El tiempo de Massa

Nota publicada en La Política Online el 24/06/2023. Foto: Juan Casas.

Cómo el ministro y candidato logró aplastar a los delfines de Alberto y Cristina. Vienen los desafíos del Fondo, la inflación y la transición. Modelo Morales, cuando el consenso exportador entra con represión.

Alberto Fernandez se moría de risa. Hacía mucho que sus carcajadas no resonaban así en la residencia de Olivos. Del otro lado de la línea, el ministro de Economía que hubiera preferido no tener le decía que todavía no diera por cerrado que iba a ser el candidato de la más rara unidad peronista.

-Tengo que consultar a mi familia, le dijo Sergio Massa.

-Me operaste durante meses por todos lados para ser el candidato único y ahora tenes que consultar. Andá a la puta que te parió, le dijo entre risas.

La familiaridad entre dos ex jefes de gabinete del kirchnerismo que se cansaron de chocar y disputar los mismos roles en los últimos 15 años estaba en el fondo de la excitación que marcaba el cierre de listas del oficialismo. Massa cumplió con el ritual y un rato después llamó por teléfono al número de la era duhaldista que el presidente todavía conserva. Después de horas frenéticas que expusieron como nunca la competencia de debilidades cruzadas, Massa había logrado una vez más imponer su criterio y había barrido con todos sus rivales internos cuando muchos lo daban por muerto. Los que lo subestimaron volvieron a equivocarse.

Junto a las virtudes políticas que se le puedan asignar, por ser consciente como pocos de la cornisa por la que camina el gobierno, Massa leyó mejor que nadie el estado de fragilidad del peronismo de la unidad y aceleró. Se dio cuenta que, como en el truco, todos gritaban con un ancho falso.

La improvisación permanente, la falta de consistencia en la gestión y las promesas incumplidas -en parte, expectativas desmedidas que él mismo genera- no le impidieron imponerse. La inflación no empezó con 3, la brecha cambiaria no se redujo al 30% -como Massa prometió en septiembre pasado desde Washington- y el Fondo no adelantó los desembolsos antes del cierre de listas para blindar al peronismo. Pero el ministro de Economía volvió a emerger como el gran beneficiario de la sociedad autodestructiva que sellaron Alberto y Cristina. 

Contó para eso con su voluntad inquebrantable, su pequeño grupo de incondicionales, un blindaje mediático que es la envidia de toda la clase política y un dúo de gobernadores que se instalaron en Buenos Aires para repetir en todos los despachos que la fórmula de Eduardo De Pedro y Juan Manzur los iba a acabar a todos, de sur a norte. Eran apenas 2 de los 15 gobernadores que todavía tiene el FDT para inclinar la balanza. Pero el peregrinaje del santiagueño Gerardo Zamora y el catamarqueño Raul Jalil, con el apoyo declamativo del riojano Ricardo Quintela, fue suficiente para que los Fernández depusieran sus fuerzas y le entregaran la candidatura presidencial a Massa.

El problema de los mandatarios provinciales no era solo con De Pedro, al que palmeaban en público pero rechazaban en privado por su bajo conocimiento. También era con Juan Manzur, el fake del volumen político que se fue de la jefatura de gabinete por la puerta de atrás y buscó cerrar la vicepresidencia para él solo, sin el apoyo de sus pares. Amigo de una facción del establishment que se disputa con Massa, el tucumano no había estado presente en la última reunión del CFI con el resto de los gobernadores y no representaba a las provincias: solo sus intereses y los de sus sponsors. Ni Zamora ni Jalil lo querían.

Massa también tuvo a su favor la faena de un operador de relieve, Juan Manuel Olmos, el único albertista que militó la candidatura de Massa hasta el final y aplastó a todos los conserjes de Olivos. Dueño de un poder económico indudable y relaciones con el poder judicial que llegan hasta las costas de Daniel Angelici, la jefatura del PJ porteño le alcanzó a Olmos para ser el único mediador que quedó en pie tras la experiencia fallida de la famosa mesa que, según decían los voceros del gobierno, integraba con Massa y De Pedro.

Entre el círculo de dirigentes que mantuvo el vínculo con todas las tribus hasta el final, se dice que en el atardecer del viernes 23, Olmos fue el encargado de poner en contacto -finalmente y después de mucho tiempo- a Cristina con Alberto en una charla telefónica que coronó la unidad.

La vicepresidenta quería la candidatura de Massa pero no quería quedar como la encargada de ungirlo de un dedazo. No podía además. Ya había hecho mucho como garante del ajuste que el ministro de Economía llevó adelante durante los primeros seis meses de su gestión, sin beneficio de inventario: sobrecumplir las metas de ajuste con el Fondo no redundó hasta hoy en ninguna concesión para un peronismo que pide clemencia y tiene la lengua afuera.

Sin embargo, Massa pudo igual. Logró invertir la ecuación: sin el financiamiento del Fondo que el Departamento de Estado le prometió en vano para su campaña electoral, consiguió el apoyo interno para ahora sí en su rol de candidato y ministro ir a en busca del socorro del organismos de crédito.

Cuando Fernández incorporó a Agustín Rossi como candidato a vicepresidente y logró colar a Victoria Tolosa Paz y Santiago Cafiero como candidatos, le dio un golpe mortífero al proyecto del peronismo motonautico. El sciolismo de liberación murió en el acto. Cafiero fue el encargado de llamar por teléfono a Scioli para informarle que el juego había terminado. El embajador en Brasil estaba en sus oficinas de la calle San Martín con el que se suponía era su candidato a vicepresidente, el entrerriano Marcelo Cassaretto, un desconocido absoluto a nivel nacional que cumplía con dos requisitos: ser el presidente de la comisión de Industria de la Cámara de Diputados y ser oriundo de una provincia en la que manda el agronegocio.

Del lado del cristinismo, el impacto fue todavía mayor. Cristina había invocado a los hijos de la generación diezmada, pero se había rendido ante el rebelde que prometía meterla presa y ahora le ofrece una salvación impensada. Después de amagar con encabezar la fórmula y reparar el error de 2015 y 2019, cuando Carlos Zannini y ella misma habían quedado en lugares subordinados de las fórmulas, CFK entregó a De Pedro y le cedió a Massa las acciones que le quedan de un proyecto que lleva dos década en la política.

Todavía es temprano para saber si fue otra jugada maestra, de esas que sus fieles gustan saborear, o la partida de defunción del kirchnerismo tal y como se lo conoció. En sus propias filas, las opiniones están divididas como nunca. Cristina completó así el proceso de empoderamiento de Massa que Maximo inició en diciembre de 2019 y potenció como nunca, cuando decidió renunciar a la jefatura de bloque del FDT, en febrero de 2022. Desde entonces, mientras Massa no hizo más que crecer, Máximo abandonó el lugar que tenía en la mesa de decisiones para regresar a los escenarios y los paravalanchas.

Ya en Shanghai, hace casi un mes, el líder de La Cámpora había demostrado que no le cerraba un armado que dejara afuera a Massa de manera prematura. En la comitiva a China, todavía recuerdan que después de una tapa de Página 12 que aseguraba que el kirchnerismo ya tenía sus fórmulas puras definidas, a Maximo lo tuvieron que escuchar no sólo Axel Kicillof sino también De Pedro y Victor Santa María, el dueño del diario que le gusta a Cristina.

El viernes al mediodía, cuando la PASO entre Wado y Scioli parecía inevitable, los celestinos del FDT sostenían que Massa no estaba fuera de carrera y advertían que el kirchnerismo no tenía forma de contentarlo con puestos menores. “Crearon un monstruo y ahora no lo pueden parar”, decía uno de los pretendidos interlocutores de todos los sectores. Si Massa se convierte en presidente y el peronismo retiene el poder, las mil versiones de lo que cada uno de los protagonistas dijo y desmintió en el último mes quedarán en el anecdotario de una fuerza que cree haber evitado el desbande generalizado en el último minuto. También lo harán las declaraciones públicas, los videos y las candidaturas frustradas que murieron antes de nacer.

Si en cambio no logra revertir la imagen de cuatro años de gobierno peronista, la cuenta será otra en medio del deterioro crónico, la caída de los ingresos y el enojo con la política. Los desafíos que le quedan al ministro y candidato no serán pocos hasta que llegue la hora de votar y habrá que ver si el Fondo es capaz de entregar los desembolsos sin demandar medidas que impacten en la inflación. Después, serán del próximo presidente porque a la teoría renacida de una Argentina condenada al éxito, se contraponen la brecha cambiaria, la posibilidad creciente de una devaluación y el regreso de los vencimientos de la deuda con el sector privado que renegocia Martín Guzmán.

Del lado de Juntos, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta están hermanados por un programa de ajuste de shock pero discrepan en teoría en la forma de sostenerlo. Bullrich anuncia que va a aplastar a los que pretenden resistir su plan con mano dura, Larreta sostiene algo tan o más osado, que le dará al ajuste una pátina de consenso con la dirigencia del peronismo no kirchnerista. Bullrich va a la confrontación con una parte de la sociedad a la que repudia, Larreta piensa que con políticos alcanza para obtener la anuencia de sectores que ya perdieron mucho y, todo indica, van a perder más.

La represión de Gerardo Morales contra las comunidades originarias en Jujuy no solo hermanó a halcones y palomas. Además, dejó entrever que una frontera muy delgada separa de la represión al gran consenso exportador que comparte el 90% de la dirigencia. Cuando la prédica que se repite en los hoteles de todo el país se agota, aparecen las balas de goma contra los supuestos beneficiados del modelo que genera riqueza y favorece el ingreso de dólares.

Como parte de un esquema de negocios que quería dejar cerrado antes de abandonar la provincia, el candidato a vicepresidente de Larreta sancionó la reforma en 25 días y la trató efectivamente en 7, pero no contempló que el enojo de los docentes por los bajos salarios se iba a potenciar con el rechazo de los pueblos originarios. En Jujuy y el radicalismo coinciden en mencionar al ex camarista Ricardo Gil Lavedra como el cerebro de la reforma, pero Gil Lavedra lo desmiente en forma rotunda y dice que es información falsa. Quienes conocen a Morales afirman que el radical se asustó cuando vio los cortes en el cruce de Purmamarca y desató la represión para impedir que el reclamo penetrara en las ciudades.

A principios de marzo, más de 30 comunidades originarias de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc habían repudiado el acuerdo entre la empresa estatal Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado (JEMSE) y una de las subsidiarias locales de Pan American Energy para explorar litio en la mina Agonic. Los voceros de las comunidades sostienen que Morales no cumplió sus promesas y no informó sobre los pasivos ambientales, algo que sí está obligado hacer en la Bolsa de Nueva York.

El gobernador culpó a la izquierda y al kirchnerismo pero no pudo acusar al PJ de Jujuy con el que mantiene una sociedad política de hierro. El senador nacional peronista y convencional constituyente Guillermo Snopek sostiene que lo más grave de la reforma es que arrasa con los organismos de control y cuestiona desde hace tiempo los aceitados vínculos entre Morales y el jefe del PJ local, Rubén Rivarola. Rivarola es dueño de la empresa Trame, encargada de transportar el litio de los salares al puerto de Iquique. Además, es propietario del diario El Tribuno y tiene intereses en salud y una compañía de limpieza, LIMSA.

La plana mayor del Frente de Todos convalidó el modelo Jujuy y se ilusionó en vano con que Morales era capaz de romper Juntos a partir de sus contactos con el peronismo oficialista. Fernández, Massa y también De Pedro estaban entre sus habituales interlocutores, pero solo Massa decidió no pronunciarse sobre el operativo represivo que dejó detenidos y heridos.

En septiembre de 2022, el jefe del radicalismo nacional viajó a Washington junto con los gobernadores Jalil de Catamarca y Gustavo Sáenz de Salta para reunirse con autoridades del Departamento de Estado y el Departamento de Energía de Estados Unidos. “Solo Jujuy, el año próximo exportará aproximadamente 3.000 millones de dólares en litio”, afirmó Morales. Además, aseguró que con Catamarca y Salta producirían más de 300.000 toneladas de litio en los próximos meses. El gobernador sostuvo que Argentina “está en el ojo de las inversiones de muchos países del mundo” y dijo que él iba a garantizar “previsibilidad, reglas claras y garantías jurídicas” para invertir.

En el sector operan gigantes con un poder formidable. En mayo último, las dos compañías líderes de litio a nivel mundial, la estadounidense Livent y la australiana Allkem, acordaron una fusión “de iguales” para crear NewCo, una nueva compañía con una valuación de US $10,6 mil millones. La información oficial aseguró que se trata de las dos únicas compañías que producen carbonato de litio en la Argentina y que la fusión dio origen a la principal operadora del sector en el país y la quinta en el mercado mundial. 

Livent está a cargo del proyecto Fénix en el Salar de Hombre Muerto, Catamarca y Allkem explota desde 2018 el emprendimiento Salar de Olaroz, en Sales de Jujuy. Quien se queda con esa ganancia y cómo se garantiza el éxito de esos proyectos también es parte de lo que se discute en la campaña electoral. En el gobierno todavía se quejan de que Morales prometió habilitar el ingreso de YPF lithium al proyecto de litio en la cuenca de Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc en provincia, pero finalmente los dejó afuera.

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