Fuera de Tiempo con Carlos Fara

El consultor y asesor político Carlos Fara conversó con Diego Genoud sobre la carta de Cristina, el liderazgo de Alberto Fernández y el acuerdo social con la oposición y los empresarios.

También estuvo en Fuera de Tiempo Marcelo Rougier, magister en Historia Económica, doctor en Historia e investigador. Conversó sobre la tradición del pacto social en la historia del peronismo y las posibilidades de un acuerdo en un contexto de recesión y derrumbe del poder adquisitivo.

“El gobierno empieza a ejecutar el plan que no quería”. Editorial de 31/10/2020 en FM Milenium.

Mirado desde la City, con las anteojeras del mercado, el gobierno cierra una semana en la que recupera un poco de oxígeno. Saca la cabeza de la superficie y consigue, con un paquete de medidas del ministro Martín Guzmán, un buen resultado de corto plazo y baja las distintas versiones del dólar alternativo. Sale del rincón en una pelea que lo tenía arrinconado —casi escupiendo sangre— hace varias semanas en las que el dólar voló por las nubes, con pérdida de reservas que siguen todavía. 

Empieza a jugar Guzmán, con sus propias herramientas, con un bono atado al dólar para captar pesos, para bajar la tensión sobre el dólar paralelo, pero que tiene un costo impredecible. Porque hay mucha gente esperando una devaluación y por eso se prenden con este instrumento que lanza el ministro de Economía. Si esa devaluación llega, el costo va a ser muy alto para el Estado Nacional. Se está comprometiendo a pagar cara su promesa Guzmán. No es el único instrumento que puso sobre la mesa: los conocen mejor los especialistas, los economistas, la consultora del mercado, pero apuntan también a la venta del dólar futuro, algo que ya hizo el kirchnerismo en su retirada, el último cristinismo y que ahora vuelve como herramienta. 

La pregunta sigue: ¿cuánto aguanta este plan? ¿Llega a diciembre? ¿Alcanza para cruzar el verano y llegar a marzo, abril, donde se supone que la cosa cambia porque entran dólares de la cosecha? 

Junto a eso, podemos ver el llamado a un acuerdo social por parte de Cristina Fernández de Kirchner. Hay un mensaje ambiguo de la vicepresidenta con destinatarios dentro y fuera del Frente de Todos. Lo que me parece más relevante de todo es la convocatoria de Cristina a un acuerdo sin exclusiones, con todos los sectores sectores políticos, empresariales, sociales y mediáticos. Importante que la vicepresidenta, que tuvo y sigue teniendo a los grandes medios, a los tanques de la comunicación, en la vereda de enfrente. Ahora los convoca a la mesa de un gran acuerdo nacional. ¿Por qué lo hace Cristina? Bueno, lo hace porque habla desde la debilidad de la crisis que está atravesando su Gobierno. Cristina, que desde la campaña viene hablando de un acuerdo social, pero hace dos o tres meses le advirtió al Presidente de que no se podía ir a un acuerdo con cualquier sector, cuando compartió una nota del columnista de Página 12, Alfredo Zaiat. ¿Por qué cambió? Porque el Gobierno no puede resolver la crisis solo

Eso me parece que es lo más importante de la carta de Cristina. No está planteado así pero está claro que al peronismo —después de 10 meses, con la pandemia, con la crisis, con la pesada herencia, con los errores no forzados, con un gabinete que quizá no estaba preparado para afrontar una situación como la que le toca afrontar— la situación se le torna ingobernable. Cristina dice que el peronismo no puede solo y, al mismo tiempo, deja a Alberto sin excusas para avanzar. Porque dice “el que gobierna es él” y el acuerdo hay que hacerlo con todos los sectores. 

Cristina habla desde la debilidad de su gobierno, del gobierno que ella armó, de esa criatura electoral que ella creó y que ahora está fallando a la hora de gobernar. Busca evitar una mayor fragilidad y quiere preservar el poder que le costó muchísimo recuperar. No hay que olvidarse que hace dos o tres años, Cristina era una figura marginal, con mucha adhesión popular, con un sector irreductible que la seguía respaldando, pero que estaba en los márgenes de la política. Seguramente no se olvida de ese momento donde se hablaba que podría ir a la cárcel. Por eso, hoy no le sirve ver cómo la presión devaluatoria, la evaporación del peso, erosiona la legitimidad del gobierno. Porque tiene la suerte atada a Alberto Fernández, más allá de que esté conforme o no con este gobierno, que ella dice “lo conduce el presidente”. 

Cristina convoca a un acuerdo con sus enemigos históricos y le dice al presidente “hacelo, casi que para eso te llamé, para que te sientes con los que a mí no me quieren y resuelvas este problema: no tenés excusa”. Y algunos datos más importantes, que pasan lejos de la City pero que pueden mostrar también en qué momento está el Gobierno y hacia dónde están yendo los Fernández frente al problema del déficit habitacional, de la falta de vivienda —un problema que en su momento tratamos en este programa, donde hicimos entrevistas con algunas de las personas que estaban participando de la toma de Guernica.

El Gobierno resolvió un desalojo propio del gobierno de Macri, propio de otro gobierno. No era esto, me parece, lo que vendía en campaña el gobierno de los Fernández. El desalojo de la policía bonaerense con 4000 efectivos en la madrugada en Guernica. Ordenado por la justicia pero, por supuesto, dispuesto por el gobernador y por Sergio Berni, avalado por la propia Cristina, que es la madrina de Kicillof, avalado por el presidente Fernández. Cortaron la luz de madrugada, incendiaron las casillas, hubo balas de goma y gases lacrimógenos

Todo en un operativo de la misma policía bonaerense que hace nada recibió un aumento exprés. Ahora esa policía resuelve, de esa manera, un problema político que tenía el gobernador Kicillof, en una de esas guerras del metro cuadrado que existe en el Conurbano, en los lugares donde están los desplazados, los que antes quizá pagaban un alquiler más cerca de la Capital Federal y hoy no tienen cómo hacer frente a ese alquiler por la pandemia, por el ajuste, por la pobreza y por la caída de los ingresos, por los datos que muestra el INDEC del aumento de la desocupación y del aumento de la pobreza. 

Es inescindible lo que vemos en Guernica de esos datos que muestra el Indec. No puede simplemente analizarse como una cuestión en la que sólo se discute la propiedad privada, en este caso de un terreno que estaba abandonado y sus supuestos dueños están flojos de papeles. Con ese operativo resolvió Kicillof, resolvió Cristina y también Alberto. El gobierno empieza a trazar un itinerario, esa contradicción que tenía el gobierno parece que se empieza a saldar en la escena pública: con Cristina desde la debilidad convocando a un acuerdo con todos los sectores, con Kicillof desalojando en un operativo cinematográfico —”una cacería”, según dijo una dirigente de las que participaba de la toma, simpatizante del gobierno del Frente de Todos.

También mostró hacia dónde va el Gobierno con el Presupuesto que se aprobó esta semana en el Congreso. Es el presupuesto que espera el Fondo Monetario Internacional para aterrizar otra vez en Argentina, a partir del 9 y 10 de noviembre. Va a estar acá la misión y ahí sí, se empieza a discutir un nuevo programa. Ese presupuesto despierta expectativas del Fondo porque ahí Martín Guzmán se compromete a reducir el déficit fiscal a la mitad en el año electoral. Impensado para la historia del kirchnerismo un ajuste de 4,5% en un año en el que siempre el peronismo, y todos los gobiernos, pretenden favorecer a los que pierden casi siempre.

A ese presupuesto que espera el Fondo se suma la reducción del ATP que decidió el gobierno esta semana y está en duda también el futuro del IFE. Alberto Fernández, en su momento, había dicho: “Descubrí que hay ocho millones de personas que no tienen ningún ingreso”. Bueno, a esas ocho millones de personas el gobierno también les está dando un ultimátum: está diciendo que no hay más plata para el gasto, necesitamos ajustar.

El gobierno necesita un rebote fuerte en la economía. Si no, no se entiende cómo se van a sostener esos puestos de trabajo en el sector privado. No se entiende cómo van a poder vivir los que hoy reciben esos diez mil cada dos meses como única forma de compensar lo que perdieron por la pandemia, por haber perdido su trabajo. A ese presupuesto con reducción de déficit fiscal, con caída del gasto público, se le suman los aumentos de tarifas que vienen. Además de los aumentos de prepaga que pegan en la clase media, pero también los aumentos de tarifas que se suman a los aumentos de precios. 

No tiene margen político además porque aparece arrinconado hace tiempo, por la misma fuerza de los que apostaron a Macri. De ese gobierno que muchas veces parece loteado, que tiene la contradicción adentro, ahora parece que esa contradicción se resuelve a favor de determinados sectores que por ahí tiene más que ver con la oposición que con el último cristinismo. 

Me decía, esta semana, un empresario, “Alberto le dice a todos lo que quieren escuchar y para gobernar Argentina hay que decirle al 75% de la gente lo que no quiere escuchar”. Bueno, pareciera que el Presidente también empieza a definirse y por lo menos con los actos empieza a marcar un sendero. Ya no le dice a todo el mundo lo que quiere escuchar. El establishment le pide que pague el costo político de un viraje, de este viraje que insinúa Cristina, de este giro desde la debilidad hacia un acuerdo político. El gobierno camina también hacia un acuerdo con el FMI, donde se supone le va a pedir cinco mil millones de dólares más de deuda. Va a volver a tomar deuda, algo que tampoco estaba en los planes. El gobierno empieza a definir un rumbo cada vez más nítido y tiene el plan, aunque no lo diga. Lo que no está claro es cuál va a ser el costo de esta definición.

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