Fuera de Tiempo con Ignacio Labaqui

Ignacio Labaqui, politólogo y profesor de la Universidad Católica Argentina y de la Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina, conversó con Diego Genoud sobre la reconfiguración de la oposición camino al balotaje.

“No hay forma de ser neutral”. Editorial 31 de octubre en Radio con Vos.

Faltan poco más de dos semanas para que sepamos quién va a ser el nuevo presidente de la Argentina. Con un peronismo ordenado detrás del ganador de la primera vuelta, Sergio Massa. Con una reacción social que le permitió reconciliarse la marca del Frente Renovador con la victoria del 22 de octubre pasado. Todavía genera un efecto y un efecto importante en distintos planos, en la política, en la economía. Un resultado impactante, con más de 3 millones de votos que sumó Sergio Massa, entre las PASO y las generales, en un contexto dramático. Sobre todo en ese período desde agosto hasta octubre.

Cuando uno mira hacia adelante, hacia el 19 de noviembre, da la sensación de que Massa ya hizo lo más difícil. En un contexto de extrema fragilidad, con una devaluación a la salida de las PASO, con 25% de inflación en dos meses, con una inflación que ya llega al 140% interanual, Massa fue casi plebiscitado por una mayoría que el 13 de agosto no lo había ido a votar, con más gente que decidió salir de su casa para ir a votar, tras el rechazo que genera y generó Milei.

Massa logró que, con esos indicadores como ministro de Economía, en cualquier otra circunstancia hubiera sido realmente imposible lograr semejante apoyo popular.

El escenario del 22 de octubre tiene consecuencias en el presente y plantea hacia adelante un escenario favorable hacia Massa, como el candidato con más chances de convertirse en presidente. Lo vimos a Milei la semana pasada, descontrolado por completo, sin poder asimilar el golpe. Y vemos a un Gobierno que respira en el frente económico. Baja la cotización del dólar paralelo, algo que lo tenía contra las cuerdas, en los días previos a las generales. El Banco Central compró 600 millones de dólares. Por supuesto, es parte de una ecuación que no da abasto, porque el Gobierno está pagando un nuevo vencimiento al Fondo Monetario Internacional por 2.600 millones de dólares en estos días.

La victoria de Sergio Massa tuvo consecuencias positivas para el Gobierno y el ministro. La realidad no se deja encorsetar porque, al mismo tiempo, venimos de días en los que se evidenció un problema muy grande con el combustible en la Argentina, por diferentes motivos. Por el poder que puede tener el sector privado, las petroleras, según dice el ministro de Economía. O, también, por la falta de coordinación entre el Banco Central, YPF y el Ministerio de Economía. Recomiendo dos notas muy interesantes sobre este tema, uno de los temas de la semana, que salieron en el portal EconoJournal, uno de los portales que mejor información tiene sobre energía, para entender qué pasó, qué falló, por qué había seis cargamentos de combustible listos para ser importados y el Gobierno no tenía los dólares. Una de las notas es de Nicolás Gandini, columnista en esta radio en el programa de Alejandro Bercovich. Y otra es de Fernando Krakowiak, también muy interesante. Hablan de una falta de coordinación, de negligencia, de dificultades de distintas salas del propio Gobierno que hoy se supone está ordenado detrás del liderazgo de Massa. Dificultades entre el Ministerio de Economía, la YPF de La Cámpora y el Banco Central donde todavía está Miguel Pesce, el último funcionario albertista. 

Si uno repasa otra vez el escenario en el que Massa es plebiscitado, da la sensación de que nada de esto puede dañar al ministro de Economía, da la sensación de que hay otras cosas en juego para una mayoría de la sociedad y de que Massa es ignífugo, es indemne a cualquier problema que pueda tener, incluso uno como el del combustible. O como el de la inflación, que todavía sigue muy elevada.

Hay mucho para analizar todavía de ese resultado del 22 de octubre pero no hay tiempo porque ya viene la segunda vuelta. En este caso, la ventana de tiempo que se abre es mucho más corta que la que hubo entre agosto y octubre.

El gran movimiento de los últimos días a nivel político es la alianza de un Macri desesperado yendo al auxilio de Javier Milei. Muy preocupado por el resultado de las generales, el expresidente busca sellar un acuerdo de gobernabilidad con el libertario. Justamente lo que Macri nunca quiso hacer con la UCR, con la Coalición Cívica, Macri lo quiere hacer con Milei.

En el pensamiento más profundo de Macri hay enormes similitudes con el que Milei expresa de manera descontrolada, desinhibida. Se ve con mucha claridad que Macri tiene más afinidades en convicciones, creencias y dogmas con Milei de las que puede tener con las fuerzas que lo acompañaron durante cuatro años en el gobierno. No sólo con el radicalismo, no solo con la Coalición Cívica, también con gran parte del PRO al que, todavía, en privado, Macri culpa de su fracaso. El ala política que, según dice Macri, no lo dejó gobernar.

Hay una desesperación en el expresidente pero también hay una apuesta fuerte a la derrota de Massa. Está preocupado, según dicen muchos, por los expedientes judiciales que por ahora están dormidos pero que, si Massa es presidente, Mauricio Macri piensa que le van a complicar mucho la vida. 

Un político como Massa que, lo sabemos, tiene tentáculos y relaciones en Comodoro Py. Fue gran amigo de Claudio Bonadío, lo es de Carlos  Stornelli, de Guillermo Marijuan, de muchos de los que le hicieron la vida imposible a Cristina cuando Massa era opositor a la actual vicepresidenta. Viendo eso, y también el frente judicial donde dejó muchas causas abiertas de su paso por la gestión pública, Macri busca preservarse de un eventual triunfo de Massa porque no quiere terminar como Cristina, recorriendo los tribunales citado por amigos de Massa que militan en Comodoro Py. 

Pero, además, porque Macri apuesta fuerte a una nueva reacción. Si bien hubo una importante en las elecciones del 22 de octubre que le permitió a Massa aumentar 15 puntos a nivel individual, ahora Macri está apostando a la reacción inversa con la fortaleza del antiperonismo y el antikirchnerismo. Por eso organizó una reunión la semana pasada en su casa de Acassuso con Milei, su hermana. Y por eso llevó a Diego Santilli, a Cristian Ritondo. Por eso se sumó también Guillermo Francos, tratando de hacer la última jugada antes del balotaje para que Javier Milei se convierta en el nuevo presidente.

¿Qué le preocupaba a Macri en la intimidad? Que lo veía a Milei actuar y se daba cuenta de que no quería en el fondo ser presidente. Ahí está el trabajo de Macri hoy, prácticamente como conductor de la oposición, liberándose de ese sector de la coalición Juntos, que él considera casi como exponente del populismo. El radicalismo, los peronistas que militan en el PRO, de todo eso se quiere liberar Macri cuando apuesta a quien es hoy su mejor discípulo, su mejor aliado, se convierta en el nuevo presidente.

El triunfo de Massa hizo estallar una coalición que estaba atada con alambre, como es Juntos y su fractura a cielo abierto. También pasa en el ex Frente de Todos, donde las diferencias dependen de un resultado. El resultado jugó a favor de la cohesión en el peronismo y en contra de la Juntos. Así como Macri y Bullrich van al auxilio de Milei para tratar de convertirlo en presidente y tratar de impedir que Massa se convierta en presidente, el resto de la dirigencia de Juntos es más proclive a Massa. Horacio Rodríguez Larreta, aunque no lo diga. Gerardo Morales, que lo dice. Martín Lousteau, Emilio Monzó, el propio Rogerio Frigerio, ahora gobernador de Entre Ríos, Santilli, Ritondo, Vidal.

Macri fue el líder para toda esa dirigencia por las características que tenía, en su momento, nuevas para una parte de la sociedad. Y también porque enfrente estaba Cristina. En este contexto, esa dirigencia, muchos ellos hijos políticos del macrismo, están más cerca de Massa que de Macri. Así  se ve con claridad que la polarización tenía mucho de impostado.

Hoy muchos dirigentes del PRO dicen que van a votar directamente a Massa, porque no comparten la decisión de Macri. Porque lo que cambió es el contexto: mucho massista del radicalismo, como Gerardo Morales, mucho massista del PRO, como esa larga lista que mencionaba y que se criaron con Massa políticamente en los años finales del menemismo. Incluso, algunos de ellos, militaron con Massa en la UCeDe, y hoy apuestan a que Massa sea lo más parecido a lo que fue Menem en la Argentina. Es la dirigencia de la ancha Avenida del medio, que no siempre estuvo con Massa, aunque coincidía y mucho con él. 

Se está reconfigurando el mapa político pero no de manera inocua. Sucede en un sentido muy claro, con Cristina fuera de los primeros planos, con los sectores progresistas del kirchnerismo enmudecidos, subordinados o plegados al discurso de Massa. Y ahí surge una derecha dura, la de Macri y Bullrich, que se alía con la ultraderecha de Milei y compañía.

Se va a un balotaje el próximo 19 de noviembre con un sistema político absolutamente recostado sobre la derecha. En ese marco, la opción parece clara: Massa se posiciona como el salvador, como el garante de la democracia, mientras que el tridente Milei-Macri-Bullrich lo hace como la ultraderecha o la derecha dura.

¿Cómo se paran en este contexto los distintos actores del poder? ¿Dónde está el empresariado hoy? Gran parte está, por supuesto, incondicional, con Massa. Hay otra parte que, sin duda, juega todavía con Macri, con Milei. Y hay otros que van y vienen, que apostaron quizás a Bullrich y hoy están viendo cómo reacomodarse. El Grupo Clarín, el Grupo Techint, ¿de quién están más cerca hoy? ¿De quién están más cerca hoy las multinacionales que tienen su casa matriz en Estados Unidos, que se reúnen en AmCham? ¿De Massa o de Milei?

Mientras tanto también se define la sociedad. La neutralidad es muy difícil en este contexto, cuando Milei y Macri le reclaman a la dirigencia política que abandone la neutralidad y que se exprese claramente por su bloque. Massa no pide lo mismo. A Massa le alcanza con que la dirigencia de Juntos, del radicalismo o la propia Elisa Carrió se declare neutral. Sabe que con esa neutralidad puede ganar. No necesita pedir el voto explícito de gran parte de esa dirigencia de la Avenida del medio que, hasta hace muy poco, estaba subordinada al liderazgo de Macri.

¿Qué dicen Bullrich, Milei, Macri? Lo mismo que dicen al otro lado de la nueva polarización, que no se puede ser neutral porque saben, además, que la neutralidad del 70% de la dirigencia de Juntos, de la comandancia de Juntos, tiene en realidad una afinidad muy fuerte con Massa.

Esta semana, escuchamos a gobernadores del PRO que se declaran neutrales en contra de Macri. El nuevo gobernador de San Luis, Claudio Poggi. El nuevo gobernador de Chubut, Nacho Torres. Y otros como Rolo Figueroa, que en su momento formó parte del MPN en Neuquén, en una provincia estratégica por ser la de Vaca Muerta, que estaba ligado al PRO.

Se está definiendo cómo se posiciona el poder económico. Se está definiendo cómo se posiciona el sistema político. También se tienen que definir los otros dos candidatos que quedaron afuera. Juan Schiaretti se declaró neutral pero vimos que Natalia de la Sota y algún otro dirigente del lavagnismo apoyan ya explícitamente a Sergio Massa. Es un viraje, porque en el 2015 Massa y de la Sota dijeron, “cualquier cosa menos Scioli”, con lo cual apostaron a Macri a su manera. Ahora están frente a Javier Milei como líder de este nuevo espacio o, al menos, como candidato a presidente. Claro que con Macri por detrás. También la izquierda se tiene que definir, con comunicados que dicen que llaman a votar o van a votar en contra de Milei pero tampoco apoyan a Sergio Massa.

Es muy difícil ser neutral, y la mayor parte de la dirigencia, incluso la que habla de neutralidad, se está posicionando.

A 40 años del triunfo de Alfonsín, llegamos a una elección en la que se dice que está en juego la democracia, la democracia de todas las promesas incumplidas, con 40% de la pobreza —o más, en realidad, después de la devaluación—, con la inflación y desigualdad creciente. Sobre ese cuadro de deterioro crónico, aparece Milei para aplicar una terapia de shock: privatizar y cobrar mucho de lo que hoy todavía en la Argentina forma parte de los derechos básicos.

Es en esas condiciones que Sergio Massa aparece como el garante de esta democracia muy volcada a la derecha y vaciada de contenido. Es Massa el que encuentra una oportunidad, quizá impensada para él durante gran parte de su carrera política, porque es el garante, para gran parte de la sociedad, de evitar que la extrema derecha llegue al poder, como pasó en Brasil, por ejemplo, hace no tanto con Jair Bolsonaro.

Hay muchos que están obligados a optar entre candidatos que no los representan. Muchos que están obligados a optar con la nariz tapada. Y otros, seguramente, que votan con esperanza o, incluso, con un cálculo: “Me voy a sentir más cómodo siendo opositor a un gobierno como el de Massa y no enfrentando a uno como el de Milei, de extrema derecha”. Cada decisión, aún la de votar en blanco, aún la de impugnar, aún el desinterés manifiesto, en este contexto tiene por detrás una inclinación o una preferencia. 

Se puede preferir a un candidato como Massa, del que hemos hablado y mucho en este programa. Se puede, incluso, no sentir preocupación como algunos si gana Milei en esta elección. Muchos piensan que hay que salir ahora a votar a Massa para evitar que el producto de esta democracia fallida, como es Milei, se convierta en el nuevo presidente de la Argentina.

Ante el horror que representa Javier Milei para una parte importantísima de la sociedad, hubo una reacción. Quizá, conservadora, en defensa de la democracia. Ahora, Macri y Bullrich, que no son neutrales, están apostando a una nueva reacción contra el peronismo, contra el kirchnerismo, contra el bloque de fuerzas que lleva a Massa como candidato a presidente. Bullrich y Macri dicen abiertamente además que quieren que explote todo y apuestan a Javier Milei, un candidato que quiere cobrar hasta el aire, que reivindica a Cavallo y a la dictadura, que expresa la brutal racionalidad del mercado. 

Llega la hora de definiciones en un contexto dramático. Y se piense lo que se piense, se diga lo que se diga, en este contexto no hay forma de ser neutral.

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