Fuera de Tiempo con Ricardo Delgado

El economista y director de Analytica Consultora Ricardo Delgado conversó con Diego Genoud sobre el control de cambios, las contradicciones en el gobierno, la falta de dólares y el nuevo viento de cola.

También conversó en Fuera de Tiempo Joana, una de las vecinas de la toma de tierras en Guernica, sobre el reclamo de los ocupantes, las negociaciones con la provincia y la postura cambiante de la intendenta Blanca Cantero.

Y Daniel Funes de Rioja, presidente de la COPAL y miembro del Comité Ejecutivo de la UIA, conversó sobre las empresas que se endeudaron en dólares durante el gobierno de Macri y las que anuncian su salida del país, el reclamo de las alimenticias que quieren aumentar los precios y la necesidad del pacto social.

“La devaluación permanente, la encrucijada del peronismo y el voto de la clase media”. Editorial del 19/09/2020 en FM Milenium.

“Los argentinos alteran su moneda casi tan a menudo como cambian de presidentes. Ningún pueblo del mundo tiene un interés tan penetrante en los experimentos monetarios como el argentino“, dice una frase que tranquilamente podría ser hoy publicada en cualquier diario económico del primer mundo pero fue escrita en la Banker Magazine en 1899 por W. R. Lawson. Es una cita que aparece en el libro El ciclo de la ilusión y el desencanto. Políticas económicas argentinas de 1880 a nuestro días, de Pablo Gerchunoff y Lucas Llach. Ese libro, escrito hace veinte años, y reeditado no hace tanto, hablaba de 1899 y el problema de la inestabilidad Argentina, el descontrol monetario de la depreciación, de la inflación, de la deflación. Dice el libro que ya a partir de 1865 comenzaron las presiones de los sectores agroexportadores por devaluar el tipo de cambio en 1865 y ya en 1867 hubo un primer intento de convertibilidad. Esto refleja que los problemas que vemos esta semana vienen de larga data y se llevaron puestos a varios gobiernos.

Estas citas nos permiten sugerir que el problema tampoco era de Cristina Fernández. El famoso cepo del que tanto se habló, que Macri sacó y volvió a poner. Ahora, Alberto Fernández aumenta los controles con una batería de medidas de Miguel Pesce, el presidente del Banco Central.

Lo que se ve es que, a pesar del acuerdo con la deuda, el Central ahora tiene poder de fuego con los bonos de la deuda reestructurada para intervenir en el mercado del contado con liqui. Pese a todo eso, persiste la presión por la devaluación, persiste la demanda de dólares que no puede ser satisfecha por el Banco Central y que además contrasta con la escasez de oferta: todo el mundo quiere dólares y nadie quiere pesos. Eso parece si uno mira que en estos meses cinco millones de personas fueron a comprar dólares. De hecho, solo en agosto, los ahorristas se llevaron 1.300 millones de dólares de las reservas.

Además del pequeño ahorrista, el otro causante de estas medidas del Banco Central fueron un grupo de empresas importantes de la Argentina que, según el Gobierno, se endeudaron de manera vertiginosa durante los años de Mauricio Macri; desde el sector privado como lo hacía Macri desde la administración pública. Alrededor de 20.000 millones de dólares tomaron en deuda este grupo de empresas entre las que están Genneia, HSBC, Telecom, Newsan, YPF. Esas empresas estaban comprando los dólares baratos del Banco Central para cancelar esa deuda que habían tomado con el gobierno anterior en lugar de refinanciarla. A eso también le puso fin el Banco Central con la resolución. Esto fue lo que más nervioso puso al Círculo Rojo en ese mar de nuevas restricciones. Lo que escuchamos en los grandes medios es que estas empresas estaban siendo condenadas al default por el gobierno de Alberto Fernández.

De fondo está la discusión que se dio dentro del Gobierno. Miguel Pesce quería prohibir el dólar ahorro, por lo menos, desde principios de agosto. Veía cómo se le estaban yendo las reservas y peligraba la estabilidad incluso antes de que Guzmán cierre el canje de deuda con los fondos inversión. Esas decisiones se demoraron —a criterio del gobierno se perfeccionaron— y se largó este paquete que, por un lado, aumenta las restricciones sobre la clase media, y por otro lado, aumenta las restricciones sobre los fondos de inversión —los no residentes, a quienes tiene en la mira como grupo. El Gobierno dice además que son justamente estas grandes empresas las que le pedían a Pesce que prohibiera el dólar ahorro. Había una competencia por esos dólares de espaldas a la sociedad. 

Al mismo tiempo, Guzmán se oponía porque decía que era una medida aislada. Se lo dijo a La Nación el domingo pasado: que eso sería aguantar simplemente la situación y que lo que hace falta es un plan, una hoja de ruta. Ahora, el presupuesto, que era la gran apuesta de Guzmán para plantear un horizonte distinto, quedó sepultado por estas regulaciones que lanzó el Banco Central. Tanto cerca de Pesce como de Guzmán dicen ahora que todo estaba coordinado, que el paquete es la resultante de una discusión interna que hubo dentro del Gobierno.

Lo importante es que se llegó a esta resolución y el efecto es paradójico porque el Gobierno empieza a enemistarse cada vez más con la clase media y, aunque todo el mundo dice que el dólar está competitivo, persiste la presión por la devaluación. Lo cierto es que después de la devaluación furiosa que hubo durante los años de Macri, cuando el dólar empezó a $15 y terminó a $65, ahora con Fernández también estamos asistiendo a una devaluación del peso a través de las regulaciones, del impuesto PAIS, de las nuevas alícuotas

Lo curioso es que estas medidas impactan en una parte de la clase media que decidió votar al Frente de Todos en 2019, después de la traumática aventura de Mauricio Macri. Por eso sobran preguntas detrás de estas medidas: ¿Hacía falta tomar decisiones que restrinjan el acceso de la clase media al dólar? ¿Hacía falta hacerlo así como se hizo? ¿Era propicio hacerlo el día que se presentaba el presupuesto, la hoja de ruta de Guzmán?

Por eso, con este paquete de medidas, el gobierno lo que hizo no fue sólo tapar el presupuesto sino que también unir a distintos sectores en su contra. Y, en esa confusión, como siempre, priman ciertos intereses: los de los sectores que más capacidad tienen de imponer agenda. Entonces, son esas empresas que le pedían a Pesce que prohibiera el dólar ahorro las que ahora tienen el apoyo de la clase media. Eso sucede porque el Gobierno tomó medidas que impactan en distintos sectores. Sumó repudió en todos lados. Se ve otra vez que la clase media le cree más a las empresas, al Círculo Rojo, a los dueños de la Argentina, que a un Gobierno que comunica mal y en forma desordenada.

Queda el peronismo otra vez enfrentado a la clase media. Queda una clase media que queda otra vez más cerca de una subjetividad parecida a la que creó a Cambiemos y permitió que Macri fuera presidente. ¿Quién conduce a esa clase media que está en disputa y que define las elecciones?¿El peronismo está renunciando a conservar el apoyo de un sector de la clase media? ¿Lo hace por una dinámica inevitable de la crisis? ¿Lo hace obligado? ¿Forzado? ¿O porque no tiene voluntad ni capacidad para hablarle a esa clase media en su lenguaje? 

De esas preguntas depende no solo cómo va a terminar la saga del dólar, sino que depende en parte el resultado de las elecciones de 2021, que están lejos pero ya se empiezan a jugar. 

Es en semanas como ésta donde se producen hechos que pueden ser bisagra, que pueden inclinar la balanza hacia uno u otro lado, en un juego de la grieta donde la polarización manda y donde a nadie le sobra nada.

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