Fuera de Tiempo con Juan José Carbajales

Juan José Carbajales, ex subsecretario de Hidrocarburos de la Nación (2019-2020) y actual Titular de la consultora Paspartú, conversó con Diego Genoud sobre los desafíos y las oportunidades que trae al país el Gasoducto Néstor Kirchner.

“La mejor forma de hacer campaña”. Editorial 11 de julio en Radio con Vos.

Falta menos para las elecciones primarias del 13 de agosto. Se respira el clima de campaña, sobre todo, entre la dirigencia política. La campaña abruma como espacio publicitario, en la feligresía que todavía milita en las redes, en algunos que quedan como parte de los fundamentalistas del optimismo en un contexto delicado que nadie sabe todavía cómo termina. Pese a lo que se ve en la superficie, la situación de la economía y del gobierno sigue siendo frágil. Y esa realidad contrasta con una campaña más ordenada, aunque pueda resultar sorprendente, de parte de Unión por la Patria. 

El domingo en Salliqueló estaba el ministro de Economía y candidato a presidente por la Unidad. Estaba también la vicepresidenta Cristina Fernández y el presidente Alberto Fernández. Vamos a hablar hoy en el programa del Gasoducto Néstor Kirchner. Ahí vimos a un Sergio Massa muy fortalecido por el apoyo de la Vice, y hoy lo volvimos a ver en un anuncio importante junto a Fernanda Raverta, la titular del ANSES y dirigente de La Cámpora, anunciando créditos para jubilados de hasta 400 mil pesos en 48 cuotas.  

Massa con Raverta, Massa con Cristina, Massa en campaña: como el dueño de la campaña de Unión por la Patria y también el dueño de la iniciativa en un gobierno al que llegó último, cuando todo estaba cerrado en el Frente de Todos. Sin embargo, hoy está en lo más alto y aspirando, obviamente, al premio mayor. 

Contra lo que él mismo dijo —como muchas veces pasa—, Massa es ministro y candidato. Y busca que el Fondo Monetario Internacional financie la campaña electoral con los desembolsos que tenía previstos para entregar de ahora hasta fin de año. Todavía, a esta hora, no lo está logrando aunque, según dice el propio ministro, puede haber novedades de un momento a otro. 

¿Qué quiere Massa? Que Biden haga por Massa lo que Trump hizo por Macri —y que todavía estamos pagando. El ministro de Economía juega al límite porque las reservas son negativas. Según las consultoras, y según admiten también funcionarios del gobierno, las reservas están en 5 mil millones de dólares en terreno negativo. No sobra nada, por eso también hay que reconocerle el mérito a Massa para generar en la superficie la sensación de cierta estabilidad camino a las PASO.

En esta campaña se discute, en paradoja, cuál es la mejor manera de hacer campaña, cuál es la mejor manera de ganar las elecciones en un momento en donde ya se quemaron todos los libretos, donde la sociedad argentina ya vio fracasar gobiernos de distintos signos. 

Massa tiene, para hacer esta campaña, los fierros del Estado. Puede y sabe generar cada día una buena noticia, como la del anuncio del ANSES. Es un estado frágil, como decíamos, es un Estado débil, un gobierno que va a elecciones después de cuatro años de una pelea autodestructiva entre el Presidente y la Vicepresidenta, y que elevó como único ganador al ministro de Economía. Pero Massa está en el Gobierno, y hay estrategas de campaña que siempre dicen que la mejor manera de hacer campaña “es en la gestión, desde la gestión, con gestión”. Ahí está la apuesta del candidato del peronismo de la unidad, en una aparente paz o tregua entre los socios del Gobierno. 

 En el acto del gasoducto, Massa es presentado como el que resolvió en 10 meses lo que en 8 años no se había podido hacer, con el apoyo de Paolo Rocca, dueño de Techint, y con el apoyo de Marcelo Mindlin —que puso la empresa Sacde, la que le había comprado al clan Macri, a Ángelo Calcaterra precisamente, con quien tuvo un litigio.

La tranquilidad de la campaña de Unión por la Patria es aparente, porque la semana pasada me tocó dar la noticia de que se iba a hacer al fin este acto. El primero con Alberto, Cristina y Massa. Temprano lo publiqué en las redes sociales y un rato después empezaron las desmentidas,  llegadas a distintos periodistas, también a mí, de que Alberto no iría a Salliqueló. ¿Qué era lo que estaba pasando ahí en esa trastienda? Un dato que merece ser conocido para saber hasta qué punto la tregua es firme o no dentro del frente: lo habían querido bajar al Presidente del avión y del acto en Salliqueló.

Consulté a la persona que me había informado que iba a estar el Presidente, decía que ya estaba todo encaminado, que Casa Rosada estaba involucrada en el acto. Pero, tanto desde los sectores ligados a Massa como de los sectores ligados a Cristina, decían: “el Presidente no va a estar en Salliqueló, va a estar en otro lugar, no se sabe dónde, quizá en Tucumán”. A fin de cuentas el Presidente estuvo ahí, y lo que queda es esa tensión que se advierte. La campaña es de Cristina y Massa y no saben cómo hacer —se vio el otro día en el escenario— para correr al Presidente de la escena. Hay que ver hasta cuándo dura esa tregua, pero se ve en la superficie. En Juntos, la tensión entre Bullrich y Larreta es muy manifiesta y no se sabe en qué termina. No hay ahí un liderazgo, no hay ningún orden, no hay ninguna tregua.

¿Cuál es la mejor manera de hacer campaña en un contexto como este? ¿Es estar en el poder? ¿Beneficia o perjudica a un gobierno como este hacer campaña cuando las restricciones son múltiples, cuando hay enojo con la política, cuando la plata a muchos les sobra y a otros le falta y mucho? No es el contexto del 2007 para hacer campaña desde el Estado. No es 2011, tampoco 2019. 

El peronismo volvió al poder, sobre todo, por el fracaso de Macri. Por la decisión de Cristina, sí, mediante aquel tuit que quedará en la historia y que convirtió a Alberto Fernández en Presidente. Pero si Macri no se hubiera ido como se fue, con dos años muy traumáticos, hubiera sido imposible que Cristina regresara como regresó a la centralidad. Ahora es al revés: Juntos se sienta ver el fracaso del gobierno de la unidad peronista y piensa que tiene la elección ganada. Por eso la virulencia, el nivel de violencia inédito que, según dicen los propios miembros del PRO, se da hoy en la pelea Bullrich-Larreta. 

Es un choque de pronósticos. Falta menos para saber dónde estamos parados, en esa primera gran encuesta que va a ser la PASO del 13 de agosto. Está Massa, presentado por el poder que lo entorna, que es mucho, como “el salvador”,  como el nuevo líder del peronismo, como el que evitó la catástrofe, el que va siempre para adelante, como dice la Vicepresidenta. 

Es una manera de entenderlo a Massa, y así lo ven muchos en el poder. En un poder que prefiere a Massa, que la tiene disciplinada Cristina, antes que a Bullrich, que promete —según los spots, en sus discursos— un ajuste muy profundo. La ex ministra de Seguridad promete represión para sostener ese ajuste. Hay empresarios que la miran y la avalan, pero hay otros que la miran y se asustan. “Esto no es viable en la Argentina”, dice, y se inclinan por Massa. Ahora Massa puede ser visto como un garante de una cierta tranquilidad social, de una cierta tregua por su acuerdo con Cristina, por su relación con el establishment, pero también puede ser visto como el ministro de la inflación récord, el ministro que sobrecumplió con las metas con el Fondo y, hasta ahora, no consiguió nada a cambio. Así lo presenta Patricia Bullrich, lo presentan desde el PRO, desde Juntos. 

¿Puede Massa encontrar la mejor forma de hacer campaña en este contexto que lo excede? Los problemas no empezaron con él, sino mucho antes y ni siquiera empezaron con este gobierno. Pero es un contexto donde crece la desigualdad. Lo decíamos la semana pasada, lo muestran los números del INDEC, una desigualdad que no se veía desde 2019. Crece la pobreza. Según la UCA, ya está en 43%, dato que fue tapa del diario Perfil el fin de semana. 12 millones y medio de personas bajo la línea de pobreza en la Argentina, un millón más que hace seis meses. Con Massa como ministro hubo un millón de pobres más. Es lógico con esta inflación, una inflación que ahora empieza a bajar levemente pero que es una inflación demencial.

Se pueden cometer dos errores garrafales con respecto a Massa. Uno es subestimarlo. El otro es creer todo lo que dice. Ese puede ser un error aún más letal porque él mismo promete cosas que después no puede cumplir. La inflación que empieza con 3, la brecha del dólar en 30%. 

Ahí está la pelea de la campaña. Massa vs. Bullrich, dos candidatos de identidades cambiantes. ¿Cuál Bullrich?, pregunta Massa. ¿La de los años 70, la de los 80, la de los 90, la que ahora es la candidata de Macri? Y Bullrich podría preguntar, ¿cuál Massa? ¿El de los 80, el de los 90, el jefe del antikirchnerismo?

Como diría Cristina, Bullrich también va para adelante. Parece una candidata que está dispuesta a todo. A ajustar, a no negociar. Desde una posición de fuerza, con una campaña que advierte que va a pasar por arriba a todo el que le dispute la calle o cuestione su política. Está dispuesta a reprimir. Y encarna la rabia antiperonista.

“Con esta gente no hay nada que negociar, que hay que oponer una identidad fuerte a la del peronismo”, dice la dirigente formada en el peronismo y que sabe de lo que se trata. Ese es el mensaje de Bullrich. Ahora bien, ¿es la mejor manera de hacer campaña decir “voy a pasar por arriba a todos los que no piensan como yo, voy a hacer lo que Macri no pudo”?

Lo escuchaba a Ramiro Agulla, el publicista que llevó a Fernando de la Rúa a la presidencia, que decía en una entrevista: “La mejor manera de hacer campaña es en mute, en silencio, que uno vea un candidato, apague el volumen de la televisión y se quede con lo que le transmite. Si uno mira ese candidato en silencio, haciendo ademanes, hablando, explicando y le cree, ese candidato puede funcionar. Ahora si no le cree, ese candidato está muerto”. 

No lo dicen ahora, pero eso es lo que pensaban de Sergio Massa políticos o personajes ligados a la política tan distintos como Carlos Corach y Jaime Durán Barba. Decían: “Massa nunca puede ganar una campaña porque uno lo pone en silencio y tiene un problema, no le cree, se da cuenta de que está vendiendo algo que es imposible que pueda ofrecer.

Por eso la pregunta es si Massa, en esta campaña, en este contexto, se puede reconciliar con los votos que perdió. Si la sociedad le puede volver a creer. Massa era, hasta agosto del año pasado, uno de los dirigentes que tenía peor imagen. Esa imagen negativa fue disminuyendo, por lo menos, en parte del electorado de Cristina. 

Está la campaña desde la gestión, la que intenta Massa. Está la campaña del todo o nada, tal como la presenta Bullrich. Y está la campaña del silencio, la que dice Agulla, que es la que define las elecciones. La de un candidato que hay que ver sin escuchar lo que dice, hay que ver cómo gesticula y detectar si miente o no miente. Ese es el ejercicio que hace cualquier persona, cualquier ciudadano de a pie cuando mira a los candidatos de la oferta electoral. Falta menos en esta Argentina para saber cuál es la mejor forma de hacer campaña. 

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