Fuera de Tiempo con Rodrigo Zarazaga

Rodrigo Zarazaga, sacerdote jesuita, doctor el Ciencia Política y director del CIAS, conversó con Diego Genoud sobre la pobreza post coronavirus, la crisis en el corazón del Conurbano y el rol del empresariado.

También charló en Fuera de Tiempo Miriam Cornejo, referente de la CCC e integrante del Comité de Crisis en la Villa 31.

“El juego insostenible”. Editorial del 23/5/2020 en FM Milenium

Estamos más cerca de un acuerdo por la reestructuración de la deuda. Aumentan las posibilidades de llegar a un entendimiento con los grandes fondos. Y estamos, también, entrando en la fase más complicada de la peste, por lo menos en lo que tiene que ver con el Área Metropolitana de Buenos Aires, con la Ciudad, con los grandes distritos del conurbano bonaerense.

Son los dos temas en los que estamos empantanados hace tiempo: la urgencia y la crisis no dejan ver casi nada más. Todos los días estamos concentrados en los casos, los contagios, las pérdidas; y también en esa negociación tan difícil que lleva adelante Guzmán con los grandes fondos de inversión. Pero están pasando varias cosas más que corren paralelas a esos dos ejes temáticos. 

Por un lado, se profundiza cada día la desigualdad que va a ser uno de los grandes saldos de esta crisis, no solo en la Argentina, también a nivel global. Lo dicen los analistas del mercado, lo dicen las consultoras, lo dice The Economist: de esta crisis se sale con más desigualdad y probablemente con menos globalización.

Aparece como una realidad que podemos constatar a través de los datos del Indec la recesión profunda que cada vez va dejando más heridos. Se ve en el dato del Indec de esta semana: 11,5 % cayó la actividad económica en su conjunto en marzo con respecto a un muy mal 2019 en el que gobernaba Mauricio Macri, un año de plena recesión. También, cayó ese 11,5 % con apenas 10 días de cuarentena en este marzo. La caída más profunda desde 2009 como para tener una dimensión de dónde estamos parados. La industria y la construcción están en los niveles de 2004 y lo que viene para las estadísticas, qué es lo que estamos viviendo ahora, es peor. 

Vemos, al mismo tiempo, un operativo descomunal, dada las posibilidades que tiene el Estado Nacional en todos sus niveles, para tratar de reducir los daños de los trabajadores informales, de los asalariados, que están cobrando su sueldo ―gracias a que el Estado paga la mitad. También la ayuda que llega, quizá no en la medida en que se necesita, a la población de riesgo. Todo el mundo está reclamando más Estado pero lo más seguro es que no alcance.

Mientras el Estado hace ese operativo descomunal en función de sus posibilidades ―de un Estado sobreendeudado, de un Estado que no recauda― también está ajustando con el anuncio que vimos de aumento para los jubilados de 6,2% en junio.  Es un aumento que, dice el Gobierno, va a llevar la suma y el incremento para los que ganan la mínima a un 20% en 6 meses pero, si uno lo compara con la fórmula mágica del macrismo, hay un ajuste. Le correspondía a todos los jubilados un aumento mayor después de muchos años de perder feo. La movilidad previsional está congelada, los aumentos vienen por decreto y, lo más cuestionable en cuanto al rol del Gobierno, es que la discusión para armar un nuevo índice de movilidad previsional está empanada. Recién esta semana fue Moroni a la primera reunión, cinco meses después de que empezaron los aumentos por decreto. 

Lo que quiere decir es que todo este año los jubilados van a recibir un aumento discrecional que va a fijar el gobierno por decreto. Los que ganan la mínima ―según dice el Gobierno― le van a ganar a la inflación, pero hay algunos que ganan apenas un poquito más que van a perder: los jubilados que ganan 20 mil pesos van a perder con respecto a la inflación. Así, el gobierno hace un esfuerzo por un lado y, por otro lado, también ajusta, como se puede ver en Córdoba con Juan Schiaretti sancionando esta semana una reforma previsional en tiempo récord, cambiando el cálculo inicial y postergando los pagos.

La pregunta es, mientras el Gobierno Nacional se concentra en la emergencia: ¿quién está pensando en cómo salir del pozo? Porque los datos que muestran las estadísticas oficiales hablan de una recesión más profunda que va a terminar, según UNICEF, con casi el 60% de los pibes bajo la línea de la pobreza a fin de año. ¿Cómo se sale de este pozo en el que ya venimos metidos hace tiempo? Los cuatro años de Macri fueron muy malos pero la economía ya no crecía en el último gobierno de Cristina.

Aparece, en medio de este torbellino de información, un informe ―excepcional, porque no es habitual que se informe lo que sucede en el mercado de cambios― del Banco Central. Dice que durante los años de Macri se fugaron 86 mil millones de dólares. Es decir, el 86% del aumento del endeudamiento se fue por la canaleta de la fuga, por la formación de activos en el exterior, como se le dice formalmente. Mirando con más detalle: los 10 mayores compradores de dólares adquirieron casi 8 mil millones de dólares entre diciembre de 2015 y octubre de 2019. Los 50 mayores compradores ―donde hay empresas pero también personas― fugaron 20 mil millones durante los años de Macri. 

Son números deberían ser tapa de los diarios pero pasan y se pierden. Solamente algunos alcanzan a reparar en esa información, pero me parecen centrales porque indican que no estamos en un juego de suma cero, no estamos enredados en una grieta absurda con peleas sin sentido, sino que hay una dinámica con sectores que ganan, sectores que se benefician, y sectores que pierden todos los días. Una dinámica que es la actual y que es insostenible: no se puede sostener un país con ese nivel de fuga, con ese nivel de especulación, con ese nivel de ganadores. Lo que no dice ese informe del Banco Central de Miguel Pesce es que la fuga también existió durante los años de Cristina, durante los dos últimos años de Cristina Kirchner.

Carlos Leyva, un economista muy experimentado, muy consultado porque trabajó en el último pacto social del que haya memoria en la Argentina, dice que “la fuga es la cancelación de la posibilidad de que el ahorro se convierta en inversión”; y la única solución frente a la fuga de dimensiones monumentales es el control de cambios. Así como la única solución para cuidarse del coronavirus es la cuarentena, igual que hace dos siglos, la única solución para evitar la fuga es el control de cambios. Se puede pensar si es buena o si es mala, se puede cuestionar o no, pero es la única. 

La diferencia entre macrismo y cristinismo es que mientras Cristina pagaba deuda  ― ella misma se definió como “pagadora serial” ―, Macri aprovechó ese bajo en los años cristinistas para subirnos a la montaña rusa del endeudamiento de cortísimo plazo.

Ayer viernes era la fecha del default, pero la negociación sigue. Estamos viendo que crecen las chances de un acuerdo, de un entendimiento con los bonistas. Nadie quiere ―parece― el default. Seguramente el Gobierno Nacional va a ceder más de lo que debiera con el objetivo que se fija Fernández de no caer en default. Es positivo, sobre todo, porque desmiente a los voceros locales de los fondos de inversión extranjeros. A veces es difícil explicarse por qué hay tantos defensores de los fondos de inversión extranjeros en la Argentina. Pero los desmiente en el punto de que, efectivamente, hay posibilidad de un acuerdo; efectivamente esa propuesta que hizo el gobierno argentino, que tiene el respaldo del Fondo Monetario Internacional y de parte de la comunidad académica, es una oferta razonable en un mundo que se viene abajo. 

Si se logra evitar ese default será entonces el punto de partida del gobierno de Fernández y el punto de partida de la gestión de Guzmán. La gran meta que se propuso Fernández con Guzmán se habrá logrado: evitar el default y lograr una reestructuración de esa deuda que es insostenible.

No servirá engañarse. Si se logra ese acuerdo con los bonistas, es fundamental dejar de ajustar para no profundizar esos datos de la recesión de los que hablaba al comienzo. Volver a crecer es otra cosa. Salir del fondo del pozo es otra cosa bastante más difícil. Y hacerlo sin afectar los intereses de los grandes ganadores ―de los que juegan a primero y después también yo― es directamente imposible.

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