Un tiro en el pie

Nota publicada en La Política Online el 24/9/2022.

Fue un primer aviso. A casi dos meses de haber asumido el cargo de superministro, Sergio Massa confirmó lo que ya se preveía: no le va a resultar tan fácil conducir a un gobierno loteado desde su constitución. La comunicación “A” 7609 del Banco Central, que alteró la compra de dólar en la Bolsa por parte de los sojeros, rompió el clima de estabilidad que Massa había construido con un mix que combinó su hiperactividad y su capacidad de negociación con una devaluación a medida para un sector de altísima rentabilidad.

El dólar soja le sirvió al gobierno para salir de la encerrona por un tiempo y fortalecer las reservas del Central con alrededor de 2500 millones de dólares. Aunque la receta no está exenta de dificultades y no despeja por completo el horizonte de la devaluación, nadie esperaba que desde la fortaleza de Miguel Pesce puentearan a Massa y desautorizaran un operativo que, dada la extrema debilidad del gobierno, venía resultando exitoso. La decisión de excluir finalmente a las personas físicas de la resolución no cambió el clima en el Palacio de Hacienda.

La furia del ministro de Economía con un funcionario experimentado, el más importante que conserva Alberto Fernández en el gobierno, se inscribe en un largo historial de diferencias que marcaron los casi tres años de gestión en el Frente de Todos. Economista de larguísima trayectoria que salió con vida de su paso por el radicalismo, el cobismo, el ibarrismo y el cristinismo, Pesce ya dio muestras de que es capaz de sobrevivir a casi todo. El Presidente, que le otorgó un poder considerable a Martín Guzmán, nunca le permitió pasar por encima de él. Con más razón todavía, hará todo lo que esté a su alcance para impedir que Massa se lo lleve puesto. Tiene lógica: Pesce es el último funcionario con poder que le queda a Fernández. 

El momento en que el presidente del Banco Central operó en sentido contrario al que lleva adelante el nuevo ministro no es anecdótico: aunque el Senado jamás aprobó su pliego, acaba de ser ratificado por el Presidente en su cargo hasta septiembre de 2028.

Las diferencias con Massa no parecen ideológicas o políticas sino de procedimientos. El ministro venía de cerrar un pacto con las grandes cerealeras y Pesce -o alguien que actúa en su nombre- lo complicó. Los dos tienen un objetivo común: fortalecer las reservas para sostener al gobierno y cumplir con las exigencias del Fondo, el acreedor privilegiado que está sentado a la mesa de las decisiones en Argentina. Aún así, el lunes pasado, algo falló. 

La enorme cuota de poder con la que Massa llegó a un gobierno en caída libre no alcanzó para desplazar a Pesce. El ministro quería designar como presidente del Banco Central a Lisandro Cleri, un funcionario que trabajó mucho con Diego Bossio antes de acompañar a Martin Guzmán. Cleri tenía además el apoyo de Cristina, que también lo promovía para ser el reemplazante de Pesce. Sin embargo, las fuerzas conjuntas de Massa y CFK no pudieron convencer al Presidente para que diera por terminado el ciclo del economista radical. 

Las alarmas vuelven a encenderse. Massa es hoy el nexo entre los Fernández y las señales que se emitieron en los últimos días confirmaron que ese vínculo se volvió a interrumpir. Al menos eso es lo que sostienen cerca de la vicepresidenta.

Defensor a ultranza de la rentabilidad de los bancos, el titular del Banco Central tiene alguna cualidad que le permite flotar en medio de cualquier naufragio. Pero a su capacidad de resiliencia se suma el respaldo del profesor de Derecho Penal que tiene todavía la lapicera a su cargo. Su sobrevida expresa el extraño equilibrio de poder dentro del Frente de Todos y la continuidad de una política que explica en gran medida la fragilidad del peronismo gobernante.

Cada vez que la vicepresidenta habla del problema de la economía bimonetaria se refiere a la enorme cantidad de dólares que el gobierno tuvo frente a sus narices y decidió rifar. Pesce y Guzmán fueron señalados por Cristina como los responsables de haber dilapidado el excepcional superávit comercial que tuvo el Frente de Todos debido a la pandemia que provocó la salida de dólares del turismo y los precios elevados de los cereales. Guzmán decidió renunciar en lo que dio paso a un reconfiguración del poder interno en el gobierno, pero Pesce siguió.

El tiro en el pie que se dio la coalición oficialista en un aspecto central para la gobernabilidad todavía hoy tiene implicancias muy concretas. Explican tanto la concesión del dólar soja como la incertidumbre no despejada sobre la posibilidad de una devaluación que el gobierno quiere evitar y tendría consecuencias letales sobre los ingresos de la población. Lo dijo José Ignacio De Mendiguren, hace apenas unos días: “Estamos desesperados por los dólares”.

La magnitud del superávit comercial perdido y el destino de los dólares que se esfumaron todavía permanecen en un estado de opacidad. Un informe reservado en base a datos oficiales que circula en el gobierno ofrece algunos datos muy contundentes. Entre diciembre de 2019 y julio de 2022, el Frente de Todos tuvo un superávit de la balanza comercial que ascendió a nada menos que 35.413 millones de dólares. Sin embargo, de ese total apenas U$S 5.828 millones fueron para fortalecer reservas que, de todas maneras, siguieron cayendo. La diferencia se explicó en parte por la balanza de servicios -viajes al exterior, que ahora vuelven a crecer fuerte y son objeto de estudio en Economía-, los intereses de la deuda y las utilidades que son cuentas de larga tradición deficitaria en Argentina.

De todos modos, el dato más destacado para explicar la evaporación del superávit comercial récord está en la Cuenta Financiera, que dejó un déficit de -USD12.967 millones y encontró gran parte de su explicación en la fuerte cancelación de deuda del sector privado.

El informe que circula en los despachos oficiales le pone cifras a un dato que es admitido en el Banco Central: durante el mandato de los Fernández, un grupo de empresas, de las más importantes de la Argentina, accedieron a dólares baratos para cancelar la deuda que había contraído en los años del macrismo. Energéticas, bancos, constructoras, alimenticias y firmas del sector de la comunicación accedieron a nada menos que 23.710 millones de dólares gracias al gobierno del Frente de Todos.

Así como se endeudaron, en paralelo al proceso vertiginoso de endeudamiento del sector público, cancelaron gran parte de esa deuda gracias al dólar subsidiado por el peronismo. Lo dice el informe: la deuda externa financiera del sector privado se incrementó en el gobierno de Macri y se redujo en el gobierno de Fernández. El problema fue que ese proceso se consolidó en base al vaciamiento del Banco Central, lo que dejó al peronismo en una situación de extrema vulnerabilidad para gobernar.

De ese total de 35000 millones de dólares de superávit comercial, casi 24.000 millones de dólares fueron cedidos al sector privado entre 2019 y 2022 para que pague su deuda con dólares baratos. Si en un principio lo hacía en su totalidad, a partir de octubre de 2020 -la primera corrida que afrontó el gobierno- el gobierno les ordenó que reestructuraran al menos el 60% de su deuda, como lo había hecho el estado nacional. Para cancelar el 40% restante, Pesce les siguió garantizando los dólares subsidiados.

Responsable principal de esa decisión que tuvo el respaldo del Presidente, el titular del Banco Central defendió la medida en público y en privado. Aseguró que la entrega de las reservas públicas al sector privado se justificaba por la necesidad de evitar que alguna empresa argentina pudiera caer en default y desatara una crisis mayor.

Sus rivales internos planteaban que las empresas habían podido recomponer sus márgenes de ganancias y tenían espalda para afrontar los pagos de deuda sin necesidad de ser subsidiadas por un Estado débil. Pesce derrotó a Guzmán, que pretendía avanzar con un desdoblamiento cambiario para que las empresas accedan a los dólares en el mercado financiero, donde el dólar cotizaba al doble que en el mercado oficial.

Ninguno de los trastornos que debió afrontar el experimento del Frente de Todos se explica sin tener en cuenta la pérdida de reservas. La brecha cambiaria, la inflación, la caída del salario real y la dificultad de financiar importaciones para aumentar la producción y fomentar el crecimiento y hasta las tensiones políticas entre cristinismo y albertismo se vieron potenciadas por la pérdida de reservas. También, el rumbo de ajuste fiscal y monetario que eleva la tasa de interés de los bancos muy por encima del ritmo de los ingresos y la posibilidad de avanzar con un plan de shock.

Si Massa llegó al gobierno con la intención de conquistar también el Banco Central, la resolución sobre el dólar soja activó una confrontación que puede profundizarse si las divisas vuelven a escasear en los largos meses que quedan hasta febrero o marzo, cuando llegue la hora de la nueva liquidación de la cosecha. Aval fundamental de Massa en el rumbo ortodoxo que le imprimió a la gestión, Cristina está unida a su ministro por criterios comunes: ninguno de los dos quiere la continuidad de Pesce ni comparte la idea del Presidente, que lo sostiene en defensa propia.

La relativa estabilidad en el frente cambiario, el intento de asesinato de la vicepresidenta y los alegatos de la causa Vialidad disiparon la tensión interna en el oficialismo y dieron paso al espectáculo de una oposición dividida. Juntos no termina de acordar reglas internas y a Mauricio Macri se lo ve decidido a competir para jugar su segundo tiempo. “Nunca trabajó tantas horas, ni siquiera cuando era presidente. Y no lo va a hacer para dejar ese esfuerzo en manos de otro”, razona un ex funcionario del PRO. 

La calma en el peronismo no puede disimular que las diferencias políticas persisten en el Frente de Todos. En su alegato del viernes, CFK se declaró en “estado de indefensión”, lo que fue interpretado como un tiro por elevación al Presidente que llevó de viaje a Aníbal Fernández a Estados Unidos. El ministro de Seguridad recuperó el diálogo con la vice, pero en el entorno de Cristina siguen apuntando en su contra. Como parte de un instinto de supervivencia, que lo lleva a demostrar que todavía tiene un papel para actuar, Alberto parece insinuar que todavía tiene capacidad de daño. En esa composición, le sirve proteger a los funcionarios cuestionados por la vice y el superministro. 

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