Fuera de Tiempo con Leandro Barttolotta

Leandro Barttolotta, sociólogo e integrante del Colectivo Juguetes Perdidos, conversó con Diego Genoud sobre la inflación, el ajuste y el efecto Milei en los barrios populares.

“Morales, Capitanich y el poder que viene”. Editorial 20 de junio en Radio con vos.

Llegamos al final. No falta casi nada para que sepamos quiénes van a ser los candidatos y candidatas de las fuerzas que dominan la política. 

En estas horas se define, sobre todo, el peronismo oficialista. Todo indica que se trata, en realidad, de definir el formato que va a elegir el peronismo con Cristina en el centro, como forma de sobrevivir en el poder para lo que viene. Es la variante que va a ensayar el peronismo de Cristina, de lo que fue el Frente de Todos, del kirchnerismo histórico en estas elecciones. 

Hace una semana hablábamos acá, en Fuera de Tiempo, de “los hijos políticos de Cristina”. Siguen todavía, por lo menos hasta ahora, esos mismos nombres en el centro. Eduardo “Wado” de Pedro, Sergio Massa, Axel Kicillof, Máximo Kirchner. Quedan, además, todavía algunos interrogantes importantes que seguramente van a ser despejados en las próximas horas. Que Cristina no vaya por primera vez en veinte años encabezando la boleta del kirchnerismo es un desafío inédito para esta fuerza que lleva, también, dos décadas marcando la política. Si Cristina no va, entonces la pregunta es: ¿qué va a pasar con el apellido Kirchner? 

Por supuesto, se mira a Máximo Kirchner. ¿Puede competir por un cargo ejecutivo? ¿Le da para ir a pelear por la provincia de Buenos Aires, que es lo que muchos dicen es su principal objetivo? ¿O eso sería un pasaporte a la derrota para el kirchnerismo en la PBA, el bastión de Cristina que la acompañó en casi todas las elecciones, incluso en la derrota, con una lealtad sorprendente, envidiable? Tantas veces le dijeron a Máximo, cerca de Cristina, que tenía que arrancar por ser candidato a gobernador en Santa Cruz. Sin embargo, Máximo no escuchó. Fue directo a la provincia de Buenos Aires sin haber hecho la experiencia formidable que hizo su padre, que fue intendente, gobernador y después Presidente, antes de ser candidato en PBA en el 2009. 

Máximo Kirchner, líder de La Cámpora, diputado bonaerense, que por ser el hijo de Néstor y de Cristina o por alguna otra razón, habrá pensado que la historia le demandaba ser directamente candidato en Provincia de Buenos Aires y por eso hoy su nombre vuelve a sonar como eventual candidato, incluso, para un cargo ejecutivo. Aunque las encuestas no lo acompañan. 

Y si no es Máximo, ¿quién es? Aparece Alicia Kirchner, con quien estuvo la Vicepresidenta el jueves pasado en Río Gallegos. Alicia fue gobernadora varias veces, ministra, senadora nacional también. Estuvo un tiempo nada más estuvo en el Senado, no le fue bien, y volvió al Ministerio de Desarrollo Social. Pero aparece el nombre de Alicia como eventual candidata a Vicepresidenta, lo cual le daría, en un eventual triunfo, un lugar importante en el Senado. 

Dicen los que la conocen a la actual gobernadora de Santa Cruz que no quiere, que también ella piensa que ya dio todo. Pero si ella no es, si Máximo no es, ¿dónde va a estar el kirchnerismo y el apellido Kirchner en estas elecciones? Después habrá que ver cómo sale Cristina y la fuerza que la acompaña de estas PASO que, a esta altura, parecen inevitables. 

Scioli y Massa, dos enemigos íntimos, alguna vez casi socios, hoy enemigos, están anotados a esta hora. Scioli parece un candidato muy firme, casi imposible de ser retirado de la escena. De Massa no se puede decir lo mismo. Y después están jugado de Pedro y Kicillof, dos exponentes más nítidos de la historia del kirchnerismo. 

Pero la definición de Aníbal Fernández, que habla de que el peronismo va a enfrentar a La Cámpora en estas elecciones, no se ajusta bien a la realidad. Porque con La Cámpora está el peronista Massa, por ejemplo. Porque están gran parte de los intendentes, y los gobernadores, al menos una parte de los del PJ. ¿Qué implicaría para Cristina, para Máximo, dejar en manos de Massa la historia de dos décadas del kirchnerismo? ¿Qué implicaría convertir en plataforma electoral y en proyecto de mediano plazo este pacto de gobierno que lleva más de tres años, pero que se intensificó como nunca después de la salida de Guzmán y el empoderamiento de Massa, su llegada como superministro para sobrecumplir las metas del ajuste que exigía el Fondo?

Esta definición que suponemos ya está tomada y simplemente falta comunicar, expresa sobre todo la discusión de la Provincia de Buenos Aires en el país unitario. En el Día de la Bandera, en un país tan grande y tan rico que sigue pensado desde Buenos Aires como durante toda su historia, también aparece la realidad de otras dos provincias. Con dos gobernadores de distinto signo que se convirtieron en noticia en las últimas horas, contra su voluntad, aunque no de la misma manera. Gerardo Morales y Jorge Capitanich. Un radical y un peronista son noticia, incluso sin recibir un tratamiento equilibrado por parte del sistema de medios, del poder mediático, que atienden, como dicen que lo hace Dios, en Buenos Aires. 

Gerardo Morales es un radical sui generis que entra en la figura del caudillo que horroriza a la clase media, sobre todo peronista. Así lo ven, incluso, dentro del propio radicalismo: como un caudillo que no puede seducir a la clase media. Es un dato importante, porque Morales está en estas horas tratando de dar el salto nacional. Es un gobernador que en el poder se reveló como implacable con sus opositores desde el minuto cero, con la detención de Milagros Sala, que colonizó la Justicia como hicieron otros también desde el peronismo pero casi sin pagar costos en Buenos Aires. Llenó la Corte Suprema de dirigentes de su entorno, persiguió a los opositores. No solo a la izquierda y al kirchnerismo, que son parte de la oposición en Jujuy, sino también a parte del PJ tradicional. Está el caso del senador Guillermo Snopek, muy cercano a Cristina, enfrentado a muerte con Morales por cuestiones familiares pero también por asuntos políticos que son minimizados en Buenos Aires. Snopek, criticó muy duro el manejo de la Justicia que hizo Morales.

En estos años como gobernador de Jujuy, ¿cómo hizo Gerardo Morales para aplastar a sus opositores en todos los planos? Con el apoyo de una parte de la sociedad, sin duda. Con el control de la estructura del Partido Radical a nivel nacional, como presidente del radicalismo. Con un manejo de los medios que lo cubren de una manera que no cubren a otros. Y, además, en una sociedad muy aceitada con el jefe del Partido Justicialista en Jujuy, el empresario Guillermo Rivarola. Es decir, Morales tuvo hasta el último fin de semana la provincia alambrada y casi sin oposición. 

Cebado después de ganar su tercera elección en la provincia y retener la gobernación, Morales aprobó una Constitución, como si fuera una ordenanza municipal más, que prohibía el derecho a la protesta. Y, además, aprobó una Constitución que tenía un artículo que impulsaba el desalojo expeditivo de quien no tenga título de propiedad. Esto generó una respuesta en las calles y en las rutas de las comunidades originarias, que son los pobladores ancestrales en la provincia pero que en el 90% de los casos no tienen esos títulos que reclama Morales en esta nueva etapa.

¿Dónde vimos las imágenes de la represión brutal de Morales sobre los manifestantes? En las redes sociales, en los medios alternativos. Muy poco o nada en los grandes medios de comunicación. Porque el sistema de medios blinda a Morales como si fuera un hombre propio, blinda lo que sucede a 1600 kilómetros de Buenos Aires. Cuarenta detenidos, entre ellos la convencional constituyente del FIT, Natalia Morales. Balas de gomas en la cara de los manifestantes, heridos. Y el caso de este pibe de 17 años, Mijael Lian Lamas, al que vimos salir del hospital con la camiseta de la Selección Argentina tras perder un ojo por las balas de goma de la Policía de Gerardo Morales.

Es fuerte el contraste entre la violencia de las imágenes que se viralizan y el silencio del sistema de medios. Pero tampoco puede ser motivo de sorpresa, es el grado cero de la política en la Argentina, la cancha inclinada de la pelea por el poder. Esa brutal represión de Morales que vimos puede llevar también a confusiones. Puede hacer creer que Morales está solo, puede llevarnos a perder de vista que Morales era o, incluso, es el candidato más firme para ser el vice de Horacio Rodríguez Larreta en la pelea interna de Juntos. Puede llevarnos a distraernos de que maneja los cargos más importantes de la UCR en el Senado y en distintos lugares del país donde la UCR pesa, y se da el lujo, incluso, de tener en contra a Patricia Bullrich. En las últimas horas, con la represión, Morales hermanó a Bullrich y a Larreta.

Pero no solo Gerardo Morales tiene relaciones con Juntos. Hay que mirar el silencio de los medios. Hay que mirar el silencio de Massa sobre la represión en Jujuy, un aliado de hierro de mucho tiempo de Morales, con quien casi cogobernaron la provincia. Hay que mirar la compra de la Minera Aguilar por un consorcio que lidera José Luis Manzano. Hay que mirar el acuerdo que firmó Morales en febrero con la empresa china Tsingshan Mining para invertir 120 millones de dólares en el Parque Industrial de Perico porque ahí también está la explicación del blindaje que tiene el proyecto de Morales para avanzar con el litio en acuerdo. 

Hay solamente dos ministros importantes de lo que era el Frente de Todos que repudiaron la represión. Uno es “Wado” de Pedro, candidato o precandidato presidencial. El otro es Gabriel Katopodis, que también estuvo con Cristina la semana pasada en Río Gallegos. 

Pese a ese formidable respaldo que tiene Morales, tuvo que retroceder porque había un actor que no contemplaba: las comunidades originarias, los sindicatos, una parte del pueblo de Jujuy que salió a cortar las rutas como nunca. Tiene Morales un conflicto muy grande, además, con los docentes. Se inició la tercera semana de paro por tiempo indeterminado de los docentes y hay un nivel de movilización inédito en la provincia. 

No es solo Morales el que se tienta y trata de prohibir la protesta social en Jujuy. Hay otros casos también, como el de Salta, donde después de su triunfo, Gustavo Sáenz intentó regular la protesta social. 

Lo que vemos con Morales también anticipa el país que viene, el país que es y el país que puede ser. Porque hay una resonancia que remite a lo que pasa en Vaca Muerta, donde las comunidades originarias rechazan, muchas veces, los proyectos que tienen que ver con el fracking. Y hay un consenso de la política, que va de punta a punta, que sostiene que hay que arrinconar a los manifestantes que ponen en peligro las inversiones, sea donde sea. Este gran consenso exportador no repara en costos y no da margen para el rechazo. Sería un error, por este motivo, ver a Morales simplemente como alguien capaz de desatar una represión criminal.

El otro caso, el otro gobernador es Jorge Capitanich. La difusión es mucho más amplia desde hace veinte días, por la desaparición y crimen de Cecilia Strzyzowski, esta chica de 28 años que se supone que fue asesinada por miembros de la familia Sena. El caso conmociona, y con razón, a Chaco y que está teniendo impacto político. Lo que era una indignación social se convirtió en un hecho que también impactó en las elecciones, porque Emerenciano Sena, Marcela Acuña, son gente muy ligada desde siempre a Capitanich.

El peronismo terminó 6% detrás de Juntos, que sacó 42% de los votos entre los dos candidatos. Y se advirtió un ausentismo tremendo, de entre 40% y 45%. Muchos hablan de una derrota histórica del peronismo en Chaco. Hay que ver qué pasa en las elecciones generales, pero Capitanich, un político con muchísima experiencia, perdió casi 100.000 votos en relación a 2019 y ganó un ausentismo muy fuerte. 

En el caso de Cecilia se puede ver el manejo del poder, la impunidad del poder y, otra vez, el contraste entre lo que venden en Buenos Aires algunos gobernadores y el ejercicio del poder real en sus provincias. Un caso, el de Cecilia, en cadena nacional, algo que contrasta con el silencio sobre la represión en Jujuy. Porque para el poder central hay algunos hechos que valen más que otros, hay algunas vidas que valen más que otras. Sin embargo,  Capitanich, que hasta hace poco quería ser candidato a Presidente, ahora está desesperado viendo cómo se sostiene en el poder en su provincia. 

Esto habla de la fragilidad de la clase política en general, más allá del horror que uno puede advertir en torno al caso Cecilia. Hay otros datos que vinculan a Chaco con la escena general: no todos los oficialismos ganan. Pasó en San Luis, pasó en Neuquén. Y el ausentismo, que viene siendo una de las grandes marcas de las elecciones provinciales, donde la participación electoral es menor a la de 2019, a la de 2015, a la de 2021, es un efecto lógico. El entusiasmo y las expectativas son cada vez menores con esta clase política.

¿Qué deja el caso de Morales en Jujuy y el de Capitanich en Chaco? Primero, nadie puede dar por ganadas las elecciones antes de tiempo. Y nadie, a su vez, puede ser subestimado en este contexto de fragilidad, de enojo, de división, de falta de liderazgos. Después, algo más: no es lo mismo ganar una elección que gobernar. En Argentina, casi cualquiera puede ganar elecciones pero eso no garantiza el ejercicio del poder, ni siquiera para un Morales que ganó cinco elecciones y despreció hasta el fin de semana pasado a sus opositores. Ganar elecciones no es lo mismo que no tener oposición. Ganas elecciones demanda un arte en el gobierno para avanzar con el proyecto. Ganar elecciones, con baja participación o por un margen escaso, ganar elecciones y creerse el dueño de todo puede ser un error fatal. 

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