Fuera de Tiempo con Emmanuel Álvarez Agís

Emmanuel Álvarez Agis, economista y director del área de Macroeconomía de PxQ Consultora, conversó con Diego Genoud sobre la corrida bancaria, la campaña y el camino a diciembre.

“La brutal racionalidad de Milei”. Editorial 10 de octubre en Radio con Vos.

En el debate del domingo pasado, visto por vieron millones de personas aunque menos que al primero, los candidatos invirtieron mucho y apostaron a que ese debate los ayude en la pelea electoral del 22 de octubre. Allí Sergio Massa hizo suya una frase de Mauricio Macri: “Lo peor ya pasó”, dijo ante cientos de votantes. No fue un error. Ya lo había dicho dos semanas antes en Neuquén. Debe creer realmente eso el ministro y candidato.

Macri y Massa, que en su momento fueron muy cercanos, socios en los años finales del kirchnerismo y en el comienzo del gobierno de Macri, hoy se odian. Macri aborrece a Massa y Massa desprecia a Macri. Sin embargo, aún en la enemistad, Macri y Massa se parecen en más de una característica. Tanto que el tigrense elige una frase del final de ciclo macrista para hacer campaña, para subirse al balotaje, para ir a la elección en la que lo que era el Frente de Todo se juega a la sobrevida.

Sin embargo, unas horas después de esa frase, estamos otra vez en horas dramáticas, que no empezaron este lunes, sino que son parte de una larga agonía que se viene profundizando camino a las elecciones presidenciales. Ya hace dos semanas el contado con liquidación, el dólar que suelen comprar las empresas, empezó una escalada muy pronunciada. Estaba $725, mientras hoy está cerca de los $900. En poco más de 15 o 20 días.

Otra vez el dólar como señal de alarma para una sociedad por momentos hastiada, por momentos anestesiada, por momentos esperanzada. El dólar paralelo  que cruzó hoy la barrera de los $1.000, como sabemos y como repite el gobierno de turno, es un mercado pequeño. También hay que prestar atención al contado con liquidación, también llegando casi a $1.000. El dólar MEP en $845. Los dólares de referencia marcan que algo se está saliendo de cauce en medio de esa crisis que no hace más que agravarse y que delata un poco la dificultad del gobierno, ahora de Unión por la Patria, de llegar competitivo a las elecciones.

Massa queda en una situación de extrema fragilidad, expuesto, desnudo. Pese a que hay una parte de la sociedad, los votantes de Unión por la Patria o los que tienen pánico a las otras dos alternativas, que siguen creyendo en Massa como el mejor bombero para este incendio. No porque haya tenido buenos resultados. Tuvo muy pocos, en un contexto de sequía histórica. Pero los resultados de la gestión que el ministro-candidato lleva adelante desde hace 14 meses son desastrosos.

¿Por qué mucha gente todavía piensa que Massa es el mejor bombero? Porque Massa dice haber evitado lo peor. El incendio, el helicóptero, la catástrofe. Los problemas empezaron mucho antes de que Sergio Massa asumiera como ministro. Y esta angustia del presente, esta incertidumbre, esta sensación de déjà vu, es producto de una cadena de irresponsabilidades que explica, en parte, sin duda, la emergencia de Milei.

Primero hay que retrotraerse al fracaso de Mauricio Macri. Un presidente por el que se había invertido mucho tiempo, energía, expectativa y dinero. Se consumió su mandato en tiempo récord. Dejó una deuda impagable. Fracasó en toda la línea con sus propios objetivos, no con los de los que podían ser sus opositores. Y el Frente de Todos, el de los Fernández, asumió sin tener idea de lo que iba a hacer. Sin haber discutido un programa económico, como la propia vicepresidenta lo reconoció hasta hace no tanto en más de un discurso, al decir que era hora de discutir un programa. Una confesión de que el gobierno del Frente de Todos no acordó un programa, no se preparó para salir de la crisis. Por eso, cuando Massa acusa de irresponsables a Milei y la oposición, por supuesto que está omitiendo la irresponsabilidad del frente del que es parte. 

Cristina, la vicepresidenta que definió al que agarró la papa caliente, está hablando del último exponente de la clase política: Sergio Massa, aquel de la ancha avenida del medio, es el que apaga la luz. Massa, según Cristina, agarró la papa caliente pero asumió sin un programa económico en una situación muy difícil, como él suele recordar, después de la renuncia intempestiva de Martín Guzmán. No tenía un programa ni equipo económico, como el que había promocionado. Y llegó, quizá, con el objetivo supremo de convertirse en candidato a presidente. Algo que logró pero sin una hoja de ruta para salir de esta crisis que, por supuesto, era una de difícil solución donde no aparecían salidas virtuosas a la vista. Pero es una crisis que Massa, el que agarró la papa caliente, no hizo más que profundizar.

Y parece que ahora estamos en manos de Milei. Da la sensación de que la suerte de la Argentina, de los 46 millones de personas, depende de lo que diga o haga Javier Milei. Muchos piensan que él y sus propuestas son un peligro para la Argentina. Pero Milei no nace de un repollo, sino que surge de los escombros de la polarización en un contexto de crisis, de espiral inflacionario donde los pesos desde hace tiempo duran cada vez menos en el bolsillo. Esta seguidilla de fracasos tiene algunos hilos conductores como la licuación de ingresos.

Bullrich, de Juntos, es una candidata que se delata incapacitada para hacer frente a esta crisis económica, aunque tiene un equipo de economistas más o menos ortodoxos de mucha trayectoria. Es una dirigente opositora, de batalla, que engordó, se alimentó, creció y se fortaleció denunciando al kirchnerismo pero le queda muy grande el traje de estadista. Eso es lo que parece Bullrich cuando uno la escucha.

Por otro lado, Massa además se delata con los números de su gestión. La inflación, que estaba en el 78%, hoy está en 130%, 135%, 140%, de acuerdo al Instituto de Estadísticas de la Ciudad. La pobreza que va a terminar arriba de la pandemia. La caída de reservas, la nueva deuda que contrajo Massa. El dólar blue que, cuando Massa asumió estaba en $290, hoy está llegando a los $1.000. Las distintas cotizaciones del dólar paralelo. Peor todavía, a veces lo vemos a Massa que, en este contexto, aparece en entrevistas con amigos. Se ríe, canta, como si el ministro y candidato sufriera de esa tentación suicida de los que no registran el contexto, de los que se creen impunes, de los que juegan con fuego.

Es una certeza para millones de personas que la campaña de Milei es peligrosa. Representa un programa de extremismo de mercado, no repara en costos, es un “sálvese quien pueda” violento. Se dice además, y mucho, que Milei está loco. Algo que se puede discutir. Pero la emergencia de Milei y la cadena de irresponsabilidades da cuenta de que hay mucho de racional en que 7 millones de personas hayan decidido votarlo después de ver gobernar a dos gobiernos de distintos signos que se igualaron en el fracaso.

Además, Milei aparece producto de esta inflación descontrolada que no sabemos en cuánto va a terminar, pero que el Frente de Todos triplicó después de que Mauricio Macri la haya duplicado con respecto a la de Cristina Fernández. Emerge Milei en medio de una nostalgia menemista por distintos motivos. Económicos, sin duda, con la convertibilidad, esa ficción contable. Nostalgia política también de algunos que, rechazando la polarización y la grieta, fueron a buscar a Carlos Menem para inspirar un nuevo peronismo. Apareció Milei y les arrebató esa bandera en tiempo récord. Pero ya estaba hecho, en parte, el trabajo de relativizar los costos sociales y los efectos traumáticos de lo que fue el menemismo. Incluso la tarea de olvidar, como suele decir Marina Dal Poggetto, los dos primeros años de Menem. Fin de la hiper, desocupación, pobreza. El estallido de la convertibilidad. 

La idea de que Milei está loco o que es una locura su emergencia puede ser discutida en este contexto. No por él mismo sino por el contexto que explica a Milei. En marzo pasado, en la Revista Seúl, que suele leer la oposición, se publicó una nota de Eugenio Palopoli titulada “Las mil caras de Milei”: “Todo aquello que se relata y se explica en El camino libertario —el libro de Milei— visto a la distancia se puede leer como un plan astutamente diseñado y ejecutado. Las apariciones televisivas, los debates a los gritos, los insultos y amenazas, las obras de teatro, las performances artísticas, su acercamiento a ciertas subculturas alternativas, la militancia juvenil que lo sigue con reverencia y se vuelve cada vez más numerosa: todos estos pasos trajeron a los libertarios hasta donde están hoy, en medio de las risas o el escepticismo general”. Dice la nota: “recordaba mucho al menemismo originario, aquella caravana bastante demente de impresentables que, contra todo pronóstico, le ganó en 1988 la interna del peronismo a la renovación cafierista”. Había un plan y parece que todo lo que hizo Milei responde a un plan.

En este momento, cuando Milei invoca la dolarización genera las condiciones para su propio triunfo y se beneficia. Genera un caos: la corrida cambiaria, la corrida bancaria. Le dice a los argentinos que no renueven los plazos fijos, que los pesos son excremento. Propicia la suba del dólar como si fuera parte de un plan muy racional, muy bien diseñado que lo pagan millones de argentinos. Pero sobre ese escenario de fragilidad que lo antecede y tiene por responsables a los gobiernos anteriores, sobre ese campo minado, Milei decide tirar kerosene.

Entre las fuerzas que apuestan a Milei se fantasea con un apocalípsis. Yo decía en La Política Online hace unos días, antes del 10 de diciembre. Ahora, el escenario apocalíptico está planteado para antes del 22 de octubre. Porque si Milei llega con ese escenario de hiperinflación, va a poder dolarizar sobre la base de salarios pulverizados. Lo admitió Milei en Mar del Plata la semana pasada: “Cuanto más alto esté el precio del dólar, dolarizar es más fácil”.

Es lo que Milei trata de hacer cuando habla de que los pesos: estimular una corrida bancaria. Aún así, es el candidato a presidente que aparece como ganador de las PASO y primero en las encuestas. Es el que está jugando con fuego. Con un fuego que, piensa, a él no lo va a devorar, sino solo a a este gobierno.

Milei representa la dolarización, la corrida, la hiperinflación. Es el plan de Javier Milei, su brutal racionalidad. 

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