Fuera de Tiempo con Enzo Traverso

Enzo Traverso, historiador italiano y profesor de Humanidades en la Universidad de Cornell, conversó con Diego Genoud sobre su último libro Revolución. Una historia intelectual, editado por Fondo de Cultura Económica.

“Lo que puede venir”. Editorial 25 de abril en Radio con vos.

Otro día en la Argentina tomado por la cotización del dólar. Otro anochecer de un día agitado. Gran parte del poder, el Gobierno, el poder económico, la oposición, los empresarios hablan del dólar. Y gran parte de la sociedad que vive de un ingreso en pesos y mira cómo la cotización del paralelo, del dólar blue, subió nada más ni nada menos que $33 en un día. Cerró en $495, el número que vemos en todas las pantallas, y que marca un Gobierno que no hace pie, que parece estar escupiendo sangre otra vez.

Para ver hasta qué punto todo es tan vertiginoso en la Argentina hay que remontarse a lo que decíamos hace una semana, en este mismo editorial a esta misma hora, cuando el dólar paralelo estaba en $420. Aumentó $75 pesos en una semana. Vemos a un Presidente testimonial que ya renunció, por si hacía falta la fantasía de la reelección. Un Presidente que culpa a la derecha, que está en las últimas. No solo el Presidente que le entregó, en agosto del año pasado, la mayor parte del poder de manera anticipada a Sergio Massa, el Ministro que llegó con plenas atribuciones, con casi todo el organigrama que reclamó salvo el Banco Central.

Vemos a un Massa decir que es un soldado. Que se desvive en negociaciones con el Fondo, que afirma que a él no lo van a obligar a devaluar; pero que, al mismo tiempo, se delata también en su fragilidad porque la paz interna que había traído Sergio Massa duró poco. Ya nada queda de esa tranquilidad que vendía como su principal atributo. Por un lado, dentro del Frente de Todos. Por otro lado, con el poder económico que creyó en Massa y que ahora ve cómo se evapora. Se incendia también la última oportunidad de la clase política para frenar la crisis. 

Alberto Fernández, Sergio Massa y la vicepresidenta Cristina Fernández, la dueña de la mayor parte de los votos, que se mantiene en silencio frente a esta crisis del gobierno que surgió de su dedo. Silencio hasta la próxima clase magistral que se espera para el jueves próximo y esperan sus incondicionales. CFK quizá ofrezca algún indicador, algún indicio, alguna variante, algún comentario que le sirva al sector de la población que todavía se siente representado por ella para ubicarse en este tembladeral.

De fondo, otra vez, la presión devaluatoria. Y un gobierno de la supuesta unidad peronista al que le doblan el brazo, emulando una película que tiene sus similitudes con los meses finales de Mauricio Macri en el poder, cuando le pedía socorro al Fondo. Pedía “por favor” y el FMI, violando su propio estatuto, le entregaba un préstamo demencial que todavía, por supuesto, sigue impago. Lo hacía a través de la presión de Donald Trump al Secretario del Tesoro de Estados Unidos. Así llegó Macri al final de su mandato y salió y seguirá saliendo carísimo. Ahora es Massa, el Frente de Todos, el que pide un salvataje desesperado para llegar hasta las elecciones.

¿Qué ven en la oposición, qué ven en los mercados, qué ve el poder económico? Que el Gobierno se quedó sin instrumentos. Ven a Sergio Massa sobreactuando su propia fuerza, diciendo que él no se mueve, que cuando él se vaya se acaba el Gobierno. Mientras tanto, el Gobierno no hace pie y la mayor parte de la sociedad vive una preocupación muy grande porque, desde luego, cuando suben algunas de las cotizaciones del dólar, esa suba se traslada a precios. Nada que no sepa cualquiera que sale a la calle, ya sea un empleado, ya sea un empresario PYME. 

En el medio, una inflación de 105% interanual de la cual no sabemos cuál será su techo. Hay un nuevo régimen, como dicen los economistas. La inflación no es una inflación que empieza con 3 en abril, como prometía Massa, que en su ADN, a veces suicida, promete más de lo que puede. La inflación de abril va a estar más cerca de 6, de 7, de 8. En la oposición, en las consultoras del mercado con las que el propio Massa escucha o escuchaba, ya están previendo meses hasta con una inflación de dos dígitos. Son previsiones. No hace falta hacer demasiados pronósticos, ni abrirle paso a la catástrofe, pero lo que estamos viendo hoy alcanza para ponerle los nervios de punta a mucha gente, a la mayor parte de la población que vive un ingreso en pesos. Y, además para generar esta sensación de que no se sabe qué es lo que puede venir mañana, pasado, la semana que viene, de acá hasta las elecciones.

La inflación interanual de alimentos está por encima de ese 105% interanual, los alimentos suben a un ritmo más alto, con hay ganadores y hay perdedores. No todos pierden de la misma manera, aunque pareciera que la inflación es un problema para todos. Hay algunos que ganan con la licuación de ingresos o jubilaciones, con los sueldos pulverizados. Y ese proceso de redistribución del ingreso en forma negativa, cada día más injusta, es el que también se está consolidando hacia adelante.

¿Por qué pasa lo que pasa? ¿Por qué la inflación se come los ingresos? Obviamente, hay una discusión no saldada dentro del propio Frente de Todos, entre el Gobierno y la oposición, y dentro de la propia oposición.

Un dato que no se puede perder de vista. Así como el Frente de Todos tuvo una herencia maldita, pesada, endemoniada —la deuda con el Fondo—, nunca discutió un programa. Ahora Máximo Kirchner, líder de La Cámpora, dice que hay que discutirlo. ¿Ahora hay que discutir un programa, cuando se acaba el Frente de Todos? Era para discutirlo antes, porque ahora le cuesta caro. Así como tuvo esa deuda demencial que contrajo Macri, también tuvo un superávit comercial excepcional, con dólares de sobra. Lo aseguran algunos datos de la CTA de Hugo Yasky, del Centro CIFRA. El Frente de Todos tuvo 45.000 millones de dólares de superávit comercial desde que asumió hasta marzo pasado. ¿A dónde se fueron esos 45.000 millones de dólares? Gran pregunta, pero que los tuvo, los tuvo. Los desperdició, los perdió, se esfumaron. Y eso es parte de la discusión. 

La pandemia frenó la salida de dólares por turismo al exterior, lo que se llama turismo emisivo. Ahora sí se va mucha gente afuera, gente que tiene capacidad de ahorro. Y, además, el FDT tuvo un boom de los commodities. El superávit comercial del que gozó el Frente de Todos no se supo aprovechar. 

Hay un grupo de empresas, las más grandes de la Argentina, que se llevaron parte de esos dólares. Así como Macri se endeudó desde el Estado nacional, así como muchas provincias se endeudaron durante los años del macrismo, también se endeudaron las grandes empresas. El Frente de Todos subsidió a esas grandes empresas y les regaló dólares baratos para que cancelaran gran parte de esas deudas.

Se endeudaron en tiempo récord bajo el macrismo, se desendeudaron en tiempo récord con el Frente de Todos, mientras gran parte del propio oficialismo decía que no había plata para aumentar los salarios. Pero sí la había para estas grandes empresas, entre las cuales hay algunas estatales, importantes, grandes auspiciantes. Por eso este es un tema tabú del que nadie quiere hablar, ¿a dónde fueron esos dólares del superávit comercial, quién se lo llevó? Justamente, Miguel Pesce, el presidente del Banco Central, está otra vez en la cuerda floja. ¿El último albertista Miguel Pesce? ¿El último radical en el Frente de Todos? ¿La última colina que el Presidente no entrega? Hoy el Presidente tuvo que desmentir la renuncia de Miguel Pesce. Martín Guzmán, Cristina, se lo querían cargar a Miguel Pesce. Ahora se lo quiere cargar Sergio Massa. Sin embargo,  el presidente del BCRA resiste como el último albertista, más allá de que Massa, a través de un funcionario suyo que se llama Lisandro Clerie, quiere correrlo de la escena. 

¿Qué vemos en esta escena desde el punto de vista político? A un Sergio Massa al que se le prende fuego el traje de salvador, de superministro, traje que él mismo se cargó. Por eso hablaba de esa especie de ADN autodestructivo que le juega mal, le cuesta caro, algo de lo que cuento en el libro que escribí sobre Sergio Massa, El arribista del poder. El Massa que venía para volver competitivo al Frente de Todos otra vez hoy está en la cuerda floja.

Hay una transición que no se sabe dónde o cuándo termina termina. Nadie sabe qué va a pasar mañana. Hay un economista que escuchaba hoy en televisión, que mira desde otro punto de vista esta situación tan inestable, tan frágil, tan preocupante. Augusto Darget, que es un economista de los mercados, decía: “no hay que ser dramático, hay que quitar todo dramatismo en este momento. Lo que estamos viendo es que el dólar se actualiza a la par de la inflación. El dólar estaba atrasado. La inflación viene volando y es lógico que el dólar se acomode, pero lo que viene va a ser muy bueno”. Debe ser uno de los pocos economistas que se anima, en este contexto, a decir que lo que viene es muy bueno. Insiste: “Vamos a pasar los peores cuatro meses de los próximos 20 años”. Estos cuatro meses nadie sabe quién va a salir vivo, pero después vislumbra 20 años maravillosos. Así piensa una parte de la clase dirigente en la Argentina porque dice “después de esto, nos van a llover dólares”. Claro, con los salarios arruinados, con los salarios pulverizados, con la plata que no alcanza, van a venir dólares y el ajuste ya está hecho. Decía Augusto Darget que Massa es como Hernán Lacunza al final del gobierno de Macri, que Massa es como Jesús Rodríguez al final del gobierno de Alfonsín. “Massa está liquidado”, decía este economista con la mirada del mercado.

Hay algunos que son optimistas en este contexto de fragilidad extrema y deterioro crónico. Lo más llamativo, o no, es que hoy lo decía en televisión este economista: “Los únicos perjudicados con esto van a ser los pobres”. Claro, los que viven de un ingreso en pesos y que van a ver cómo se vuelven a derretir los billetes que tienen en el bolsillo en medio de una devaluación que por ahora el Gobierno aguanta sin saber cómo, porque no tiene instrumentos para impedirla y no se sabe hasta cuándo va a poder sostener la situación actual.

Suben las acciones argentinas. Hay una parte del mercado, del poder económico argentino, que ya festeja esas dos décadas en las que la van a pasar bomba. Está sobrerrepresentado el punto de vista de la clase dirigente, del poder económico. Muy pocos hablan en los medios de comunicación y, en general, en la política, desde el punto de vista de quien vive de un ingreso en pesos. Hay 40% de la población bajo de la línea de la pobreza, pero cuando se cuenta la historia día a día en la Argentina, se lo hace desde la posición del poder económico. 

Es como si se diera por sentado que esos sectores, los más vulnerables de la población, van a mantenerse en estos cuatro meses que vienen, de acá a las elecciones, pasivos y contenidos por la red social que existe, que el Estado argentino desplegó a partir de la crisis de 2001, por esa transferencia de ingresos que cada día vale menos. Se confía en que ese sector va a aguantar lo que viene para que después el poder económico disfrute de las dos décadas años por venir, a puro optimismo. Se supone que la paciencia social no tiene fin, se supone. Entonces, en ese marco puede haber sectores que sean optimistas.

Mientras, crece Javier Milei en las encuestas. Lo escribía en una nota la semana pasada en La Política Online titulada “Una tendencia llamada Milei”. Decía que Milei está para entrar a una segunda vuelta y que, en el clima de opinión que existe hoy, está muy bien posicionado. En todo caso, lo que se discute es quién va a una segunda vuelta con él, si el Frente de todos o Larreta o Bullrich. Me escribió un consultor que hace encuestas presenciales del peronismo para decirme que Milei hoy gana en escenario de PASO y en general. “No es que tiene posibilidades de entrar a una segunda vuelta, sino que gana. Nadie lo quiere decir, tienen miedo a decirlo”, decía este encuestador ligado al peronismo. 

Son climas de opinión. Se pueden revertir seguramente, falta mucho para las elecciones. ¿Qué dice Milei? Dos ideas fuertes: primero, dolarización, no se sabe a qué costo, porque tanto Gobierno como oposición dicen que la dolarización pulverizaría por completo los ingresos de los que viven en pesos; y segundo, la culpa es de los políticos. Mientras Milei crece pareciera que hay un sector de la clase política que le perdió el miedo al escarmiento, a la reacción social. A su manera, ese sector de la dirigencia política coincide con los consultores del mercado.

Sin embargo, todavía hay que preguntarse qué puede pasar abajo, ahí donde este consultor, encuestador ligado al peronismo, dice que gana Milei. Encuestador que, insisto, hace encuestas presenciales, en los barrios, porque, claro, las encuestas telefónicas lo dan a Milei mucho más rezagado. Quizá la clase media no contesta, no dice que va a votar a Milei.

Nadie sabe lo que puede venir en la elección presidencial, por supuesto, y nadie sabe lo que pueden venir mañana, la semana que viene, de acá hasta las elecciones. También nadie sabe acerca de la paciencia social. De lo que pase abajo depende también lo que puede venir.

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