Fuera de Tiempo con Leyla Bechara

Leyla Bechara, politóloga y streamer, conversó con Diego Genoud para entender el alcance de Javier Milei en la juventud, el rol de las redes sociales y el recambio en el peronismo.

“Peinar a Milei”. Editorial 16 de abril en Radio con Vos.

Están pasando demasiadas cosas dentro y fuera de la Argentina en los últimos días. El ataque de Irán con drones y misiles, por primera vez, sobre el espacio aéreo de Israel. Un conflicto histórico que se reactiva y amenaza con desbordarse, y que tiene detrás a las potencias más grandes del planeta. Un enfrentamiento entre el Estado de Israel y la causa Palestina pero que, hacia el interior, cada uno de esos bloques tiene diferencias y heterogeneidades.

Es un conflicto que tiene mucho de drama, por supuesto, por la cantidad de muertes civiles que acumula en la historia y que, con el ataque de Hamas el del 7 de octubre, recrudeció. Hay más de 30.000 muertos civiles palestinos.

También tiene mucho de puesta en escena. Eso es lo que dicen los que saben, los especialistas, porque unos a otros se miden las fuerzas. Algunos planteaban que el ataque iraní era anunciado después del ataque en Damasco, en el que Israel asesinó a un general iraní. Ahora y desde hace tres días, lo que se estudia es la respuesta de Israel. ¿Qué tipo de respuesta va a dar al ataque frustrado de Irán?

Biden quiere hoy una salida diplomática, no una respuesta bélica. Ese es uno de los ejes centrales. Hoy en el gobierno israelí hay tres figuras importantes. Uno, por supuesto, es Benjamín Netanyahu, el primer ministro. El otro es el ministro de Defensa Yoav Galant. Y el tercero, me parece a mí que es quizá el que más proyección tiene, se llama Benny Gantz. Es el líder de la oposición que se sumó al gobierno de Netanyahu después del ataque de Hamas, ese gobierno de emergencia que armó convocando a otras fuerzas.

Gantz es al mismo tiempo el principal opositor de Netanyahu. es su aliado, está todavía dentro del gabinete de guerra del gobierno israelí, pero asoma como el candidato de mayor popularidad para elecciones anticipadas que él mismo está planteando. Además, fue jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel entre 2011 y 2015. No es un recién llegado, no es un improvisado.

Hay que seguir lo que hizo Gantz en los últimos meses porque viajó a Washington en febrero. Estuvo en el Departamento de Estado, reunido con los dos funcionarios más importantes que tiene el presidente estadounidense. Uno es Jake Sullivan, que es el consejero de Seguridad Nacional, la mano derecha de Biden. El otro es Antony Blinken, el secretario de Estado, el canciller de Biden. También estuvo reunido con Kamala Harris. 

Es decir que Gantz, una de las personas que tiene que definir en este momento cómo Israel le va a responder a Irán, es el socio de Netanyahu pero es también su principal amenaza y rival. Tiene una relación directa con Washington y pidió hace tres semanas nada más que elecciones anticipadas. Lo dijo en público, en una conferencia: “Lo estamos discutiendo con Netanyahu”. Por supuesto, Netanyahu no quiere abandonar el poder, al contrario. Muchos analistas sostienen que es la guerra la que lo mantiene en el poder, con toda su centralidad.

Lo cierto es que Estados Unidos está en campaña electoral también, por esto este conflicto es un conflicto que preferiría evitar, Biden en especial. Un Joe Biden que hace por lo menos tres o cuatro meses está buscando un reemplazante para Netanyahu y otros interlocutores en Israel para Washington, para él mismo. Porque Netanyahu es un viejo amigo del demócrata que no responde como Biden quisiera. 

Los mandatarios hablan permanentemente, ya más de una vez Biden pidió una tregua, un alto el fuego. Amenazó, incluso, con retirar el financiamiento a Israel, pero nunca lo hace. Netanyahu, al mismo tiempo, nunca le termina de obedecer como se supone que quiere la Casa Blanca, el Departamento de Estado. Tal es así que, si uno lee la prensa estadounidense, no desde el sábado pasado sino desde hace varios meses, se habla de un momento de quiebre en las relaciones entre Israel y Estados Unidos por primera vez en mucho tiempo. 

Hay una tensión que excede a los mandatarios de turno. Porque, además, los republicanos que están en campaña con Donald Trump como candidato no quieren financiar más guerras. Ni la guerra de Ucrania ni la guerra en Medio Oriente.

Biden y Trump, si tienen alguna coincidencia o si tuvieron alguna coincidencia en esta campaña electoral, es en relación a la guerra y a Netanyahu.

Un dato que tuvo poca cobertura, por lo menos en Argentina, de hace tres semanas. Trump le dio una entrevista al diario israelí de mayor circulación, el Israel Hayom. Es un periódico pro Netanyahu el que eligió Trump para hablar. Ahí dijo: “Tenés que terminar tu guerra e Israel tiene que tener mucho cuidado. Porque estás perdiendo gran parte del mundo, estás perdiendo mucho apoyo. Hay que hacer el trabajo y llegar a la paz, a una vida normal para Israel y para todos los demás”.

No sé qué está pensando ahora Trump pero, sin duda, tanto Trump como Biden piensan que esta guerra no les conviene. Por lo menos, mientras estén en campaña electoral.

A Biden le trae mucho costo en Estados Unidos de los sectores progresistas, de los sectores demócratas, el apoyo que le está dando a Netanyahu, a la ofensiva israelí. Hay manifestaciones en Estados Unidos a favor de la causa palestina y en contra del Estado de Israel. Manifestaciones que muchos dicen que no tienen antecedentes. Hay que ver cuál es la respuesta que finalmente le da Israel a Irán. Si es parte de una puesta en escena o si es un ataque que desencadena un conflicto mayor, como muchos temen. 

Todo esto al presidente argentino Javier Milei no le interesa, no lo conoce o no le importa. Viaja mucho a Estados Unidos pero actúa como si no hubiera elecciones. Hace unas horas, Joe Biden se reía un poco de Milei en una entrevista. Decía: “Da todo sin pedir nada”. 

Por supuesto, Milei apuesta a Trump pero el que gobierna todavía es Biden. Esta postura de alineamiento incondicional de Argentina, del presidente argentino con Israel, por supuesto que preocupa a muchos. Porque Milei está desconectado de lo que se está dirimiendo puertas adentro en Estados Unidos.

“Sobreactúa un drama que lo sobrepasa”, como decía un viejo periodista, y el problema es que en esa sobreactuación de Milei estamos en el medio de millones de argentinos y de argentinas. El libertario estuvo la semana pasada con Elon Musk, en Miami, y después volvió de urgencia. Pero los problemas se quedaron en Argentina.

La inflación aparece como un dato alentador para el gobierno, que puede decir que está bajando: 11%.  Más importante incluso que ese 11% es la inflación núcleo, como algunos destacaban, de 9.4%. Aunque la inflación interanual es de 288%, y no se le puede adjudicar del todo a Milei. 

Ahora, la inflación acumulada de los últimos tres meses, sin contar diciembre, es de 51.6%. Eso sí es todo de Milei, más allá de la desaceleración. Pero la inflación desacelera en un contexto muy particular, con el dólar planchado. Muchos le están advirtiendo a Milei que eso es peligroso, que eso termina en una devaluación, lo que implica que el campo no va a liquidar la cosecha.

Si el campo, que es el principal proveedor de dólares para la economía argentina, no liquida por ese dólar atrasado, el gobierno es un perro que se muerde la cola. Tiene el dólar atrasado, lo que le sirve para planchar la inflación, pero le complica en el frente de la liquidación de la cosecha.

Con el dólar pisado y con las tarifas que ahora empiezan a pegar en los hogares de la clase media. Especialmente, en los hogares de la clase media que votó a Milei. Es una inflación que desacelera pero tiene problemas muy claros sin resolver. Es muy precario ese equilibrio y hay que ver cuánto dura esta desaceleración que festejan Milei y Caputo.

Si uno mira los alimentos, los aumentos viajan a una velocidad muy superior a la que se actualiza o se recomponen los salarios. Si uno mira los alquileres, que cada vez se renuevan en un lapso más corto —en algunos casos cada tres meses, cada seis meses— también. Lo mismo si uno mira las prepagas, un tema de polémica de la semana pasada con el ministro de Economía que dijo que le declaran la guerra a la clase media. 

Un dato de hoy, por ejemplo, sobre el consumo de carne en la Argentina: llegó al peor registro de los últimos 30 años. En marzo, cada argentino comió 10 kilos menos que hace un año, 42 kilos de carne. En 2023 ya habían aumentado mucho los alimentos, y la carne había aumentado 310%. Sigue aumentando algo básico para la cultura de los argentinos, para la mesa de los argentinos. 

Hay diferencias internas también en el gobierno. Entre Caputo, que dice que las prepagas le declaran a la clase media, y Federico Sturzenegger, su amenaza velada, cuando dice que Caputo protege a los laboratorios que son los responsables por los aumentos de los medicamentos de gran parte del aumento de las prepagas o de los costos de las prepagas. 

Hoy renunció Claudio Belocopitt a la presidencia de la Unión Argentina de Salud, el enemigo perfecto del gobierno, ligado en su momento a Sergio Massa. El empresario que muchas veces habla de más, que se autoincrimina, dio un paso al costado.

Pero hay diferencias internas, y es importante. Sturzenegger, lo que a veces dice detrás de escena, el otro día dijo en televisión: “Hay que confiar en el mercado”. Ahora Caputo viaja Washington, en un viaje que muchos consideran desesperado para conseguir un nuevo salvataje del Fondo Monetario Internacional. Nueva deuda, aire, un respirador artificial. Habrá que ver si los elogios del FMI a la Argentina de Milei, si los elogios de Kristalina Gueorguieva se traducen en efectividades conducentes. Si hay plata fresca para LLA porque este dólar atrasado, que el propio FMI dice que es un problema, conspira contra los números, contra las reservas del Banco Central.

Las diferencias internas no son sólo de Caputo y Sturzenegger. Lo vimos la semana pasada, probablemente tengamos otro capítulo esta semana, con la pelea en la Cámara de Diputados que terminó con la renuncia del jefe del bloque de La Libertad Avanza cuando querían nombrar a Marcela Pagano en la Comisión de Juicio Político.

Karina Milei con los Menem, el karinamenemismo, según lo bautizaron algunos en la Cámara de Diputados, trabajó para impedir ese nombramiento. Los Menem son Martín Menem, alguien conocido, presidente de la Cámara diputados, y Lule Menem, que es su jefe político, el hijo de Eduardo Menem, mano derecha de Karina Milei.

¿Cuál es el problema de haber echado a Zago? En realidad, cuando lo echan están desautorizando al Presidente de la Nación. Porque Karina se impone sobre el criterio del presidente, que le había dicho a Zago, que le había dicho a Pagano “vayan para adelante con este nombramiento en la Comisión de Juicio Político”. Evidentemente, a Karina Milei le preocupa más que al presidente la posibilidad de que prospere cuando cambie el viento, si las cosas no salen como Milei quiere, un juicio político en la Cámara de Diputados. Por eso no quiere a Pagano ahí.

Está la discusión interna en La Libertad Avanza, una fuerza nueva con muchas figuras que debutan en política, que no conoce el Reglamento de la Cámara de Diputados, tampoco del Senado. Pero la discusión también está fuera, entre los que quieren que a Milei le vaya bien, los que defienden el gobierno del mercado, los que piensan que Milei es el encargado de dar vuelta la página de 20 años de populismo. 

Es lo que se puede ver, por ejemplo, cuando se discute el nombramiento o la postulación de Ariel Lijo para la Corte Suprema. Hay una pelea muy grande en el establishment, en el círculo rojo, entre familias del poder que están enfrentadas, en el Colegio de Abogados, en los Tribunales. Uno podría decir, a nivel de los medios, que es una pelea entre Infobae y La Nación.

Infobae con Daniela Hadad, amigo de Ricardo Lorenzetti y de Lijo, y La Nación con Julio Saguier, alguien que fue muy cercano a Mauricio Macri, más cercano hoy a Horacio Rosatti y, en especial, a Carlos Rosenkrantz, que comparte más la filosofía empresaria, de mercado. Pero lo están objetando a Lijo, no lo quieren.

Hay una discusión muy grande entre los que quieren que Milei cuide las formas para darle, piensan así, mayor solidez a este gobierno que llegó en muy poco tiempo al poder en la Argentina. También desde el periodismo. Por ejemplo, algunos figuras y animadores se quejan de que Milei invita al embajador de Israel a las reuniones de gabinete. Milei aprovecha para apuntar contra Jorge Lanata, señalarlo como larretista.

Hay una discusión entre Milei y los tanques de la comunicación, los históricos del periodismo que fueron muy antikirchneristas. Hoy le piden al presidente que cuide la formas.

Milei, como parte de su estrategia de campaña permanente, dice que los históricos del periodismo son parte de la casta, del periodismo ensobrado, que no le responden. ¿Por qué? Porque hay otros que sí le responden.

Lo que me interesa de ese conflicto es que incluso los socios de Milei, incluso los partidarios de Milei, los que querían que el peronismo pierda las elecciones, hoy tienen diferencias muy manifiestas y quieren darle una arquitectura legal al gobierno de Milei. Quieren que el presidente consiga apoyo en el Congreso. Quieren peinar a Milei, transformarlo en algo que no es. Es interesante como síntoma: no está todo el poder conforme, alineado con el presidente. 

Algo así pasó también con Donald Trump en Estados Unidos, en su pelea con algunos medios, con Wall Street, con actores del poder. Hay que ver hasta cuándo Milei puede con esta fragilidad que tiene, legislativa sobre todo, sostener tantos enfrentamientos a la vez.

Hay muchos que tratan de ayudarlo. Hay que mirar nomás el proyecto de reforma laboral del radicalismo. Decía Luis Campos, del Observatorio del Derecho Social de la CTA autónoma, que es la reforma que proponen está a la derecha de Sturzenegger. Lo presentó Rodrigo de Loredo y convierte el derecho a huelga en papel mojado, amplía el período de prueba a 6 meses, y busca desfinanciar a los sindicatos.

Pero, incluso ese Rodrigo de Loredo, ese el radicalismo tan servicial, tiene objeciones a Milei. Busca moderarlo, sentarlo a una mesa de consenso. Ahí va, por ejemplo, Guillermo Francos, que es el único diplomático que tiene el gobierno de Milei, a tratar de negociar con los gobernadores el apoyo para las leyes que necesita este gobierno. Entre otras cosas, para “hacer el ajuste más grande de la historia de la humanidad”, según lo dice el presidente, también para refundar la relación entre capital y trabajo.

Hay incoherencia en Milei cuando va contra la casta. Dice que va a eliminar los registros automotores y, como nos enteramos hoy, decide aumentar los trámites en el Registro Automotor, una fuente de financiamiento histórica de la política, de la casta. Hay que ver si la sociedad le factura ese tipo de incoherencias o si le duele más el tarifazo que empieza a pegar ya en los hogares.

Pero la legitimidad que tiene Milei se la dieron los gobiernos anteriores, a los que él todas las mañanas, todos los días, sigue culpando por este presente. Se lo sigue cargando a la cuenta del peronismo, de Macri. 

La oposición colabora. Hay una oposición que le discute las comas, que no se anima a discutir, que es la oposición colaboracionista. Y una oposición como el peronismo, donde Andrés Larroque expuso en las últimas horas las diferencias internas que hay. No solo dentro del peronismo, dentro del kirchnerismo. En la mesa chica de Cristina, entre Axel Kicillof y Máximo Kirchner.

Larroque, que fue secretario general de La Cámpora, va contra La Cámpora, contra “tres o cuatro ñatos que te mandan un mensaje por Whatsapp y así pretenden trasladar la conducción de Cristina”. Dice también que “El que ataca a Kicillof, el que ose cuestionarlo, en alguna joda está o no está jugando a favor del peronismo”. Es una discusión intrakirchnerista. 

Es el mismo Andrés Larroque que muy temprano se había enfrentado a Alberto Fernández. En ese momento, en sintonía con Máximo Kirchner. Tiene muchas veces esa vocación de hacer públicas las discusiones que se dan en privado. 

Hay un sismo en el kirchnerismo, hay un sismo en el peronismo kirchnerista. Larroque es alguien que se expone, que no tiene problema en salir a confrontar, pero siempre lo hace en función de un jefe. Antes era Máximo, hoy es Kicillof. Hay un debate natural, un debate lógico, un debate pendiente. Un debate que sería saludable que diera la oposición que trajo a Milei o que permitió que Milei se convierta en presidente. 

Pero en esa división, ese balance está prohibido, no llega entre los que perdieron, entre los que ayudaron a construir la legitimidad a Javier Milei. En ese reparto de culpas cruzadas nadie se hace responsable de nada y eso también es lo que hoy le da al presidente la fuerza que tiene.

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