Fuera de Tiempo con Eduardo Fidanza

Eduardo Fidanza, sociólogo, analista político y director de Poliarquía Consultores, conversó con Diego Genoud sobre los tres primeros meses de gestión de Javier Milei.

“Lo peor no pasó”. Editorial 12 de marzo en Radio con Vos.

En el país de los salarios pulverizados, Javier Milei apareció en los últimos días en una posición inconveniente. Se aumentó el sueldo, aumentó el de sus ministros, en 48%. Antes ya lo había hecho en el Congreso Martín Menem. Lo había hecho Victoria Villarruel, para los legisladores. Milei buscó dar sus argumentos pero le echó la culpa a Cristina.

Es un tema discutible en la Argentina el de cuál debe ser el ingreso de los políticos, de las personas que se dedican a la política. Y un tema es imposible de desligar del contexto en el que se vive y de cómo Milei se transformó en presidente con un discurso que iba directo contra de los privilegios de la política, de lo que engloba bajo el término de la casta, algo que le dio y le sigue dando muchísimo resultado.

Ese aumento, que finalmente decidió revertir, le pega en la línea de flotación al presidente, al Gobierno, al relato, al cuento que Milei le contó con éxito a la sociedad argentina. La idea de que había una casta y que él venía, de alguna manera, a vengarse de ella. Una sociedad que decidió apostar por Milei, que lo apoyó en su intento de “terminar con la inflación” y lo apoyó en su mensaje de culpabilización a los políticos. Es una sociedad que recela de la política, que desconfía, en muchos casos, por supuesto, con razón. Hay elementos ciertos para que la base de la sociedad que vive de un ingreso en pesos, el que se levanta todas las mañanas para ir a laburar, mire con con enojo a la dirigencia política.

Pero que Milei aparezca aumentándose el sueldo en un contexto de ajuste brutal, donde los salarios vienen cayendo como nunca en los últimos veinte años, pega en la línea de flotación. Cuando los ingresos de jubilados, de asalariados, caen en tres meses más que lo que cayeron durante todo el gobierno de Macri. Lo deja desnudo a Javier Milei en su relato, su principal capital político en este contexto. Por lo menos, frente a los que confían todavía en él y que creen en la idea de que Milei no es un político tradicional, no es uno más contaminado por las formas y los privilegios de la política.

Apareció el presidente en un contrapunto con Cristina Fernández de Kirchner, la ex presidenta. Un contrapunto que, uno puede pensar, le sirve a los dos, en alguna medida, en este intento de reconstruir una nueva polarización. Pero, de fondo, no le conviene demasiado a Javier Milei polarizar con CFK en una situación en la que él tiene que defenderse demasiado temprano. Milei tiene que encontrar argumentos para defenderse de una sospecha que se puede extender y que lo puede complicar: la noción de que Milei, en realidad, viene ajustar a la base de la sociedad y no a la casta, la de que viene a enriquecerse y a sumarse a la casta que tanto dijo combatir.

Es por eso que dio marcha atrás. Es por eso que necesitó encontrar un chivo expiatorio y echó al secretario de Trabajo, un desconocido como la mayoría de las segundas líneas que forman parte del gobierno de Javier Milei: Omar Yasin. Le salió barato, por ahora, al presidente esta situación inconveniente en la que se encontró. Es, sobre todo, inconveniente por el contexto en el que se da. Un contexto en el que Milei ejecuta un ajuste demencial, inédito en democracia.

Algunos datos de la consultora Analytica, de Ricardo Delgado, muestran que, por ejemplo, en febrero el gasto primario, descontada la inflación, se redujo 37% interanual. Si uno busca las partidas que más sufrieron ese ajuste: obra pública, una reducción del 83,7% en relación a lo que sucedía hace un año atrás; subsidios económicos, 62% de ajuste en relación a la que sucedía un año atrás; transferencias a las provincias, 48%.

En ese contexto de ajuste brutal y de inflación, que en febrero fue de 13,2%, el Gobierno festeja. El Presidente dice que “es un numerazo”, aunque ya había dicho que había que llevarlo en andas a Luis Caputo cuando la inflación era el 25%. Entonces 13,2% en febrero, 20,6% en enero y 25,5% en diciembre, un mes compartido entre Milei y Massa; y, 276 % durante el último año, algo de lo cual, por supuesto, no se lo puede responsabilizar al libertario, ni siquiera en mayor medida. Es una inflación heredada del gobierno del Frente de Todos que el actual presidente potenció y mucho en estos tres meses.

 Si miramos la inflación de Milei en el primer bimestre del año, alcanza los 36,6%.  Si se suma el 25% de diciembre, ese periodo compartido, la inflación en Argentina de los últimos tres meses fue de 62%.

En ese contexto de ajuste brutal, de una inflación desatada, es una mala señal que Javier Milei aparezca aumentándose el sueldo cuando los salarios caen, cuando las jubilaciones se derriten, frente a ese capital político y para sorpresa de muchos, incluso dentro del Gobierno y sus aliados.

El dato de inflación se festeja en el Gobierno porque las consultoras hablaban de un 15,8% y fue finalmente de 13,2%. No es así como lo evalúan los pesificados, los que pierden día a día con la inflación, los que cada día comprueban que los pesos valen menos cuando van al supermercado, al almacén, a la panadería, la carnicería. Baja la inflación producto del derrumbe del poder adquisitivo, producto de la pulverización de los ingresos, de la recesión, de la caída del consumo. 

Ese “numerazo” del que habla el presidente es, además, hoy la principal forma del ajuste de su gobierno. Es la licuadora, una manera de aludir al ataque directo sobre los salarios, a la guerra inflacionaria sobre los salarios, sobre la jubilaciones. ¿Y cómo ajusta el gobierno de Mieli? Ajusta, sobre todo, vía inflación. Aún a la baja es una inflación que explica la mayor parte del ajuste del gobierno de Milei, del ajuste por el cual Milei se felicita a sí mismo y a su ministro de Economía.

Es una realidad ambigua porque el propio Fondo Monetario Internacional, sentado a la mesa de las decisiones en la Argentina desde que Macri lo trajo de regreso, le está pidiendo a Milei “menos licuadora y más motosierra”. ¿Un ajuste más real, sostenible en el tiempo? Vaya uno saber qué quiere decir “un ajuste sostenible”, pero está claro que cuando el FMI, el gran auditor que tiene la gestión Milei, mira los números del ajuste, dice que este es un ajuste que se debe, principalmente, “a la inflación desatada que se devora los ingresos”. No hay un ajuste genuino, por eso pide más motosierra, más aumento de tarifa, más reducción de subsidios.

Pero Milei, con su ajuste trimestral que estamos viviendo, ya está tocando el nervio social. Ajusta hasta el hueso a una sociedad que ya venía sobreajustada. Incluso si se piensa en los que viven en la informalidad en la Argentina, que son hoy uno de cada dos trabajadores y trabajadoras, que están por fuera de todo convenio, que están por fuera de cualquier paritaria.

Es un número ambiguo el que festeja el presidente porque, por un lado, explica el ajuste. Pero, por otro lado, este número de inflación muestra que la baja es producto de la recesión. Del derrumbe del consumo y del poder adquisitivo.

Aun así, la inflación no baja como el Gobierno quisiera. Y hay pruebas de eso con las reuniones de Caputo esta semana. Que estuvo una hora reunido con los ejecutivos de Coto, de La Anónima, de Carrefour, de Día, de Chango Más, de Cencosud. Es un mensaje que deja trascender Caputo para decirle a los supermercadistas que los precios no se ajustan a la nueva realidad.

¿Cuál es la nueva realidad? Es la realidad de un derrumbe de consumo de alrededor de un 30%, según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, en relación a lo que sucedía hace un año atrás. Y la realidad de una recesión profunda que llegó con la salida del Frente de Todos y se profundizó muchísimo en estos 90 días del gobierno de Milei.

Caputo le pide a los supermercadistas que aflojen con los aumentos de precio después de que el propio Gobierno diera vía libre para un festival de remarcaciones. Ya el ministro les había pedido la semana pasada lo mismo a 17 empresas de consumo masivo, ligadas al rubro alimenticio. Le preocupa al Gobierno los aumentos exorbitantes. ¿Qué les dijo Caputo a estas empresas? Le dio este ejemplo: “un pan lactal blanco de 550 gramos sale en Argentina el doble de lo que sale en Estados Unidos”. De eso se habla cuando La Libertad Avanza le pide a las alimenticias que aflojen un poco

¿Cuál es la realidad? La de la pulverización de los ingresos, la de la plata que no alcanza, la del 57% de los argentinos y las argentinas debajo de la línea de pobreza.

De fondo hay un malentendido, al que hay que prestar atención porque va a definir, en parte la suerte, del gobierno de Javier Milei. Las alimenticias no le creen al Gobierno ni a Caputo cuando dicen que no habrá una nueva devaluación, y por eso se cubren como se cubren, ejecutando, con la vista gorda del Gobierno, una brutal transferencia de ingresos. Una toma de ganancias formidable de los supermercadistas y las grandes alimenticias en detrimento de los que viven en pesos. El sector no cree, como muchos economistas del mercado, como muchos aliados del Gobierno, que puedan sostener este ritmo de devaluación: un 2% mensual, el crawling peg a través del Banco Central que la ejecuta cuando la inflación es del 13,%, fue del 20% y del 25%.

Algo ahí no está cerrando. Las alimenticias ignoran la súplica de Luis “Toto” Caputo, y entonces el Gobierno decide abrir la importación de alimentos, consecuencias que ya veremos, sobre todo, recaer en muchas pymes. Según la Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, una familia tipo necesitó en febrero ganar $684.000 para no caer en la pobreza. Una familia tipo,  además, que se supone es propietaria de una vivienda y no tiene que preocuparse por el alquiler como se preocupa gran parte de la población en la Ciudad de Buenos Aires y en todo el país.

En este contexto, Milei tiene un nivel de aceptación que sorprende. En el círculo rojo, a algunos en el peronismo, en el PRO, a los que fueron gobierno con Macri. ¿Cómo es posible este nivel de popularidad? Hay distintas cifras pero ninguna medición baja del 45%, incluso con el ajuste furioso, violento y monumental sobre una sociedad ya sobre ajustada. 

En el medio, entre el gobierno de Macri y el gobierno de Milei, estuvo el gobierno del Frente de Todos con sus desacuerdos, con sus ideas y vueltas, con sus peleas en una escena de deterioro público. El FDT fue una máquina de legitimar el ajuste de shock que hoy lleva adelante Javier Milei.

¿Cuál es el problema que en el propio Gobierno reconocen? El segundo trimestre del año. Dicen que va a ser peor que estos primeros tres meses de gestión.

En una nota de Pablo Wende, en Infobae, se refleja lo que el propio Gobierno está diciendo: que los próximos 90 días pondrán a prueba la paciencia de la clase media porque seguirán cayendo los ingresos y el consumo. Es el propio Gobierno el que reconoce que la situación económica todavía no tocó fondo. Van a venir más aumentos de tarifas, de la luz, del gas, del agua. Es lo que está reclamando el Fondo Monetario Internacional: un ajuste en serio vía reducción de subsidios, no tanto vía licuación de ingresos.

Esos aumentos van a impactar, por supuesto, en los hogares y, por supuesto, en la pequeña y mediana empresa, en el comercio que va a tratar de trasladar esos aumentos a precios en un contexto donde el consumo cae. Eso puede impactar en despidos, eso puede impactar en destrucción de puestos de trabajo. Ya se sabe que vienen tres meses más duros, con mucha gente que ya está ahorcada por la situación personal, familiar, social. Se discute el regreso del impuesto a las ganancias, que a los gobernadores hoy no les termina de cerrar porque impactaría sobre la clase media.

En un país que está en carne viva, que tiene problemas estructurales que anteceden a Milei, como puede ser el narcotráfico en Rosario, como pueden ser los problemas de infraestructura que se ven con un temporal como el que hoy afecta a distintos puntos del país donde se sufren las inundaciones, Javier Milei dice que necesita 15 mil millones de dólares para salir adelante. Y que si los consigue, rápidamente abre el cepo.

El problema es que hasta ahora nadie le pone esos 15 mil millones de dólares que el propio Milei prometió, en campaña, ya los tenía para dolarizar. Hasta el momento, los dólares no aparecen. Cuando uno habla con los economistas que se reunieron con la misión del FMI, con la número dos del Fondo, Gita Gopinath, todos dicen que no está hoy en la voluntad de prestarle al gobierno de Milei. ¿Por qué? ¿Porque lo ven frágil? ¿Porque no convence? ¿Porque hay un malentendido, una desconfianza como la que experimentan las alimenticias? Quizás porque hay advertencias de los socios de Milei, de los promotores de Milei, como Domingo Cavallo que también dice “aflojen con los precios”. Como Carlos Rodríguez, del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina, uno de los grandes promotores de Milei, hoy peleado, que dice “este ritmo de evaluación no es sostenible”.

Hay muchas dudas sobre el gobierno de Javier Milei cuando todavía queda por delante cruzar un largo desierto. Con altos niveles de popularidad, amparado en la herencia, el presidente lleva adelante este experimento: prescinde de la política y prácticamente no necesita al Congreso, a los gobernadores o al peronismo para avanzar con este ajuste monumental, este ajuste hasta el hueso, esta revancha del mercado.

Por ahora, Javier Milei avanza, además, con más facilidad de la que algunos suponían que podía tener. Con menos oposición, con menos resistencia de la que se preveía. Como si hoy la Argentina fuera otra distinta a la que existía hasta su llegada a la presidencia. Como si fuera más dócil, más liberal, como si estuviera dispuesta a aguantar mucho más de lo que se suponía.

Pero Milei tiene un problema, y no es el único que lo tiene. En realidad, lo tienen todos los que están sufriendo este gobierno. El problema, que admiten en la Casa Rosada y en el Ministerio de Economía, es que esto recién empieza, es que lo peor todavía no pasó.

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