Fuera de Tiempo con Sergio Arelovich

Sergio Arelovich,  economista y coordinador del Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (MATE), conversó con Diego Genoud sobre los salarios, la inflación y el complejo oleaginoso.

“Resistiendo con ajuste”. Editorial de 20 de agosto en FM Milenium.

Una semana más del superministro Sergio Massa, marcada por postales antagónicas de lo que es la Argentina política, social. Una semana en la que pasaron muchas cosas, con el Gobierno que empezó a avanzar con el aumento de tarifas. Un tema que hoy parece cantado y fuera de discusión pero que le llevó al Frente de Todos casi tres años de debate, de pulseadas, de sancadillas internas, de idas y vueltas. Un desgaste interminable para terminar, finalmente, en este aumento de tarifas, que es un aumento más profundo que el que pensaba ejecutar Martín Guzmán.

En la luz, el gas y también el agua. Por eso la presencia, que no termina de ser clara, de Malena Galmarini. Porque además de ser la esposa de Sergio Massa, es la titular de la empresa AySA, una sociedad anónima. En el anuncio de este aumento, estaba Galmarini sentada en la mesa con la Secretaría de Energía, con el Subsecretario de Hidrocarburos, con todos los funcionarios del Gobierno nacional. Luz, gas y agua, que no estaba en el decreto que firmó Guzmán cuando se estaba yendo.

¿Qué quiere hacer el Gobierno con esto? Después de tantas idas y vueltas, ahorrar 50 mil millones de pesos en el plazo de un año. La reducción de los subsidios es reducción del déficit fiscal para cumplir con el acuerdo con el Fondo. El ajuste empieza por ahí y es más grande de lo que se pensaba. 

En el gas se va a sentir muy fuerte el año que viene. Ahora se está terminando el invierno y las boletas de gas no van a venir con tanto aumento. ¿Cuándo van a venir con el aumento más fuerte? Cuando se esté preparando la campaña electoral del 2023; los votantes van a sentir cómo pega el aumento en el gas en el invierno que viene. 

El aumento de la luz, el aumento del agua empieza ya, de manera gradual, apenas empiecen a llegar las facturas pero para un porcentaje mucho más amplio de la población. Está bien la segmentación, hoy está fuera de duda aquel sistema de subsidios pro-rico del que habló por entonces Martín Guzmán. El mismo que, cuando se fue, Kulfas dijo: “Me da vergüenza como peronista”. Finalmente el aumento de tarifas se decidió con el apoyo de Cristina y de los funcionarios de Cristina. 

¿Cuál es el problema? No es la segmentación. El problema es la caída del ingreso, la caída del salario real. La inflación que ya se traga los salarios y que no se terminan de recuperar. Van por detrás de una inflación de 90% que las consultoras están previendo para fin de año, con suerte. Hay otras como FIEL, un think tank más ligado al liberalismo, que están pensando en 110% de inflación. La consultora Equilibria, de Diego Bossio y de Martín Rapetti, están pensando en un 100% de inflación. 

En ese contexto este aumento de tarifas para cumplir con el fondo, para reducir los subsidios, pega. Es mucho más ambicioso que el que Guzmán no pudo aprobar.

En el corto plazo, son dos los impactos de esa primera postal que abrió la semana. Por un lado, en lo político. Massa aplica la doctrina Guzmán con un perfil más agresivo, sin anestesia. Alguien que conoce el sistema de subsidios, el esquema de tarifas, me decía que alrededor del 40% de la población va a pagar un aumento fuerte. No son solo el 10%, los más ricos, los más beneficiados de la pirámide social, sino que la clase media va a sentir fuerte el aumento de tarifas en el bolsillo. Por otro lado, en lo económico. Son aumentos que potencian una inflación que ya está descontrolada. Que se descontroló con la salida de Guzmán, con la corrida cambiaria, con el interregno fallido de Silvina Batakis. 

En lo político, Guzmán no pudo lo que Massa puede. Y Massa puede mucho más que Guzmán con la anuencia de la Vicepresidenta, de La Cámpora. En lo económico, la segmentación puede estar bien, las tarifas pueden haber estado atrasadas, pero esto le va a pegar a gente que hoy ya tiene dificultades para llegar a fin de mes.

Son tarifas que pegan en un contexto de erosión de los salarios que corren muy por detrás de la inflación. También está el dato que aportaba Alejandro Rebossio, periodista económico, en elDiarioAR esta semana: “Los salarios están tan bajos con el Frente de Todos como los que dejó Macri, alcanzan para comprar menos comida y además corren riesgo de empeorar. Hasta junio, antes del salto inflacionario que provocó la salida de Guzmán, los sueldos estaban en el mismo nivel de diciembre de 2019”, incluso después de dos años de devaluación y ajuste. 

Hasta junio estaban empatados con ese Macri del final, pero ajustados por el precio de los medicamentos, dice esta nota de Alejandro Rebossio, cayeron 6%. Son datos de la CTA de Hugo Yasky, que acompaña al Gobierno nacional y está mostrando en qué contexto van a caer estos aumentos de tarifa. Con salarios más bajos que los que dejó Macri y un poder adquisitivo más desgastado todavía.

La segmentación, obra póstuma de Guzmán, se impuso. Es la victoria póstuma de Martín Guzmán. Todos recordamos ese discurso de la Vicepresidenta en La Plata, a fines de 2020, en el que decía: “Este año 2021 se tienen que alinear los salarios con las tarifas, las jubilaciones y los precios”. Los salarios se alinearon pero hacia abajo con un superministro que viene a hacer el ajuste que deja claro cuando él mismo se presenta y pone como prioridad número uno el orden fiscal para cumplir con el acuerdo con el Fondo. 

Hablamos del mismo acuerdo que desde La Cámpora decían que era “incumplible”, incluso antes de la guerra. Massa dice “voy a cumplir”. ¿Cómo va a hacer para ajustar a esos niveles? Es todo un interrogante, un desafío, porque al mismo tiempo hay sectores que salen a la calle a reclamar contra esta caída del salario real, que ya lleva muchos años. Empezó en 2014 con la devaluación de Kicillof y después casi que no hubo año donde no cayeran los salarios. En 2015 mejoraron, en 2016 cayeron. 2017 mejoraron. 2018, 2019, 2020 y 2021 los salarios vienen cayendo de manera permanente. Habrá que ver 2022.  

Eso explica la marcha culposa de la CGT de esta semana. Una movilización que la dirigencia de la CGT casi no quería hacer, sobre todo Hector Daer, el sindicalista de sanidad. Una marcha que fue al Congreso y que era contra los formadores de precios pero no contra el Gobierno. Era contra la maldita inflación. Me hacía acordar a los carteles de Darío Lopérfido, hace ya muchísimos años, durante el Gobierno de De La Rúa, cuando Buenos Aires apareció empapelada con un cartel que decía “maldita cocaína”. La CGT un poco toma la escuela de Darío Lopérfido y marcha contra la maldita inflación sin nombrar al Gobierno, pero pidiéndole que controle a los formadores de precios.

Esa fue una de las expresiones del descontento. Mal o bien, la CGT representa a los asalariados, a los sectores que están bajo convenio y que tienen posibilidad de pelear en paritarias, y de pelear un poco mejor contra la inflación. Los que no tienen posibilidad son los sectores informales. Según muchas de las mediciones, 1 de cada 2 trabajadores hoy está en la informalidad. Y esos sectores son los que pierden por paliza con la inflación.

¿Quién los representa? Los representan en parte o buscan representarlos los movimientos sociales, los que son oficialistas, los que tienen funcionarios en el Gobierno nacional, y también los que son opositores. Estuvo acá hace algunas semanas Eduardo Belliboni, uno de los protagonistas de esta marcha, una mucho más dura con el Gobierno desde el discurso, culpándolo por esta caída de los ingresos por la inflación. Es en ese contexto que Massa va al ajuste. Y el Frente de Todos va con Massa.

Los sectores no alineados , los sectores de izquierda que marcharon responsabilizaban al Gobierno. Ya no sé si decir “de Alberto Fernández”, porque el Presidente está hoy como extraviado. Se ven imágenes del Presidente como si ya se hubiera ido del Gobierno, como si estuviera cuidando a Francisco, retirado del poder. Llegó con la promesa de encender la economía pero también de recuperar los salarios y recuperar el mercado interno. Vino la pandemia, vino la guerra y vino, sobre todo, la improvisación de un Gobierno que no tenía claro hacia dónde ir, cómo recuperar los salarios, cómo lograr que mejore la situación de los votantes del Frente de Todos. Muchos de los cuales desertaron ya en el 2021, cuando Cristina denunció el ajuste de su propio Gobierno.

La imagen de esa Cristina que denunciaba el ajuste de su propio Gobierno ya no la vemos. Hoy está en silencio, concentrada en su situación judicial, casi como si dijese “nos estamos despidiendo del poder, que el ajuste lo haga Massa, yo me voy a concentrar ya no en la cuestión de los ingresos de los asalariados, de alinear precios y salarios, sino en las causas judiciales que me vuelven a preocupar”.

Con ese mundo de necesidades que expresaron en la calle a su manera la CGT y los movimientos sociales, contrastó una reunión del Círculo Rojo en el Hotel Alvear organizada por el Consejo de las Américas, por una empresaria que se llama Susan Segal que desde la época del kirchnerismo -pero también con el macrismo y ahora con el Frente de Todos- siempre arma tertulias con los empresarios y el poder político. 

Ahí vimos la euforia que recibe al “presidente Massa”, como algunos le dijeron y como al propio Jorge Argüello, embajador argentino en Washington, se le escapó. Algunos de los empresarios que estaban eufóricos cuando lo veían llegar a Massa al Hotel Alvear, también decían “parece un Presidente”. ¿Quiénes estaban ahí? En primera fila, José Luis Manzano, dueño de EDENOR, del Grupo América, ex ministro del Interior de Carlos Menem. Con una capacidad a prueba de balas para reinventarse, para continuar en el poder. Al lado de él estaba Bettina Guardia de Bulgheroni, una de las empresarias más importantes de la Argentina, casada con Alejandro Bulgheroni, los dueños de Pan American Energy. Bettina Bulgheroni fue jefa de Asesores de Carlos Corach allá en los años 90. Una postal muy menemista para recibir a Massa.

También Santiago Soldati. Los empresarios argentinos: Coto, Marcelo Figueiras, Urtubey. Todos convocados por el Consejo de las Américas y, además, junto al embajador de Estados Unidos en la Argentina, Marc Stanley. Es un embajador bastante audaz, le gustan mucho las reuniones, a veces se va de boca, como esta semana que dijo: “¿Por qué no arman una coalición entre todos y avanzan con el ajuste? Gobierno y oposición”. Stanley arenga “muchachos, anímense, júntense, si al final van a hacer lo mismo, todos están de acuerdo con lo que hay que hacer en Argentina”. Como si la grieta fuera artificial. 

En la base social lo que hay es una grieta, un abismo de clases sociales entre ricos y pobres, porque crece la desigualdad. Sin embargo, a nivel de la dirigencia, cuando uno rasca un poco, la mayor parte piensa más o menos lo mismo. Que hay que ir a un ajuste, que hay que ordenar las cuentas, que hay que cumplir con el Fondo y que hay que dar señales al sector empresario y los mercados. 

Como si todos estuvieran de acuerdo en que solo queda ajustar con la anuencia de Cristina, mientras Cristina no está o hace como que no está. Porque le está dando el aval, por lo menos momentáneo, al superministro Massa, que nos presenta el ajuste como salvación.

La postal que termina la semana es esta reunión de los empresarios con el embajador de Estados Unidos en el Consejo de las Américas. Como si la clase política se hubiera rendido hasta borrar sus diferencias en las cuestiones de fondo. Ajustar para cumplir con el Fondo, resistir en el poder como hace Massa y el Frente de Todos. Resistir a través del ajuste parece ser la receta. Un ajuste que tiene tres patas: aumento de tarifas, el recorte en los fondos que van para los Gobernadores y la inflación que se va comiendo las jubilaciones y los salarios de los estatales. 

El Frente de Todos venía en caída libre, escupía sangre. Ahora con Massa dejó de caer, y hasta genera expectativa en una fracción del establishment. Pero los problemas de fondo siguen sin solución. La falta de dólares en un país que tuvo 30 mil millones de superávit, y la inflación que castiga a una sociedad que viene muy estresada por tantos años de crisis. La idea de Massa es ir resistiendo con ajuste para evitar la devaluación. Necesita que entren dólares y que la paciencia social se estire más allá de lo imaginable. 

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