Fuera de Tiempo con Indisciplinadxs

Integrantes de Indisciplinadxs conversaron con Diego Genoud sobre la contstrucción de la desinformación, la disputada en la militancia de las redes y la militancia en la calle.

“El próximo presidente”. Editorial 14 de noviembre en Radio con Vos.

Para los rasgos convencionales de la historia de analógica de la política, el debate entre Sergio Massa y Javier Milei fue una paliza del candidato de Unión por la Patria desde el primer minuto. Massa estuvo a la ofensiva y encontró rápido una fórmula, “por sí o por no”, para arrinconar a Javier Milei. Y que incluso, de entrada, durante el bloque de economía en el que se suponía que la iba a pasar peor, Sergio Massa también logró arrinconar a Milei, imponerle una lógica. Una dinámica en la cual Milei era el que tenía que explicar “por sí o por no” si piensa hacer una masacre en la Argentina o no a nivel económico. 

Aquel era el bloque en el que Massa, el ministro – candidato, estaba más complicado porque los números de su gestión lo incriminan.Pero se vio prácticamente regalado no a Massa sino a Milei, sin poder zafar del diseño que había hecho Massa con sus asesores, con el grupo de publicistas brasileños que Lula le prestó por esta campaña.

Y apareció Milei, durante toda esa primera parte del debate, tratando de despejar interrogantes, de alejar esa sensación de miedo que genera la motosierra en la vida de millones de personas que, de una forma o de otra, necesitan cada día la asistencia, la ayuda o la presencia del Estado. 

Nunca durante casi todo el debate, sobre todo en el comienzo, Milei pudo hacer pie. Nunca pudo cuestionar a Massa por los datos de una realidad que, por supuesto, ya era grave antes de que asumiera como ministro de Economía, pero que se agravó muchísimo más con Massa a cargo de la cartera.

Incluso tras la baja que registró el INDEC en las últimas horas, podemos hablar de la inflación de 142% en el último año, un porcentaje que Massa duplicó en un año, porque cuando asumió estaba alrededor del 75%. La victoria de Massa en el debate, en el formato analógico de la política, de la televisión, está escindida en gran medida de la realidad del presente. Y tiene mucho que ver con el debate que viene, pero además es el debate que le conviene al Gobierno. Un gobierno que durante cuatro años no dejó conforme a casi ninguno de sus propios votantes.

¿Cómo hizo Massa para imponer esa supremacía tan clara sobre Milei? Un poco gracias a su propia capacidad, sin duda. Es un político entrenado, formateado para superar con facilidad este tipo de pruebas. Alguien que toda la vida se dedicó a la política, que hace 20 años está en el Estado siempre en funciones importantes: titular del ANSES, jefe de Gabinete, en su momento presidente de la Cámara de Diputados, intendente, ahora ministro de Economía.

Por lo menos por un rato, Massa devolvió a Milei al lugar de panelista que tenía antes de siquiera soñar con ser candidato a presidente. Lo rebajó Massa al lugar de inexperto, justamente al que hizo su carrera presentándose como un académico, como alguien que sabía de teoría económica, como un especialista, el dueño de un saber. Sucedió durante la década del 90, los economistas eran los dueños de un saber que valía más que nada en la Argentina de aquellos años hasta el estallido de la convertibilidad. Milei expresa un poco el regreso a ese sitial de autoridad. Sin embargo, todo eso que lo trajo hasta acá, frente a Massa, no valió nada o prácticamente nada o no lo supo hacer valer. Eso es lo más paradójico. Milei no supo hablar de economía frente a un ministro de Economía con todos los números jugándole en contra. 

Hubo además otro elemento central para mucha gente que va a ir a votar el próximo domingo. Y es el bloque de la seguridad, donde también se vio a Milei haciendo agua de manera muy alevosa, cediéndole la palabra a Massa, algo que el tigrense aprovechó con mucha rapidez, con mucha claridad. “Bueno, cuando uno no tiene nada para decir tiene que ceder la palabra”, le dijo el ministro.

Pero en este mundo de paradojas, allí hubo un doble error. Porque, por un lado, Milei presentó a Rudolph Giuliani, el ex alcalde de Nueva York y creador de la tolerancia cero, como una autoridad en la materia cuando Giuliani es Massa en Argentina o Massa es el discípulo argentino de Giuliani. 

Cuando Donald Trump asumió como presidente hubo solamente dos argentinos en la gala, invitados por Rudolph Giuliani: uno era Martín Redrado y el otro era Sergio Massa. Estoy hablando de la prehistoria pero el macrismo, en ese momento, jugó por Hillary Clinton. Fue Massa el único argentino que jugó expresamente por Trump.

El primer error de Milei es mencionar a Giuliani como una fuente de autoridad cuando Giuliani es Massa. El segundo error es el del propio Massa, que no puede más que reivindicar esa relación que tiene con Giuliani, alguien que hoy está en su peor momento, investigado por el Departamento de Justicia de Biden por haber sido uno de los conspiradores del asalto al Capitolio. Está en su hora final. Trump hizo, incluso, alguna cena de recaudación para pagarle los abogados. Está vendiendo alguna de sus propiedades en Manhattan. Y no tiene nada que ver con las coordenadas actuales de esta elección donde Massa, se supone, es el rival del discípulo local de Trump. 

¿Cómo habrá caído en el Departamento de Estado en Washington, en Biden, que Massa, el candidato que defiende la democracia frente a un antisistema, haya reivindicado su cercanía con Rudolph Giuliani, hoy señalado como conspirador en Estados Unidos por haber tratado de impedir que Joe Biden asuma la presidencia?

Son anécdotas menores de un escenario en el cual Milei no pudo hacer pie en ningún momento ni en ningún terreno. Ni siquiera en economía o seguridad, donde suelen definir el voto de los indecisos. Hay que ver ahora qué incidencia tiene y hasta qué punto ese debate define o no la voluntad de la gente que todavía no decidió qué va a hacer el próximo domingo.

Me decía Federico Aurelio, el director de la consultora Aresco, en los días previos al 22 de octubre que Massa ya tuvo su gran remontada. Fue en las horas previas a las generales, en los tres o cuatro días anteriores, que Massa logró esa formidable remontada de 9 millones y medio de votos. Es decir que en estas horas se están definiendo muchos votos, que son los que van a determinar el nombre del próximo presidente. El sucesor de Alberto Fernández va a surgir del balance que hagan cientos de miles de personas que todavía no definieron su voto.

Hay que ver hasta qué punto el debate, que llegó a tener 50 puntos de rating, incide o no. Algunas encuestas dicen que esto le sumó un punto a Massa. Otros dicen que, hasta ahora, no se ve que lo haya beneficiado.

Durante ese debate, Milei le dio argumentos a Macri, el gran socio que tiene, para alimentar una de sus grandes preocupaciones: la idea de que Milei no quiere en realidad ser presidente de la Argentina. Milei no se preparó para el debate como alguien que realmente está deseando, luchando, por llegar a la presidencia. 

Massa hizo todo lo contrario. Pero cuando uno habla con la gente de La Libertad Avanza, ellos hacen otro balance. Dicen que Milei logró su objetivo, Massa lo quería presentar como un inestable, quería lograr que se desborde, que entre en una crisis de nervios. Sin duda, eso no sucedió. Al mismo tiempo, fue una paliza de Massa a Milei en ese mano a mano que vieron cientos de miles de personas.

La pregunta es cómo impacta en este escenario donde se discute democracia – autoritarismo para la gente que vota a Massa, pero también se discute peronismo – antiperonismo para la gente que lo rechaza, y cambio – continuidad. 

El dato de inflación —8,3%— es mucho más bajo que el número de septiembre y agosto, pero sigue siendo muy alto. En los primeros 10 meses del año, la inflación alcanza el 120%. En el último año de Massa ministro, 142,7%. ¿Cuánta gente puede prescindir de estos datos, asegurar que esa realidad no es tan importante porque hay otras cosas en juego, desligando al candidato del ministro?

A Massa, hasta ahora, o por lo menos el 22 de octubre, no se lo juzgó por el presente. 9 millones y medio de personas no lo jugaron prioritariamente por el presente. La disyuntiva, como dice el propio ministro de Economía, es Massa o Milei. Sin embargo, aunque la inflación pareciera que no mueve el amperímetro, un político con mucha experiencia ligado a Massa, me decía las últimas horas: “El faltante de combustible de hace 10 o 15 días nos hizo perder dos puntos. En cuatro días perdimos dos puntos”. Es una sensación distinta para la Argentina ver que no hay combustible, que está al borde de la parálisis, cuando la inflación parece parte del paisaje. Incluso, esta inflación de la cual no hay antecedentes en los últimos 30 años. 

Milei, que surgió del enojo con la política, con el Estado, con la democracia, también alimenta otro tipo de miedos porque la candidata a vicepresidenta reivindica la dictadura militar. Reivindica a Menem y a Cavallo. Reivindica a Margaret Thatcher, como lo hizo también el domingo último. Habla de privatizar, habla de un mesianismo de mercado, de un sálvese quien pueda, que genera mucho temor en millones de personas. 

Milei, además, es capaz de reunir en su contra a un arco impresionante de fuerzas. Al peronismo, por supuesto. Al progresismo, a parte del radicalismo, a sectores de centro. A la Iglesia Católica y al feminismo. Al poder económico, grupos económicos muy importantes de la Argentina, ganadores permanentes, también amigos de Sergio Massa. A la embajada de Estados Unidos, al Departamento de Estado. Todo eso está hoy ordenado detrás de la opción Massa presidente. 

¿Tiene chances de ganar Milei con Macri, con algunos actores del poder económico, con alguna ayuda del trumpismo, con el enojo de tantos años con esta democracia de promesas incumplidas? ¿Alcanza la fuerza de la reacción para frenar un eventual triunfo de Massa? ¿Alcanza la fuerza del antiperonismo para convertir a alguien como Milei en presidente? ¿Alcanza el rechazo al peronismo, a Massa, al kirchnerismo para darle la responsabilidad de gobernar a alguien que es un absoluto improvisado como se vio el domingo pasado, que no tiene ningún plan y que ni siquiera tiene consenso interno en cuál es la forma de llevar la Argentina a la dolarización que pretende? 

Vuelven a aparecer nombres como el de Federico Sturzenegger, como el de Luis “Toto” Caputo, el macrismo económico, el menemismo económico. Roque Fernández, Carlos Rodríguez. Habrá que ver si Milei puede nutrirse de ese enojo para llegar, pese a todo, a ganarle a un político profesional. Responsable, en parte, del enojo de la sociedad con la política. Porque Massa es parte destacada de la política, del sistema político que genera ese enojo, que posibilita 8 millones de votos a Milei. Y además, lo dice desde Carlos Maslatón hasta gente del propio gobierno, Massa estimuló a Milei de mil maneras para que llegara hasta acá. Ahora busca ser el antídoto.

En una situación normal, en ningún otro momento un ministro con 140% inflación podría llegar a ser presidente. En una situación normal, nadie podría creer que alguien como Milei tenga chances de ser presidente de la Argentina. Pero en este cuadro dramático, no sabemos si la incertidumbre sigue marcando las elecciones más importante, por lo menos, de los últimos 20 años. 

Después del domingo, que para muchos es una elección de vida o muerte, vendrán los festejos del ganador y vendrá una postal complicada. Ya Massa dijo que el ministro de Economía va a ser de la oposición. Lo cual significa que va a ser un ministro que, en el caso de que gane Massa, cumpla con las demandas del mercado. Hay que resolver la brecha cambiaria, hay que bajar esta inflación letal. 

Leía hace poco un informe de Ecolatina titulado “Transición, un vistazo al mediano plazo”. Lo que hoy nadie quiere ni siquiera pensar. Hay vencimientos de deuda para pagar. Entre 2024 y 2026, la Argentina tiene que pagar 53 mil millones de dólares, casi 18 mil millones de dólares por año va a tener que pagar el próximo presidente.

Se habla de que estamos condenados al éxito, con el litio, Vaca Muerta y el agronegocio, pero también está la deuda externa descomunal, responsabilidad en parte de Mauricio Macri. Y también persiste la deuda social, enorme, con salarios pulverizados, con trabajadores que están por debajo de la línea de pobreza. Todo eso le va a tocar resolver al próximo presidente. Va a hacer falta mucha templanza, como dice siempre Sergio Massa. Va a estar a prueba la paciencia social, como nunca, otra vez. Porque el próximo gobierno empieza con ajuste, con devaluación. Y va a hacer falta un profesionalismo que hasta ahora no hubo en los últimos años.

Todo eso va a necesitar el hombre que el domingo próximo sea elegido el nuevo presidente.

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