Fuera de Tiempo con Pablo Semán

Pablo Semán, sociólogo, antropólogo, investigador del CONICET y profesor de la Universidad Nacional de San Martín, conversó con Diego Genoud acerca de su último libro Vivir la fe: entre el catolicismo y el pentecostalismo, la religiosidad de los sectores populares en la Argentina editado por Siglo XXI.

“Tres imágenes y una oración”. Editorial de 2/10/21 en FM Milunium.

Semana tomada por tres imágenes cuando queda un mes y medio para el test electoral. Decisivo para el Gobierno, sobre todo, y para la Argentina, en su conjunto. Para la oposición también, en alguna medida. Si el resultado es igual a las PASO, es una la situación. Si el resultado es mejor para el gobierno, es otra. Si el resultado es peor para el oficialismo, hasta en la oposición ya están preocupados pensando en esa posibilidad. No es lo que piensan en el Frente de Todos que suponen, trabajan, esperan al menos recortar la diferencia que hubo en las elecciones primarias en la Provincia de Buenos Aires y en todo el país donde el peronismo unido sufrió esa paliza histórica.

Primera imagen de esta semana fueron los números de pobreza que cada tanto nos sacuden. La pobreza del primer semestre del año: 40,6% de los argentinos y las argentinas están bajo la línea de pobreza, que equivale a casi 19 millones de personas que no llegan a fin de mes, que hacen malabares para sobrellevar su día a día en la Argentina. La indigencia alcanzó al 10,7% de la población. Casi 5 millones de personas. Si uno mira la cifra de pobreza que acabamos de conocer de números del INDEC pero de hace un año atrás era un poco menos que este 40,6%. Y hace seis meses era un poco más. Estaba en 42%.

Pero cuando uno empieza a acercarse a esos números, que golpean pero que nos dicen poco porque muchas veces desconocemos la realidad concreta, se observa que la brecha de pobreza es otro dato importante. La distancia monetaria que hay entre los ingresos promedio de un hogar pobre, alrededor de 37 mil pesos , quedan muy por debajo del costo de la canasta básica que está hoy en 63 mil pesos. Es decir que un hogar pobre reúne un 40% de lo que necesitaría para cubrir la canasta básica que en la Argentina. Otro dato: en el primer semestre de 2021, según el INDEC la pobreza fue del 54,3% entre menores de 15 años, muchísimo más alta que ese 40,6% del que hablábamos sin distinguir edades.

Por eso uno puede deducir que detrás de esos números hay un continente olvidado. Un mundo de privaciones con el que ya nos acostumbramos a vivir, hacemos como si no existiera. Está naturalizado un campo minado para la vida social. Primero, para ese grupo tan importante de gente que no puede llegar a fin de mes. Después, para la convivencia social también estos números se transforman en una realidad muy preocupante y que no es posible admitir, que no es posible naturalizar y, sin embargo, lo hacemos. Al mismo tiempo ese universo del que hablamos, 54,3% de los pibes y las pibas menores de 15 años están en la pobreza, está subrepresentado en la crónica cotidiana. Mientras escuchamos hasta el hartazgo otros discursos, esos 19 millones de personas no tienen voz en la crónica cotidiana, en el debate político, en los medios de comunicación. No se los escucha casi nunca.

Otro dato del INDEC que también se conoció esta semana. Lo publicó Delfina Torres Cabreros en elDiarioAr: la población ocupada tuvo en el segundo trimestre un ingreso promedio de $44.800 por su ocupación principal. Es decir, los que tienen trabajo tienen un ingreso promedio de casi 45 mil pesos, cuando la canasta de pobreza está por encima, en 63 mil pesos para una familia. Si se toma como referencia el ingreso mediano, sale otro número: el 50% de los ocupados en la Argentina registraron en el segundo trimestre del año un ingreso menor a 35 mil pesos. Por eso, ahí hay otro dato que, junto a la pobreza, junto a la caída de ingresos y del salario real, al derrumbe del poder adquisitivo, lo que tantas veces la vicepresidenta recuerda con nostalgia cuando dice: “teníamos el salario más alto medido en dólares de América Latina”. Hoy tenemos el salario más bajo medido en dólares oficial de América Latina. Esto viene asociado a la desigualdad porque sí siempre hay sectores que ganan mientras otros pierden, mientras el poder adquisitivo cae.

Una imagen también de esta semana asociada a estos números: el desalojo con topadoras, con camiones, con casillas incendiadas en un operativo policial en la Villa 31. Una toma, un asentamiento que se había titulado “La fuerza de las mujeres” en el barrio Carlos Mugica. El Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, lo desalojó después de tres meses. Más de 100 familias que no tienen adónde ir. Lo que vemos en ese desalojo es la punta del iceberg del Gobierno de la Ciudad, cuyo jefe es candidato a Presidente y estuvo en Estados Unidos la semana pasada junto a Bill Clinton, entre otros. Se puede comparar también con el desalojo que hubo en Guernica, en Provincia de Buenos Aires, ejecutado por Axel Kicillof, por Andrés Larroque, por Sergio Berni en 2020.

Graciela Sosa, una de las voceras de la toma “La fuerza de las mujeres” en la Villa 31, decía: “Ahora no sabemos dónde vamos a dormir con nuestros hijos, hace más de tres meses que estamos en este asentamiento porque no tenemos un lugar para vivir”. No es posible disociar imágenes como la de la Villa 31, imágenes como las de Guernica, del continente de pobres en expansión que tiene la Argentina. Van de la mano esas dos escenas, las familias que viven en un asentamiento y los 19 millones de pobres, hombres y mujeres que están bajo la línea de la pobreza. Porque los alquileres en la Villa 31, en asentamientos precarios y en barrios vulnerables, también son impagables para una parte de la sociedad, así como para la clase media, porque crecen muy por encima de la inflación.

Una imagen que contrasta si se quiere con esa, es la del gobierno con el Consejo Agroindustrial en la Casa Rosada anunciando una ley de beneficios impositivos para el mundo del agronegocio. El presidente, la vicepresidenta, juntos después del temblor, de la crisis pública de hace apenas dos semanas, sentados a la mesa con una figura clave, quizás desconocida para el gran público: Julián Domínguez, ex ministro de Agricultura de Cristina, a la salida del conflicto de la 125. El que vino a poner paños fríos después de la batalla con el activismo rural, con el Campo. Que fue candidato a Gobernador, que perdió en la interna con Aníbal Fernández en 2015. Ahora vuelve para apagar otro incendio. Domínguez es un ministro empoderado en un gobierno débil, según una nota que escribí para elDiarioAr en los últimos días.

Estaba como abogado trabajando en el sector privado, con las automotrices, con SMATA, con el mundo del agronegocio. Pero a Julián Domínguez, una figura clave, lo fueron a buscar porque el cristinista que estaba a cargo de Agricultura no había podido hacer oír la voz del gobierno ni desactivar ninguno de los frentes de conflicto durante este año y medio de gestión. Por eso este anuncio en la Casa Rosada con Alberto, con Cristina, con casi todo el gobierno, con gobernadores, muestra a un gobierno sediento de dólares y que necesita aumentar las exportaciones. Era un proyecto de Felipe Solá, el Canciller al que echaron cuando estaba en pleno vuelo hacia la Cumbre de la CELAC. 

Un proyecto que tiene el apoyo de las grandes cerealeras argentinas nucleadas en CIARA-CEC, de la Bolsa de Cereales. También de otras entidades del campo como los productores avícolas, como los productores de maíz pisingallo. Hay alrededor de 50 entidades en el Consejo Agroindustrial Argentino que se había reunido hasta el hartazgo con el gobierno pero esta ley no la había conseguido. Esta ley es una de las primeras fotos que le aporta un profesional del poder como es Julián Domínguez al gobierno. Cambió las expectativas, dicen en el agronegocio, en muy poco tiempo. Defendió el trigo transgénico, también, ante las críticas de la industria molinera brasileña. Dijo: “no me van a venir a decir los brasileños qué tengo que hacer con la producción nacional”. El trigo transgénico está desarrollado por Bioceres, una empresa rosarina de la familia Trucco. El primer trigo transgénico del mundo y Julián Domínguez dice: “yo lo impulsé a ese proyecto hace 10 años y lo voy a defender”.

Una imagen fuerte de esta, la última semana de septiembre. El gobierno y el agronegocio sentados en la misma mesa una vida después. En un contexto mucho más delicado que cuando Domínguez fue ministro hace más de 10 años. La economía está mucho peor. Los que se cayeron del mapa son varios millones más, como muestran los números de pobreza. La inflación es el doble que hace 10 años, ahora ronda el 50%. Y la deuda que dejó Macri es impagable, 44 mil millones de dólares que tiene que negociar el gobierno.

Todos unidos detrás del proyecto para aumentar las exportaciones. ¿Quién puede estar en contra? Pocos, por lo menos en la clase dirigente nadie. Ni los empresarios, ni el establishment, ni el gobierno, ni la oposición. Solo se oponen los que rechazan el modelo extractivista, atado a la soja. Pero para Julián Domínguez no hay discusión, como no la hay para los organizadores de Expoagro, de Clarín, de La Nación. Si a Domínguez le va bien, lo van a apoyar como en su momento ya lo hicieron. Algunos pensarán esa es la solución para la pobreza, aumentar las exportaciones, la producción del maíz transgénico, del trigo transgénico, de la soja transgénica.  

Tercera postal: el dólar vuelve a subir. Las reservas del Banco Central, que subieron mucho durante el primer semestre del año porque hubo soja récord, ahora empiezan a caer otra vez, cuando ya pasó la liquidación de la cosecha. Miguel Pesce, un funcionario de origen radical, vendió mil millones de dólares en septiembre, aún con control de cambios. Se nota la presión por la devaluación. La brecha cambiaria está entre 90 y el 100%, depende el día. Y el traslado a precios, porque otra vez vuelve a pasar que uno va a pedir mercadería y le dicen que no hay precio. O le dicen que este es el precio de hoy, mañana puede ser otro, que tienen que volver a calcular. Le pasa a cualquiera que tiene que comprar y a cualquiera que va al supermercado.

Frente a la presión de los que quieren un dólar más alto, aunque el dólar está altísimo, más si se lo compara con el nivel del salario, el gobierno salió de la derrota de las PASO con una crisis pública, profunda, prácticamente un escándalo, pero con un giro clarísimo en lo político. Cristina y la presión que ejerció lo llevó a Alberto a hacer lo mismo, pero sobre todo Cristina le dio la conducción del gobierno a Manzur, a Domínguez y a Aníbal Fernández. Profesionales del poder, podemos decir, peronismo real. No suman votos. Volumen político sí. Le dan poder a un gabinete y a un Presidente que estaba muy desdibujados. El gobierno va, con esos tres funcionarios, debilitado a una tregua con los factores de poder y busca llegar al 14 de noviembre mientras aumenta el salario mínimo, que estaba en el quinto subsuelo. Mientras se piensa en un IFE, mientras se actualizan ganancias, mientras se jubilan algunas personas, alrededor de 30 mil que no conseguían trabajo.

Está la definición en lo político. Ya no gobierna La Cámpora, ni siquiera Kicillof gobierna solo. El propio cristinismo le cede la conducción al peronismo que hace tres o cuatro años quería a Cristina presa. Pero falta la definición en lo económico porque sigue Guzmán, porque sigue Kulfas. Después del 14, el gobierno, lo dicen todos dentro o fuera, no tiene margen para seguir sin definiciones en lo económico. Se tiene que sentar con el actor más poderoso de todos, traído por Macri devuelta a la mesa de decisiones: el Fondo Monetario Internacional. Y ahí, cuando llegue ese momento, la palabra la tendrá el Jefe de Gabinete. ¿Cómo sigue el Gobierno después del 14 de noviembre? Habrá que escucharlo a Juan Manzur.  

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *