Macri y la pandemia como beneficio

Nota publicada en elDiarioAR el 30/5/2021.

En uno de los cortes de la entrevista con la CNN, el martes pasado, Mauricio Macri recibió en su teléfono un mensaje de su histórico asesor estrella, Jaime Durán Barba. El gurú ecuatoriano rompió el frío con una ironía que fue correspondida enseguida por el expresidente. El buen humor de Macri y el regreso a los primeros planos del consultor que registró el copyright del macrismo como producto político sugiere que la oposición acelera con la campaña electoral en el peor momento de la pandemia.

Como su adversaria Elisa Carrió, Durán Barba -que se prepara para volar a Buenos Aires en los próximos días- apuesta a Horacio Rodríguez Larreta como sucesor de Macri. Pero prefiere no decirlo demasiado para no precipitarse ni volver a desquiciar al expresidente, como lo hizo el año pasado, cuando definió a Cristina Fernández de Kirchner como “la mujer más brillante de la historia argentina”. Un enfoque similar al de Carrió y Durán Barba defiende por estas horas Marcos Peña en las reuniones que organiza en su casa. A salvo de los primeros planos y no tan pendiente de su teléfono como en el tiempo en que era el dueño de casi todas las decisiones, el ex jefe de Gabinete también tiene ganas de reincidir. Devenido en consultor, Peña activó su agenda y sostiene en conversaciones privadas que Juntos por el Cambio debe volver al poder detrás del candidato que más mida, una manera elegante de admitir que Macri ya fue. 

El problema es que, inspirado en su núcleo rabioso de adhesiones, el ex presidente da indicios fuertes de tener en mente otro escenario y busca venderse otra vez como el espejo refractario de la actual vicepresidenta. El ingeniero se imagina como el gestor de un movimiento que pueda destrabar la polarización y resolver el acertijo electoral en favor de la alianza antiperonista. Por eso manda a callar a los que le sugieren bajarse de la carrera presidencial antes del tiempo y aceptar un rol testimonial hacia adelante, en beneficio de la jefa de los halcones, Patricia Bullrich. Alto producto de la polarización, Macri está entre los que supone que la catástrofe económica de su gobierno va quedando atrás, aplastada por el impacto de la peste, el aumento de la pobreza y las diferencias elocuentes en el Frente de Todos. Si cree que llegó su hora, Bullrich tendrá que convencer primero al político de cuna empresaria que la puso en lo más alto.  

El cambio es vertiginoso. Después de haber comparado la experiencia de administrar el país con la de su secuestro, Macri se muestra distendido y hasta quiere volver a sumar. No lo detiene la caída de las ventas que registró en abril “Primer Tiempo”, el libro que supuso sería un best seller semejante a “Sinceramente”. Incorporó la palabra “aprendizaje” a su discurso de campaña y sus colaboradores lograron hacerle decir que no estuvo “a la altura de las expectativas” que generó. Para él, es mucho.

De regreso a las apariciones televisivas en mesas amables como las que tuvo durante su gestión, el líder del PRO intervino en los últimos días en beneficio de Fabian “Pepín” Rodríguez Simón, el audaz en fuga que se metió en la intimidad del poder de la mano de José Torello, después de haber sido experto en sociedades off shore y abogado del Grupo Clarín.

Macri defendió a Pepín pese a que tuvieron varios cortocircuitos desde que el ahora aspirante a refugiado promovió a Carlos Rosenkrantz como presidente de la Corte. No sólo en televisión, también en privado, de acuerdo a lo que afirman en las cercanías de María Romilda Servini de Cubría. Según dicen en Comodoro Py, la jueza que ya enterró a toda la familia de magistrados nombrados por Menem en la década del noventa recibió en su teléfono un mensaje de Macri. Fue en el momento en que se conoció la orden de captura contra el operador judicial del PRO y constaba de una sola palabra: “Felicidades”, decía. O el fracaso ajeno le devolvió el don de la ironía al team leader de Cambiemos o Macri también festeja que los perseguidores de ayer se calcen, tan rápido, el traje de perseguidos. Antiguo representante de la off shore Socimer, Rodríguez Simón descubrió al otro lado de la frontera que Servini tiene la protección de Antonio Stiuso y que el explorador de la Patagonia Guillermo Marijuan se deja llevar por los deseos de Sergio Massa. No hacía falta cruzar el charco para eso.  

Mientras la camarilla del macrismo transcurre sus días lejos de los primeros planos, Rodríguez Larreta apuesta a que la vidriera porteña allane su sendero hacia 2023, tal y como le sucedió a Macri cuando vendía futuro, ese activo que arruinó en tiempo récord. En esa liga se inscribe también la precandidata María Eugenia Vidal, ¿el bonaerense? Diego Santilli y el neoalbertista Gerardo Morales. 

Se acepte o no, la campaña transcurre paralela al drama de casi 80 mil muertos que cada día golpea, primero a la sociedad y después al gobierno. Del otro lado de la polarización, Alberto Fernández enfrenta la paradoja de un operativo vacunación que acelera como nunca, con  2.684.600 de dosis distribuidas en los últimos días, mientras la segundo ola pega con una violencia no prevista, hace volar por los aires todas las proyecciones de Martín Guzmán y le arrebata un trimestre al rebote de la economía. Argentina cerró 2020 con 43.163 muertos y va camino a duplicar esa cifra en apenas seis meses. O el gobierno esperaba tener a esta altura la vacunación muchísimo más avanzada o no se entiende cómo se decidió reducir al mínimo el gasto Covid previsto para este año en el Presupuesto. Es ese mapa, con récord de pacientes en las terapias intensivas, impactan las denuncias de la oposición que oficia de embajadora de Pfizer y apunta a la comunión de Hugo Sigman con el gobierno. 

Tras las dificultades y las apuestas fallidas, el gobierno avanza sin margen para festejar porque todavía está lejos del respiro que precisa y la posibilidad cierta de la salvación contrasta con el drama del presente. A Fernández lo separan entre dos y tres meses de ese momento en el que espera tener inmunizada a la población objetivo en todo el país. 

La pandemia está cruzada por la campaña. Mientras Axel Kicillof se propone vacunar un millón de personas en 10 días, en Casa Rosada sostienen que las provincias más afectadas por la segunda ola son las que copiaron el modelo Rodríguez Larreta: la Córdoba de Juan Schiaretti, la Santa Fe de Omar Perotti y el Neuquén de Omar Gutiérrez. El esfuerzo del Presidente choca con un Larreta que retoma la bandera de abrir las escuelas ya, pero también con el propósito de organizar la Copa América en Argentina, una misión -más propia de Macri- a la que Fernández le dedicó varias horas en Olivos la semana que pasó, tal como publicó Pablo Ibañez en elDiarioAR. Mañana, se supone, habrá definiciones.

Más atrás en la agenda de la urgencia, reaparece la deuda. Fernández confía en la negociación con el Club de París y espera recibir una buena noticia en un plazo estimado de ocho días. Satisfecho con el encuentro virtual con Angela Merkel, el Presidente volvió a escuchar de oídos de la canciller alemana el interés de la compañía Voith Hydro para invertir en la represa hidroeléctrica de Chihuido en Neuquén y ahora espera al ministro de Relaciones Exteriores alemán, Heiko Maass, un socialdemócrata muy identificado con Merkel.

Los pronunciamientos contra el Fondo que parten del Frente de Todos no impiden que el gobierno siga atado a la buena voluntad de Kristalina Georgieva. Janet Yellen y Joe Biden precisan mantener el lazo con una Argentina a la que aprecian como aliada en la pulseada geopolítica con China. De ahí la piedad vestida de generosidad. La pandemia le ofrece al gobierno la posibilidad de postergar las exigencias del Fondo, pero tanto en Washington como en Buenos Aires lo saben: tarde o temprano, el peronismo kirchnerista retomará la tradición de los “pagadores seriales”, según la definición que Cristina hizo de su propio gobierno. 

En un continente que está ardiendo tal como repite el mismísimo Durán Barba, la Argentina que se distingue por la estabilidad y la paciencia social también debe hacer frente a la emergencia. El cuadro es alarmante por donde se lo mire. A las cifras del desempleo real que acaba de difundir la UCA -28,5% entre desocupados plenos y subocupados inestables- se suma la caída de los ingresos en un contexto de alta inflación. Los datos confirman que no todos pierden con la peste y no sólo Macri encuentra su rédito en la pandemia. 

Según el último informe del centro de Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo del IDAES-UNSAM, después del fuerte proceso de transferencia de ingresos desde los asalariados a las empresas que tuvo lugar entre fines de 2015 y fines de 2019, el COVID 19 provocó que tanto salarios como ganancias se contrajeron durante 2020. Sin embargo, hacia el final del año pasado, la rentabilidad de las empresas empezó a recomponerse y la participación de las ganancias se incrementó, mientras los ingresos de los trabajadores continuaron rezagados.

Entre los cuartos trimestres de 2019 y 2020, dice el informe, el excedente de explotación bruto se incrementó un 39% en términos nominales, contra un índice de precios que aumentó 36,2% durante el mismo período y una masa salarial que creció un 28%, con una pérdida de poder adquisitivo del 6,4%. Así, de acuerdo al estudio del CETyD en base a datos del INDEC, entre los cuartos trimestres de 2019 y 2020, la participación de las ganancias empresarias en el ingreso del sector privado se incrementó del 42,5% al 45,2% y la participación de los salarios se redujo del 37,2% al 35,8%.

En un cuadro de alta heterogeneidad, conviven sectores empresarios que sufrieron mucho el impacto del encierro, con un conjunto de actividades que aumentaron tanto su rentabilidad como su participación en un contexto en que la producción no para pese a la cifra elevada de muertos. En ese grupo selecto figuran el comercio, la agricultura, la ganadería, la construcción -que rebotó fuerte durante el último trimestre de 2020 tras la profunda caída previa-, la intermediación financiera y las actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler.

Titulado “¿Hay margen para aumentar los salarios?”, el trabajo del centro que dirige el investigador Matías Maito apunta a la encrucijada del Frente de Todos en el año electoral. Sostiene que la necesidad de promover la recuperación de los ingresos de los asalariados se aborda en un contexto por demás complejo pero es, al mismo tiempo, una necesidad de primer orden para recuperar el consumo y potenciar el crecimiento. Después de un ciclo largo de ajuste sobre el salario real, el pancristinismo tiene un desafío inédito, que da cuenta de la magnitud de la crisis: cómo distinguirse de la política distributiva de Macri, el ex presidente que encuentra en la peor pandemia del último siglo una oportunidad. 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *