Fuera de Tiempo con Cecilia Nicolini

Cecilia Nicolini, politóloga y asesora presidencial, conversó con Diego Genoud acerca del operativo de vacunación, Astrazeneca, Sputnik V, las negociaciones con Estados Unidos y la posibilidad de una vacuna argentina.

También estuvo en Fuera de Tiempo Anahí Durand Guevara, socióloga, docente universitaria y secretaria de Relaciones Internacionales de Movimiento Nuevo Perú. Charló acerca del triunfo de Pedro Castillo en Perú, la resistencia de Fujimori a reconocer el resultado y el ciclo que se cierra en el país después de tres décadas.

“Hay motivos para preocuparse”. Editorial de 19/6/2021 en FM Milenium.

Pese a que la Argentina cuenta más de 87 mil muertos desde que comenzó la pandemia, va
indefectiblemente camino a los 90 mil en los próximos días. Porque todos los días las cifras son altas, tanto de contagios como de víctimas fatales. Hay un desaceleramiento que tiene que ver posiblemente con las restricciones. Pero las cifras, si uno las toma en su dimensión y las compara con la cantidad de muertos que hubo en todo 2020, se da cuenta que se duplicaron en poco más de cinco meses.

Sin embargo, en parte del gobierno hay una sensación de que empieza a asomar la luz al final del túnel en lo que tiene que ver con pandemia, por el ritmo de vacunación que se aceleró con la llegada de vacunas desde distintos lugares. Porque el Gobierno tiene más de 20 millones de dosis para inocular y ya hay alrededor de 17 millones de personas que fueron vacunadas. En algunos casos, son personas que recibieron dos dosis. En otros casos, recibieron una sola dosis. El gran problema de la vacunación es que llegó tarde, la vacunación que tantos dolores de cabeza trajo. Sin embargo, hoy parece ser un problema secundario para el Gobierno.

Cuando uno habla con funcionarios, cuando habla con miembros del oficialismo, lo que se impone es la economía. Se impone el ritmo de la crisis con números, como los números de la Canasta Básica, que te muestran que hacen falta 65 mil pesos para no caer en la pobreza. Y, en ese caso, no estás contando el alquiler. Por lo tanto, para que una familia no caiga en la pobreza, hay que pensar en que tiene que percibir ingresos por un mínimo aproximado de 85 mil pesos. Hay 20 millones de persona que no reciben esos 85 mil pesos por mes hoy en Argentina, de acuerdo a las cifras oficiales.

Se impone, también, el número de inflación que se conoció esta semana: 3,3%. 21,5% de inflación
en 5 meses y una inflación de casi 50% en 12.
En los últimos 12 meses, 48,8% de inflación. ¿Quién pudo, en los últimos 12 meses, elevar su salario en un 48,8%? Me animaría a decir que nadie. Muy pocos pueden actualizar sus ingresos a la par de la inflación. Por eso, la meta Martín Guzmán, la del 29% que se había fijado el Ministro de Economía para este año, la están velando. Impactaron sobre los precios de los alimentos, por supuesto, el aumento de los commodities. También hubo un mal cálculo del Gobierno y, otra vez, de los formadores de precios. Pero la impotencia para controlar la inflación es del Gobierno.

Además, en una dinámica, en una constante, en una película donde estamos viendo que por
séptimo mes consecutivo el IPC supera el 3%. 7 meses de inflación por arriba del 3%, algo que no
pasaba desde la devaluación inaugural del gobierno de Cambiemos
. Es una inflación que, por un lado, complica mucho al Gobierno y, por supuesto, al que vive de un ingreso en pesos, que es la mayor parte de la población. Pero al Gobierno, este nivel de inflación, al mismo tiempo que lo complica, también lo ayuda. Lo saben los economistas que forman parte del oficialismo. Lo dice la oposición. ¿Para qué? Para recaudar, sobre todo a través del IVA, del impuesto al consumo, el que Domingo Cavallo elevó en 1994 hacia el 21% y todavía está ahí, después de un cuarto de siglo.

Esa inflación sirve para recaudar pero sirve, sobre todo, para licuar. Para ajustar sobre los salarios
y sobre las jubilaciones. En el caso del Estado, para ajustar el gasto previsional y más todavía a
los empleados públicos. Cansados estamos de ver cómo muchas veces se publican noticias que hablan de cuántos empleados tiene el Estado. Hoy los empleados que tiene el Estado cobran salarios que están en el límite de la canasta de pobreza, que están comprimidos al máximo.

Eso marca una de las caras del ajuste que hizo Martín Guzmán. Uno lo puede ver muy claro, no solo en los números de las consultoras sino también en los informes de la Oficina de Presupuesto del Congreso que preside Marcos Makón, un especialista en presupuesto que en su momento formó parte de la Alianza. Ahí, semana a semana, mes a mes, te muestran el fenomenal ahorro que lleva adelante Martín Guzmán, si se compara con lo que el Estado destinó a afrontar la pandemia en 2020. Cuando empezaron las restricciones, cuando el Gobierno decidió destinar fondos para el IFE y el ATP, las restricciones no pegaban tan fuerte como pegan ahora, cuando los paliativos son muchos menos. Pese a que ahora el Gobierno empieza a dar a cuentagota algunos. El ajuste sobre el gasto previsional, que es una de las partidas principales del presupuesto, es tan grande que ahora el Gobierno habla de un bono especial para los jubilados. Para que no pierdan por paliza o para que la paliza al menos duela un poquito menos.

El ajuste es tan grande como para que los economistas de la ortodoxia desfilen por los programas
de televisión, por las radios más escuchadas, sorprendiéndose por el ajuste de Guzmán. En el marco de un Gobierno como el del Frente de Todos que tiene a Cristina, que tiene a Kicillof, que tiene a Alberto Fernández, que tiene a La Cámpora. Pero que, por la suya, calladito Martín Guzmán avanzó con un recorte del gasto muy fuerte estos primeros cinco meses y en un contexto muy difícil. Alguien del Gobierno me decía, es un ajuste que se hace en un contexto muy delicado porque los ingresos caen por la inflación, porque corren de atrás de la inflación y los paliativos no alcanzan. Entonces, es un ajuste que se sobreimprime sobre la caída del salario real. Es difícil la situación que está viviendo una parte importante de la población. Es el ajuste después del ajuste de Mauricio Macri.

Por eso empieza a haber preocupación en el Gobierno porque miran encuestas y ven números que sorprenden para mal. Encuestas que muchas veces circulan desde encuestadoras ligadas a candidatos o a medios de comunicación que están en la oposición, pero también encuestas que tiene el propio Gobierno. Los propios partidarios del oficialismo se sorprenden cuando ven que baja la adhesión al Frente de Todos en los menores de cuarenta años en algunos conglomerados urbanos, en algunos municipios, donde antes el Frente de Todos era inexpugnable.

Quedan noventa días donde los paliativos van a ser muchos, donde el Gobierno va a tratar de revertir
una sensación difícil que se gestó durante 18 meses. Por supuesto, 18 meses de pandemia. Pero, a la vez, 18 meses de un Gobierno que en un momento quiso avanzar con el ajuste y se dio cuenta de que estaba yendo demasiado lejos. Y en un Gobierno que está dividido, que tiene distintas salas, que tiene distintos criterios. Mientras en el sector privado preocupa la idea de Cristina, de que se tiene que integrar el sistema de salud, en el oficialismo preocupa cómo pega este ajuste, la crisis, la pandemia en las chances electorales de un frente que se juega mucho. Porque si le tocó recibir una pesada herencia, si le tocó afrontar la peor pandemia del último siglo, cómo será el Gobierno del Frente de Todos si además pierde las elecciones del oficialismo en algunos distritos claves. Por eso, en estos tres meses se supone que Cristina, Kicillof, Guzmán, todos van a inyectar los fondos que puedan para que vuelva a haber algo más de plata en los bolsillos. Para que repunte, aunque sea un poco, el consumo de la mayoría de la población que vive con lo justo.

Hay motivos para preocuparse en el Gobierno. No solo por lo que marcan las encuestas, que empiezan a marcar el resultado de una dinámica económica donde la mayor parte de la población
se empobrece, no llega a fin de mes. Pero además hay motivos para preocuparse por los problemas que siguen sin resolver, que la pandemia agravó, que las diferencias de criterio agravaron: por un esquema común que no se ve en el Gobierno argentino. Porque a la adversidad, a la herencia, a la pandemia se le suma un Gobierno que va en dos, en tres o en cuatro direcciones al mismo tiempo. Y no se sabe hacia dónde quiere ir. Por todo eso, cuando faltan noventa días para las elecciones hay motivos para preocuparse.

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