Fuera de Tiempo con Jorge Altamira

Jorge Altamira, dirigente nacional de Política Obrera, conversó con Diego Genoud sobre la crisis económica, el arribo de Sergio Massa al Ejecutivo y la situación internacional.

Jorge Altamira, dirigente nacional de Política Obrera, sobre la crisis económica, el arribo de Sergio Massa al Ejecutivo y la situación internacional.

“Un impasse y una grieta artificial”. Editorial de 13 de agosto en FM Milenium.

Semana dos del superministro Sergio Massa marcada por una realidad ingobernable. Con un Ministro de Economía que se muestra hiperactivo, que busca zafar sin éxito del estrangulamiento por la falta de dólares.

Cayeron las reservas desde que asumió Massa en alrededor de 1000, 1200 millones de dólares. Después, algo, muy poco de todo eso recuperó el Banco Central. 

La bienvenida que le dio el mercado al superministro Massa, y que comentamos en este espacio la semana pasada, empezó a mutar hacia un trato más distante. Massa pudo renovar vencimientos por $2 billones, patear la deuda en pesos para adelante gracias a que ofreció un Bono Dual. Un bono que le permite a los bancos ganar en cualquier escenario y que obtuvo una adhesión del 85%. La mayor parte de la deuda, el 60%, está en manos del sector público, mientras que un 25% tiene que ver con el sector privado.

Massa todavía no pudo arrancar como quisiera con la segmentación de tarifas, que es la tajada principal del ajuste que exige el Fondo. Ni tampoco con el nombramiento del Secretario de Programación Económica, la mano derecha que quiere tener Massa en un Ministerio de Economía que no tiene a un economista en el frente. No está Marina Dal Poggetto, la titular de EcoGo que le dijo que no a Massa. No está Gabriel Rubinstein, exfuncionario de Lavagna, un twittero antikirchnerista que Massa convocó para que sea su número dos y que por alguna razón todavía no asumió. Dicen que el lunes o martes se va a conocer el nombre, y si es Rubinstein o si será otro.

Pero la gestión Massa viene más demorada de lo que se esperaba. No se avanzó todavía con la segmentación. No se encontró todavía al funcionario que va a pensar la macroeconomía. Y, más importante que eso, no entraron los dólares que Massa decía que iban a entrar, casi como por arte de magia, con su llegada. Al contrario, sigue perdiendo reservas el Banco Central.

Es un Massa que en lo político empieza a aparecer mezclado en imágenes, en actos, en fotos con el resto de los funcionarios del Frente de Todos. Ya no está tan solo, ya no es un personaje que acapara la atención por completo en el centro y en soledad, sino que empieza a mostrarse con Alberto, con Kicillof, con de Pedro, en una serie de apariciones que hace dudar sobre si podrá o no podrá constituirse como el nombre de una nueva etapa, como el interventor del Gobierno. O si terminará “manzurizado”, como le pasó al actual jefe de Gabinete, del que pocos se acuerdan ya pero que había llegado con la promesa del volumen político. No se sabe si Massa abre una nueva etapa o si termina licuado como están hoy los salarios y las jubilaciones en la Argentina de la inflación récord. 

Un dato de inflación que, por supuesto, no se le puede atribuir a Massa: 7,4% en julio, el más alto de los últimos veinte años. Una inflación que, en siete meses del 2022, está por encima del 46%. Y que, si uno mira hacia atrás, la inflación interanual, la de los últimos doce meses, llega al 71%. Para adelante el escenario es más preocupante, según trazan todas las consultoras, que hablan de una inflación del 90% para este 2022. Hay otras consultoras, como FIEL, que hablan de un escenario con 112%. De cualquier manera, sería casi milagroso que el Frente de Todos llegara a cerrar el año con una inflación que esté por debajo del 70%, del 80%. Además, en un contexto donde la inflación global producto de la pandemia y de la guerra, en algunos casos empieza a ceder. Por lo menos, en Estados Unidos y Brasil la inflación empieza a ceder. 

Massa está en la centralidad de este Gobierno, frente a las dificultades de no poder resolver problemas estructurales que no tienen fácil resolución. Massa está a cargo de un Gobierno que le permite reacomodar a dos mujeres centrales de la política en los últimos veinte años. Por un lado, Cristina. Una Vicepresidenta que está hasta hoy en el más profundo de los silencios, en introspección. Sin hablar ya del ajuste, de la caída de los ingresos, de las grandes banderas con las que representó a los desencantados con Alberto. Y con las que mortificó al presidente y a su exministro de Economía, Martín Guzmán, durante casi tres años.

No habla ya Cristina del ajuste que encara Massa. Queda la propuesta de Juliana Di Tullio para tratar de eliminar la indigencia. Quedan las negociaciones de Grabois y sus reuniones con Massa para tratar de conseguir algo para el movimiento de trabajadores informales que está alineado con el Gobierno y que duda entre irse, quedarse o qué hacer.

No hay mucho más de Cristina en el escenario. La Cristina a la que estamos escuchando en las últimas semanas es una Cristina otra vez replegada sobre su situación personal y judicial, sobre la batalla con Comodoro Py. Como si Cristina misma estuviera diciendo con su silencio y con su nuevo objetivo que el Frente de Todos es un ensayo terminado, que hay que ordenar la retirada. Le toca a Massa en todo caso evitar que el barco se hunda. 

Pero el silencio de Cristina profundiza la confusión en sectores de la militancia del Frente de Todos, en muchos de los que denunciaron a la par de Cristina el ajuste durante los primeros dos años y medio del Gobierno, que entendieron que el ajuste era la causa de la derrota del Frente de Todos. Esos sectores que apoyaron a Cristina casi como si fuera una opositora, ahora no entienden muy bien hacia dónde va su jefa política. Más allá de la dirigencia que la acompaña, que puede dialogar con ella, entre la militancia histórica de lo que fue el Frente Para la Victoria, de lo que es el Frente de Todos, el cristinismo, no todos tienen tan claro por qué ahora sí hay que apoyar el ajuste de Massa y por qué antes no había que apoyar el de Guzmán. 

No tanto por la decisión de apoyar el ajuste, que se vio con la foto de Cristina y Massa la semana pasada, sino porque no se entiende por qué se debilitó al Frente de Todos durante tres años para después entregar llave en mano el Gobierno a Sergio Massa, o por lo menos la conducción. O lo que se dijo hasta ahora fue un error y entonces Guzmán tenía razón porque no había margen para otro tipo de política. O el susto de las últimas semanas explica este viraje violento, en el cual Massa promete hacer un ajuste mucho más profundo que el que intentaba tibiamente Guzmán para cumplir con el Fondo.

El rumbo del Gobierno, mientras tanto, tiene dificultades elocuentes por la caída de reservas, por la inflación más alta en los últimos veinte años. Pero esas dificultades que vienen de arrastre, que todavía no se resuelven y que Massa no logra resolver a la velocidad que quisiera, quedaron opacadas en la semana de la política por la irrupción del huracán Carrió. Una vez más, Lilita salió con su rifle de asalto a denunciar no al Gobierno sino a sus socios. Toda la semana se estuvo hablando de ella. Y toda la semana Carrió, como parte de una partitura que tiene estudiada, dijo sus verdades en dos o tres apariciones en televisión y en los medios en los que suele hablar. 

¿Por qué Carrió hace esto en este momento y a quién beneficia? Por un lado, defiende su lugar histórico de enemiga del peronismo pero también del radicalismo. El rechazo de Carrió es tanto al peronismo como al radicalismo, del que se fue hace también una vida. Por otro lado, además de defender ese lugar de rechazo al bipartidismo, hay una Carrió que le está advirtiendo a la dirigencia de Juntos que tiene infinitos vasos comunicantes con Massa, pero no desde ahora, sino desde hace mucho. 

Carrió, entre tantas cosas, dijo que estaba atragantada, que no podía decir lo que quería. Pero ahora pudo porque, según ella entiende, Massa salvó a Juntos con su involucramiento en el Gobierno del Frente de Todos, con su asunción como superministro, con su intento por evitar que se hunda el barco del Frente de Todos. Según Carrió, Massa salvó primero a Juntos y no al Frente de Todos. ¿Por qué? Porque la avenida del medio quedó una vez más herida de muerte y todas las reuniones, las alquimias, las conspiraciones que se venían tejiendo, preparándose para escenarios de acefalía, de vacío de poder, incluso con la renuncia del Presidente, todo eso se desmoronó. Y todos los conspiradores, entre los cuales Carrió ubica a gran parte de la dirigencia de Juntos, se quedaron pedaleando en el aire con esta decisión de Massa de asumir como Primer Ministro.

Lo que muestra Carrió con su denuncia contra María Eugenia Vidal, contra Cristian Ritondo, contra Gustavo Ferrari, contra Emilio Monzó, contra Rogelio Frigerio, contra Gerardo Morales, contra Facundo Manes, contra el 90% de la dirigencia de Juntos, es que la mayor parte de la dirigencia política del Gobierno y de la oposición piensa demasiado parecido más allá de la grieta. Por eso se ensaya una avenida del medio sin el macrismo y sin el cristinismo: porque el 90% de la dirigencia acuerda en que hace falta ir por un camino de consenso. Después, nadie tiene la solución para esta crisis, como se demostró con el fracaso de Macri y como se demuestra con el fracaso del Gobierno del Frente de Todos.

La dirigencia coincide en la necesidad de ir por el camino del medio, de cumplir con el imperativo del centro. Lo que muestra Carrió con la denuncia contra sus socios es que esta composición de hoy, este sistema de partidos tal cual hoy lo vemos, tiene mucho de artificial. La dirigencia en su mayoría tiene grandes puntos de acuerdo. 

Massa, hay que recordarlo y Carrió no se olvida, se inclinó por Macri en el ballotage de 2015. Fue a TN con Malena Galmarini, quien dijo: “Cualquier cosa menos Scioli”. Y después Massa fue socio del macrismo entre 2015 y 2017. De Vidal, de Ritondo, de Monzó, de Frigerio, de Larreta, de Morales. Saltó solo cuando vio que se incendiaba el barco del macrismo. Aunque Carrió sí deja de mencionar que Massa tiene entre sus mejores amigos a Horacio Rodríguez Larreta, uno de sus jefes, sponsors y socios.

Carrió dispara contra todos menos contra Macri y menos contra Larreta. Por eso, Bullrich por primera vez se siente enojada, porque Monzó trabaja hoy para ella y su proyecto presidencial,

Esta es la foto de hoy. De una Carrió que se libera después de estar atragantada y dispara contra sus propios socios porque siente que hoy tiene una tranquilidad, con la avenida del medio muerta una vez más. Por eso puede decir todo lo que dice. Es la foto de hoy de un sistema político frágil, que se mueve en la precariedad, con una grieta artificial, por lo menos desde el punto de vista de la dirigencia política. 

No sabemos qué va a pasar mañana, depende de cómo le vaya a Massa, al Frente de Todos. Por ahora, la llegada de Massa, y esa es la lectura que hace Carrió, confirma la polarización, licúa la avenida del medio, desorienta a los conspiradores. Pero al mismo tiempo, no frena el espiral de la crisis, no la revierte. En todo caso, el vacío de poder tan marcado que vimos durante siete semanas de corrida cambiaria, aparece atenuado con la llegada de Massa. No hay una caída libre como había en ese momento. 

La crisis no tiene la dimensión que tenía antes. Pero todos los problemas están ahí. La pérdida de reservas es lo que más preocupa al Gobierno. La inflación récord que se traga los ingresos y el poder adquisitivo de asalariados, jubilados, trabajadores informales. Y la amenaza de recesión como producto del ajuste que ahora profundiza Massa con aumentos de tarifas, con suba de tasas de interés. 

Massa es, como dijimos en este espacio desde el comienzo, más que un Primer Ministro: es un interventor. Pero no puede escapar de la fragilidad del Gobierno. Esa misma fragilidad lo envuelve, lo condiciona. Y que lo puede hacer fracasar, puede terminar con todas sus aspiraciones. Por ahora Massa, el superministro, es un ministro del impasse. Se abrirá, seguramente, en poco tiempo una nueva etapa. Pero nadie se anima a arriesgar cómo será. Si se resolverá la crisis o si se profundizará.

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