Fuera de Tiempo con Sergio Acevedo

Sergio Acevedo, ex gobernador y actual precandidato a diputado nacional por SER Santa Cruz, conversó con Diego Genoud acerca de la situación social en Santa Cruz, la ley de hidrocarburos, el debate por los recursos naturales y sus diferencias con el kirchnerismo.

También estuvo en el programa Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA – Autónoma, y habló sobre el atraso en el salario Mínimo, Vital y Móvil, la destrucción del empleo y la caída del salario real en los últimos tres años y medio.

De qué está hecha la unidad. Editorial de 31/7/2021 en FM Milenium.

Pasó el cierre de listas, la jornada decisiva por la que tanto se había esperado. Y entramos en la
campaña. Las dos coaliciones más grandes se meten en un proceso de definiciones. Dos meses tiene el gobierno y, sobre todo, la oposición, para redefinir liderazgos y una orientación que no aparece tan clara.

En la oposición, en Juntos, que ya no es más Juntos por el Cambio, se entra en internas en todo el país con el PRO y la UCR. Pero, sobre todo, en la UCR, que tiene internas en todo el país. Lo vemos, por supuesto, en la Provincia de Buenos Aires, el territorio que concentra la atención, como siempre,
porque representa a casi el 40% del padrón nacional. Pero el radicalismo está en ebullición en las
provincias también. En La Pampa, en Tucumán, en Mendoza, en Chubut hay internas entre radicales con dos o tres listas que compiten, y donde todos quieren protagonizar, conducir, como previendo que el radicalismo está a las puertas de una resurrección. Eso me decía Ernesto Sanz en una entrevista que le hice al fundador de Cambiemos, que ahora está detrás del proyecto Manes, para elDiarioAr.

Y cuesta, para los que no pertenecen al radicalismo, entender ese entusiasmo por esa oportunidad
que representa Manes. Y que representa también Lousteau en la Ciudad de Buenos Aires. El radicalismo era una confederación de partidos. En los últimos veinte años, resistió el estallido al 2001,
al helicóptero de De La Rúa; resistió arrinconado en las provincias, en las intendencias, en alguna
Gobernación. En los municipios, los concejales, la militancia. Ahora Manes, ahora Lousteau, parecen ser los nombres que le permiten al radicalismo vertebrar a esa fuerza que había quedado diluida, lejos del centro en el que se toman la decisiones, guste o no, en la Argentina.

Aproximadamente 17 millones de personas en la Provincia de Buenos Aires van a ir a votar o son los que están en condiciones de hacerlo. Por eso la importancia de la Provincia de Buenos Aires. Solo en La Matanza hacen falta 3 mil fiscales para una elección como esta. ¿Cuántos hacen falta en PBA? Alrededor de 40. Manes tiene esa estructura. Con el radicalismo, Manes no solo es un nombre de un outsider que llega con el prestigio del sector privado, del mundo académico, o que puede entrar mejor a los sectores que están por fuera de la polarización. Sino que, además, tiene la estructura del radicalismo en la Provincia de Buenos Aires. Y más adelante, quizás, en todo el país.

Se enfrentan dos proyectos muy distintos. La marca del PRO, el macrismo sin Macri, Santilli y Manes que, más allá de la guerra de declaraciones, de los cruces de acusaciones, de ese sálvese quién pueda, todos comparten la idea, tanto Larreta como la cúpula del radicalismo, de que hay que terminar de sepultar a Macri. Se busca la mejor forma de enterrar a Macri de acá a septiembre. El mejor vehículo para dejar atrás esa gran frustración que fue Macri: el incendio de todas las promesas, la inflación del 53%, la deuda, lo que tantas veces comentamos hasta el hartazgo en este espacio. Eso lo ven lo radicales, también Rodríguez Larreta, lo ve el establishment, el círculo rojo. Lo ven todos. Como me decía hace poco el gerente de una empresa de las grandes de la Argentina, Macri no se da cuenta que es piantavotos. De eso se trata.

Y como parte de una autocrítica, tal vez tardía, lo que se busca es superar el umbral que tenía la oposición, que logró conformar un frente que se pueda parar casi que de igual a igual con el peronismo cristinista. Logró la alternancia en 2015, lo que no logró es resolver los problemas de la Argentina, como me decía Sanz. No logró cambiar, no logró transformar. Al contrario, agravó muchos de los problemas. Será por eso que ya no es Juntos por el Cambio la oposición al kirchnerismo. Es solo Juntos, porque no se sabe qué va a pasar con el Cambio. Es un gran interrogante. Está pendiente un programa para sacar a la Argentina de la crisis. Dicen que lo ven, también, en esa gran oposición.

Del otro lado, el Frente de Todos, a medida que pasan los días, va decantando ese proceso. Lo que se ve es que, sí, Fernández retuvo a Cafiero como jefe de gabinete. Puso los candidatos de las listas. En la Provincia, Victoria Tolosa Paz. En la Ciudad, Leandro Santoro. Pero cuando uno ve más en detalle lo que pasó, se da cuenta que Cristina y La Cámpora diseñaron y ordenaron el armado de las listas en todo el país. Decidieron quién iba y quién no iba, por debajo de esa primera decisión de Alberto Fernández de decir “bueno, me reservo esta potestad, voy a nombrar a Victoria Tolosa Paz y me voy a quedar con Cafiero, voy a nombrar a Santoro”.

Esta preeminencia de Cristina y La Cámpora la ven los perdedores. Son ellos los que se quejan
cuando uno los llama por teléfono y les pregunta cuál es el balance. Perdieron los sindicatos
alineados con la CGT. Los gordos, el colaboracionismo, los que apoyaron a Macri y fueron socios de Macri. Los que ahora ven cómo se derrumba el salario real y no hacen nada. Esa cúpula sindical que maneja la CGT hace muchos años, perdió porque no tuvo nada en las listas, ni Cristina ni La Cámpora le dieron nada. Sí ganaron sindicalistas como Palazzo, de la Bancaria, un radical alfonsinista que va cuarto en la lista de diputados de la Provincia de Buenos Aires. Ese sindicalismo alineado con Cristina, que no pesa mucho en los grandes sindicatos, que solamente tiene presencia en algunos, es el que fue premiado por el Frente de Todos.

También perdieron los movimientos sociales. Empezando por Juan Grabois, que no logró los lugares que esperaba y que se da cuenta de que no le sirvió esa alianza que tiene con Máximo Kirchner. Esa
cercanía, ese juego en sintonía con los intereses de La Cámpora, a Grabois no le dejó nada. Perdió también la alianza del Movimiento Evita y Barrios de Pie. Daniel Menéndez, finalmente, entra como candidato en el puesto 16. Se supone que va a entrar, pero es el primero de los movimientos sociales y lejos en la lista de la Provincia de Buenos Aires. Y perdieron, o sufrieron escaramuzas, o tuvieron que defender sus territorios, los intendentes que no lograron un acuerdo con La Cámpora. Zabaleta, que lo logró a último momento, pero que antes en Hurlingham tuvo que decir “voy de candidato a concejal, me planto en mi propio distrito, no lo voy a entregar”. Espinoza en La Matanza. Gray en Esteban Echeverría. Cascallares en Almirante Brown. Todos tuvieron algún tipo de encontronazo para defender su territorio frente a esa fuerza que avanza en los municipios y que pretende gobernar el Conurbano. Hoy por hoy lo hace en un solo municipio, en Quilmes, con Mayra Mendoza. El intento de La Cámpora es llegar al resto de los municipios.

Un intendente de los que trata de no pelearse demasiado con La Cámpora pero tiene una convivencia difícil me decía: “El que entrega el distrito no tiene conflicto; si no entregás el distrito, si lo defendés, vas al choque porque ellos pretenden disciplinarte con los votos de Cristina”. Cuando dice ellos, habla de La Cámpora. Algún intendente que se enfrenta a La Cámpora dice que sube en intención de votos, que sube en imagen positiva, que conviene pelearse con La Cámpora en los distritos. Es raro, ¿no? Porque en el reino de Cristina, la Provincia de Buenos Aires, el conurbano, la Tercera Sección electoral, el bastión de Cristina incluso en su peor momento, en el momento en el que gran parte del PJ era socio de Macri, algunos intendentes dicen “La Cámpora mide mal”. Habrá que verlo. Es una película que está abierta. ¿Puede La Cámpora medir mal en donde Cristina arrasa o mide bien? Algunos intendentes dicen que sí.

La otra escena es la de Santa Fe. La expresión más alta del malentendido en el Frente de Todos. La
dificultad para convivir. Algo, a veces, más difícil de entender es la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre figuras muy cercanas: Cristina y Agustín Rossi, vicepresidenta y Ministro de Defensa, jefe de bloque del Frente Para la Victoria, jefe del bloque de Unidad Ciudadana en su momento. Un cristinista irreductible que perdió muchas veces en Santa Fe por ser kirchnerista. Cristina le da la espalda a Agustín Rossi y cierra con el gobernador Perotti. Alberto Fernández, que le había pedido a Rossi que sea candidato, finalmente le pide que no lo sea. Y lo termina sacando del gabinete. ¿Cuál es el criterio de Cristina para eso? Un pragmatismo a prueba de balas. Se termina aliando Cristina con el gobernador que había pedido su desafuero, el que daba a entender que Cristina debía ir presa. Ahora Cristina está aliada, así como selló una alianza con Sergio Massa y la mantiene. Quizás ya no tanto por los votos de Massa, sino por la capacidad de daño de Massa y de su bloque de poder. Así como hay una alianza del cristinismo con Massa, hay una alianza con Perotti.

No hay una división tan tajante. El cristinismo por un lado, el PJ por el otro. Se mezcla más y queda
herido y resentido un jugador de lo más leal como Agustín Rossi. Va camino a una interna en la que dicen “lo más probable es que pierda”. Agustín Rossi que va camino a la derrota y va a quedar afuera de todo, si eso sucede, como prevén algunos. Hay un criterio muy antojadizo, a veces, en el Frente de Todos para los premios y los castigos. Pero lo que queda claro en este cierre de listas, lo escribí también en elDiarioAr, es que al contrario de lo que dicen los abanderados de la unidad, el Frente de Todos no es un espacio de tres fuerzas equiparables: cristinismo, massismo, albertismo. El Frente de Todos es una alianza que se constituye a partir de los votos de Cristina en la Tercera Sección electoral, en la Provincia de Buenos Aires, en el resto del país. Es esa fuerza, que no alcanzaba, más la fuerza de los arrepentidos, los que volvieron. Los que se fueron y volvieron, arrepentidos pero no tanto por haberse ido, sino por no haber encontrado otra ruta hacia el poder. Así está hecha la unidad, como dijo en algún momento el diplomático Felipe Solá: “es una unidad basada en el amor y en el espanto”. Falta poco para saber cómo resulta esa unidad.

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