Fuera de Tiempo con Juan José Carbajales

Juan José Carbajales, ex subsecretario de Hidrocarburos de la Nación y autor de Manual de Empresas Públicas en Argentina (Edunpaz), conversó con Diego Genoud acerca de la injerencia de la guerra en la inflación global, en la importación y el acopio de de gas, y sobre los cambios en la agenda energética.

“Tapar el sol con las manos”. Editorial de 16/04/2022 en FM Milenium.

Fin de semana largo, Semana Santa. Un paréntesis un poco más largo, una ventana de tiempo. Y la indefinición una vez más en el terreno de la política, en el terreno de la economía. Se espera, muchos esperan, que de un momento a otro el Presidente difunda una decisión en torno a por lo menos dos traumas que acarrea el Gobierno nacional, también la economía. Traumas que además se retroalimentan. Así lo dijo el propio Martín Guzmán en una entrevista que apareció en los últimos días. Dijo que una de las razones de los trastornos económicos, de la inflación que escala a niveles muy pero muy preocupantes, está en la política, en las diferencias políticas.

Guzmán dijo: “Vamos a seguir adelante con los que respalden la política del Presidente”. También dio una serie de definiciones. Habló incluso de que el Gobierno estudia un proyecto para captar parte de la renta que hoy está beneficiando a sectores que obtienen una rentabilidad extraordinaria a partir de la guerra por el impacto en los commodities, sobre todo en el agronegocio. Y Guzmán dijo que el Gobierno no va a subir retenciones pero apuesta a que un proyecto puede servirle para intervenir en esa renta extraordinaria y volcarla sobre los perdedores de esta ecuación, de este escenario.

Estamos acostumbrados a que las diferencias siempre se decodifiquen entre albertismo y cristinismo, Presidente y vicepresidenta. Pero si uno toma esa medida que Guzmán anunció, que dijo que está en estudio, ¿quién le respondió? Desde el propio Gobierno un par de su gabinete, el Ministro de Agricultura. Julián Domínguez dijo: “No sé nada de eso, por eso pregúntenle al ministro de Economía”. 

Por supuesto que Julián Domínguez no está de acuerdo con subir retenciones pero da la impresión de que tampoco está de acuerdo con este proyecto que Guzmán considera la salida para esta encrucijada que plantea la guerra sobre el mundo del agronegocio, sobre los cereales. Y el impacto que tiene sobre la inflación, sobre el pan, sobre la harina, en el bolsillo del que tiene que ir con lo justo al supermercado, al almacén, a la panadería. 

A las diferencias que el propio albertismo tiene, podemos decir, o que el propio Guzmán tiene con Domínguez en cuanto a una medida como esa, se le suman las que se pueden advertir cuando uno escucha a la vicepresidenta, que volvió a hablar esta semana. Frente a una platea afín, desde donde se la aplaudió más de una vez, Cristina dijo que “el poder no es que te pongan una banda y que te den un bastón”. Ese es un tema central hoy para el peronismo en la Argentina, para la política en la Argentina. ¿Qué es el poder, quién lo tiene, cómo se construye, cómo se ejerce en un contexto donde crece la desigualdad? Más allá de que la semana pasada hablábamos con Agustín Rossi y él nos mencionaba en este mismo programa que el Coeficiente de Gini, una forma de medir la desigualdad, arrojaba elementos alentadores. Un dato que me llamaba la atención. Cada uno puede ver lo que quiere ver. Incluso si se basa en las mismas fuentes, el INDEC. 

Esta semana apareció un dato del INDEC, con la Cuenta de generación del ingreso e insumo de mano de obra, que muchos toman como referencia del reparto de la torta en la Argentina. En el cuarto trimestre del 2021, ¿qué nos indica ese número difundido en los últimos días? Que se amplió la desigualdad. Que si antes los asalariados se llevaban el 48% de la torta, hoy se llevan el 43,1% del PBI.

Alguien pierde y alguien gana. Primero con la pandemia, después con la guerra. Con una dinámica económica que cuenta con una inflación que asciende en espiral y que, por supuesto, perjudica a los que siempre están corriendo desde atrás. A los que no llegan a fin de mes. A los que no tienen paritarias o a los que tienen paritarias que van por detrás. A los que viven con empleos de autosubsistencia, con changas. A los que están en el borde, que en muchos casos se caen del mapa. 

La desigualdad crece en la Argentina, según la Cuenta de generación del ingreso e insumo de mano de obra del INDEC. Y no crece poco, crece mucho. De 48% del PBI que se llevaban los asalariados se pasó a 43%. Esos cinco puntos alguien los perdió y alguien los ganó. Podríamos decir tres o cuatro vivos, como decía en su momento la vicepresidenta de la Nación. Y por eso es importante la cuestión del poder para el peronismo. Cómo intervenir en este contexto para mitigar, para atenuar, para evitar que se profundice la desigualdad. Y que sobre todo siga pegando la inflación en los sectores más desfavorecidos, muchos de ellos históricos votantes de lo que fue el Frente Para la Victoria. Por eso, los dos traumas, diría yo, son la división dentro del Frente de Todos y la inflación descontrolada que se retroalimentan.

No hay un dato positivo cuando uno empieza a desmenuzar también el número de inflación del INDEC, la fuente de principal crítica, la fuente de información que más lastima al propio Gobierno. A diferencia de lo que sucedía en otro momento cuando los datos del INDEC eran truchos. Ahora no. La inflación se disparó 6,7% en marzo. Primer trimestre, 16,1%. Últimos 12 meses, 55,1%, la inflación interanual. ¿Quién tiene una paritaria de 55% en el último año? Son muy pocos sectores. Sindicatos que algunos consideran parte de la aristocracia obrera pero, sin duda, una excepción hoy en la Argentina. 

Si uno hace foco en el tema de los alimentos, empieza a desmenuzar ese índice de inflación. Alimentos y bebidas subieron más que la inflación, un 7,2%. En febrero habían subido 7,5%. En los primeros tres meses del año los alimentos aumentaron un 21%. Cualquiera que vaya al supermercado, al almacén o a la panadería o a la carnicería, lo sabe. No solo no alcanza el sueldo, sino que uno ya no sabe con qué precio se va a encontrar cuando quiere ir a comprar lo más básico. En el Gran Buenos Aires, los alimentos que más subieron son el pan, 24,8% en un mes; los huevos de gallina, 21%; el pan francés tipo flauta, 17,7%; el café molido, 15,9%; el pollo entero, 15%. Estamos hablando de los aumentos en el último mes.

Claro, es un contexto inflacionario. Primero la pandemia. Después la guerra. Estados Unidos tiene hoy la inflación más alta desde 1981. Brasil tiene hoy la inflación más alta de los últimos cuarenta años. Pero, sin duda, estamos hablando de una inflación incomparable con la de Argentina. En Estados Unidos, si uno mira los últimos 12 meses, la inflación es de 8,5%. Acá es de 55%.

Con el aditamento de las tarifas congeladas y el dólar planchado, que recién ahora el Gobierno empezó a soltar, a partir del acuerdo con el Fondo. Pero esa inflación de 55% en el último año no se puede explicar por el aumento de tarifas, que no hubo o que fue muy mínimo, y que ahora sí va a ser mayor. Tampoco se puede explicar por la suba del dólar, que ahora sí va a ser también mayor.

Otro indicador que muchas veces algunos miran como para ver qué es lo estacional y qué es lo estructural, la inflación núcleo, pero que también está muy alta. Pasó de 4,5% a 6,4%. Prácticamente no se distingue del índice de inflación correspondiente al mes de marzo. ¿Cuánto impactó la Guerra, que empezó el 24 de febrero, en este número que dio a conocer el INDEC? Es discutible. Sin duda impactó pero no puede explicar el aumento del 16% del último trimestre.

Estos números, este aumento permanente, esta inflación en espiral, son dinamita para la base electoral que respaldó durante las últimas dos décadas, diría yo, al kirchnerismo. Desde 2003 para acá. Primero respaldó al Frente Para la Victoria que conducía Néstor Kirchner, después con Cristina Fernández de Kirchner al frente. Hoy ese espacio lo conduce, en parte la vicepresidenta, en parte el Presidente. Ese sector que demostró hasta ahora una lealtad a prueba de balas se va erosionando. Por lo menos, eso es lo que piensa la vicepresidenta, lo que piensa su hijo. Junto con la remarcación permanente, se desangra la base electoral del cristinismo. No solo diría en el conurbano bonaerense, sino en los conurbanos de todo el país. 

En ese contexto, con estos números, la declaración de guerra contra la inflación que hizo el Presidente parece un chiste. Alberto Fernández habló de “guerra contra la inflación” y esto son los números. Es un problema estructural que viene de hace mucho tiempo. Incluso Mauricio Macri tuvo una inflación del 53,8% sin pandemia, sin guerra. El propio Macri que había dicho que resolvía la inflación en cinco minutos. 

Tenés la inflación global. Aumento de los precios de la energía, de los alimentos. Tenés inflación en todos los países pero en Argentina pega como nunca. Hay pocos lugares donde impacte tanto. Y sin el aumento de tarifas que viene ahora, sin la suba del dólar oficial que recién ahora está empezando.

¿Qué vemos de la política frente a estos problemas donde las cifras del INDEC muestran que se redujo en algo la pobreza, que crece el empleo, empleo informal en su mayoría? Que hay sectores muy dinámicos de la economía, como la construcción, como la industria, que hace alrededor de veinte meses que la recaudación aumenta por arriba de la inflación. Hay sectores que están ganando mucho y sectores que siguen corriendo desde muy atrás. Y si esos logran zafar de la línea de la pobreza es porque hoy trabajan el doble o el triple con salarios más bajos, con empleo más precario para llegar a fin de mes.

¿Qué dice la política frente a ese cuadro de inflación que lastima, que golpea, que erosiona sobre la base social más allá de cómo vote? Nadie sabe hoy cuál es la fórmula. Todos están, en alguna medida, invalidados para decir que en cinco minutos resuelven el problema. En la época del kirchnerismo había una inflación alta. Obviamente era la mitad, 25, 30, 35 %, pero los salarios en general le ganaban a la inflación. Eso es parte de un pasado que todo indica no volverá. Por lo menos, no volverá en el corto plazo que los salarios le ganen a la inflación, del sector informal, de los que están afuera del mapa.

Muchas veces asoma un consenso transversal para tapar el sol con las manos. Uno lo ve en los medios de comunicación, en los formadores de opinión que viven de la queja, de la indignación, y que hablan como si fueran los dueños del país. Pero no lo son. Sí hablan por ellos desde algunos medios, desde algunos micrófonos, con enojo contra lo que uno puede decir es la punta del iceberg. Las manifestaciones, las protestas, los cortes, los conflictos.

Así como en Estados Unidos vemos que se organizan hoy, se sindicalizan trabajadores de Amazon, de Starbucks, vemos una conflictividad que a la salida de la pandemia con inflación en ascenso, no se limita a la Argentina. 

Sin embargo, vemos a la política tratando de tapar el sol con las manos, buscando evitar los conflictos que son producto de causas estructurales: la inflación, la desigualdad, la pobreza. Lo podemos ver en el ministro Juan Zabaleta, que a veces habla como si fuera ministro de Seguridad. Lo podemos ver en Sergio Berni, que es todavía y efectivamente el ministro de Seguridad de Axel Kicillof. En Horacio Rodríguez Larreta. En el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, que esta semana tuvo detenido durante cinco días a dos manifestantes, Sebastián Copello y Juan Chorolque, por participar de una protesta, de un corte de ruta. 

Son intentos desesperados por tapar el sol con las manos. En ese marco, frente a esos dos traumas, el que tiene que definir es Alberto Fernández. Se habla de que en las próximas horas llegarán finalmente las definiciones de un Gobierno que cerró el acuerdo con el Fondo pero no logró la unidad, la calma que esperaba. Y un acuerdo con el Fondo que evita el default, el peor de los mundos para muchos pero, tal como lo decía Marina Dal Poggetto en el último informe, trae más inflación y menos crecimiento. 

El mal menor para gran parte del establishment, para gran parte de los formadores de opinión, incluso para las consultoras del mercado, para el Gobierno, es que el acuerdo con el Fondo trae acarreada más inflación. Porque viene con el aumento de tarifas, porque viene con la suba del dólar que estaba congelado y que subió a la mitad que la inflación durante el último año. El dólar subió un 25%, la inflación el doble. Eso no va más, según el Fondo, lo que implica que este año tendremos una inflación mayor.

Y la pelota está otra vez en la cancha del Presidente, que tiene que encontrar un camino para salir fortalecido en un contexto de lo más delicado. En ese doble escenario, en el escenario económico, el de la inflación, donde el Presidente anunció una guerra y no tiró ni una cebita. Donde los propios números del INDEC, le dan una cachetada tremenda no solo al Presidente, también a Roberto Feletti, a Martín Guzmán. A Fernando Morra, que es un funcionario que supuestamente estaba encargado dentro del Ministerio de Economía de resolver un problema que no es de fácil solución. 

¿Qué va a hacer el Presidente en este contexto? Está ese proyecto del que habló Guzmán esta semana. Se habla, otra vez, de cambio de Gabinete. Juan Manzur, jefe de Gabinete, para muchos está de salida. El famoso volumen político que Manzur le iba a traer al Gobierno no existe. El Presidente nunca lo empoderó. Sigue siendo Santiago Cafiero la mano derecha de Alberto Fernández. Y a Manzur no se le escucha la voz. 

Tuvimos la semana pasada a Agustín Rossi en este programa, no fue el único lugar donde fue entrevistado. Se habla del ex Ministro de Defensa como una incorporación al Gobierno. Pero ¿qué va a pasar con Martín Guzmán? Son grandes enigmas de un Gobierno al que se le pasan los meses y no termina de resolver un rumbo. Aún con el acuerdo con el FMI, que para muchos era el comienzo de una etapa de mayor tranquilidad.

El Presidente no solo tiene que cambiar nombres, sino que sobre todo tiene que definir un rumbo. O acordar con su vicepresidenta, como algunos le recomiendan, aunque no sé si la mayoría. O romper con su vicepresidenta e iniciar un camino más parecido a lo que dijo Aníbal Fernández en los últimos días: “Que no estorben los que no están de acuerdo”. O lo que dijo el propio Guzmán: “Vamos a seguir adelante con los que acompañen las políticas que ordene el Presidente”.

Algo tiene que decidir Alberto Fernández. Si quiere reaccionar antes de que se le consuma su mandato. Quedan veinte meses de Gobierno pero ¿cuánto quedan hasta las PASO? 16, 14, 15. Entró en la cuenta regresiva el Frente de Todos en su conjunto. El Presidente antes que nadie. 

Fernández tiene, algunos piensan, una obligación que al mismo tiempo es una oportunidad. La última para resolver la encrucijada política, esta pelea con la vicepresidenta, que fue la que lo eligió. Y un problema que golpea, que preocupa más, que aflige más, que perturba, que desvive a las mayorías como es hoy una inflación descontrolada. Pero de algo no quedan dudas: el Presidente tiene que definir y no hay más tiempo para palabras.

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