Fuera de Tiempo con Daniel Arroyo

Daniel Arroyo, Ministro de Desarrollo Social, conversó con Diego Genoud acerca de la ampliación de la Tarjeta Alimentar, el aumento de la pobreza, el debate con los movimientos sociales que forman parte del Frente de Todos y las prioridades del gobierno.

También estuvo en Fuera de Tiempo Fabio Rodríguez, economista y socio director de M&R Asociados, y charló sobre el naufragio del plan Guzmán, la negociación con el Club de París, el ajuste sobre los ingresos y las alternativas del gobierno para llegar a las elecciones.

“El tiempo del desfasaje”. Editorial de 29/5/2021 en FM Milenium.

Otra vez una ventana de tiempo separa al Gobierno de los Fernández del lugar que pretende
ocupar. Contrasta, otra vez, el drama del presente con la promesa de la salvación, el drama de un país que ya cuenta más 76 mil muertos, que va camino a 80 mil desde que se inició la pandemia. Esa imagen, ese número doloroso, abrumador, contundente, contrasta con las vacunas que finalmente empiezan a llegar más rápido, tarde, a uno de los países del tercer mundo que es Argentina, aunque cueste reconocerlo.

Algún contrato que se incumplió, como el de AstraZeneca, el principio activo fabricado muy cerca, en Garín, por el laboratorio mAbxience del empresario Hugo Sigman, muy cercano al Gobierno Nacional. Algún contrato como ese tal vez tenga que ser reformulado porque no van a llegar las 22 millones de dosis que el Gobierno argentino contrató y pagó en gran parte antes de que termine el primer semestre, parece muy difícil.

La segunda ola llegó con una violencia que el Gobierno argentino no preveía, que Martín Guzmán
no preveía. Las restricciones que ordena Alberto Fernández se cumplen a medias porque gran parte de la población tiene que salir todos los días a pelear por su sobrevida. El Gobierno todavía está distante del lugar que pretende ocupar cuando ya tenga vacunada a la mayor parte de la población. Se habla otra vez de números, de fechas, de estimaciones. Recién en ese momento el Gobierno va a empezar a respirar. Por ahora es un Gobierno que sigue desbordado, asfixiado, le falta el oxígeno como le falta también muchas veces a los que tienen que dar vueltas en busca de un hospital o un sanatorio para poder ser atendidos. En Capital Federal y en Provincia de Buenos Aires pero también en otras provincias como en Córdoba de Juan Schiaretti, en Santa Fe de Omar Perotti, en Neuquén de Omar Gutiérrez.

Se duplicaron en el último mes las personas internadas en terapia intensiva en Argentina. Si hace un mes había alrededor de 3.400 personas, hoy tenemos un número que está más cerca de 7.000. Récord de cantidad de camas de terapia intensiva ocupadas dos días seguidos, esta semana, en el sistema público de la Capital Federal. Los hospitales no dan abasto. Más doloroso todavía, más difícil de contar, los cementerios no dan abasto. Lo conté la semana pasada en una nota en elDiarioAr, el sistema de relevamiento de nichos que está haciendo el Gobierno de la Ciudad desde hace un tiempo con intimaciones a los que no pagan. En el Gobierno de la Ciudad dicen “esto es de rutina, es parte de una política mortuoria que tiene el Gobierno de la Ciudad, que tienen todos los Estados”. Sin embargo, otros piensan que no, que ya no hay cómo hacer frente a la demanda de nichos y sepulturas. Tenemos casi 80 mil muertos, en lo que va del año casi tantos muertos como los que tuvimos durante todo el año pasado.

Por eso no hay mucho para festejar cuando llegan las vacunas. Por supuesto, es alentador y es el
resultado de un trabajo que hizo el Gobierno. Pero de ahí a que logre un respiro, de ahí a que se pueda frenar este crecimiento exponencial que estamos viendo del virus, pese a las restricciones, todavía falta. Hay alrededor de 17 millones de dosis en Argentina, en estos momentos, y al menos 9 millones de persona que se vacunaron al menos con una dosis, lo que representa dos tercios de los 14,5 millones que son los grupos prioritarios. Esto lo publicó Pablo Ibáñez en elDiarioAr hace unos días. Falta todavía.

En esa ventana de tiempo que lo separa del momento y del punto en el que quiere estar, el Gobierno tiene por delante dos o tres meses muy difíciles antes de las elecciones, y que además sigue partido al medio. Cuando uno habla con funcionarios del Frente de Todos se da cuenta de que las diferencias son importantes sobre todo en materia económica donde se define gran parte de la suerte del gobierno y se define la situación de millones de personas que dependen del crecimiento, del rebote económico después de la caída profunda del 2020. Dependen del crecimiento de empleo, aunque sea de las changas. Aunque sea del fin de las restricciones o de restricciones que no les impidan seguir trabajando.

El Gobierno mientras tanto está pidiendo clemencia en el Club de París por 2.400 millones de dólares que vencen el lunes próximo, aunque hay tiempo para pagarlo. Pesa la pesada herencia de la negociación que hizo Axel Kicillof en 2014, una deuda que se resolvió mal, con intereses desmedidos, que ahora tiene que pagar el propio Gobierno de los Fernández, paradoja de la historia. Esa deuda que desde Claudio Lozano hasta Alfonso Prat-Gay criticaban por cómo fue cerrada por el ministro Kicillof.

En estos dos o tres meses que le quedan al Gobierno hasta llegar a vacunar a la población de riesgo, la situación no va a ser sencilla. Hay una parte de la Argentina politizada que al Gobierno no le cree nada, ninguna promesa, más allá de que las vacunas estén llegando. Porque fallaron todas las proyecciones, no solo las de las vacunas por las veces que el Presidente prometió de más, sino también las proyecciones en cuanto a la segunda ola que Martín Guzmán suponía no iba a pegar de esta manera, porque quizás suponía que ya iba a estar vacunada la mayor parte de la población.

La sociedad es la que tiene que aguantar. Tiene que aguantar el Gobierno pero sobre todo tiene que aguantar una sociedad que viene de años muy difíciles. Una sociedad muy castigada que se distingue por la tranquilidad, por la paciencia social en un continente en erupción, casi volcánico como es América Latina. Y después, algunas señales contradictorias que uno advierte en ese contexto crítico, con la Argentina camino hacía los 80 mil muertos, con restricciones que se respetan hasta cierto punto y que tampoco pueden bajar de un día para el otro el crecimiento exponencial.

Horacio Rodríguez Larreta, el Jefe de Gobierno porteño, que quiere volver con las clases presenciales parece fuera de la realidad . También el Presidente, que quiere organizar la Copa América en Argentina, que se reúne con los infectólogos, que ordena las restricciones, y a la vez se reúne con la Conmebol. Obviamente hay un negocio fenomenal detrás de eso, pero ¿qué capacidad tiene después el Presidente de convencer y pedirle a gran parte de la población que no abra sus comercios, que no salga a trabajar? No es fácil de entenderlo.

En ese contexto de camas de terapia intensiva desbordadas, de un crecimiento exponencial que ni siquiera las restricciones frenan, impactan los datos de la UCA de esta semana sobre el desempleo en la Argentina. ¿Cuánto es el desempleo? Según la UCA, en Argentina el desempleo real no es el 11%, el 13%, como dice el INDEC. El desempleo real es del 28,5%. Las cifras de la UCA las minimiza quien esté en el Gobierno las minimiza y las toma la oposición, como este mismo peronismo del Frente de Todos tomaba estos números cuando estaba en la oposición. Lo tomaba el macrismo, lo vuelve a tomar ahora. Obviamente el macrismo desoyó las cifras de la UCA cuando fue Gobierno durante la catástrofe económica de Cambiemos. Dice este informe, de no haberse generado este efecto desaliento, el efecto desaliento de la cuarentena, si se hubiese mantenido el nivel de participación en el mercado, la desocupación se habría incrementado al 28,5% a fines de 2020. Ese sería el último dato.

Lo mismo piensa alguien que hoy forma parte del Gobierno, Claudio Lozano, director del Banco
Nación, que tiene un Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas, y con cifras muy similares. La
desocupación está cerca del 30%. Es decir, 1 de cada 3 argentinos hoy tiene problemas de empleo.
Dice la UCA: “la tasa de desempleo real del 28,5% registrada el año pasado supera por lejos al 21% de desocupación que se había registrado en Argentina en el 2001”, en un contexto de crisis muy grave. En 2020, solo el 43,7% de la población económicamente activa logró acceder a un empleo pleno de derechos. Un empleo en blanco, un empleo como los que ya no existen más. El 13,9% de la población está abiertamente desempleado. Y el 14,5%, sometido a un subempleo inestable, haciendo changas, trabajos temporarios o no remunerados, o siendo beneficiarios de programas de empleo con contraprestación. 14% de desempleo abierto y 14,5% de subempleo inestable, del empleo de subsistencia. Ahí está el 28,5% del desempleo del que habla la UCA.

Son números difíciles de retener cuando uno los menciona en radio. Y, sobre todo, son difíciles de
asimilar, de reconocer hasta qué punto hoy la Argentina está lastimada, el tejido social está en carne viva. Eso es lo que muestran estos números. El 36,7% de los activos mayores de 18 años se encontraba con riesgo de desempleo por haber estado desocupado por lo menos una vez en el
último año. El 46,4% del total de los ocupados carece de aportes al sistema de seguridad social. 1
de cada 2 trabajadores no tiene aportes en Argentina.

Además, lo que siempre mencionamos en este espacio, la caída del salario real. La caída de los
ingresos con la pandemia. ¿Cuál es la diferencia con el 2001? Fundamental tenerlo en cuenta y para explicarse la paciencia social, por qué la Argentina soporta estos niveles de marginalidad. La red de contención, la red de reducción de daños que la Argentina desplegó a partir del 2001 y que no paró de crecer. En Argentina trabajar ya no es garantía y ni es suficiente para no ser pobre. Uno puede trabajar y ser pobre al mismo tiempo, estar por debajo de la línea de la pobreza. Algo que en otra época parecía un contrasentido. Hoy el que trabaja puede ser pobre.

Entre 2017 y 2020, el porcentaje de trabajadores pobres pasó de 15,5% a 27,4%. Se duplicaron en apenas tres años en Argentina. Por eso, como dice José Luis Manzano en la entrevista que le hice para el libro que publiqué hace unas semanas, “El peronismo de Cristina”. Manzano dice: “Argentina es un milagro de la ciencia política”. Mirá lo que pasa en Ecuador, lo que pasa en Chile, lo que pasa en Colombia. ¿Por qué Argentina, con este tejido social que está en carne viva, sigue soportando una realidad adversa para millones de personas? Cuando a veces las clases dirigentes y las elites parecen que están en otra cosa, lejos de esta lucha cotidiana por la sobrevida que lleva adelante la mayor parte de la población. Votantes naturales, uno supone, mayormente del Frente de Todos, que están en silencio viendo cómo hacen para sobrevivir cada día.

Por suerte, tienen la posibilidad de votar, de expresar su veredicto cada dos años. Seguramente, este año un poco más tarde en el calendario electoral -porque la clase política decidió que hay que postergar las PASO-, en una cuenta que no termina de saber uno a qué responde, y si vamos a estar mejor efectivamente o no cuando llegue la hora de votar. Ahí está el Gobierno, en ese contrapunto, en ese desfasaje entre el drama del presente y la salvación que se espera para un futuro mediato.

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