Fuera de Tiempo con Fabio Luis Barbosa dos Santos

Fabio Luis Barbosa dos Santos, Doctor en Historia Económica y profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de San Pablo, conversó con Diego Genoud acerca del libro del que es coautor, Brasil autofágico. Aceleración y contención entre Bolsonaro y Lula (Tinta Limón), y también sobre la sociedad brasileña y las elecciones presidenciales.

“Cómo ganan Macri, Milei y Bolsonaro”. Editorial 8 de octubre en FM Milenium.

Semana intensa, complicada otra vez, la del fin de semana extralargo. Hubo dos episodios en apenas 48 horas que dan cuenta del escenario en el que estamos parados a nivel político en la Argentina. 

El primero en La Plata, con la represión de la Policía Bonaerense en un espectáculo masivo, como es un partido de fútbol en la recta final del campeonato. Había mucha gente pendiente de lo que pasaba ahí, mucha gente en la cancha en el partido Gimnasia-Boca, cuando se desató el espectáculo de terror que vimos hasta el hartazgo: gases lacrimógenos que invadieron la cancha, balas de goma, en un operativo represivo que se prolongó durante 45 minutos y que resultó en la muerte de César “Lolo” Regueiro, de 57 años, más de 100 heridos, de los cuales 8 tuvieron que ser internados en hospitales de La Plata. También los balazos al camarógrafo de TyC, los padres separados de los hijos.

Algo realmente de terror en la Provincia de Buenos Aires gobernada por el Frente de Todos, por Axel Kicillof. Escuchamos hasta el hartazgo la primera reacción del ministro de Seguridad, Sergio Berni, y su defensa del operativo policial. Después hubo algunas críticas del propio Berni pero en el comienzo lo que se vio fue una defensa de la represión, una que hacía mucho no se veía en un espectáculo deportivo. Sin barras de ninguno de los dos clubes protagonizando los episodios y en una cacería contra padres, hijos, gente que va a la cancha. Había muchos que no podían ni entrar ni salir, algo que cuesta entender. 

Desde el cristinismo, cerca de la Vicepresidenta, hay muchos que suponen que fue armado contra Kicillof en la Provincia de Buenos Aires. Ya sea por la Policía Bonaerense o por algún actor que no está claro quién puede ser. Pero si está armado, lo están avalando el propio gobernador Kicillof, primero; el ministro de Seguridad después. Berni protege a una Policía que ya se devoró a varios gobernadores. La Bonaerense, aunque el tiempo pase, sigue siendo una fuerza que tiene su propia dinámica y sus propios objetivos. Y los gobernadores que avalan a una fuerza fuera de control terminan devorados por ella.

Más allá de que Kicillof haya criticado la represión, hasta ahora separaron nada más  que a tres policías: al jefe del Operativo y a dos agentes más. Es una Policía Bonaerense que condicionó al gobernador desde temprano. Y Kicillof, en lugar de fijar límites, la empoderó en casos como el de la represión en Guernica a familias sin techo, en un operativo en el que Andrés Larroque y Sergio Berni actuaron de común acuerdo para desalojar a gente que no tenía dónde ir. Está, desde luego, la desaparición de Facundo Astudillo Castro, de quien poco se habla. Estuvo acá Carlos Bianco, ex jefe de Gabinete de Kicillof, y dijo que el caso estaba resuelto. Sin embargo, Facundo nunca apareció. 

Hay algo que no termina de quedar claro hacia adelante, o por lo menos se presta a discusión. O bien Sergio Berni es candidato del cristinismo en 2023, un mano dura a lo Ruckauf, algo que en el cristinismo niegan porque está muy enfrentado con La Cámpora. En especial, y de manera personal, con Máximo Kirchner; o bien Berni está armando su propio proyecto con el aval de Kicillof,  algo que lo complica y mucho.

Esa represión descontrolada se da en un contexto en el que la inflación devora los ingresos de gran parte de la población, en especial de los que votaban o votaron históricamente al Frente de Todos. Los números de Kicillof en la provincia son preocupantes, lo citaba el domingo pasado en mi panorama semanal de La Política Online. En una encuesta de la Consultora Circuitos, 74,1% de los bonaerenses piensa que la gestión de Kicillof es mala, muy mala o regular. Son pocos los que piensan que es buena o muy buena. Por eso no está claro si, a esta altura, el plan B del cristinismo va a funcionar, el de retener la Provincia de Buenos Aires. Falta mucho pero, si tuviéramos que arriesgar hoy, las expectativas no son las mejores.

Dicen cerca de Cristina que es el Gobernador el que no quiere entregar a Berni. En redes sociales, nuestro productor Norman Flores compartía los audios de Bianco, en este mismo programa, defendiendo a Berni, lo calificaba como un funcionario intachable, inmejorable en su función y su tarea. Está clara la simbiosis entre Kicillof y Berni. 

Pero se supone que la Vicepresidenta es la jefa política del gobernador, como el propio Kicillof lo dice en más de una oportunidad. Y como lo dejó claro la propia Cristina cuando nombró a Martín Insaurralde como el interventor del Gobierno de Kicillof, cuando lo puso de jefe de Gabinete y desplazó a Carlos Bianco, amigo histórico de Kicillof pero ya no es su mano derecha en la función pública.

El otro episodio de la semana es el del desalojo, también con represión, en un operativo desmesurado de la comunidad mapuche en Villa Mascardi. Un episodio que pasa lejos de Buenos Aires, que cuenta con el aval de gran parte de la oposición, de los medios de comunicación y de parte del Gobierno, pero que no deja de ser llamativo por la magnitud. 

Hay que leer a Santiago Rey, el gran cronista que tiene elDiarioAr en Bariloche, si lo que se quiere es tener información más allá de lo que dicen las fuerzas de seguridad, la policía o los sectores que quieren borrar a los mapuches del mapa. Rey hizo una entrevista con miembros de la comunidad Lafken Winkul Mapu, en la que contó cómo viven hoy en Villa Mascardi los miembros de la comunidad mapuche que fueron desalojados en este operativo que ordenó la jueza Silvina Domínguez, pero que tiene el aval y el sello de Aníbal Fernández, el ministro de Seguridad de la Nación. Siete mujeres presas, algunas con sus bebés; una de ellas, incluso, a punto de dar a luz. Luego trasladadas a Ezeiza. Si algo no se puede decir del ministro Fernández es que opera desde la ingenuidad. Cada cosa que hace la hace por algo, ya tiene antecedentes de haber ordenado operativos represivos. Y lo dicen los miembros de la comunidad mapuche: “Creemos que esta cacería impulsada por el ministro Aníbal Fernández es violatoria de todos los derechos humanos, nos pone en un marco de Terrorismo de Estado”.

Uno se pregunta hacia dónde va el Frente de Todos. Aníbal Fernández y Sergio Berni, personajes esenciales de los años kirchneristas, no son recién llegados. Pero ahora actúan como si hubieran asumido cierta independencia. La mitad del Gobierno, lleno de comentaristas, los critica abiertamente, por lo bajo, en off the record. Sin embargo, ellos siguen en sus lugares con mucho poder. Esto no hace más que alimentar un escenario preocupante para el gobierno y para la democracia.

El Frente de Todos es pura confusión pero no solo por estos dos episodios con las fuerzas de seguridad descontroladas, sino también por el dólar soja o el conflicto con el gremio del neumático, del que hablamos la semana pasada. Traigo a colación la frase de Máximo Kirchner, “nos pusieron de rodillas las cerealeras”, o las declaraciones de Larroque que cuestionan a un Gobierno que es demasiado concesivo con los sectores de poder y muy duro con los trabajadores que reclaman actualización de salario, paritarias, para no quedar atrás de la inflación. 

¿Es gratis ese espectáculo de Máximo Kirchner que critica a Massa después de haber sido su principal impulsor? Porque no hay superministro Massa sin un Máximo que lo proyecta y lo acerca a la Vicepresidenta. ¿Sirve para los propios este discurso? ¿Se sienten a salvo de las contradicciones, de las concesiones, cuando dicen este tipo de cosas Máximo y Larroque? ¿O este carnaval de la confusión se lo lleva puesto a todos en el Frente de Todos?

Falta cada vez menos para las elecciones. La inflación corre al 100% interanual. Los ingresos caen. La pobreza y la indigencia muestran indicadores alarmantes. Y encima vemos operativos represivos como los de esta semana. 

Enfrente, en la platea en la que que se sienta a comer pochoclos, está Mauricio Macri, que presenta su nuevo libro con un objetivo muy claro. Piensa como nadie en la posibilidad de volver al poder, algo increíble después de haberse ido como se fue, luego de dos últimos años tremendos de gobierno como los que tuvo Cambiemos: devaluación, ajuste, recesión, deuda. Parece que fue hace mucho porque Macri piensa en volver.

El Frente de Todos lo hizo posible. Macri ya ganó por muchas razones. Gran parte de su obra de gobierno está intacta, empezando por la deuda con el Fondo que condiciona al Gobierno. Se festeja que el Fondo avale las metas a la vez que impone un rumbo de gobierno muy claro. Macri ganó, además, porque se dio el escenario que esperaba. Un un desastre en el gobierno del Frente de Todos que lo beneficiara a él como antes su propio desastre en el gobierno la benefició a Cristina. 

Se puede hablar de la pandemia, como tanto habla el Gobierno, también de la guerra. Pero, sobre todo, de lo que se puede hablar es de una alianza como el Frente de Todos, que llegó al gobierno sin acordar un programa mínimo de salida a una crisis muy manifiesta, a una herencia que no sorprendió a nadie. El Frente de Todos llegó sin saber cómo salir de esa crisis, sin tener un acuerdo mínimo, sin haberlo discutido. 

Macri está tan fortalecido que lo que dijo Facundo Manes en este programa hace dos semanas, cuando lo dice en La Nación+, que es casi el canal de Macri, la boca del lobo, se convierte en una herejía. Manes dijo que hubo populismo light, populismo institucional, que hubo persecución con los servicios de inteligencia desde el macrismo hacia muchos del propio espacio, algunos que de todas maneras buscan salvar a Macri. 

Los halcones están muy fortalecidos. Patricia Bullrich sobre todo en la interna de Juntos.  ¿Qué pasa con Patricia Bullrich si acuerda con Macri y va como candidata en la Provincia de Buenos Aires? Es lo que se preguntan algunos en el Frente de Todos porque es un territorio en el que Bullrich mide bien. 

Javier Milei también está muy fortalecido. Algo similar pasa en Brasil donde, para llegar al poder, Lula se deshace en gestos al mercado y busca ampliar todo lo que puede hacia la derecha. Mientras a Lula se le exige que amplíe su coalición y potencie a sus enemigos —a los que incluso lo llevaron a la cárcel incluso—, que los incluya, que jure que van a ser parte sustantiva de un eventual gobierno del PT, Bolsonaro hace todo lo contrario. Se endurece y se confirma como un actor central de la política y del Brasil que viene, gane o pierda las elecciones. Sin ceder un milímetro la ultraderecha. 

Eso también da muestras del escenario actual. Quién está a la ofensiva. Quién dice “ni un paso atrás, nunca menos”. Y quién se deshace en concesiones hasta casi perder su identidad, sin tener tampoco un rumbo claro. Con antecedentes que ya dieron muestra de que esto sale mal en Brasil, en la Argentina. 

Estamos frente a progresismos, populismos, fuerzas que llegaron al poder con el apoyo de los sectores populares, que marcaron las últimas dos décadas de la política en Brasil, en la Argentina, pero que hoy aparecen sin inventiva ni audacia para salir de la crisis. En un contexto difícil, sin duda. Sin fuerza como en el caso del Frente de Todos, que llegó con una herencia pesada en un escenario de mucha debilidad y sin saber cómo aumentar esa fuerza política, cómo salir de la impotencia.

Son fuerzas que no tienen claridad para salir de la crisis en un contexto muy difícil y muy distinto al de dos décadas atrás. Así por lo menos es en Argentina, así parece que es en Brasil. Y así, más allá de quién gane o pierda las elecciones en nuestro país, la pelea de fondo la ganan Macri, Milei y Bolsonaro. 

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