Cristina frente a Milei

Nota publicada en La Política Online el 09/09/2023. Foto: Daniel Vides NA

La vicepresidenta busca la forma de acompañar a Massa en el nuevo escenario. Los cálculos de La Libertad Avanza, la ruptura de Bullrich con Macri y el tiempo perdido de los que quieren entrar al balotaje.

“Devaluá lo antes posible”. Con un gobierno desnudo en su fragilidad y condicionado al límite, Cristina Fernández de Kirchner le pidió a Sergio Massa lo que nunca le hubiera encomendado a nadie en un escenario favorable. La vicepresidenta había creído durante algunas semanas que el ministro de Economía y candidato a presidente iba a poder resistir la presión del Fondo Monetario Internacional. Era lo que el mismo Massa pretendía. Pero el organismo de crédito se endureció más de lo previsto y exigió una devaluación para otorgar un desembolso al que no le sobra nada y en medio de la peor sequía de los últimos 60 años.

Si el FMI reclamaba un 100% como afirma el ministro o un 30% como sostienen en cercanías de la vice, es a esta altura casi anecdótico. Como si fuera un plan del enemigo, la devaluación del 14 de agosto llegó en medio de la campaña y su impacto, que fue inmediato, quedará inmortalizado por el INDEC, con el dato de inflación de la semana próxima y el de la semana previa al 22 de octubre. El prolongado silencio que la vicepresidenta sólo interrumpió para hablar del aniversario del atentado en el que quisieron matarla genera todo tipo de especulaciones dentro del peronismo oficialista. Algunos afirman que Cristina se desligó de la campaña y recuerdan que su última aparición con Massa fue hace casi dos meses.

Sin embargo, los dirigentes que tienen diálogo con ella están convencidos de que, en algún momento, volverá a aparecer junto al candidato y ofrecen como prueba el acompañamiento de Axel Kicillof, Alicia Kirchner y su hijo Máximo a Massa en Tucumán.

La versión oficial es que la alianza entre los dos pilares del gobierno sigue intacta. Pero CFK frena a todos los que le piden mayor protagonismo con una pregunta: “¿Suma que yo aparezca?”. Los cristinistas no tienen dudas, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, donde la ausencia de la ex presidenta en la boleta le duele al peronismo kirchnerista y habilita la migración de una porción del electorado hacia Javier Milei. Ella podría colaborar, piensan, para reducir la doble brecha que existe entre el voto a los intendentes del PJ, el voto a Kicillof y el voto a Massa.

Ante un fenómeno electoral que es hijo de un enojo subestimado por la dirigencia política, ¿el histórico piso kirchnerista se mantiene irreductible como piensa la vice o también se ve resentido por la deriva del Frente de Todos? ¿Massa suma parte del electorado independiente que lo acompañó hace una década o su caudal quedó diluido hasta volverse el de un camporista más? Solo hay una conclusión que repiten los que visitan el Senado: Cristina piensa que Alberto Fernández, su propia creación, le hizo más daño que Mauricio Macri desde la presidencia.

El hermetismo de la vicepresidenta convive con la crisis inédita que atraviesa la agrupación que lidera su hijo. La decepción del fugaz candidato Eduardo De Pedro se suma a la distancia que muestra Andres “El Cuervo” Larroque con la cúpula de la organización.

Si como se anuncia la vicepresidenta vuelve a escoltar a Massa, la pregunta también es cuál será el tono de su aparición. El formato de las clases magistrales, todos coinciden, deberá esperar a mejores momentos. Por eso hay quienes le recomiendan que se ponga al frente de las caravanas del peronismo y recorra los barrios como alguna vez hizo Néstor Kirchner en provincia de Buenos Aires.

Quienes conversan con la jefa del Senado sostienen que Cristina siente que su lectura política fue ratificada por el resultado de tres tercios que ella misma anticipó en una de sus últimas apariciones. Sin embargo, la derrota del peronismo unido habilita otra lectura, la de quienes piensan que el ascenso de Milei es la confirmación de que todo el universo de sentido que edificó el kirchnerismo durante sus años en el gobierno se derrumbó para siempre. 

Algo de eso acaba de admitir, obligado por las circunstancias, Kicillof, que mira con cierto optimismo el resultado en la provincia más grande del país. El kirchnerismo llevaba casi una década tomado por la nostalgia que el mazazo electoral le hizo descubrir en los últimos días al gobernador bonaerense. Sin embargo, la comparación de la fuerza que irrumpió hace 20 años en la política con los Redonditos de Ricota generó nuevos ruidos. Algunos lo vieron como una crítica hacia Máximo; aunque también podría ser una crítica a Cristina o una autocrítica de alguien que expresa como nadie al cristinismo en el terreno electoral.

La ausencia de Cristina aparece ligada a un resultado que no registra antecedentes para el PJ de gobierno en una elección presidencial. También a la devaluación que el experimento del Frente de Todos postergó durante meses sin herramientas y terminó ejecutando en el peor momento. Pero el juego de la vicepresidenta y su grupo de incondicionales se había agotado mucho antes, cuando Martín Guzmán renunció a su cargo, y el kirchnerismo dejó de ser la oposición interna que denunciaba el ajuste de Fernández para ser el principal sostén del que ejecutó Massa sobre sus propios votantes.

Cristina eligió a Massa porque “va para adelante” y porque pelea siempre hasta el final. Pero también porque consideró que los mariscales que reclamó -después de haber premiado durante años la obsecuencia- no estaban en condiciones de competir. Es una constante de los últimos tiempos. A la vicepresidenta le pesa la ausencia de masa crítica a su alrededor. Desde los que nunca se animaron a decirle nada hasta los que están esperando su decisión para salir desesperados a buscar justificación para lo que sea. Pero los que dicen haber planteado sus diferencias aseguran que no encontraron eco: al contrario, sufrieron un desgaste interno que los sumó a la obediencia.

Hoy la guerra de encuestas ofrece números muy distintos en cada uno de los campamentos que están en campaña. Al lado de Milei afirman que el último dato disponible lo ubica con una intención del 39%, a Massa con 30% y a Patricia Bullrich cayendo hacia el 22%. Uno de los hombres que el candidato de la Libertad Avanza ya confirmó en su equipo sostiene que la sensación en el espacio es que cada vez más gente dice que lo va a votar. Si existía, el voto vergüenza murió el 13 de agosto. “Esta semana nos tiraron de todos lados con munición vieja y munición nueva”, dicen en el mileismo en una descripción que hermana a C5N con LN+.

El consultor Carlos Fara describió en su última columna la reacción de la dirigencia política tradicional ante Milei. “Los adversarios de un personaje muy particular se dedican a criticarlo por todos lados, sin caer en la cuenta que no solo no le hacen mella, sino que incluso hasta lo estén favoreciendo. Es tiempo perdido. El fenómeno Milei no es solo el resultado de la instalación de una solución disruptiva, sino que -sobre todo- representa el fracaso del establishment político / sindical / empresarial (…) Si el personaje atravesó tormentas durante la fase de las primarias y ganó ¿qué hace pensar que marcar la inconsistencia de sus ideas hará que haya gente que “recapacite” y voto a otro candidato/a?”, se pregunta Fara. La inflación descontrolada que se impone como continuidad sobre las ruinas de la polarización hace posible que las mismas ideas que llevaron al estallido de 2001 se presenten como disruptivas.

El escenario parece tan difícil para Bullrich como para Massa. Los números de Juntos dicen que la ex ministra está empatada con el candidato de Unión por la Patria en 27 puntos y los dos están abajo de un Milei que aparece con 35 puntos. En la alianza antikirchnerista consideran que el desfile mediático de Carlos Melconian le permitió a la candidata reforzar su flanco débil y llegar a sectores que se fueron con Milei o le dieron la espalda. Es exactamente lo opuesto a lo ven en UP y LLA. Para ellos, Bullrich le cedió la campaña al heredero de Domingo Cavallo en el Ieral de la Fundación Mediterránea y está fuera de carrera.

La candidata que derrotó a Horacio Rodriguez Larreta tiene un problema adicional con su padrino. En palabras de uno de los dirigentes que la acompaña, Macri es la piedra en el zapato. Mientras Bullrich piensa que el ex presidente ya no es útil para su estrategia de poder y busca desprenderse de esa relación de cara a un eventual gobierno de Juntos, Macri llama por teléfono a los quintacolumnistas que tiene Patricia en su equipo para quejarse de que lo marginan.

Después de deshacerse en guiños a Milei y creerse uno de los ganadores en medio de la catástrofe del sistema político, el ex presidente ahora deja trascender su fastidio. “Se queja y dice que marginarlo es un error. Dice que él podría recuperar muchos de los votos que se fueron con Milei”, cuenta uno de los miembros del PRO que todavía dialoga con Macri.

La victoria de Milei en las primarias tuvo resonancias globales, como lo acaba de mostrar la visita de Tucker Carlson, el animador preferido del trumpismo. Pero puertas adentro obligó a todos a pelear por su sobrevida, mientras rezan para entrar en el balotaje. En palabras de un político de larga trayectoria, nadie quiere quedar pegado a la casta. 

El radicalismo sueña con que Santa Fe potencie un ciclo que lleve al 22 de octubre con victorias en Chaco y Mendoza. En el kirchnerismo, ven con pánico un eventual triunfo de Milei y los más experimentados ya empiezan a extrañar a Carlos Menem, un peronista al que ahora le reconocen códigos que el economista de ultraderecha disimula o no conoce.

Tras la irrupción electoral de Milei, el peronismo y el antiperonismo comparten rasgos como nunca. La mayoría advierte que el sistema político está ante un cambio de época, pero nadie se asume condenado a la extinción. “Los protagonistas no se dan cuenta”, dice un funcionario que habla en tercera persona de la dirigencia que integra desde hace décadas.

Milei se cree destinado a ser presidente, pero tampoco tiene el futuro asegurado. No está claro que la aparición de Victoria Villarruel para reeditar la teoría de los dos demonios y relativizar los crímenes de la dictadura militar le sirva al candidato que ganó las primarias maldiciendo a la casta. Al contrario, algunos le recomiendan a Milei que él mismo deje de dar entrevistas y apunte a llegar a octubre con recorridas que muestren su popularidad entre la gente común.

En una rara convergencia, el peronismo, la Iglesia Católica, el progresismo y el feminismo unen fuerzas contra el líder del mesianismo de mercado. Son muchos los que temen que la fuerza que reivindica al menemismo y a la dictadura desate una caza de brujas. 

Milei desplazó a Juntos como vehículo principal del antiperonismo y las ideas pro mercado. Pero también puso en cuestión como nunca el vínculo del peronismo oficialista con los sectores populares en un contexto en que el precio de los alimentos y los alquileres representa una agresión diaria. La inflación que profundizó la caída del salario real y pulverizó la promesa del volver mejores agigantó la centralidad de Milei. Que una parte mayoritaria de la población advierta a la política emparentada con los negocios mientras las condiciones de vida se deterioran es la peor amenaza para el sistema. Después del 13A, ignorarlo se tornó suicida.

Zigzagueante entre los polos que se alternaron en la presidencia, el ex intendente que ideó hace una década la avenida del medio es el último exponente de una clase política acostumbrada a la impotencia. Le toca recuperar parte de los votos que tuvo el Frente de Todos hace cuatro años, entre ellos el de los jóvenes pauperizados que, por convicción liberal o hartazgo con un progresismo vencido, decidieron creer en la salida que vende Milei.

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