron darle YPF, a un banquero como era Sebastián Eskenazi. La familia Eskenazi, el Grupo Petersen, que no entendía nada de petróleo hasta que Néstor Kirchner le dio una parte de esa YPF que se intentaba ya, antes de la estatización, nacionalizar. 

Un desprevenido puede decir que la VIce “está acusando al propio Néstor Kirchner por haberle regalado a Magnetto y al Grupo Clarín uno de los negocios más rentables”, una carrera infinita del Grupo Clarín por agigantarse y arrebatarle siempre algo a todos los Gobiernos. Néstor Kirchner, cuando se iba, cinco minutos antes de terminar su presidencia con altos niveles de aprobación, le firmó a Clarín la fusión Multicanal-Cablevisión. 

“¿Por qué nadie investiga ese regalo de mi marido a Héctor Magnetto?”, dice Cristina. Porque Héctor Magnetto es el poder permanente y nadie lo va a investigar, nunca. Hay también lo que pareciera ser una factura que Cristina le pasa a Néstor, a la vuelta de los años. Algo que la propia Vicepresidenta seguramente le reprochó en vida: “¿Por qué le cediste semejante negocio a Clarín? Mirá cómo nos tratan. ¿Para qué le regalaste a Clarín esta fusión?”.

Si Kirchner regaló la fusión Multicanal-Cablevisión, después Macri le regaló la fusión Telecom-Cablevisión, claro. Y así Clarín sigue creciendo. Pero es interesante el señalamiento que hace Cristina de que nadie investiga esa fusión que ordenó, que convalidó su propio marido. En una discusión que tuvo seguramente puertas adentro y durante mucho tiempo: “¿Para qué darle tanto a Clarín? Mirá cómo nos tratan”.

Cuando Cristina vuelve al centro en situaciones como estas, se muestra que es una figura central, imposible de erradicar hoy de la política argentina. Por primera vez, su situación personal, la causa de vialidad, las denuncias de corrupción, se convirtieron en un tema de todo el peronismo. Lo que Cristina no había podido lograr nunca desde que abandonó el poder, desde 2015, durante los años del macrismo, en los que los funcionarios y los empresarios kirchneristas iban en masa a la cárcel. Eso lo acaba de lograr ahora Cristina, en su peor momento, gracias al fiscal Diego Luciani y las fuerzas que se conjugan a su alrededor.

Le dieron una oportunidad más de renacer mientras intentaban arrinconarla. Tuvo que salir la CGT a solidarizarse con Cristina, lo que no había hecho nunca. Tuvo que salir Sergio Massa a solidarizarse con Cristina, lo que no había hecho nunca. Tuvieron que salir los Gobernadores a solidarizarse con Cristina, lo que no habían hecho nunca jamás. Y por supuesto muchísima gente salió a la calle. 

El cristinismo, que estaba prácticamente arrinconado dentro del propio Frente de Todos, salió a la calle y generó una reacción que ahora permite que se hable de un acto multitudinario en septiembre, que se organicen actos y plenarios en las plazas, que se hable de un 17 de octubre y se hable de “Cristina 2023”. Aparece esta oportunidad que la Vicepresidenta no desaprovechó, aunque estaba nerviosa, incómoda. Se la da una oposición que considera que el tema central de la Argentina es la corrupción y el capitalismo de amigos. Pero solo la corrupción política, no empresaria. Para las fuerzas que están detrás de Diego Luciani el problema no es la inflación, no es la pobreza, no es la desigualdad, no son los privilegios, no es la ceguera de una oposición que le da a Cristina esta oportunidad de convertirse en el centro de la política Argentina y el centro de gravedad del peronismo.

Dicen los que conocen a la Vicepresidenta, los que estuvieron siempre cerca, que no es fácil ser Cristina. Mucho poder, mucha responsabilidad, mucha nostalgia también de los años que se perdieron, de los momentos que se fueron y que no vuelven. Mucha impunidad, dirán sus opositores. Aunque comparado con Macri, o comparado con otros expresidentes u otros sectores del poder, se podría relativizar.

Pero tiene una centralidad indudable, aún cuando se le había quemado el libreto. Aún cuando pasó de cuestionar el ajuste a convalidarlo. Carga Cristina con el peso de sostener un proyecto político sobre sus espaldas casi en soledad. Porque el kirchnerismo es una sensibilidad, y es un grupo de dirigentes que está tomado hace tiempo por la nostalgia de esos 12 años por los cuales dice Cristina que la están juzgando.

No tiene el kirchnerismo, no encuentra hasta el momento recambio. Por eso Cristina también sigue en el centro. Y esa nostalgia de los años que se fueron, pese a que el kirchnerismo volvió al poder como socio principal del Frente de Todos, volvió. Cuando Cristina dice “nosotros”, habla del período 2003-2015. Y ese cristinismo que ahora se apodera de la calle y de la escena política por primera vez, y comanda nuevamente al Frente de Todos, obliga al resto del peronismo a ir detrás de Cristina.

Solo Cristina saca al kirchnerismo de ese estado de nostalgia desde su rol de conducción. Por ejemplo, cuando de un dedazo convirtió a Alberto Fernández en Presidente. Hubo un momento en que la ahora Vicepresidenta se quedó sola. Heredó ese proyecto político que había fundado Néstor Kirchner, un marco de alianzas, una épica y un sistema de acumulación, de negocios que no dominaba. Se podría decir que incluso no aprobaba, pero que la sostenía. 

No hubiera sido posible Néstor-Cristina sin un montón de cuestiones que se dieron en la Argentina de los últimos 20 años. Pero además sin ese sistema que ahora la oposición pretende juzgar como si solo el kirchnerismo hubiera tenido empresarios amigos o hubiera avalado el capitalismo de amigos.

Hace 18 años que el kirchnerismo está en el centro de la política argentina. Cristina es la única que sostiene el peso de esa historia. Se dieron cuatro o cinco hechos que convirtieron al kirchnerismo en un actor central de la política, y se puede hablar muchísimo de eso. El estallido del 2001, la capacidad de Kirchner para leer aquella situación excepcional. El boom de los commodities. La muerte de Kirchner. La centralidad de Cristina con sus aciertos, con sus errores. Y también el odio del antikirchnerismo.

No se podría explicar la centralidad de Cristina sin el odio del antikirchnerismo que vuelve una y otra vez a arrinconarla. No le alcanza con que le ganen las elecciones, como ya lo hicieron muchas veces, sino que buscan que esté en la cárcel o al borde de la cárcel, que no haga más política. Eso, contrariamente a lo que se busca, la fortalece. 

Cristina volvió al poder en 2019, también gracias al fracaso estrepitoso de Macri. Y aún en su impotencia, porque es mucho lo que no puede la Vicepresidenta, en su debilidad relativa, sigue siendo el eje de la política argentina. La quieren juzgar por esos 12 años, dice ella. No por estos tres, que son una trituradora de ilusiones, que defraudaron a gran parte de sus propios votantes, que encuentran a un peronismo que no puede salir del espiral de ajuste, de la caída del salario. Que no puede resolver la inflación o el problema de la falta de dólares. Que aparece este peronismo sufriendo el poder, escupiendo sangre, corrido por los mercados.

Golpeada, disminuida, encerrada en esa propia contradicción después de haber negado el ajuste para terminar apoyándolo, Cristina sigue representando a una parte importante de la Argentina. Tiene un grupo de seguidores que casi nadie tiene en la política argentina. Los sectores más humildes, que son los sectores más golpeados por la inflación, por la caída del salario, que son quizás los más desilusionados, que son los que no fueron a votar al Frente de Todos en 2021, y esa clase media cristinista del corazón tan sensible a los símbolos que el kirchnerismo supo explotar como nadie. Pero además el peronismo, los Gobernadores que sufren ahora el ajuste, el recorte de transferencia que está ordenando Massa, y que la llaman a Cristina. Todos estos sectores dependen de ella. Y tienen su suerte atada a lo bueno o lo malo que ella pueda hacer.

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