Fuera de Tiempo con Martín Bauer

Martín Bauer, músico, compositor, director de la Maestría en Ópera Experimental de la UNTREF y director del Teatro Argentino de La Plata (2015-2019), conversó con Diego Genoud sobre la relación de Javier Milei con la comunidad cultural.

 “El cálculo que beneficia a Milei”. Editorial 2 de abril en Radio con Vos.

Termina el fin de semana extra large de la Semana Santa y el aniversario por el Día del Veterano y de los Caídos en Malvinas, con homenajes en todo el país. Con un reclamo por Malvinas que está muy vigente a pesar del paso del tiempo y con un acto oficial a los caídos en la Plaza San Martín en el que vimos a Javier Milei y a Victoria Villarruel, la vicepresidenta.

En un tema en el cual Milei y Villarruel tienen diferencias muy profundas, por sus historias personales, por sus posturas personales. No obstante, hoy Milei planteó la reconciliación con las Fuerzas Armadas, y también algo que sorprendió: la idea de que este gobierno tiene una hoja de ruta para que las Islas Malvinas vuelvan a manos argentinas. Algo que no estaba por lo menos en el discurso de Milei. 

Por alguna razón, hoy el presidente decidió plantear el reclamo por la soberanía. Algo que sorprende porque cuando estuvo, por ejemplo, con David Cameron en Davos en enero pasado, el presidente no mencionó este tema. Después vino el canciller británico, estuvo en las Malvinas en febrero, casi como una provocación, cuando se sabe de la admiración explícita de Milei por Margaret Thatcher. E incluso, la política de su canciller de Diana Mondino hasta ahora no tenía en primer plano el tema de Malvinas.

Como en cada aniversario, aunque cada vez más, se escuchan con mucha fuerza las voces, los testimonios de los veteranos, de los familiares de los caídos, con el reclamo argentino por Malvinas. Un reclamo que tiene que ver con el nacionalismo, que tiene que ver con el derecho a esas tierras, con la soberanía, frente a islas usurpadas por Gran Bretaña, por el Reino Unido.

El reclamo llega hasta hoy porque es una guerra que tampoco se puede disociar de la democracia que tiene hoy la Argentina. Una democracia hija, entre otros motivos, de esa derrota militar y de esa derrota de la dictadura militar en Malvinas.

Esa postura en contra de una ocupación colonial, no se traslada a otras esferas de la vida política, de la vida social, de la discusión económica. Es una reivindicación nacional la de las Islas Malvinas que parece, por momentos, encapsulada en sí misma. Divorciada de otras realidades donde también la soberanía está en juego.

Hablemos del debate por los recursos naturales en donde si hay un consenso entre la mayor parte de la dirigencia política es el de una Argentina exportadora. El petróleo, el litio y la soja forman parte de una plataforma de exportación en la cual no se discute demasiado sobre el derecho del país sobre esos recursos naturales. Hablemos del Fondo Monetario Internacional. No se discute tampoco cuando vienen los enviados del FMI, con el cual Argentina tiene un lazo que lo ata desde 2018, otra vez. Vino Gita Gopinath, la número dos de la entidad. Vino el chileno Rodrigo Valdez, en las últimas horas.

Esa agenda aparece aislada. Por supuesto, un asunto para pensar, para tratar de entender qué quiere decir hoy el reclamo por Malvinas, qué tiene para decir en la discusión política hoy en la Argentina. Además, desde luego, el reclamo legítimo, del Día del Veterano y de los Caídos en Malvinas, del derecho de la Argentina a recuperar esas islas que le pertenecen. Es uno de los debates que en estas horas se escucha. 

Pero este fin de semana también hubo otra postal. Fin de semana largo, inusual, que excedió por dos días los habituales de Semana Santa con un récord de turistas que, por lo menos, el Gobierno difunde en estas horas en medio de un ajuste brutal. Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), en estos seis días, viajaron por el país más de tres millones de personas que gastaron un 70% más que el año pasado.

Según el Gobierno, en la costa y en algunas provincias, en algunos destinos turísticos importantes del país, la ocupación superó el 80% o el 90%. En el caso del Partido de la Costa, hubo muchos dueños que alquilan durante el verano que decidieron ir a ocupar sus propiedades. En otros casos, seguramente, fue un turismo gasolero. 

Una nota de este fin de semana de Marina Dal Poggetto y Sebastián Menescaldi , titulada “Milei, el heterodoxo”, contaba las decisiones de Javier Milei que van a contramano de la Biblia del shock, de la Biblia ortodoxa, en el marco de un ajuste en extremo violento, inimaginable en democracia. Ese es el proceso al que estamos asistiendo hoy en la Argentina, el de una violenta transferencia de ingresos donde, sin embargo, hay datos que sorprenden. Como el del movimiento turístico, que el Gobierno, por supuesto, sale a promocionar tratando de plantear que en la Argentina todavía hay resto o todavía hay sectores que tienen la posibilidad de irse un fin de semana largo.

Con un presidente que, por su estilo, ejerce un liderazgo muy fuerte, liderazgo que nadie discute dentro de La Libertad Avanza. Salvo Victoria Villarruel. No como  le sucedía a Mauricio Macri al que le discutían muchas de las decisiones que tomaba desde el radicalismo hasta la Coalición Cívica, hasta su propia ala política, aquella de Rogelio Frigerio y Emilio Monzó. Hoy Milei hace y deshace. Nadie le discute, salvo su vice, como quedó claro la semana pasada. 

Todos los días aparecen indicadores de la violencia del ajuste. Este shock lo vive y lo sufre gran parte de la población, millones de personas. Repasamos algunos datos de las últimas horas, como solemos hacer en este programa, para tratar de entender dónde estamos parados. Argentina hoy es uno de los cinco países donde el ingreso es más bajo a nivel de la región, junto con países como Nicaragua, Haití, Cuba y Venezuela. El salario mínimo en marzo llegó a 208 mil pesos, 208 dólares. Eso aleja a la Argentina, si se mide en relación al salario mínimo, de otros países que tienen los más altos de América Latina: Costa Rica, Uruguay, Chile, Ecuador, México. Incluso de Brasil, que hoy tiene un salario mínimo no muy distinto al de Argentina, de 282 dólares, según mediciones que difundían, por ejemplo, Infobae, elDiarioAr en las últimas horas.

Esto tiene un correlato con la pobreza. Números que la semana pasada difundió el INDEC: la pobreza y la indigencia, durante el gobierno del Frente de Todos, en el último semestre de 2023, fue de 20 millones de personas bajo la línea de pobreza, 41,7% de la población. Pero si uno mide el último trimestre del gobierno de los Fernández, la pobreza ya era de 44%, la indigencia también era mucho más alta. Algo que Milei puede llamar herencia. Pero sabemos que, según la UCA, con Javier Milei la pobreza ascendió al 57%, equivalente a 27 millones de personas. Ese salto brusco, vertiginoso, aumentó los pobres en 7 millones.

Pero el debate está todavía en los escombros de lo que fue el Frente de Todos, en las distintas tribus de lo que en su momento lo conformaron. Pocos quieren dar ese debate. La semana pasada intentó darlo Martín Guzmán cuando tomó los datos del INDEC para decir que Sergio Massa aumentó la pobreza y la indigencia en cinco puntos —un millón y medio de nuevos pobres e indigentes—en apenas un año y medio. Vino la respuesta de Guillermo Michel, mano derecha de Massa.

Es una discusión que pocos quieren dar por qué, con Massa como ministro, la pobreza se disparó. Eso es lo que hoy juega a favor de Javier Milei, que tiene culpables a mano para excusarse del presente. Hay una parte de la población que todavía le da crédito al presidente cuando va camino a los cuatro meses de gobierno.

Así como hablamos de los salarios, así como hablamos de la pobreza, podemos hablar de la recesión que se siente muy fuerte y se respira en la calle. Una nota de hace unos días de Alcadio Oña en Clarín, dice que hay consultoras que coinciden en que la actividad actual en Argentina está en niveles similares a marzo de 2021, a la salida del primer año de pandemia, cuando el PBI había caído casi un 20%. Esa es la magnitud del ajuste, que se expresa en la caída del poder adquisitivo, del consumo, de las ventas. En el derrumbe de sectores como el comercio, la construcción, también la actividad metalúrgica, 13.8%. 

Otra cosa que también complica incluso las cuentas de Milei es la caída de la recaudación. En estas horas vamos a conocer el dato de la AFIP. Se estima que la recaudación por IVA ligada al consumo cayó 18% interanual. Eso altera los cálculos del ajuste que quiere llevar adelante el presidente porque la recaudación también se derrumba y el ajuste que necesita Milei es mayor todavía del que viene haciendo.

Esta variable se compensa en parte con el Impuesto PAIS, pero es algo que afecta mucho a las provincias e impacta en los gobernadores que están discutiendo ahora el regreso del impuesto a las Ganancias con el gobierno. El mismo que Javier Milei votó como opositor a Massa y que ahora, como presidente, quiere restaurar.

La recesión afecta a la mayor parte de la población, a comercios que empiezan a generar despidos, en muchos casos por goteo. Pero para el gobierno es una de las formas predilectas de bajar la inflación, como un perro que se muerde la cola. Porque baja la inflación, por un lado, pero al mismo tiempo sufre con la recesión en la actividad económica, en la recaudación. Si ajusta, además, cuando baja la inflación, la licuación —que es la forma principal del ajuste de ingresos, de jubilaciones— es menor.

El Gobierno quiere bajar la inflación, lo tiene como uno de los temas predilectos. Pero cuando la inflación baja al mismo tiempo la licuación, la maniobra pierde poder de fuego.

A esa postal, se le suma con mucha fuerza los despidos. La semana pasada, Milei dijo que los despidos iban a ser 70.000, cifra que Adorni, su vocero, declaró en 20.000. Hoy ATE contabiliza ya unos 11.000 despidos que se sienten en distintas áreas del Estado. 

El mapa de despidos: en la ANSES; en la Secretaría de Agricultura Familiar; en el Ministerio de Capital Humano; en los Centros de Referencia de Desarrollo Social; en la Secretaría de Trabajo; en la Agencia Nacional de Discapacidad; en la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia; en el Personal Civil de las Fuerzas Armadas; en la Secretaría de Comercio; en la Secretaría de Cultura;  Nación ART; en el INCAA; en ACUMAR; en el CeNARD; en la Subsecretaría de la Mujer; en el INDEC; en la Secretaría de Derechos Humanos; en la Administración General de Puertos; en la Agencia Nacional de Seguridad Vial; en el CONICET; en el Servicio Meteorológico Nacional; en Parques Nacionales; en el Ministerio de Economía; en la Secretaría de Energía.

Este miércoles se planea un paro de los gremios estatales con asistencia a los lugares de trabajo. Como dijo Milei el año pasado hablando en el Club del Petróleo, invitado por Alejandro Bulgheroni, “esto solo lo puedo hacer yo porque yo odio el Estado”. Lo cuentan todavía las petroleras casi como una demostración de que Javier Milei viene a cumplir con lo que prometió en campaña. Lo hace con la ayuda de algunos conversos como Daniel Scioli, el ex candidato a presidente, que también empezó Semana Santa con 54 despidos en la Subsecretaría de Deporte, donde está también Julio Garro.

Para Milei cada despido es una doble victoria. Él puede decir que cumple con lo que prometió en campaña, ajustar, terminar con los ñoquis, aunque represente muy poco desde el punto de vista de la ecuación general donde la mayor parte del gasto se lo llevan los intereses de la deuda. Por otro lado, genera miedo, terror en algunos casos, promueve el “sálvese quién pueda”. Va de la mano con el disciplinamiento, la apuesta de fondo del presidente.

El problema es a dónde van esos trabajadores en un mercado laboral que se está achicando, con sectores que reducen personal. Hablaba recién de la industria metalúrgica, se puede hablar de automotrices como Toyota o Renault donde hay retiros voluntarios, de automotrices como General Motors que está parando la producción por falta de repuestos importados.

¿Cómo se reinsertan esos trabajadores que hoy son despedidos por Milei? Es parte de la discusión que el gobierno prefiere no dar. Para este programa que está llevando adelante, el presidente tiene el apoyo de una parte de la sociedad que le da crédito y que, sobre todo, rechaza el pasado al que no quiere volver. Empresarios como José Luis Manzano, como Eduardo Eurnekián, como Alejandro Bulgheroni, dueño de Pan American Energy, que dice que “hace falta una dosis importante de dolor”.

También cuenta con el aval de una dirigencia política, más que el aval del Fondo Monetario Internacional, que está en duda hasta dónde va a entregar los 15.000 millones de dólares que necesita Milei. Ahora se habla de 5.000. Pero el FMI le pidió la semana pasada al presidente que mejore la calidad del ajuste. Que el ajuste sea sostenible.

Por eso, el rol de la dirigencia política, todavía aturdida, vencida, resignada por el gobierno de Milei, que habla como si no hubiera gobernado nunca o que directamente prefiere callar, también juega a favor del programa de Milei. Es una dirigencia que especula, que duda, que espera que el tiempo y la violencia del ajuste erosione el capital político de Milei. Con un peronismo que, según dijo Malena Galmarini esta semana, “está muy en la boludez de discutir liderazgos”. Un peronismo todavía dividido, desorientado. No lo dicen pero que especulan con que Milei haga el ajuste que muchos de ellos suponen que es necesario para este momento. Quieren que Milei haga el trabajo sucio, que pague los platos rotos. O porque esperan que Milei se desgaste con este ajuste que algunos consideran necesario, incluso en esta violencia, porque no están dispuestos a discutir las verdades que defiende Milei, o porque comparten de fondo el rumbo de LLA.

Le están dando tiempo a Milei para que se estrelle, pero es un cálculo que ya salió mal en otras oportunidades. Salió mal cuando Milei era un candidato, un outsider al que alimentaron pensando que les iba a resultar funcional. Hasta que fue demasiado tarde.

Ahora, casi medio año después, otra vez es la misma dirigencia la que espera y le da aire al Gobierno, la que supone que este ajuste es necesario. Que él va a pagar los platos rotos y que va a venir otra dirigencia, quizá, a capitalizar el despegue que Milei promete. Pero este vuelve a ser un cálculo que beneficia a Milei. 

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