Fuera de Tiempo con Daniel Heymann

Daniel Heymann, economista, profesor de la UBA, asesor ad honorem del ministro Martín Guzmán y ex coordinador en la CEPAL, conversó con Diego Genoud sobre el sendero estrecho para la reactivación, el poder de veto, el Estado, las exportaciones, los salarios y el dólar.

También participó de Fuera de Tiempo Gerado Aboy Carlés, doctor en Ciencias Políticas y Sociología e investigador del CONICET Dialoga. Habló sobre los desafíos de la pandemia, la polarización, la desaparición de Astudillo Castro y la relación entre la clase política y la sociedad en el medio de la crisis.

“Todo es más frágil de lo que parece”. Editorial del 01/08/2020 en FM Milenium.

Sobran razones para intentar una reforma judicial como la que presentó Alberto Fernández esta semana, teniendo en cuenta que en la Argentina hay una especie de mafia que gobierna desde Comodoro Py. Los jueces federales son cuestionadísimos desde los tiempos de Carlos Menem por su relación con los servicios de inteligencia y con los medios de comunicación. Se trata de un triángulo que sirve para condicionar a la política. Tres décadas de un poder desproporcionado y concentrado en ese edificio de Retiro.

Los jueces están en una relación asimétrica con la política: tienen más poder los jueces que los políticos. Acceden a su lugar y disfrutan de por vida de ese cargo. Los que juzgan la política no van a elecciones y, en cambio, se sientan a esperar el fracaso ajeno. Basta mirar el caso de Rodolfo Canicoba Corral que se acaba de jubilar esta semana con 75 años, después de que el cristinismo los cubriera en el Consejo de la Magistratura. Se fue procesando a Guillermo Dietrich, a Nicolás Dujovne y a Javier Iguacel por el curro de los peajes, un negocio más del macrismo, turbio por donde se lo mire. Es el mismo Canicoba Corral que sobreseyó a Gustavo Arribas en tiempo récord en la causa Odebrecht, el mismo que metió preso al “Caballo” Suárez. Ahora se da vuelta y lo juzga a Macri.

Por eso, sobran motivos para la reforma judicial pero también hay un poco de ruido. ¿Qué se puede cuestionar? Primero, el sentido de la oportunidad. “El gobierno perdió la pelota”, me decía un funcionario del gobierno nacional, “y necesita recuperarla”. ¿Esta era la forma? ¿Una reforma judicial que ya le sirvió a la oposición para pararse de manos, para que Juntos por el Cambio, empresarios y un sector de la Corte Suprema, se unan en el espanto? ¿Éste era el momento?

Lo segundo a tener en cuenta es la palabra de Fernández. Es un presidente que forma parte de una alianza en la que cuota mayoritaria de poder no le pertenece. Por eso, Fernández tiene que cuidar más que nadie su propia palabra, que es la base de su autoridad. Y claro, se viraliza desde la oposición que, hasta hace poco, el mismo Fernández decía: “Estoy en contra de ampliar la Corte”. Lo dijo cuando era un opositor tenaz al último cristinismo, en campaña y después de asumir. Ahora convoca a un consejo de especialistas para ver si se amplía, entre otros temas, lo que él dice que no hace falta.

¿En qué lugar queda la palabra del Presidente? ¿Por qué lo hace? Si uno lee los medios opositores es porque Cristina lo lleva de la nariz. Si bien ese es el razonamiento permanente de los medios opositores en todos los temas, en este caso sí aparece la voluntad y la preocupación de Cristina en el tema judicial: da la sensación de que ella se siente todavía arrinconada por los jueces, por los camaristas, por las causas, por los medios que apoyan al macrismo y se basan en esas causas para seguir lastimando la legitimidad de la vicepresidenta. Pasaron ocho meses y no cambió de manera sustancial la situación de la vicepresidencia ni en los tribunales ni en los medios de comunicación que apoyaron la aventura de Cambiemos y que hoy siguen militando fuerte contra el cristinismo.

Cuando Cristina pide que su abogado Carlos Beraldi se siente en este consejo consultivo da la sensación de que no está segura de su propia fortaleza política. Como si no confiara en el poder que hoy tiene. Como si pensara que esa fortaleza que tiene fuera endeble. Como si tuviera en cuenta ese otro razonamiento del que te que hablaba al comienzo, que el poder político se puede agotar pero los jueces quedan. Por todo eso, Cristina lo sienta a Beraldi en el consejo consultivo y eso es, obviamente, lo que más cuestionamientos recibe. Expone su juego mostrando que quiere un veedor, alguien que hable y vele por sus intereses.

Enfrente hay una Corte Suprema que está dividida. No es la Corte Suprema que tenía una fortaleza importante cuando se enfrentaba a Néstor Kirchner y él hablaba del partido judicial. O la misma Corte que lideró Lorenzetti durante once años y la enfrentaba a Cristina Kirchner. Hoy la Corte está balcanizada y su poder está astillado. Están detonados todos los puentes entre los cinco jueces que la integran y se aborrecen unos a otros en medio de una guerra de poder interna. Hay que ver qué pasa con esta reforma con esta Corte que no tiene la solidez que tuvo en otro momento. Dentro tienen acciones o intereses Clarín, Infobae, La Nación. Cada uno tiene un juez o pretende tenerlo.

Está por verse cómo sale esta contienda entre débiles. El gobierno es débil en su parte financiera porque no tiene la fuerza ni la inyección de fondos que necesita para sacar la economía adelante. Pero además tiene una debilidad política, porque cuando quiere presentar un proyecto como el de expropiar Vicentín dura nada y tiene que dar marcha atrás. Porque cuando habla de un impuesto a las riquezas tarda tres meses hablando y hablando del impuesto a los ricos y el proyecto no aparece. Un desgaste innecesario del gobierno en su conjunto, no sólo de Alberto Fernández.

En ese contexto de debilidad financiera y política, el Gobierno va a una nueva confrontación de resultado impredecible contra esta corte y este bloque de poder también débil, desprestigiado y astillado.

Cristina, que compartió hace unas semanas la nota de Alfredo Zaiat que hablaba de con quién se puede construir un contrato social, ahora aparece preocupada por su situación personal, por su situación familiar, por su pequeño mundo, como desconectada de esa discusión más grande de lo que le pasa a la mayoría de la gente que hoy hace malabares para llegar a fin de mes. Como si Cristina no pensara que hoy puede aumentar su fortaleza desde la pura política y ganar legitimidad desde el Gobierno.

Mientras pasa eso, en la Tercera Sección Electoral, en el Conurbano Sur, once intendentes —diez peronistas y un macrista— se juntan para reclamarle a Edesur que invierta y resuelva los cortes de luz permanentes que hay. Intendentes que tienen miedo de que los cortes se profundicen en el verano y eso les pueda impactar en las elecciones. Cuando uno habla con los intendentes, Cristina no tiene nada que ver con este reclamo.

Por eso, desde la Casa Rosada al Conurbano, desde los estudios de televisión a la Corte y al Congreso, más allá de las bravuconadas, más allá de la polarización, de la guerra de sobreactuaciones que vemos todos los días, lo que uno percibe es que todo es más frágil de lo que parece.

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